el gran lío

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por ANTONIO MARTÍN*

La perplejidad y la inacción política son, hoy, un fenómeno típico en Brasil.

El callejón sin salida de Brasil parece cada día más estrecho, como si sus paredes se movieran hacia el centro, haciendo el espacio más estrecho y el aire más irrespirable. Por un lado, están los horrores del bolsonarismo y su expresión actual: la burla ante la pandemia. Por otro, la agenda neoliberal. Los R$ 600 se agotaron hace casi tres meses y su fin multiplica la miseria y la devastación económica; el gobierno parece seguro de que si regresa el beneficio, se reducirá a menos de la mitad, y vendrá a cambio de un mayor desmantelamiento de los servicios públicos.

Los mercados financieros y los medios critican al presidente por… no ser todo lo privatizador que les gustaría. Las esperanzas se cierran por todos lados. miguel nicolelis dejado por dias el comité científico del Consorcio del Nordeste, porque los gobernadores no se atrevieron a aceptar las recomendaciones de lockdown eficaz. Incapaz de dialogar con los dramas actuales de las mayorías, la izquierda institucional intenta dar un salto a ciegas hasta 2022, lo que la hace parecer aún más electoralista e intensifica sus divisiones internas. ¿Cómo llegamos a esta trampa?

Hasta hace un tiempo, parecía un eco más de lo que pasaba en el mundo; hubo un giro general hacia la derecha. Pero este escenario ha cambiado. La gran ola de disturbios de 2019 – que no formuló un programa común, pero tuvo un claro sentido antineoliberal. Luego vinieron las derrotas electorales de la derecha en Argentina, México, Bolivia y Ecuador, y el espectacular vuelco, aún en curso, en Chile. Black Lives Matter sacudió a Estados Unidos en medio de la pandemia y Trump fue el siguiente en vencer.

La coyuntura mundial se ha vuelto compleja y matizada. El neoliberalismo todavía tiene un enorme poder de fuego, pero ya no es el único camino. En EE.UU., Joe Biden amuralló a los republicanos al proponer frente a la crisis, con gran aprobación popular, la vacunación masiva y un paquete de 1,9 billones de dólares destinados a ayudar a la mayoría, la recuperación de la público (Estados y municipios) y alivio para pequeñas y medianas empresas. (Al mismo tiempo, la Casa Blanca ataca a Siria y provoca a Rusia y China…).

En Europa, que respondió a la crisis de 2008 con una loca “austeridad”, la UE distribuye fondos para la salud, la economía digital y la lucha contra el desempleo tecnológico. (También se alía con corporaciones farmacéuticas para producir un colonialismo de vacunas). Incluso en India, donde un presidente ultraderechista propone contrarreformas agrícolas neoliberales, está surgiendo un poderoso movimiento campesino que socava su popularidad.

La perplejidad y la inacción política son, hoy, un fenómeno típico en Brasil. Es necesario encontrar sus causas, en lugar de lanzar amargas (e impotentes…) vociferaciones contra la supuesta “mansedumbre” de la sociedad. Aquí hay dos hipótesis.

1.

el falso dualismo Bolsonaro permanece porque, aunque delgada, interesa a ambas partes. Por un lado, otorga a cada uno un supuesto “enemigo”, capaz de generar solidaridad. Es muy útil que los neoliberales le echen la culpa de la crisis al rudo capitán. Les permite ocultar que el gobierno adopta fundamentalmente la agenda que eles dictar. Y es muy funcional, para Bolsonaro, afirmar a su audiencia que se opone a intereses poderosos. Garantiza que mantengas la narrativa antisistema - ciertamente la madre y de todos sus noticias falsas. Por otro lado, este juego le da a cada parte la certeza de que no se enfrentará verdadera oposición. Excepto en el caso de un terremoto político, los neoliberales nunca invertirán realmente contra Bolsonaro, porque saben que no hay otro agente político capaz de imponer, como él, la agenda que defienden. Basta señalar la inapetencia del Congreso por la el proceso de destitución, a pesar de los numerosos delitos de responsabilidad y comunes cometidos. El presidente, aunque a veces gruñe contra el “sistema”, es, con su correa, un pitbull eficaz y fiel.

2.

Sin embargo, este dualismo sólo funciona debido a la ausencia de un campo político alternativo. La izquierda institucional dejó de jugar ese papel hace mucho tiempo. Por eso está totalmente ausente de debates cruciales, como la lucha contra la covid, la crisis social o el colapso económico. Se contenta con pronunciar discursos en las tribunas parlamentarias. No produce una sola iniciativa de movilización, lo que sería posible, de manera alternativa, incluso en medio de la pandemia. Permanece inmóvil incluso frente a acciones de protesta espontáneas, como los “panelaços”. No le interesa, en efecto, comprender el drama brasileño para suscitar a partir de él un proyecto alternativo. Solo quiere ganar en 2022, y adopta el peor estrategia para lograr tal objetivo.

Compare Brasil con los Estados Unidos, que experimentó un drama similar en muchos sentidos. La elección de Trump, en 2016, correspondió, en paralelo, al surgimiento de una nueva izquierda. Figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez no aparecieron de la nada. Son la expresión de un movimiento de base más grande que produjo Black Lives Matter, el Socialistas Democráticos de América y una generación joven que ver con mas simpatía la noción de “socialismo” que la de “capitalismo”. Pero este movimiento existe –y crece– también porque se reconoce en figuras de expresión nacional, dispuestas a intervenir en los temas cruciales de la coyuntura y, en particular, de proponer nuevas agendas. Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde) fue, hasta intervención crucial de Alejandria Ocasio-Cortez, en 2018, tema restringido al debate teórico de los círculos pequeños. Se ha convertido en parte de la agenda política estadounidense. Fue fundamental para la campaña de Bernie Sanders. Sigue vivo, como motor de imaginación política y de producción de hechos concretos. Parte de sus elementos, por cierto, están presentes en el paquete de 1,9 billones de dólares de Biden.

La energía política de la misma dirección, existente en Brasil, es real y está represada. Se manifiesta reiteradamente: desde gigantescos actos nacionales, como el “#EleNão”, hasta la multiplicación, en importantes sectores de la sociedad, de actitudes cotidianas de oposición al racismo y al patriarcado o el apoyo manifestado por millones a las posturas asumidas por “influencers”. ” como Felipe Neto. Desencadenó, durante el pico anterior de la pandemia, protestas valientes e innovadoras, como la unión de los hinchas de fútbol por la democracia y los paros de los correos. Campaña Guilherme Boulos a la ciudad de São Paulo. Pero se desvanecerá por agotamiento si no encuentra en el escenario nacional expresiones que la representen.

¿Quién puede cumplir este papel? ¿Quién abrirá la brecha necesaria para el vasto sentimiento de inquietud ante el desmantelar material y moral del país emergen y se constituyen paulatinamente en un campo político alternativo? ¿La constelación de movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil que marcaron la vida brasileña en las décadas de 1990 y 2000, actuando ligeramente a la izquierda del PT y promoviendo movimientos notables, como la campaña contra el ALCA? Los colectivos que se ven herederos de 2013 y se reconocen en ¿Ocupar la política? ¿El propio Boulos, que se unió al PSOL pero parece ver más allá? Alguno forastero –Dráuzio Varella, Gregório Duvivier, Felipe Neto u otro– ¿tal vez acogidos por un partido institucional capaz de entender los nuevos tiempos? ¿Una combinación de estos personajes? Todos ellos tienen poderes y límites, justamente por eso, ninguno ha sido capaz de colocarse en la posición hasta ahora.

Pero el espacio sigue abierto, es inmenso y hay que llenarlo; de lo contrario, el revés continuará. Las crisis suelen ser buenas parteras. Que el inmenso dolor causado por la pandemia, y su manejo criminal, traiga más pistas de cómo salir del laberinto.

* Antonio Martín es periodista, editor del sitio Otras palabras.

Publicado originalmente en el sitio web Otras palabras.

 

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