por EDERGÊNIO NEGREIROS VIEIRA*
Los traumas que produce la ausencia repentina dan lugar a varias cabezas en esta Hidra de Lerna, llamada violencia.
Imagina un ser enorme del tamaño de un rascacielos, con cuerpo de dragón y enormes cabezas de serpiente. Este ser vivía, según la mitología griega, en un pantano junto al lago Lerna, en Argólida, lo que hoy sería la costa este de la región del Peloponeso. Como cuenta el mito, las cabezas de la Hidra podían regenerarse, los más hiperbólicos decían que cuando se cortaba una cabeza, en su lugar crecerían dos.
En el cuento “Acordamos no morir”, presente en el libro ojos de agua de la escritora Conceição Evaristo, tenemos como elemento central del abordaje la situación de vulnerabilidad social de las personas que viven en lugares conocidos como favelas. El término favela fue utilizado nuevamente por el IBGE (2024) (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), en el último censo, para designar localidades residenciales con diferentes grados de inseguridad jurídica de propiedad, ausencia o provisión incompleta de saneamiento básico y recolección de residuos. , entre otros ítems descritos por el organismo de investigación.
Además de la vulnerabilidad social, el cuento del escritor minero también aborda elementos como la violencia y el miedo a la muerte. La violencia es un fenómeno complejo y con múltiples caras, que se manifiesta a través del discurso y de prácticas viscerales que causan innumerables daños a las personas. En un enfoque empírico, nos parece claro que el país está dando grandes pasos, si es que no ha llegado ya a un proceso de banalización de la violencia.
La violencia que se expone a través de la literatura, pero que se puede encontrar en una serie de en streaming, en una telenovela o incluso en periódicos escritos y televisivos, ha producido una serie de tragedias de la vida cotidiana brasileña. Además de aparecer en el clasificación En países con tasas de muertes violentas intencionales (IMV) superiores al promedio mundial, los debates sobre el tema se reducen y contaminan con una lógica punitiva que poco o nada discute acciones y estrategias para que podamos poner fin a esta verdadera tragedia nacional.
Varios actores hacen parte del campo de discusión sobre este tema: Fuerzas de Seguridad, Poder Judicial, Ministerio Público, Defensorías, Universidades, movimientos sociales, etc. Vale destacar que los movimientos sociales tienen un activismo que ocupa un lugar central en el debate sobre la violencia en Brasil. Compuesto en su mayoría por mujeres víctimas de violencia, este grupo (así como los hijos de estas mujeres) es el más vulnerable y, por tanto, el que recibe la mayor carga de los impactos psicosociales derivados del frenesí contemporáneo, que afecta a territorios vulnerables y a minorías sociales.
Articulados en colectivos como Mães da Leste (SP), Mães da Rocinha (RJ), Mães Pela Paz (GO), estos grupos son importantes actores sociales que vienen presionando al Estado brasileño a lo largo de los años para promover cambios en sus instituciones, de modo que que se ponga fin a miles de muertes violentas intencionales, así como implementar acciones, programas y políticas públicas del Estado que garanticen la asistencia integral a quienes sufren la pérdida repentina de un familiar, siendo muchas veces el propio Estado responsable de la muerte de el ser amado.
Como resultado de estas luchas, fue sancionada por el entonces presidente en ejercicio, Geraldo Alckmin, la Ley número 14.987, de 25 de 2024, que modifica el art. 87 de la Ley N° 8.069, de 13 de julio de 1990 (Estatuto del Niño y del Adolescente), para ampliar el derecho a la atención psicosocial a los niños y adolescentes cuyos padres o tutores fueron víctimas de violencia grave o se encuentran privados de libertad en régimen cerrado.
Datos del Foro Brasileño de Seguridad Pública indican que en 2023 había en Brasil 852 mil personas condenadas y presas provisionales, esta cifra representa un aumento del 2,4% respecto al año anterior. El 18º Anuario Brasileño de Seguridad Pública registró 46.328 muertes violentas intencionales en el año 2023, esta cifra representó una caída del 3,4% respecto al año anterior, lo que puede explicarse por varios factores, sin embargo, el hecho concreto es que el país tiene una tasa de 22,8 muertes intencionales por cada 100 mil habitantes.
Esta cifra es cuatro veces superior a la media de homicidios, calculada en 5,8 muertes por cada 100 habitantes por la Unodc (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito). En otras palabras, esto significa que aunque Brasil representa demográficamente el 3% de la población mundial, el país produce aproximadamente el 10% de todos los homicidios cometidos en el mundo.
La ley tiene su origen en la PL 1.151 / 2023, presentado por la congresista Laura Carneiro (PSD-RJ), y fue aprobado por el Senado el 10 de septiembre. Antes de la votación en el Pleno, el texto pasó por las Comisiones de Asuntos Sociales (CAS) y Derechos Humanos (CDH), recibiendo dictámenes favorables antes de pasar a sanción presidencial y se espera que entre en vigor en 2025. Además del debate sobre la Importancia de Sin embargo, queda una cuestión pendiente: considerar al Estado como gestor del sufrimiento psicológico y social de los niños víctimas de violencia.
Violencia que termina siendo producida por el Estado o incluso por su ausencia, contribuyendo así a que “la muerte prenda fuego a la vida como si fuera yesca”, como bien escribió Conceição Evaristo en el cuento “Acordamos no morir”, y por Ahora nos despedimos diciendo que los traumas que produce la ausencia repentina dan origen a varias cabezas en esta Hidra de Lerna, llamada violencia.
*Edergénio Negreiros Vieira es estudiante de doctorado en sociología en la Universidad de Brasilia (UnB).
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