por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE*
Consideraciones sobre la teoría materialista del Estado
Introducción
El análisis del Estado capitalista, o lo que aquí llamaremos la “forma política del capital”, no es un proceso simple, mucho menos lineal, y el análisis de este fenómeno central que configura la sociedad moderna constituye una elaboración de enorme importancia crítica en el momento actual.
Siguiendo a Antonio Gramsci (Cuadernos de prisiones, Vol. 3) el “Estado constituye una totalidad compleja de actividades prácticas y teóricas con las que la clase dominante no sólo justifica y mantiene su dominación, sino que logra obtener el consentimiento activo de aquellos a quienes domina”, y no es posible analizarlo sin abordar las contradicciones inherentes a la “sociabilidad capitalista”, principalmente en cuanto a las condiciones de desarrollo histórico de este sistema productivo y de representación social que cambian radical y cíclicamente.
El Estado del que nos ocupamos no es una forma abstracta y general sino el Estado capitalista moderno, que constituye una totalidad completamente singular en relación con los fenómenos históricos anteriores que fueron nombrados bajo este título, del mismo modo que el dinero y las mercancías en el modo de producción capitalista son formas sociales singulares y universales distintas de las que históricamente hayan podido aparecer en otros modos de producción.
Para abordar este singular fenómeno utilizaremos la Teoría Materialista del Estado, que es ante todo una crítica del Estado, entendido como forma política de la sociedad burguesa. El texto que se hizo más conocido en Brasil en el desarrollo y tratamiento de la citada teoría del Estado fue el libro de Joachim Hirsch, pero algunos marxistas brasileños también se aventuraron en el debate en su momento, destacándose la obra de Alysson Mascaro.[i] y Marcio Bilharinho[ii].
En este artículo de revisión buscaremos desarrollar algunos elementos específicos del análisis del Estado a partir del marco teórico referenciado. El libro de Joachim Hirsch está dividido en cuatro grandes capítulos, el primero de los cuales está destinado específicamente a abordar la teoría materialista del Estado, el segundo desarrolla elementos de la llamada “teoría de la regulación” y el tercero y cuarto abordan aspectos de la formación del imperialismo capitalista y la crisis de la democracia burguesa. En este texto nos centraremos en el análisis de la Teoría Materialista del Estado.
Sociabilidad capitalista
Un aspecto clave a la hora de abordar una teoría materialista del Estado se refiere al significado muy amplio de “sociabilidad capitalista”. El capitalismo como forma social y económica histórica se establece a partir de “formas sociales” básicas caracterizadas por la particular conformación del valor económico como forma autónoma y dominante en el sistema.
En el capitalismo, las relaciones sociales de los individuos son formas sociales objetivadas (fetichizadas) por el patrón mercantil, a través de la forma valor, como observa Joachim Hirsch. Sin embargo, como la mercancía o el dinero, el Estado no es una cosa, un sujeto o una organización racional, sino un complejo de relaciones sociales, punto importante en el análisis desarrollado por la Teoría Materialista del Estado, dado que esta forma social es establecida “por individuos activos, pero en condiciones que escapan a su conciencia y control inmediatos”, como expresa Hirsch en el primer capítulo de la obra aquí presentada.
¿Cómo trató Karl Marx? La capital, las mercancías tienen un doble valor: uso e intercambio, y son siempre formas de valor abstracto, es decir, una masa informe de tiempo de trabajo socialmente necesario que se homogeneiza en el mercado capitalista. Como encuentro de un valor de uso con el valor de cambio, toda producción en esta forma económica está destinada a ser intercambiada.
El valor constituye precisamente la interacción de estas dos partes de la forma mercancía. Las relaciones entre los individuos en esta sociedad están siempre mediadas por el mercado, y el dinero, al expresar la forma monetaria del valor, define la representación del poder social a través del control de la riqueza. La sociabilidad capitalista establece relaciones entre individuos mediadas por la producción de bienes.
La lógica productiva en el capitalismo no se basa en el valor de uso o la necesidad, sino en la obtención de una masa de ganancias que se manifiesta a partir del proceso de producción de esa mercancía, como bien observa Joachim Hirsch (2010, p. 27): “es la rentabilidad del capital la que determina qué, por quién, de qué manera y cuánto se produce”, y también se puede añadir la espacialidad, es decir, el “dónde”.
El salario constituye la relación básica de este proceso de sociabilidad capitalista, la condición económica más importante para el desarrollo de las relaciones jurídicas burguesas,[iii] en la medida en que el establecimiento definitivo de relaciones contractuales que mantienen en la forma la igualdad de oposición entre individuos portadores de similar valor de cambio, cuya disponibilidad de valor de uso para el intercambio se da en la forma de la mercancía fuerza de trabajo, da al capitalismo y a la expropiación de la plusvalía una aparente legitimidad universal.
Vale la pena detenerse más detenidamente en este proceso básico de la sociabilidad capitalista que es el asalariado, que comprende cuatro movimientos que son claves para la permanencia y regularidad sistémica del capitalismo: (i) en primer lugar, el asalariado constituye una forma social central en tanto garantiza la explotación del trabajo, expropiando parte de la riqueza producida como plusvalía y asignándola al propietario de los medios de producción y controlador del sistema; (ii) establece la forma suprema de subsunción del trabajo al capital, estableciendo que los ritmos y técnicas productivas sean definidos y controlados, reduciendo al trabajador a una parte subordinada y alienada; (iii) define la principal forma de identidad y relación entre los individuos en la sociedad capitalista, tenemos una identidad social en torno al trabajo; (iv) constituye la relación contractual como una base no coercitiva, organizando la interacción de supuesta igualdad entre los individuos.
Como sociedad de clases, el capitalismo presenta una división central en la disputa por la riqueza social, marcada por la lucha de clases. Sin embargo, varias otras formas de opresión se materializan en la sociabilidad capitalista, y “la relación entre la sociedad y el Estado se define no sólo por el proceso de valorización capitalista, sino también por las relaciones de opresión y explotación sexual, étnica, nacionalista y racista, estrechamente vinculadas a él” (Hirsch, 2010, p. 40).
Sin embargo, la sociedad y el modo de producción capitalista son intrínsecamente inestables y propensos a las crisis. El Estado, como forma con relativa autonomía, actúa para contener las contradicciones que se agudizan dentro de ciertos límites, sin cumplir necesariamente el papel de resolver las crisis, sino de limitar su posible agravamiento y el desgaste de la sociabilidad capitalista. Vale la pena señalar que “la estructura de la sociedad capitalista contiene modelos de legitimación que apoyan la preservación social”, ya sea en la forma de representación ideológica del Estado como representante de intereses universales y garante de la noción de ciudadanía basada en la propiedad comercial, así como del nacionalismo y el racismo como ideologías integradoras.
El estado capitalista
El Estado constituye una “forma social” que asume la configuración política de las relaciones de dominación del capital como entidad colectiva, pero para constituirse como “forma política del capital” el Estado manifiesta una condición de “autonomía relativa” que le permite aparecer como una “comunidad política de la sociedad capitalista”, algo central para componer lo que se denomina en la llamada “teoría de la regulación” francesa el “modo de regulación”, una amplia interactividad entre instituciones, aparatos estatales, multidiversidad de organizaciones ideológicas, como la iglesia, la escuela y los medios de comunicación, que componen el nexo de estabilización de las relaciones capitalistas.[iv]
El aspecto de autonomía relativa del Estado se configura en la perspectiva de que no se puede separar “Estado” y “sociedad” de manera absoluta, pues la amplia reciprocidad entre ambos constituye la esencia misma de la sociabilidad capitalista, algo que Antonio Gramsci llamó, al tratar la noción de sociedad civil bajo los términos de Estado “ampliado” o “integral”, comprendiendo las diversas ramas de organizaciones que, aun cuando formalmente separadas del Estado, conforman el “sistema regulador” que produce y organiza valores e ideas que posibilitan el mantenimiento regular de la acumulación de capital.
El Estado y la sociedad civil no constituyen un “sistema unitario y cerrado” sino un “sistema altamente complejo y lleno de conflictos”, sin embargo la referida autonomía relativa del Estado resulta “no sólo porque debe cumplir determinadas funciones, sino como consecuencia de la implementación de un modo de producción definido”, es decir, por la esencia formativa del capitalismo en el que se manifiestan las relaciones sociales y de clase, de tal manera que constituye “la objetivación de una relación estructural de clases y de explotación”.
La formación histórica del Estado moderno se produce en un largo proceso concomitante al desarrollo del capitalismo, siendo el predominio de las formas de valor mercancía y dinero concomitante al surgimiento de la forma política del Estado. La existencia de la forma política del capital está vinculada a su función central, que es la “garantía de la propiedad privada de los medios de producción como condición previa para la explotación mercantil de la fuerza de trabajo”.
Sin embargo, no existe dicotomía entre las formas económicas sociales (valor de la mercancía y dinero) y la forma política (Estado), ya que son partes de una totalidad estructural que constituye el capitalismo, es decir, el Estado es parte integral de las relaciones de producción capitalistas. Hirsch (2010, p. 39) establece que “Mercado y Estado no son formas opuestas, sino que se remiten entre sí de manera inseparable”, interviniendo permanentemente “en el proceso mercantil para mantenerlo en funcionamiento”.
El proceso interactivo entre Estado y Mercado sólo se establece con la mediación de sus formas institucionales, así las instituciones guían y coordinan el comportamiento social, y la sociabilidad capitalista requiere de la configuración de formas institucionales que materialicen determinaciones sociales formales, así las instituciones son composiciones materiales de una forma social, pero no se confunden con ella, por ejemplo, la forma dinero requiere de una institucionalidad amplia constituida por bancos y bancos centrales, por ejemplo, pero su propio origen se encuentra en la dinámica reproductiva del capital expresada en la fórmula ampliada de producción capitalista en la que el dinero-capital se expande a través de la producción incesante de bienes.
Nicos Poulantzas resumió al Estado como una condensación material de una relación social de fuerza, pero como forma política del capital, el Estado “también simultáneamente las forma y las estabiliza”, estando atravesado por contradicciones y disputas sociales (Hirsch, 2010, p. 37). La percepción de Nicos Poulantzas puede converger con la comprensión de las instituciones establecida anteriormente, de tal manera que el conjunto de instituciones que conforman el Estado se configura como sujeto a relaciones sociales de fuerza hegemonizadas por la burguesía, pero continuamente sujeto a fricciones por luchas y disputas sociales al interior del “bloque de poder”.
El capitalismo se establece en su totalidad cuando las condiciones de reproducción social están totalmente subordinadas al centro de producción industrial de bienes, y la riqueza social se descompone necesariamente en porciones que son apropiadas en gran parte por quienes controlan los medios de producción, por los terratenientes y por el Estado, en términos simplificados: la plusvalía se divide en ganancia, renta de la tierra, interés e impuestos.
La característica de un sistema en crisis cíclicas recurrentes se establece a partir de la propia forma estructural del capitalismo: por un lado, la obtención incesante de ganancias que remuneran a los diversos capitales en competencia y limitadas por un variado conjunto de obstáculos internos a su dinámica, ya sea por la caída cíclica de las tasas de ganancia, por la incapacidad de expansión continuada de los mercados y también por las disputas internas entre capitales y entre capital y trabajadores.
El Estado, frente a esta complejidad, aparece como una “condensación institucional de relaciones sociales de fuerza”, como lo entiende Nicos Poulantzas, y los cambios en el sistema político siempre son impulsados por luchas sociales y políticas, de modo que, como considera Joachim Hirsch (2010, p. 47), “la acción social rompe las formas económicas y políticas básicas, se pone en cuestión la permanencia de la sociedad capitalista”.
En diversos momentos críticos del capitalismo, el Estado actúa para estabilizar el sistema a favor del capital, incluso imponiendo derrotas sociales a la clase trabajadora. La Teoría Materialista del Estado nos proporciona una interpretación esencial para comprender el Estado y pensar la acción radical de las fuerzas que deben disputar proyectos futuros para Brasil y para la humanidad.
*José Raimundo Trinidad Es profesor del Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas de la UFPA. Autor, entre otros libros, de Agenda de debates y desafíos teóricos: la trayectoria de la dependencia y los límites del capitalismo periférico brasileño y sus condicionantes regionales (Paka-Tatu).
Referencias
Joaquín Hirsch. Teoría Materialista del Estado. Río de Janeiro: Editora Revan, 2010.
Antonio Gramsci. Cuadernos de la cárcel (Vol. 3). Río de Janeiro: Civilización Brasileña, 2002.
Alysson Leandro Mascaró. Estado y forma política. São Paulo: Boitempo, 2013.
Karl Marx El capital: crítica de la economía política (volumen 1). Nueva York: Oxford University Press: 2013 [1867].
Marcio Bilharino Naves. Marxismo y derecho: un estudio sobre los pachukanis. São Paulo: Boitempo, 2008.
Notas
[i] Alysson Leandro Mascaró. Estado y forma política. São Paulo: Boitempo, 2013.
[ii] Marcio Bilharino Naves. Marxismo y derecho: un estudio sobre los pachukanis. São Paulo: Boitempo, 2008.
[iii] “Inicialmente, el intercambio entre capital y trabajo se presenta a la percepción exactamente de la misma manera que la compra y venta de todas las demás mercancías. El comprador da una determinada suma de dinero y el vendedor un artículo de dinero diferente. En este hecho la conciencia jurídica reconoce, a lo sumo, una diferencia material, expresada en fórmulas jurídicamente equivalentes: desde fuera, desde sin caras, desde fuera, desde sin caras.” (MARX, ([1867], 2013, pág. 611).
[iv] Hirsch aborda en detalle el cuerpo teórico de la “teoría de la regulación” en el Capítulo 2 de la obra bajo análisis.
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