por VÍCTOR KNOLL*
Comentario sobre el libro de Robert Klein
El conjunto de artículos y ensayos de Robert Klein, reunidos por André Chastel bajo el título La forma y lo inteligible, expresa el carácter general de la diversidad de intereses históricos y teóricos que en ellos se tratan, pues abordan autores o temas renacentistas, cuestiones conceptuales sobre la naturaleza de la obra de arte, una apreciación del nacimiento del arte moderno, vale la pena recordar , en el sentido de abandonar el esquema renacentista de la representación pictórica – y, aunque sea breve, una incursión en temas éticos. El paso de la forma a lo inteligible, o incluso una especie de juego entre lo inteligible y la forma, es la seña de identidad de su obra, tanto histórica como teórica. En continuidad, para esbozar la forma de abordar de Robert Klein los temas que propone, conviene recordar que estos dos lados, el histórico y el teórico, se trabajan en constante referencia el uno al otro.
El organizador de la obra establece un paralelo no sólo muy atractivo sino también indicativo de un destino intelectual: compara a Robert Klein con Walter Benjamin. Sin duda, tenemos aquí una aproximación muy sugerente, ya que reconoce una similitud de postura y actitud entre los dos autores hacia la vida intelectual. Sin embargo, Klein se acercó a Edmund Husserl para establecer su horizonte teórico, mientras que Benjamin lo encontró en Karl Marx. Este último dirigió su interés hacia los temas literarios y la entonces afirmación del cine como arte, mientras que el primero dirigió su mirada principalmente a la cultura y la producción artística del Renacimiento.
De hecho, de los 25 textos que componen el libro, entre artículos, notas, ensayos y reseñas -distribuidos en cuatro partes-, 14 tratan de autores o temas renacentistas, incluida la obra que da título a la obra. El resto de los textos abordan de manera puntual –que de hecho caracteriza el estilo y las intervenciones de Robert Klein– aspectos teóricos, ya sea en términos de doctrina o de historia, como la cuestión de la fundamentación de la iconografía o la discusión sobre el gusto o la valoración de la pérdida. de referencia en la pintura moderna. Por cierto, la “Nota al final de la imagen”, un breve texto de seis páginas, es de obligada lectura.
En esta “Nota”, Klein observa que el abandono de un “modelo” exterior o interior, la similitud de la representación pictórica con algo o como expresión de un sentimiento, hizo que ya no fuera posible evaluar la obra de arte. Como observa Chastel, resumiendo la tesis de Klein, “lo que de repente distingue al llamado arte moderno de todo el arte anterior es, por tanto, la concentración de la atención en el acto mismo de pintar o esculpir, es decir, un desplazamiento de interés que elimina toda referencia – al objeto oa la personalidad – insistir en otra cosa. Como si los medios hubieran adquirido repentinamente más importancia que el fin o los fines, la obra es considerada ante todo como el Mysterium fascinante de explorar”. Solo queda la intención del “arte”. Ahora el trabajo solo se puede medir por sí mismo. La crítica pierde su lugar.
Por otro lado, en lo que respecta a los estudios relacionados con el Renacimiento, uno de los temas que Klein trabajó de manera ejemplar fue el de la perspectiva, que de paso causó admiración y luego convenció al propio Erwin Panofsky. Tal fue el caso cuando analizó en detalle las construcciones en perspectiva dentro de las preocupaciones científicas del Renacimiento. Este tema ocupa toda la segunda parte de la obra. Reconociendo una cierta independencia entre la obra de los artistas en sus talleres y los tratados humanistas, de carácter neoplatónico, Robert Klein examinó los diversos usos del sistema en perspectiva que tuvo lugar en el Renacimiento y que históricamente se consolidó como una nueva “visión del mundo”. ”. Ahora bien, los análisis que emprendió mostraron que la perspectiva se refiere, en primer lugar, a los problemas de composición y solo en segundo lugar a la comprensión, o la inteligibilidad, o la lectura, del espacio. Se trata más de una construcción del espacio que de su visión.
Además de la cuestión de la perspectiva, le ocuparon otros temas en relación con la cultura del Renacimiento: se reserva gran importancia a la cuestión del símbolo, al modo en que se “situaba” la ciencia y, en el ámbito de los problemas éticos, a la se destacan las nociones de responsabilidad y alienación.
La aproximación con Husserl -en cuanto a las implicaciones y consecuencias metodológicas de sus ensayos- resultó en una “analítica” de inspiración hermenéutica. El espectador constituye su lectura de la obra de arte, haciendo uso de toda la información que tiene, de toda una cultura ya interiorizada. Así, frente a la obra de arte, el espectador proyecta su cultura sobre la obra. En consecuencia, el intento de establecer una iconografía corre el riesgo de caer en la artificialidad o la arbitrariedad. No se puede aspirar a una iconografía pura. En la medida en que la hermenéutica busca comprender la obra, evitando los esquemas de una ciencia de la iconografía, las explicaciones que pretende dar la psicología también deben ser vistas con reservas.
Así, la actitud metodológica de Klein, en general, consiste en operar, a través del análisis, un arreglo entre interpretación y descripción, combinando o incluso promoviendo una alianza entre diacronía y sincronía. Klein invierte en la consideración diacrónica del tema en cuestión, interesado en el nexo de sucesión y, al mismo tiempo, busca dar cuenta de una ambición sincrónica al intentar ordenar los análisis en forma de sistema.
Desde muy joven colaboró con el periódico Humanismo y Renacimiento, escribiendo reseñas en las que atribuía a los autores agudas observaciones que el lector no encontraría más tarde en el referido libro. Sin embargo, no es el caso de la reseña magistral que dedicó al libro arte e ilusion, de Ernst Gombrich, y que André Chastel incluyó en la tercera parte del libro. Con buen ojo para Gombrich, Klein aborda el tema de lo psicológico al explicar la obra de arte y su evolución histórica.
A pesar de la existencia un tanto turbulenta que llevó y al contrario de lo que les sucede a muchos intelectuales –lo que no necesariamente se aplica a escritores y artistas–, Klein desarrolló una vida intelectual activa e ininterrumpida. El género que eligió fue el ensayo, que preveía el tratamiento de un tema puntuado verticalmente. Tal es el rasgo de los textos aquí reunidos. Y la colección de estos textos se asemeja a un mosaico. Quizás esta sea una imagen pertinente para calificar el conjunto de artículos y ensayos que tenemos aquí. Pues del ensamblaje de “piezas” o “fragmentos”, debidamente ordenados, se llega a un todo coherente.
El destino original de estos textos no era constituir un libro, pero, una vez compilados de esta forma, conservan la heterogeneidad de los temas y autores tratados y mantienen la cohesión desde el punto de vista metodológico y desde el horizonte teórico que pretende aclarar: los pasajes de ida y vuelta vuelven de la forma a la inteligibilidad. El tratamiento que hace Klein de los fundamentos de la estética renacentista es un ejemplo paradigmático, pues reconoce, en el principio pitagórico –vía neoplatonista– de armonía entre razón y naturaleza, la posibilidad de un acuerdo entre lo sensible y la idea. La idea como imagen. La forma se vuelve inteligible. Lo inteligible habita lo sensible.
*Víctor Knoll (1936-2021) fue profesor del Departamento de Filosofía de la USP. Autor, entre otros libros de Paciente arlequín: una lectura de la obra poética de Mario de Andrade (Hucitec).
Publicado originalmente en Revista de reseñas, No. 46, enero de 1999 [http://jornalderesenhas.com.br/resenha/um-mosaico-de-ideias/].
referencia
Roberto Klein. La forma y lo inteligible: escritos sobre el Renacimiento y el Arte Moderno. Organización: André Chastel. Traducción: Cely Arena. São Paulo: Edusp, 1998, 488 páginas.