por LEONARDO BOFF*
Los migrantes están regresando. Se reúnen en un mismo lugar: el planeta Tierra, entendido como patria y patria común.
Por mucho que el aspirante a “emperador del mundo” Danald Trump ponga el “América primero"En primer lugar, lo que en el fondo significa que "sólo cuenta América" y el resto es sólo el campo de su expansionismo, no está en su poder interrumpir un proceso que escapa a su arrogante pretensión. Es el proceso imparable de la globalización.
Fue visto casi exclusivamente como un fenómeno económico-financiero. Es tu edad de hierro según Edgar Morin. Pero este proceso representa una realidad mucho más fundamental, política, cultural, espiritual: una nueva fase de la humanidad y de la Tierra misma, entendida como un superorganismo vivo, llamado Gaia. Forma con la humanidad una entidad única, grande y compleja, presenciada por los astronautas que vieron la Tierra redonda desde sus naves espaciales.
La humanidad surgió hace unos 7-8 millones de años en África. Nuestros antepasados permanecieron allí durante unos 2 millones de años. Allí se formaron en sus mentes y corazones las estructuras básicas que nos hacen humanos. Por lo tanto, todos los blancos y negros, occidentales y orientales, son todos africanos por origen.
Después de este largo tiempo, comenzó la gran dispersión por la Tierra, empezando por Eurasia y llegando a ocupar todos los continentes. Ahora bien, esto constituye un nuevo fenómeno: estas personas migrantes están regresando. Se reúnen en un mismo lugar: el planeta Tierra, entendido como su patria y patria común. ¿Cómo vivirán juntos? ¿Qué significado tienen las culturas de cada pueblo? ¿Qué función siguen teniendo los Estados nacionales?
Todas estas realidades tendrán que ser redefinidas a partir de este nuevo nivel humano y del nuevo estado de conciencia planetaria que poco a poco se va apoderando de las conciencias de las personas. El coronavirus ha demostrado claramente que no ha respetado la soberanía nacional y ha colocado a la Tierra y a la humanidad en el centro de nuestra atención.
Este nuevo nivel del proceso antropogénico nos revela que todos tenemos un mismo destino común. Exige una gobernanza que le sea adecuada. Se buscarán instituciones políticas y configuraciones jurídicas que asuman el gobierno de la república terrenal – Weltrepublik previsto en 1795 por Kant – y cuidará del patrimonio común de la biosfera y de la humanidad.
Hasta que surjan tales casos, corresponde a los Estados, en un espíritu de asociación mundial, buscar soluciones para todo el planeta y para la humanidad. Donald Trump se niega irresponsablemente a hacer su contribución a lo nuevo que se impondrá. Está preso en una jaula de hierro –el destino manifiesto–, una invención política para encubrir la arrogante pretensión de ser los amos y señores del mundo.
A pesar del negacionismo de Donald Trump, es importante reconocer que la categoría de Estado-nación se está volviendo gradualmente obsoleta. Prueba de ello es la creciente conciencia de la ciudadanía planetaria: “la Tierra es mi patria”. Movimientos como el Foro Social Mundial y otras entidades internacionales vinculadas a la salud y a la preservación del patrimonio natural y cultural común de la Humanidad y de la biosfera están asumiendo la preocupación por el futuro común de la Tierra y de la humanidad.
La globalización aún no ha encontrado su expresión institucional. Seguramente será ecocéntrico. Pondrá en el centro no a tal o cual país o bloque geopolítico y económico (mundo unipolar o multipolar), a tal o cual cultura, sino a la ecología y a la Tierra entendida como un macrosistema orgánico al que todas las instancias deben servir y subordinarse. Este centro incluye a la humanidad, formada por hijos e hijas de la Tierra, la humanidad entendida como la Tierra misma que ha alcanzado la etapa del sentimiento, del pensamiento reflexivo, de la responsabilidad y del amor. Somos una Tierra viva y consciente.
De estas reivindicaciones nos damos cuenta de que todo depende de salvaguardar la Tierra y mantener las condiciones para su vida y reproducción. Esta preocupación es urgente, especialmente ahora que ya estamos en medio del calentamiento global y la brutal erosión de la biodiversidad. Vamos más allá de la antropoceno (el ser humano agresor), pasando por el necroceno (extinción de especies) y que culminó en piroceno (el fuego de las grandes quemas). Estamos verdaderamente en riesgo de no poder permanecer más en este planeta.
La conciencia de esta nueva percepción aún está lejos de ser compartida colectivamente, ya que el sistema dominante aún persigue la ilusión de un desarrollo/crecimiento ilimitado (un PIB cada vez mayor), dentro de un planeta pequeño y limitado. Si no despertamos a esta alarma, corremos el riesgo, como denunció Zygmunt Bauman, una semana antes de morir: “tenemos que ser solidarios, de lo contrario nos uniremos a la procesión de los que se dirigen a su propia tumba”. Despertemos y alejemos esta pesadilla de un posible fin de la especie, debido a nuestra propia irresponsabilidad. El sentido de la vida es vivir, irradiar y hacerse eterno.
*Leonardo Boff es ecologista, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de Cuidar nuestra casa común: pistas para retrasar el fin del mundo (Vozes). Elhttps://amzn.to/3zR83dw]
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