Fotobiografía de Antonio Cándido

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por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*

Comentario sobre el libro recién publicado

Cuando se anuncia un nuevo libro de Ana Luisa Escorel, el lector ya sabe que será algo pulcro. Además de ser la autora de varios de ellos, ya ha preparado dos volúmenes que derivan buena parte de sus encantos de la cuidada iconografía. Ella sabe cómo ir a las fuentes, cómo elegir, cómo tratar y cómo sedimentar la investigación en base a la seriedad, en el sentido antiguo, no en el "google look". Y, además de ser un novelista premiado, el diseñador entrenado tiene un buen ojo para lo visual: palabra e imagen entran en simbiosis.

Eso es lo que vimos cuando editó dos libros que son joyas de la iconografía. El primero, Un empleado de la monarquía – Ensayo sobre el segundo escalón (2002), escrito por su padre, Antonio Cándido. El segundo, Pio & Mário – Diálogo de toda una vida (2009), del que es organizadora, en el que se dedica al diseño gráfico, la investigación iconográfica y la edición de imágenes, en ambos muestra su determinación como investigadora y editora.

En el libro de Antonio Cándido, el editor fue buscando, además de los antepasados ​​y peces gordos del Imperio, hermosos panoramas del Río Viejo, que descubrió en la Biblioteca Nacional e instituciones hermanas. El otro trae no solo numerosas fotos pertenecientes a las colecciones de la familia, sino también verdaderos hallazgos de investigación, que fueron desenterrados en otros archivos. Como las diferentes fotos de diferentes versiones de la masía de Pio Corrêa, que encontramos más de una. Las fotos no solo documentan la vida y los orígenes de los dos corresponsales, sino que también ilustran puntos ventilados en las propias cartas.

Entrando en un área afín, ahora es el turno de esta fotobiografía, extraída, pero no sólo, de los tesoros de la colección de sus padres, bajo la custodia del Instituto de Estudios Brasileiros (IEB-USP). Aparte de la colección de cinco mil fotos, cuidadosamente identificadas por Antonio Cándido al dorso, están sus cuadernos, estimados en 90 en total, o 126 si el recuento incluye cuadernos, con apuntes de toda su vida –estos, por ahora , en poder de las hijas y herederas. Desde hace dos años, la colección de 50 piezas ha sido organizada por un equipo formado bajo el liderazgo de Laura Escorel, su nieta y especialista en Gestión de Colecciones. Últimamente ha puesto a nuestra disposición una Podcast que se puede consultar en: “Proyecto de Organización de los Archivos de Gilda y Antonio Candido de Mello e Souza” (www.ieb.usp.br/podcast).

Fue allí donde el autor del texto y el diseño gráfico buscaron las fotos. La obra fue realizada con toda la autoridad que le corresponde, conferida por su largo contacto con el tema. Y –podría añadirse– la más longeva, superlativamente, por ser la mayor (ver su libro El padre, la madre y la hija, 2010). Conociendo estas fotos como pocas, así como las biografías de los dos, en las contadas ocasiones en que se topó con algún desnivel, trató de remediarlo buscando en otra parte la foto correcta, la que faltaba. Eso es precisamente lo que sucede con una de las fotos de pasaporte que integran la tríada de hermanos de niños, vestidos de marinero. Faltando uno de ellos para completar el conjunto que idealizó y esquematizó, la autora lo pellizcó fuera del IEB – y armó una hermosa página coherente y unitaria.

Otro de estos tres es precisamente el que ilustra la portada. Allí, un chico nos encara, mirando directamente al lector, oa quien sostiene la cámara, con una mirada dotada de tal limpidez que es difícil eludirlo.

Las fotografías documentan las sucesivas etapas de la vida del biografiado hasta llegar a la edad adulta, como promete el título. También ofrecen una percepción caleidoscópica de cómo eran las personas, en diferentes épocas y latitudes, cómo vestían, su lenguaje corporal, cómo interactuaban, cómo eran sus casas, cómo era el tejido urbano en el que se movían.

Pero antes, ilustrarán sus cuatro caras con abundancia y criterio seguro.

Cuatro caras que, cuanto menos, se sintetizan en dos caras. Uno, el lado paterno, de Minas Gerais, de campo, sertanejo, rústico, de la pequeña oligarquía, inculto y más salvaje. Por otro lado, el lado materno, de Río de Janeiro, más ilustrado, gente a la que le gustaba leer y le gustaba la ópera. Por ambos lados, familiares extensos, activos en la vida del núcleo conyugal con sus tres hijos. El niño, que se destacaba por su curiosidad y por prestar atención a todo, rasgos que conservaría en la madurez, se convirtió en una fuente invaluable de observaciones. La parte de la infancia, dice el autor, tiene más peso y más gracia si la comparamos con las otras fases incluidas en este libro. Tal desproporción se debe a la existencia de uno de los famosos cuadernos dedicado exclusivamente a las reminiscencias de la época más remota, que no sólo registra sino que comenta y analiza con pertinencia las observaciones.

El lector pronto está de acuerdo con el autor. Es muy divertida la reconstitución, hecha por ella con gran arte, del pequeño mundo cerrado y autorreferido de la fratria. Las bromas que hacen; el lenguaje que crean para que nadie más pueda entender; los personajes con caracterización idiosincrásica que nacen de su imaginación, basados ​​en personas que conocen, tratados con un espíritu crítico que roza la malevolencia; los versos que componen, los poemas que escanean, las rimas y melodías… humus de creación e invención.

Lo curioso, y que no escapa al autor, es que, por venir en parte de fuera, los hijos y los padres tendían a fundirse en una complicidad específica, que los magnetizaba en el pequeño núcleo y al mismo tiempo distinguido de los extraños. Esto en Minas, tanto en la primera fase en Santa Rita de Cássia como en la fase de Poços de Caldas. En este último ya habría una librería sorprendentemente bien surtida, fuente de innumerables lecturas de Antonio Cándido. Fue a través de ella –un hecho casi increíble– que, siendo adolescente, entró en contacto con obras de modernistas, incluido Oswald de Andrade.

En Río de Janeiro, en cambio, también eran algo anómalos, precisamente porque venían de pequeños pueblos del interior. Todo esto, por supuesto, conduce a mentes agudas e ingenio rápido.

Entre las dos fases de Minas Gerais, la de Santa Rita de Cássia y la de Poços de Caldas, se encuentra la que fue una de las grandes impregnaciones de la vida de Antonio Candido: el año que pasó en Europa, especialmente en París, donde hizo un top , acompañando al padre médico que iba a perfeccionarse en balnearios hidrominerales. Mientras tanto, los niños aprendían francés asistiendo a museos y teatros.

El peso de la infancia, si no del “cuaderno de la infancia”, se hace visible al comparar el número de páginas dedicadas a cada una de las partes que componen el libro, sobriamente titulado “Infancia”, “Adolescencia”, “Juventud” y “Edad”. .Adulto”. El primero tiene casi la misma longitud que los otros tres sumados.

Sin embargo, las otras partes revelan datos fundamentales para el entrenamiento. En “Adolescencia”, trasladándose a Poços de Caldas, ingresando al gimnasio, contacto con Maria Ovdia Junqueira, una presbiteriana protestante que fue su maestra durante cuatro años y que lo introdujo en la literatura en lengua inglesa. Le inculcó el gusto por la Biblia y Shakespeare, que no abandonaría por el resto de su vida, figurando entre las lecturas más constantes. También es el momento de tomar vuelo fuera del estricto núcleo familiar, haciendo nuevos amigos y amigas en el gimnasio, como atestiguan las fotos. Fue allí también donde conoció a otra persona profundamente arraigada, Teresinha Carini Rocchi, como ejemplo de convicciones socialistas e intransigencia ética.

Pero es en “Juventud” donde aparece con mayor claridad su salida a otros espacios, a los clubes, a los bailes, al deporte, en fin, a una convivencia más desarrollada con otros compañeros, aliados en la exploración del mundo. Fue allí donde comenzó a compartir con un colega, cuyas fotos están presentes, sus primeras inquietudes socialistas, que luego se convertirían en diversas reflexiones y acciones.

Esta fase también coincide con el apogeo del balneario de moda en que se estaba convirtiendo Poços de Caldas. Junto a lo que aparece en las fotos, en la multitud variada, en la forma en que se presentan, en el estilo de la ropa, se puede ver una mundanalidad más palpable.

Al final de esta etapa, Antonio Candido se traslada a São Paulo, rumbo al curso preparatorio para estudios superiores. Al ingresar a la Facultad de Derecho (como había querido su padre, ya que no lo había convencido de ser médico) y a la de Ciencias Sociales en la Facultad de Filosofía (como él había querido), se vio arrastrado por dos hechos que marcarían su vida para siempre, ambos resultantes de encuentros. Primero, me uniría al grupo que se formó espontáneamente entre todos esos chicos y chicas extraordinariamente talentosos, sofisticados, metropolitanos.

Esto dio lugar a amistades de por vida que influyeron y definieron mutuamente sus carreras. Se forma el grupo de revistas Clima –creada en 1941 por un puñado de estudiantes– en la que Antonio Cándido afilaría sus primeras armas en la literatura, Decio de Almeida Prado en el teatro, Paulo Emílio Salles Gomes en el cine, todos ellos con inclinaciones socialistas – y otros. Y segundo, la irrupción, dentro de esta brillante pléyade, de Gilda de Moraes Rocha, futura esposa, que dejó a su cola todas las novias por las que antes se había sentido atraído. Su entrada en escena se traduce en un repentino enriquecimiento de imágenes provenientes de otros lugares, especialmente de Araraquara, hasta ahora inéditas en este volumen.

Llegamos a “La edad adulta” y el límite marcado por el autor, destacando dos hitos en su carrera. Uno de ellos fue el viaje a Assis, cuando se produjo la conversión profesional de la sociología a la literatura, resolviendo un dilema. Otro fue la preparación, que tomó muchos años, de Formación de la Literatura Brasileña y Parceiros do Rio Bonito. equivalente a un postulado de madurez intelectual en ambos campos, el literario y el sociológico.

Este libro, dada su naturaleza y su autor, facilita e indica caminos, convirtiéndose así en un instrumento indispensable para el trabajo futuro en los Archivos, y en las más variadas temáticas. Quizás he aquí la oportunidad para una inferencia: hay una ligera asimetría en la consideración de la influencia respectiva del padre y la madre en la formación de Antonio Cándido. El lector extraña una mayor exposición de la presencia del abuelo del autor. Puede ser que, desde el punto de vista de la nieta, la presencia de la abuela parezca más marcada que la del abuelo, probablemente debido a su más larga convivencia, ya que vivieron en la misma casa durante muchos años tras la muerte prematura del abuelo. .

En cuanto a la materialidad del volumen, sobre un hermoso papel estucado mate que es un placer manejar, utiliza una sabia disposición, nunca monótona, pero no reñida con las ilustraciones, en una gama de tonos grises y plateados.

El volumen completa una noticia sobre la colección, de la autoría de su responsable organizadora Laura Escorel. Clara y muy bien explicada, esta visión analítica llega al propósito, que aclara nuestra percepción del presente libro tratando de insertarlo en el marco histórico más amplio. A ella debemos la hipótesis de que a lo largo de su vida Antonio Candido elaboró ​​obras a partir de los documentos que constituían esta colección, apoyándose en fotografías familiares, pero a la vez apoyándolas con cartas y otros elementos de la colección. Con ellos iniciaron importantes obras como, justo al comienzo de su carrera, el ensayo “Las cartas del voluntario”. Luego vendrían otros más ambiciosos, como un libro entero, y este es el caso de teresina etcOu notas de viaje, organización erudita del trabajo ajeno, o incluso los “rasgos biográficos” que planteó para la edición de la correspondencia entre Pio Corrêa y Mário de Andrade. Todo esto completado por la escritura del libro. Un empleado de la monarquía – Ensayo sobre el segundo escalón, el único entre los títulos citados que trata de su antepasado. Al comienzo de su carrera, ya había mostrado este interés al escribir un ensayo sobre la familia brasileña.

Tal es la hipótesis planteada por el organizador de la colecta, que ciertamente insinúa la posibilidad de muchos otros frutos, teniendo en cuenta la riqueza y abundancia de materiales. Para ello, esta fotobiografía sienta las bases, revelándose como un elemento seminal, dejando entrever logros futuros.

Queda una pregunta ociosa: ¿por qué la sonrisa es tan escasa en las fotos antes de Poços de Caldas? Se nota que el propio Antonio Cándido ya está cerca de la edad adulta cuando empieza a sonreír: antes de eso, solo en contadas ocasiones. Esto podría ser un protocolo de época, es decir, la etiqueta de posar para una foto imponía el ceño fruncido. Una ocasión especial exigía decoro y compostura. Pero cuando pensamos en el día de hoy, encontramos extraña esa seriedad. Quizás la banalización de los usos y costumbres que rodean la práctica de fotografiar condicione nuestra extrañeza. Quizá sean otros tiempos, cuando el exhibicionismo y el voyeurismo no estaban en buena forma. Y, por supuesto, las respuestas pueden ser múltiples, pero la pregunta permanece.

*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de desconversación (editorial UFRJ).

referencia


Ana Luisa Escorel, La formación de Antonio Candido: una biografía ilustrada. Río de Janeiro: Ouro sobre Azul, 2020, 309 páginas.

 

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