por GÉNERO TARSO*
La política democrática es compleja y lenta, el fascismo es directo y rápido. La política democrática es mínimamente ética y el fascismo es la máxima urgencia de la facilidad mentirosa
Un país está realmente dividido entre la civilización y la barbarie, entre el fascismo y lo que queda de democracia, entre el respeto a las reglas del juego y el uso de excepciones, cuando su Presidente ataca y acosa a periodistas de cualquier corriente ideológica, alienta a quienes lo hacen y Ataca personalmente a las altas autoridades del Estado cuando cumplen su misión constitucional. Se está dividiendo radicalmente al país, cuando el máximo dirigente de la nación confiesa que sí quiere una Policía de Gobierno, no una Policía del Estado; y que su objetivo declarado no es legitimar elecciones que lo derroten a él y las clases dominantes de la nación -aun con todo eso- lo mantengan como poder alternativo.
Italia, que es el origen del renacimiento, y Alemania -patria de la filosofía clásica moderna- derrotaron en el siglo pasado a la inteligencia de la Ilustración e hicieron, del lado perverso del progreso y la tecnología, la base de políticas necrófilas surgidas de las luchas internas de capital. La simplificación impuesta por el concepto de patria –premisa para la autorización del mal– y la identificación (simplificada) de comunidades enteras –políticas y raciales– como portadoras de culturas y linajes “decadente”, serían producto de antiguas tradiciones nacionales. Y así la política, disputada entre naciones y clases, se volvió “simple”: convirtiendo la ideología en guerra y los vivos en muertos (“enemigos”). Con o sin entierro.
Cuando dos personas solas no se soportan y se atacan con fórmulas reales o imaginarias, su disputa es inofensiva para el futuro de la Humanidad y sus nacionales, quienes, por cierto, ignoran los fundamentos de sus conflictos. Son conflictos “simples” e inofensivos, como los de Borges y Cortázar, que no se soportaban: el primero, partidario de los generales argentinos (luego dijo… “ingenuamente”); el segundo, amigo personal de Guevara. Ambos autores, sin mucha penetración popular y leídos en las clases medias altas y en la inteligencia académica, dejaron obras complejas para muchas generaciones. Sus características: no “simplificaron” su literatura y supieron separar –en la creación de sus respectivos estilos– formas innovadoras de manierismos sin talento.
El último ataque de ferocidad de Bolsonaro contra las instituciones se produjo poco después de que el ministro Barroso aceptara una solicitud de medida cautelar, propuesta por un partido político (Rede) en el campo de la oposición, contra la apertura del país al virus de la última cepa, prohibiendo a los extranjeros sin comprobante de vacunación que ingresa a Brasil. Tal decisión, claramente de competencia del STF, provocó una brutal reacción del Presidente, que ya no sorprende a nadie, pues su perversa previsibilidad ya ha acostumbrado a los Poderes y a buena parte del pueblo a “respetar” sus impulsos demoníacos, naturalizándolos, como elementos lógicos de una excepción en proceso.
Son momentos en los que, tras simular una comprensión de la complejidad de la política, Bolsonaro vuelve a su estado normal y “simplifica”: ¡Barroso es un “sinvergüenza!”, bramó, según las redes sociales; y este “maldito” (el STF) “debería cerrarse”. El discurso directo de Bolsonaro, que la sociedad se ha acostumbrado a aceptar, va directo a las mentes hipnotizadas por el afán del mercado, que promete recompensas lejanas en el futuro, pero aplasta la cotidianidad del presente con impulsos de consumo imposible. Así, Bolsonaro “organiza”, psicológicamente, una parte de la sociedad dirigiendo “simplemente” sus frustraciones y odios.
La política democrática es compleja y lenta, el fascismo es directo y rápido. La política democrática es mínimamente ética y el fascismo es la máxima urgencia de la facilidad mentirosa. El escritor Cabrera Infante (1929-2005), que nunca fue fascista, fue un intelectual que rompió con el régimen cubano en 1965 y se convirtió en detractor de la Revolución, desde el momento en que se dio cuenta de que los soviéticos dominaban la isla. Al citarlo, mi propósito no es discutir sus posiciones o los méritos de su crítica al régimen, sino observar que las simplificaciones no son un arma específica del fascismo, sino de cualquier postura “sectaria”, que quiere prescindir de la reflexión sobre fenómenos complejos. .
A diferencia de la compleja polifonía de su gran novela Tres tigres tristes, en la que se atreve a reconstruir una Cuba imaginaria -teóricamente anterior a la política- donde se suman la nostalgia, la recuperación del pasado (a través de la impresión de la memoria) y la invención del “no estar en ninguna parte”, simplifica y repite Cabrera. Fue así un enorme éxito entre toda la derecha mundial, incluidos los que querían (y tenían derecho a querer) otros rumbos para la Revolución: la estrategia de simplificar lo complejo, prescinde de estudiar la naturaleza de los fenómenos históricos, consuela la pereza mental de los polos sectarios y reemplaza la reflexión con el odio: compensa, por tanto, la falta de empatía con la autocompasión neurótica.
Contrariamente a la compleja política del presidente Obama -por ejemplo- de flexibilización del bloqueo contra Cuba, que hizo más por los pobres de la isla que cualquier suma de simplificaciones de Cabrera Infante (y otros “puros” detractores del régimen), y contrariamente a un libro – como la de Leonardo Padura (El hombre que amaba a los perros) –que ha hecho más que cualquier otra obra de Cabrera Infante por la democracia– las simplificaciones contra el régimen cubano han colaborado para aislar a Cuba, aumentar sus dificultades y alimentar la pobreza de la Isla.
La unidad que logró Cabrera en su auditorio, cuando habló de Cuba, se produjo por la repetición y la linealidad: una revolución que se ve sin compasión alguna, sin considerar a los niños salvados del hambre, sin respeto alguno por la construcción –en Cuba– de una educación de alta calidad y su resistencia a los valores imperiales. Es un “ethos” político indiferente a lo que el Imperio legó a todos los países que constituyeron su “traspatio” en el siglo pasado. Cabrera solo se reservó para Cuba decir que “en Cuba socializaron la pobreza”: medias verdades y medias mentiras pueden reorganizar la mediocridad con la simplificación. Después de todo, ¿no es allí también que, al contrario de lo que sucede en los países capitalistas que dominan el mundo, los niños se alimentan y nunca duermen en las calles?
No olvidemos que las simplificaciones que hace Bolsonaro con la lucha política tienen una enorme tradición en la historia del totalitarismo, el fascismo y las dictaduras. Responderles con una estrategia de poder no es sólo intercambiar insultos, sino que es ante todo recrear una nueva vida política y moral -incluso antes de llegar al poder- para gobernar socavando los aparentemente simples cimientos de dominación que la voz del Líder erige, cambiando por la voz colectiva de los más amplios sectores del pueblo y la inteligencia democrática de la nación. Todos aquellos que no quieran doblegarse ante la bestia, creo que debemos pensar en las elecciones de 2022 como un ensayo general para ese vuelco, cuya pieza principal será un programa para combatir el hambre, para el empleo, para hacer valer la soberanía nacional y defender nuestra integridad ambiental. ¡Para comenzar!
* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.