por LUIS FERNANDO VITAGLIANO*
BTG y XP, ejemplos de inversión en educación dirigida contra la educación
En estos tiempos difíciles y complicados para nuestro país en particular e incluso para el mundo en general, la educación, que podría ayudar, y mucho, a que tengamos tiempos mejores, ha dado muestras de agotamiento de su modelo. La noticia más reciente en este sector de noticias poco alentadoras es que el Banco BTG inauguró su universidad, creó el INTELI (Instituto de Tecnología y Liderazgo), en este caso, dentro del campus de la USP en São Paulo. André Esteves invertirá R$ 200 millones en instalaciones para 180 estudiantes con cuotas mensuales de alrededor de R$ 5,5 – con 90 de estos estudiantes becados pagados por los socios del banco.
En un artículo en periódico GGN, Luís Nassif llama la atención sobre el hecho de que la Universidad de São Paulo, que proviene de recursos públicos, se convierte en un espacio para que INTELI utilice proyectos, profesores y la producción intelectual de una de las instituciones más importantes y consistentes del país. En este caso, BTG quiere beneficiarse del uso de recursos públicos para apoyar su iniciativa, de una manera bastante contradictoria con sus ideales, que tan descaradamente propagan la independencia del mercado.
Para quien hace tiempo que sigue las noticias de las grandes empresas y del sector financiero, recordará que la Corretora XP invirtió R$ 100 millones para crear cinco carreras de grado y ampliar sus cursos de posgrado. “XP Educação” ya contaba con una serie de cursos para sus clientes, vinculados a inversiones y tecnologías educativas. Ahora 400 estudiantes serán seleccionados para las primeras clases de cinco cursos de pregrado gratuitos.
Figuras respetadas en los medios como Elio Gaspari y periódicos como Valor económico celebró como si fuera una revolución para el sector la entrada del sector financiero en la oferta directa de cursos. Gaspari fue el primero en hablar de la iniciativa BTG y anunció la iniciativa XP Educação en uno de sus artículos en tono de celebración. Ciertamente, como les gusta a los promotores y entrenadores poner “el diferencial” de estas empresas en el ámbito educativo, es brindar una formación dirigida a las necesidades del sector y más concretamente de ellos mismos que quieren un tipo de profesional específico. Es como un vínculo: vender educación para emplear a graduados.
Desde el principio, el proceso de selección de XP se desvía de la regla del examen de ingreso. La correduría selecciona a sus estudiantes al mismo tiempo que recluta a sus comerciantes; es un reclutamiento de recursos humanos similar a la selección de candidatos para una vacante de trabajo en los negocios. Todo muy “meritocrático”: más mercado y menos, mucho menos pedagogía. Evidentemente porque la pedagogía se interpone en el camino de los negocios.
La cosa es tan formativamente escandalosa que la ausencia de debate público sobre el tema solo puede explicarse por las circunstancias. La situación es tan dramática que las elecciones han agotado todo esfuerzo de debate público y con tal intensidad que todo lo demás parece menor. En este escenario esquizofrénico, pocas personas se molestaron en mirar el horario, las materias y los menús de los cursos. Pues si tomas la iniciativa te encontrarás con una lista de temas técnicos hipersofisticados y un desprecio casi total por la formación humanística.
Muy bien, la pregunta es relevante: ¿cuál es el interés de un gerente de XP en formar personas que entiendan los derechos humanos? ¿O tener una visión sobre las desigualdades en Brasil y sus efectos perversos? Puedo ser ingenuo al creer que este tipo de discusión en una universidad impedirá la formación futura de un gerente que organizará una pirámide financiera basada en cualquier bitcoin y terminará con años de ahorro para familias de clase media.
O que este directivo no se limite a financiar empresas que no cumplan con los derechos laborales de sus empleados porque lleguen a la conclusión de que económicamente es más viable enfrentarlos en los tribunales; o incluso huir de la tendencia de que los temas ambientales y climáticos deben ser discutidos y respetados y que las inversiones de los grandes fondos no necesitan tratar con medidas para proteger el medio ambiente para las generaciones futuras.
No hay espacio en los programas de estas casas de bolsa para este tipo de debate. Si la persona no forma en la Universidad una conciencia ciudadana que corrija nuestra cultura oligárquica, ¿dónde vamos a encontrar ese espacio para el proceso civilizatorio? Considerando que un directivo formado en las facultades BTG, XP o XPTÓ de Faria Lima tiende a ser consciente a pesar y no de su formación universitaria, es decir: vino con una noción humanística previa y no porque se formó en la Universidad.
Todos los cursos universitarios deben tener una formación humanística. Es por ello que disciplinas como la sociología, la filosofía y la antropología deben formar parte del plan de estudios de cualquier curso de educación superior. El papel de estas disciplinas en cursos como negocios, ingeniería, ciencias médicas y de la salud, etc. – incluso en cursos de derecho o aplicados en el área de las humanidades en sí es discutir la relación entre técnica y ética – es dar a entender la sociedad en la que vivimos, no solo discutir los propósitos de ese curso, sino también los medios y responsabilidades de una profesión que tiene claros límites técnicos dados por la ejecución material y debe tener también límites éticos definidos por el comportamiento profesional y la responsabilidad con los temas sociales, económicos, ambientales y principios relacionados con la ciudadanía y los derechos humanos. No hemos olvidado que el máximo título universitario es el PhD (Doctor en Filosofía), todo médico debe ser también una autoridad filosófica en los temas que domina, son los fines y medios éticos por los que se dirige cualquier conocimiento.
Hoy en día, la gran mayoría de las Universidades privadas, para competir en precio, sacaron materias humanísticas de la parrilla presencial. Las universidades públicas fracasan cada vez más debido al envejecimiento y la dispersión de títulos. Es fácil ver el desdén que los cursos mayores de Derecho y Administración, por ejemplo, tienen por las disciplinas de la antropología. Todos relegados a presencias marginales en la formación de los estudiantes, y cuando no son disciplinas remotas, se encuentran en espacios marginales y disminuidos de formación sin la menor atención por parte de los estudiantes. El resultado directo de este proceso que viene intensificando y degenerando la formación general de los estudiantes es que nosotros, como sociedad, nos estamos volviendo boçais.
Tenga en cuenta que en el segmento de educación superior, Bolsonaro lidera la carrera presidencial, como lo señala la última encuesta QUAEST, con el 37% de las intenciones de voto en este segmento. ¿Cómo un fascista, violador de derechos sociales, defensor de la tortura puede ser valorado por una parte importante de las personas que tuvieron formación universitaria en ese país? La única explicación es que a los universitarios les da igual que un presidente de la república critique la democracia, los derechos humanos y defienda la tortura. En este caso, el problema no es precisamente de las personas, sino de los valores que deciden considerar. Y eso es un problema de entrenamiento.
El pilar central de nuestra ciudadanía desde las revoluciones burguesas es la igualdad de derechos y el hecho de que, en Brasil, Jair Bolsonaro lidere las encuestas de educación superior es un síntoma decisivo para diagnosticar el fracaso de la educación universitaria en Brasil.
El hecho de que las personas con título universitario no tengan sentido de la civilización demuestra que la educación superior brasileña se ha convertido en sólo un refuerzo técnico profesional.
La idea de Universidad que se sustenta en la era moderna representa la propuesta de una formación humanística compleja e imprime al estudiante la solidez intelectual de su profesión. El proyecto era precisamente para evitar que profesionales calificados contribuyeran a la corrosión de la civilización; como, por ejemplo, impedir que los ingenieros colaboren en la construcción de Auschwitz y evitar que hagan cosas execrables desde el punto de vista civilizatorio, aunque tengan capacidad técnica para ejecutarlas. Un ejemplo de esta formación crítica es el físico soviético Andrei Sajarov, que construyó la bomba de hidrógeno para la URSS y que luego se convirtió en activista por los derechos humanos y contra la carrera atómica de la Guerra Fría, que acabó siendo galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1975.
Tal vez por desconocimiento pedagógico, tal vez incluso por maledicencia (no es posible precisar el motivo), pero en realidad y concretamente lo que proponen BTG, XP y otras iniciativas empresariales es formar nuevos fascistas, siempre y cuando llenen los bolsillos de su negocio. Por cierto, seamos sinceros: entrenar a ese burócrata que Hannah Arendt retrata muy bien en su libro Eichmann en Jerusalén es mucho mejor para las élites financieras de este país. Menos trabajo para convencerlos de hacer las crueldades necesarias para mantener sus privilegios. Sólo hay que subrayar que, cuando dicen: “los ignorantes no saben votar”, hay que recordarles quiénes son los ignorantes: saber hacer una cuenta, construir un edificio, hacer cálculos diferenciales o gestionar un proyecto no hace a nadie sabio ni intelectual; en las condiciones de la educación superior brasileña hoy, es simplemente ignorante en muchos sentidos.
*Luis Fernando Vitagliano politólogo y profesor universitario.
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