por ARI MARCELO SOLÓN*
Durante la huelga abandonamos la vida normal. Provocamos una fisura en el orden existente que nos permite crear un espacio de lucha, reflexión y solidaridad.
Después del 8 de enero, la derecha compara ahora la huelga estudiantil con el holocausto nazi.
Ahora bien, además de ser ofensivo para la memoria de millones de personas que perecieron, es históricamente inapropiado. Sin embargo, existe un modelo histórico que permea el accionar de los jóvenes.
A través de su libre participación en la vida política, el ciudadano estudiante busca realizarse a sí mismo al mismo tiempo que busca realizar a la comunidad. Es a través de su participación directa en los debates de la soberana Asamblea General que los estudiantes ciudadanos desarrollan [sus] “virtudes morales, [su] sentido de responsabilidad cívica, [su] identificación consciente con la comunidad, sus tradiciones y sus valores”, esto en los griegos se llama “paideia“. En este sentido, los ciudadanos estudiantes tienen derecho a vigilar.
Donde respira la democracia directa, es una democracia en su conjunto. Georges Sorel (2004, p. 82), en su interpretación de las Revoluciones, ya denunciaba: “Los positivistas, que representan eminentemente la mediocridad, el orgullo y la pedantería, decretaron que la filosofía debía ceder ante su ciencia; pero la filosofía no ha muerto y ha adquirido un aliento nuevo y vigoroso”.
La Facultad constituye ahora un espacio radicalmente democrático que apunta al bien común de todos los estudiantes, incluidos los más desfavorecidos, en el límite, los indios, pero los estudiantes negros y pobres de cuota también quedan incorporados a este grupo.
Los árbitros marginados salen ahora de su situación de exclusión. Sí, además de ganar regalos de Bufetes de abogados, los grupos antes mencionados se ven a sí mismos utópicamente como ciudadanos activos y soberanos de la ley.
Durante la huelga abandonamos la vida normal. Provocamos una fisura en el orden existente que nos permite crear un espacio de lucha, reflexión y solidaridad.
Agrego: la comparación con el Holocausto duele y de ninguna manera es válida.
*Ari Marcelo Solón Es profesor de la Facultad de Derecho de la USP. Autor, entre otros, de libros, Caminos de la filosofía y la ciencia del derecho: conexión alemana en el desarrollo de la justicia (Prisma). https://amzn.to/3Plq3jT
referencia
SOREL, Georges. Reflexiones sobre la violencia. Cambridge: Prensa de la Universidad de Cambridge, 2004.
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