la ideología meritocrática

Imagen: Bayram Er
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por JEAN PIERRE CHAUVIN*

Consideraciones sobre un texto de Marilena Chaui

El 24 de septiembre asistí a la mesa inaugural del VI Sala del Libro Político – evento que en esta edición reúne a 68 editoriales en sintonía con el lema de democracia y bibliodiversidad. A la sesión asistieron Sabrina Fernandes, Manuela d'Ávila y Marilena Chaui, con la mediación de Ivana Jinkings. Aparte de los hermosos homenajes a Jacó Guinsburg, Sérgio Mamberti, Aldir Blanc, Flávio Migliaccio y tantos otros compañeros que nos han dejado en los últimos tiempos, los discursos fueron muy relevantes y oportunos.

Estimulado por la discusión, y especialmente por los discursos de Marilena Chaui, pretendí extender el diálogo más allá de la Internet. Fui a la estantería donde están sus libros, buscando textos que describan y problematicen ciertos comportamientos de la clase media brasileña.

De ahí extraigo lo que sigue: “[El abogado] está convencido de que el objetivo supremo es “ascender en la vida” y que “ascender” depende de la voluntad individual; porque aceptó la impotencia política a cambio de las migajas del “milagro económico” que le dio la ilusión de poder a través de la posesión y consumo de objetos ostentosos, signos de su diferencia con las clases populares; porque, paradójicamente, atribuye al Estado la responsabilidad de lo que considera depender exclusivamente de los particulares, teniendo dificultades para conciliar su moralismo frente a la corrupción de los mandantes y su ideología de “ganar a la vida”, ahora entra en pánico ante la amenaza de perder sus bienes por la incompetencia del Estado y la violencia del asalto”.[i]

El diagnóstico suena muy actual, ¿no? Precisamente por eso, tal vez el lector se sorprenda al saber que el artículo en cuestión fue publicado en un periódico de amplia circulación en São Paulo el 16 de enero de 1984, en una contundente respuesta a una serie de lugares comunes reiterados y manejados con cinismo por la gente. de diversas procedencias, sociales y profesiones: desde el “empleado del correo” hasta el “dueño de un bar”; del “ingeniero que trabaja en la esquina” al “psicólogo”.

Me he preguntado durante algún tiempo. La ideología meritocrática presupone que “A todos les sale el sol” y que, para “salir adelante en la vida” basta con aprovechar todas y cada una de las oportunidades. La pregunta persiste. Según esta lógica, las desigualdades sociales, la falta de oportunidades de estudio, empleo, saneamiento, transporte, vivienda y salud serían compensadas gracias al esfuerzo individual y, eventualmente, al gesto paternalista de los micro, pequeños, medianos y grandes empresarios.

Ahora bien, incluso si aceptamos esta falacia como un índice de la verdad, ¿qué hacer con aquellos que no “abrazaron” las raras “oportunidades” que la vida generosamente ofreció? ¿Dejarlos debajo de los pasos elevados, rogando por una manta y comida? ¿Matarlos bajo el pretexto del “desorden” que producen? ¿Golpearlos con chorros de agua, durante verdaderas operaciones de guerra, en las que el uniformado armado ve al trapo desposeído como un enemigo del Estado y un estorbo para la “buena” sociedad paulista?

El artículo en cuestión también se refiere a tres cosas que Marilena Chaui enfatizó durante sus intervenciones en la mesa inaugural de la VI Sala del Libro Político: (1) El Estado brasileño es tan autoritario como la sociedad que ideológicamente lo sostiene; (2) Esta sociedad asume que es un acto legítimo de la clase media mantener privilegios (es decir, particularizar, privatizar derechos), mientras que las clases populares deben hacer frente, por sí solas, a los múltiples desafíos socioeconómicos, culturales y laborales. necesidades, vivienda, salud, etc.; (3) El ascenso del actual gobierno se explica en gran medida por la existencia de una sociedad estructurada de tal manera que unos mandan y otros obedecen, en la que sobresale la crueldad y el cinismo en la relación con los demás.

En definitiva, el combustible de los bolsonaristas y demás cómplices de la barbarie (anunciada desde la mala gestión de Michel Temer) no es la alegría, el amor, la esperanza y la solidaridad; sino tristeza, odio (hacia el otro), miedo y egoísmo. La relación ambivalente con el Estado es uno de los rasgos que guían a estas personas de abolengo, que sólo ven radicalismo político donde hay propuestas de solución a los problemas estructurales de falta de vivienda, alimentación, estudio y trabajo.

Es impresionante que una parte considerable de esta “buena gente” le diera tanto crédito al mito-mano ya los ministros, todos muy eficientes en negar pruebas y destruir las pocas garantías sociales y sanitarias que existían. Más espantoso aún es ver que la mentira fue (y sigue siendo) adoptada como principio y método por un reducido grupo que apostó por la asunción de los monstruos como “alternativa” a la “vieja política”. Elegirlos fue un acto de cinismo. Persistir en vuestra ciega defensa es síntoma manifiesto de la mayor hipocresía.

*Jean Pierre Chauvin es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP.

Nota


[i] Marilena Chaui. “¿Y si la clase media cambiara?”. En: SANTIAGO, Homero (org.). Conformismo y Resistencia. Belo Horizonte, Auténtica, 2014, p. dieciséis.

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