La guerra híbrida anunciada

Imagen: Jonathan Meyer
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por SANDRA BITENCORT*

¿Ya estamos en guerra? ¿Cuáles serán nuestras armas?

Con sólo tres días de gobierno, el diario El globo anuncia en un editorial que la luna de miel con el gobierno de Lula está llegando a su fin, debido a la impaciencia de la población y la desconfianza del mercado. Apenas quedan 72 horas para promulgar la erosión récord del capital político que sale de las urnas. Estamos, pues, ya en una posición de ventana y con todo tipo de tirachinas apuntando a un nuevo gobierno popular. Ya se inició el escrutinio de cada gesto, de cada afirmación, de cada movimiento, buscando identificar fuentes de desgaste y símbolos de vicios de izquierda. ¿Cuáles serán nuestras armas en esta ya anunciada guerra híbrida?

El concepto de “guerra híbrida” es resbaladizo pero ampliamente utilizado. Desde una perspectiva militar, según Frank G. Hoffman, este tipo de conflictos "incorporan una gama de diferentes formas de guerra, que incluyen capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas que involucran coerción y violencia indiscriminada y desorden criminal". Este enfoque engloba dos tendencias: la “convergencia” y la “mezcla”, que incluyen estructuras criminales y organizaciones terroristas con vínculos organizativos y estrategias comunes.

Además de la teoría militar de la guerra híbrida, me gustaría centrarme en la estrategia más extendida y amplia, que implica la comunicación colectiva de masas. Es un fenómeno internacional, alineado políticamente con las agendas, instituciones y proyectos hegemónicos que sustentan una nueva extrema derecha y capaz de jugar el sucio papel de conquistar naciones por sistemas financieros/rentistas que pretenden acumular cada vez más en escenarios de derechos arrasados.

La tecnología disponible y ya apropiada por este derecho nativo digital maximiza el efecto del conflicto de información y el desorden de la red, con la lógica de la confrontación. No se limita a la producción de noticias falsas, más bien se vincula a la creación y difusión de influencers que venden una forma de vida, unos valores libertarios y brindan un vínculo simbólico con la mirada de extrema derecha, captando sobre todo a quienes viven al margen de la ciudadanía y la protección social.

A través de la tecnología se produce un imperativo industrial para remodelar el mundo. Pero esta metamorfosis no ha venido produciendo la democratización de la información, sino una sociedad global de la información que conduce a la concentración de los medios de comunicación y al auge del poder de mercado sobre la vida.

¿Cómo responder a esto? ¿Cómo prepararse para estos movimientos y tácticas que reclutan fracciones significativas de una sociedad degradada por la desigualdad y el empobrecimiento?

La primera respuesta, a mi entender, es que el campo de la comunicación no debe ser entendido por el nuevo gobierno como algo meramente instrumental, una herramienta de visibilización del poder. Y sí adoptado como medio complejo de aspiraciones cívicas, que necesita articularse con diagnósticos y seguimientos para incidir y competir en los más diversos ámbitos de las políticas públicas tan urgentes. Esta visión, por ejemplo, necesita reconocer que no vamos a trabajar mejor con las nuevas tecnologías. No son nuevos, ya han sido apropiados, utilizados ampliamente y sus efectos ya se han dejado sentir.

No se trata de introducir las redes sociales en la comunicación gubernamental. ¿Qué pretende exactamente el nuevo gobierno en términos de transformación digital democrática? Necesitamos comprensión y respuestas capaces de lidiar con segmentos expresivos que actúen con creencia y sentido de comunidad, no necesariamente con razón y sentido común. Y qué esperar de la relación con un sistema mediático en transformación, con medios de referencia que debían decapitar al líder criminal tolerado por los intereses del mercado, pero que ahora no quieren dar la impresión de estar de rodillas ante el nuevo comunista del país. ¿orden?

La primacía tecnológica, económica y militar se establece desde el dominio de las redes de información y comunicación. A esto hay que sumar el papel de los medios de comunicación y del Estado como promotor de la regulación y la credibilidad en estos entornos. Es también el momento de que la academia se enfrente a los grandes temas estratégicos de la nación.

Desde esta mirada académica y activista de la comunicación pública, sería importante observar tres ejes ineludibles: (i) fortalecer la comunidad académica que constituye y construye el campo. Hay una acumulación de conocimientos a los que es necesario acceder; (ii) reunir los horizontes conceptuales de lo que es la Comunicación Social en los conflictos y la geopolítica contemporánea; (iii) desarrollar investigaciones que permitan enriquecer el acervo teórico-metodológico existente y desde allí diseñar acciones, medidas, pactos y normativas.

Es una tarea difícil, pero urgente y en construcción. Son nuestras armas de defensa. Por lo que parece, no tendremos tiempo de respirar aliviados.

*Sandra Bitencourt es periodista, doctora en comunicación e información por la UFRGS, directora de comunicación del Instituto Novos Paradigmas (INP).

 

El sitio web de A Terra é Redonda existe gracias a nuestros lectores y simpatizantes.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
Haga clic aquí para ver cómo

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!