por GÉNERO TARSO*
¿Cómo puede Bolsonaro decir todo lo que dice y quedar impune y seguir diciéndolo?
“Abandonad toda esperanza de volver a ver el cielo, porque os llevaré a las tinieblas eternas” (Dante, Divina Comedia, Infierno, Canto 3).
“Arbeit macht frei” – “El trabajo te hace libre” (Inscripción oscuramente irónica en la Puerta de Auschwitz)
Pero la frase más importante para entender el lado perverso de la racionalidad moderna está inscrita en la Puerta de Buchenwald: “Jedem das Seine”, que puede entenderse como “cada uno recibe lo que se merece”.
El último discurso del presidente Bolsonaro, que será recibido con pasajera indignación hasta el próximo más violento, encierra toda la lógica nazi-fascista expuesta arriba, desde Dante sobre las puertas del infierno y el nazismo, a las puertas de Campos: no se “mariquita” (débil) todos vamos a morir, no es correcto luchar por la vida en estas circunstancias. ¡Jóvenes, niños, ancianos -todos- abandonan toda esperanza! Nos acercamos a las puertas del infierno y yo soy tu demonio parlante -sin miedo y sin límites- y así trato a los cobardes que me escuchan, que están entre los que me trajeron hasta aquí y los que eligieron o no pudieron resistir mi apelaciones Con mi loco discurso desafiante, el Presidente parece decir –al contrario de Marx que decía que “nada de lo humano me es ajeno”- nada que nos lleve a las puertas del infierno puede ser rechazado.
En la Historia del heroísmo, la resistencia y la capacidad humana de combatir el fuego con fuego, -además de Stalingrado, la Resistencia Francesa y los Partisanos Italianos (además de los millones anónimos que murieron en la Guerra contra el Nazismo)- está la desigual Insurrección del Gueto de Varsovia. . Fue el lugar donde 1.500 presos, judíos comunistas, sionistas, socialistas y demócratas libertarios, eligieron -entre ir a Treblinka o morir combatiendo- ser la vanguardia de la dignidad humana. Poemas, canciones, novelas y ensayos han celebrado las luchas de la racionalidad moderna contra su perverso fluir de la razón. Los dueños de este rostro de la razón siempre han asesinado sin piedad, a partir de la capacidad de arbitrar “que cada uno reciba… lo que se merece”, ya sea luchando o aceptando pasivamente su destino.
¿Cómo puede Bolsonaro decir todo esto y quedar impune y seguir diciéndolo? Supongo que se trata de la crisis radical de la democracia liberal, que pasa a ser amparada -en la crisis ambiental, sanitaria y económica del capital- ya no por la razón de Estado, en la que cabe la democracia política, sino dirigida por el mito engendrado por el lado más fuerte de la racionalidad capitalista. Este viene con alguien que puede dejar de lado las instituciones que él creó, para que los ricos y superricos puedan verse en otro espejo: ya no en el rostro de un Churchill o un Truman, sino en el rostro diabólico de alguien que tiene basta la pasión por el mal, para decir quién debe vivir y quién debe morir.
En este morboso marco histórico chocan dos discursos: el de la vieja razón moderna de derecho democrático, que la sociedad fragmentada ya no comprende porque se ocupa de las cuestiones inmediatas de la vida y la muerte; y el discurso sobre las puertas del infierno, que ofrece la muerte a todos, pero -¡atención!- deja claro que la mayoría puede salvarse porque naturalmente -en las puertas del infierno- sólo los “maricones” (los débiles) pasarán hacia muerte, el resto sobrevivirá fantaseando sus identidades junto con aquellos que serán señalados como fuertes.
No creo en la frase exhaustiva de Borges, en la que afirma que “todas las historias estarían en unos pocos libros: en la Biblia, en la Odisea, en el Martín Fierro”. Éste es -la fórmula- otro de sus brillantes aforismos, en los que la literatura suprime la filosofía y el gusto por la metáfora esconde cierta burla irracionalista, propia de un gran escritor que nunca se acostumbró a vivir el presente.
Quizás “todas las historias” estén más cerca de cada “conjunto de canciones” o poemas –de cada época- que en los libros mencionados por Borges. La canción, que se eleva sobre un escenario de luces y colores centelleantes, también hace bailar a la multitud, pero es diferente a la que se susurra en un bar de Harlem. Ambos, sin embargo, llevan el deseo, la muerte, la alegría, el heroísmo de las luchas humanas de la vida cotidiana de cada persona concreta, en el sonido de su infinita multiplicación.
La letra de Woody Guthrie "This Land is your Land" (1940) respondió a la hermosa y apologética "God Bless America" de Irving Berlin. Mientras Guthrie – con su guitarra de inscripciones antifascistas
– dijo “esta tierra es tu tierra, esta tierra es mi tierra (…) esta tierra fue hecha para ti y para mí”, proclamó Berlín: “juremos lealtad a una tierra que es libre (…) seamos todos agradecidos por una tierra tan hermosa”.
Frecuentaron – Guthrie y Berlín – diferentes ambientes. Pensaron en personas, espacios, diferentes desiertos. Eran almas marcadas por paisajes de colores fuertes -pero diversos- en el territorio de la América de entonces, en el mismo suelo de sus desiertos, donde los cuerpos de indígenas, de negros esclavizados en el sur -de pobres enterrados en el ira de las vides de Steinbeck, tenían sus nervios, músculos y movimientos de sus cuerpos, profanados por su apilamiento en las bóvedas de Wall Street. Allí, sin embargo, surgió una nación.
Maiakowsky -poeta de la Revolución Rusa- se suicidó en plena era estalinista a los 36 años (1930), tiempo después de haber escrito “conmigo la anatomía se ha vuelto loca, soy todo corazón”, para declamar, más adelante , su sufrimiento en versos sarcásticos: “más vale morir de vodka que de aburrimiento”. Su sucesor más reconocido, como poeta/político en la Rusia soviética, Eugeny Evtushenko, de 20 años, se hizo famoso en la década de 50, denunciando a Stalin y recitando sus versos en lugares públicos: “recordarás tiempos extraños donde la honestidad más simple se llamaba coraje”.
Los dos poetas vivieron tiempos diferentes, tanto difíciles como dramáticos, con sus vidas chocando en los duros hechos históricos que marcaron sus biografías. En el sótano de la revolución, en la resistencia a la barbarie nazi, en los terribles procesos del estalinismo, en la liquidación de la vieja autocracia zarista, que convirtió al pueblo ruso en una manada de indigentes, sin embargo, se levantó una nación.
Rusia y Estados Unidos comparten hoy los mismos vicios y sufrimientos con gobiernos autoritarios, líderes dentro del sistema del capital que explotan la geopolítica del miedo y los abusos militaristas dentro de una “guerra fría”, entre los más diversos intereses del capital. En Estados Unidos, la Constitución de Filadelfia sobrevive hecha jirones, manipulada por un fascista narcisista, que expande su rabia negacionista con el uso de la canción “Good Bless America” para manipular a sus votantes. Este ciertamente rechazaría “Esta tierra es tu tierra”, si entendiera su letra. Putin, por su parte, detesta a Mayakowsky, aunque ciertamente podría declamar algún verso de Evtushenko en la Plaza Roja, para promover el olvido del poeta de la verdadera revolución.
La forma en que el canto, la poesía y la literatura formaron opinión y conciencias en las sociedades del siglo pasado está relacionada con los designios mismos de la democracia republicana. Como el poder –en la democracia– no se concentra en un solo cuerpo (tirano, dictador, déspota), sino que tiene lugar en un “lugar vacío” (Lefort) que la República instituyó –formalmente– para ser ocupado por el voto, su “habla del poder” es difundida por quienes reciben la delegación para ocupar el lugar institucional del poder.
El contradiscurso al discurso del poder instituido, en el arte, los libros, las canciones, la poesía –emitido en instancias donde las personas socializan y conviven a través de la aproximación y el disenso– tiene racionalidad, pero es de vuelos cortos: es coherente, pero proviene de un lugar disperso y sus fuentes no tienen un solo cuerpo que las represente.
GACohen, en un brillante estudio sobre la “igualdad como norma” en la sociedad moderna, busca esta racionalidad perdida en varias canciones -en el arte de los luchadores sociales- como en la canción “Buddy, Can you spare a Dime” (“Dame un socio de níquel”). Cuando el hombre dice, en la canción, que “una vez construí un ferrocarril y lo corrí, que se elevó hasta el sol…”, justifica que “se merece el níquel”, por el hecho de que una vez produjo, no porque ahora no tiene capacidad de producir: se piensa a sí mismo como un “acreedor”, por lo tanto, no como un ciudadano abstracto, que debe tener garantizada su vida por el solo hecho de existir. Así se instaura el ritual del discurso necrófilo de Bolsonaro, que dice, en definitiva, "si no te debo, te debes morir".
En febrero de 2017, la voz casi metálica de Lady Gaga, durante un descanso del Super Bowling, impulsa su cuerpo producido a girar, flotar, nadar en el aire y cantar “God Bless America”, en una inverosímil comunión con “This Land is your land”. La fusión es evidente y ahí está Joe Biden para, a través de ella, decir –como el viejo zorro de la democracia imperial– que la América a salvar es la que puede asumir la fusión de estos dos destinos, que también deben guardar un lugar razonable. por los pobres y desheredados.
¿Se acaba esta posibilidad en la tierra del golpe de Estado de Trump, que desafía a la propia América democrática a defender una democracia distinta a la de los multimillonarios de Wall Street? No sé si se acabó, pero parodiando a Castells, en su ya clásica “Ruptura”, “no se quedará así”. Lady Gaga llevó ese cuestionamiento ya desesperado al mitin final de la campaña demócrata el 2 de noviembre de 2020, cuando se alzó su voz -como un arte voluntario de resistencia- para fusionar la América imaginaria de “God Bless America” con la América real de los versos. de “Esta Tierra es tu tierra”.
Impulsada por jóvenes, comunidades negras, mujeres luchadoras, inmigrantes e intelectuales democráticos y libertarios, la vacilante democracia de los Padres Fundadores ahora puede ser llevada a las Puertas del Infierno por Donald Trump. Al otro lado de esta puerta, la civilización espera a Hitler y sus asesinos uniformados, y aquí en Brasil, el discurso de Bolsonaro –en esta semana de pruebas terminales de nuestro disgusto y nuestra paciencia– ya nos invitó a cruzar los arcos de su puertas malditas. Y nada pasa, en el espacio finito de la democracia, donde la dignidad de las instituciones –como decía Mayakowsky– aquí ni se acercaba a los “tiempos extraños” en los que la valentía se convertía en virtud colectiva.
*tarso-en-ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.