La era del capitalismo de vigilancia

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por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*

Comentario sobre el libro de Shoshana Zuboff.

Métricas contemporáneas de la acumulación de capital

El capitalismo contemporáneo ha experimentado transformaciones significativas en sus parámetros de acumulación de capital durante las últimas décadas, especialmente desde el último tercio del siglo XX hasta las primeras décadas del mismo. En este contexto, dos formas de composición/ritmo de acumulación ampliada se destacan por su relevancia histórica y por introducir novedades en el desarrollo del sistema capitalista. Así, es convencional caracterizar el primer período como capitalismo con predominio financiero (o capitalismo financiarizado), mientras que el segundo como capitalismo de vigilancia.

El capitalismo financiarizado se hizo más evidente a partir de la década de 1970, cuando la crisis del modelo fordista-keynesiano allanó el camino para la creciente centralidad de los mercados financieros. François Chesnais (1996) señala que este proceso se intensificó con el avance de la intermediación financiera y la consolidación del capital ficticio como eje estructurante de la economía global. A su vez, Duménil y Lévy (2004) señalan que la financiarización se desarrolló con fuerza en las décadas de 1980 y 1990, impulsada por las políticas neoliberales, la desregulación financiera y la globalización.

David Harvey (2005) también aborda esta transformación relacionándola con el neoliberalismo y la búsqueda incesante de apreciación del capital, que estudia a través del concepto de ajuste espacial (estrategias que el capital emplea para superar sus crisis de sobreacumulación desplazando o reorganizando el espacio económico y geográfico para permitir nuevas oportunidades de apreciación, como la reconfiguración global de los mercados financieros).

Así, la financiarización va más allá de los mercados financieros y comienza a representar “[…] un patrón de acumulación en el que las ganancias se obtienen principalmente a través de canales financieros, en lugar de a través del comercio y la producción de bienes. Aquí, el término financiero se refiere a las actividades relacionadas con la provisión (o transferencia) de capital neto con la expectativa de futuros intereses, dividendos o ganancias de capital” (Krippner, 2005, pp. 174-175).

Así, las principales empresas del capitalismo comenzaron a priorizar estrategias como la recompra de acciones y la titulización de activos, reconfigurando las inversiones productivas y aumentando los retornos financieros de corto plazo, alterando consecuentemente el conjunto de las relaciones económicas globales al subordinar diversas actividades a la lógica financiera. Esta lógica no se limita al sector bancario, sino que permea diferentes esferas de la economía, desde la titulización de activos hasta la transformación de bienes esenciales (como la vivienda y las pensiones) en instrumentos de inversión.

Siguiendo esta misma línea de razonamiento, Duménil y Lévy (2011) argumentan que la financiarización no se limita a una mera transición del capital productivo a la especulación, sino que representa un cambio estructural que redefine las relaciones entre capitalistas, trabajadores e instituciones financieras, estableciendo nuevas dinámicas bajo su propia lógica. Los autores destacan que la era neoliberal “[…] condujo a la construcción de una vasta y pesada estructura financiera global, especialmente en Estados Unidos, pero también en el resto del mundo […]” (Duménil & Lévy, 2011, p. 6). Este proceso permitió al capital financiero reposicionarse estratégicamente en los sectores y regiones más ventajosos a escala global.

Una crítica incisiva del impacto de la financiarización en la sociedad contemporánea, destacando cómo la lógica y los valores del sector financiero se han infiltrado profundamente en la vida social, individual y estatal, se puede encontrar en Lapavitsas (2009). Para el autor, la financiarización va más allá del funcionamiento de los mercados, transformando las normas éticas y morales e incluso la mentalidad de las personas. Un ejemplo de ello es el concepto de riesgo, que, antes restringido al universo financiero, fue apropiado como herramienta retórica para justificar prácticas especulativas y legitimar la volatilidad del mercado.

En el escenario global, Lapavitsas sostiene que las finanzas siguen marcando los términos del juego y, en consecuencia, subordinan el Estado y la propia democracia a los intereses del capital financiero. Esta crítica converge con el análisis de David Harvey (2005), quien señala al neoliberalismo como un motor de la privatización y mercantilización de aspectos fundamentales de la vida, impulsando ciclos recurrentes de crisis financieras e inestabilidad económica.

En resumen, la esencia de la financiarización, como explica François Chesnais (1996), reside en su capacidad de transformar cualquier activo –productivo o no– en un vehículo de generación de valor financiero. Este proceso se produce a través de mecanismos como la titulización, en la que los flujos de ingresos futuros se convierten en activos negociables en los mercados financieros. De esta manera, actividades que antes eran periféricas a la lógica financiera pasan a subordinarse al capital financiero, ampliando su dominio sobre la economía global. El ejemplo más emblemático de este fenómeno hasta el momento se ha registrado en el mercado inmobiliario.

Inicialmente centrado en la construcción y la vivienda, este sector se volvió central para la financiarización con la proliferación de hipotecas titulizadas y fondos de inversión inmobiliaria. Este movimiento culminó en la crisis financiera de 2008, cuya magnitud fue comparable a la Gran Depresión del siglo XX, cuando los activos financieros basados ​​en expectativas de apreciación se derrumbaron, desencadenando una crisis sistémica de alcance global.

Sin embargo, es necesario dejar claro que la financiarización del capitalismo no debe verse como una fase distinta que surge recién a fines del siglo XIX y se consolida a fines del siglo XX, sino más bien como un desarrollo inherente a la lógica del capital mismo. Lo que ocurrió durante este período fue la intensificación de este proceso, impulsado por las nuevas tecnologías que permitieron operaciones financieras en tiempo real y la creación de instrumentos cada vez más complejos y especulativos. Marx ya había identificado esta tendencia al demostrar cómo, a medida que el capitalismo se desarrolla, el capital se vuelve progresivamente autónomo respecto del proceso de producción, especialmente con el surgimiento del capital que genera interés.

Este fenómeno demuestra que el capital ya no necesita estar directamente vinculado a la producción material para aumentar su valor; Por el contrario, puede reproducirse de forma autónoma, a través de la especulación y la dinámica financiera. Observó que con la expansión del sistema de crédito se forma una clase de capitalistas puramente monetarios, cuya participación en el proceso de producción es indirecta o inexistente. Este fenómeno refleja un cambio fundamental en la dinámica de la acumulación de capital, donde el dinero comienza a apreciarse en valor de una manera aparentemente independiente del proceso de producción, intensificando la financiarización de la economía.

Y, lo que es más importante, desarrolla el “antagonismo entre el carácter social de la riqueza privada” en “una nueva forma”, como el propio Marx explica en el capítulo 27 del libro III de “El Capital”, en el que analiza “El papel del crédito en la producción capitalista”.

Otro aspecto interesante de este fenómeno es que Marx ya destacó que el capital tiende a hacer superflua la figura del capitalista individual: “el capitalista desaparece como personaje superfluo”. Esto sucede porque el propio sistema está organizado de tal manera que la propiedad capitalista puede ser gestionada por accionistas e instituciones financieras, sin necesidad de un propietario directamente involucrado en la producción.

Él describe este proceso así: “[…] las sociedades anónimas –que se desarrollaron con el sistema de crédito– tienden cada vez más a separar este trabajo administrativo, como función, de la posesión de capital, propio o prestado, del mismo modo que, con el desarrollo de la sociedad burguesa, las funciones judiciales y administrativas se separan de la propiedad de la tierra, de la que eran atributos en la época del feudalismo. Mientras, por una parte, el capitalista activo se enfrenta al simple propietario del capital, el capitalista dinero, y mediante el desarrollo del crédito este mismo capital dinero asume un carácter social, concentrándose en los bancos y siendo prestado por estos últimos, y no por sus propietarios directos, y mientras, por otra parte, el simple director de una empresa, que no posee el capital bajo ningún título, ni como préstamo ni en ninguna otra forma, realiza todas las funciones reales que corresponden al capitalista activo como tal, el único que permanece en el proceso de producción es el empleado; “El capitalista desaparece como personaje superfluo” (Marx, 2017, p. 437).

Esto sugiere que, en el propio movimiento del capital, se produce una fusión entre el capital financiero y el productivo, pues ambos comienzan a ser gestionados por mecanismos financieros (bancos, mercados de capitales, fusiones corporativas), en lugar de depender de las acciones individuales de los capitalistas clásicos. De este modo, Marx anticipa una característica central del capitalismo contemporáneo, en el que la financiarización y la especulación juegan un papel dominante, sin que esto represente una “fase” separada, sino más bien un desarrollo natural de la lógica de la acumulación.

En 2018, Shoshana Zuboff, socióloga, psicóloga y economista estadounidense, conocida por sus análisis de la tecnología, la economía digital y el impacto de las grandes corporaciones tecnológicas en la sociedad, publicó el libro “La era del capitalismo de vigilancia: la lucha por un futuro humano en la nueva frontera del poder”. Publicado en Brasil en 2020, introduce el concepto de “capitalismo de vigilancia” para describir la nueva configuración del capitalismo en el siglo XXI, tema central de esta reseña.

A partir de la década de 2000, el auge de las grandes plataformas digitales inauguró este nuevo paradigma de acumulación, que rompe con los modelos tradicionales al establecer una economía basada en la extracción, procesamiento y comercialización de datos de comportamiento para predecir e influir en acciones futuras. Es importante destacar que el capitalismo de vigilancia no es tecnología, ni consiste en un “accidente de tecnólogos fanáticos”, como bien subraya el citado autor: sobre todo, “[…] es una lógica que permea la tecnología y la dirige a la acción […] es una forma de mercado inimaginable fuera del entorno digital, pero no es lo mismo que “digital” (Zuboff, 2020, p. 26). En última instancia, se trata de un tipo de “[…] capitalismo dañino que ha aprendido a explotar astutamente sus condiciones históricas para garantizar y defender su éxito” (Zuboff, 2020, p. 29).

Sin embargo, antes de analizar directamente su obra, es esencial situar, aunque sea brevemente, la transición y la superposición entre estas diferentes formas de acumulación de capital, destacando cómo sus métricas difieren y, al mismo tiempo, se complementan. Aunque comparte con el capitalismo financiarizado la búsqueda incesante de acumulación de capital, su dinámica es distinta en varios aspectos. En primer lugar, la fuente de valor difiere entre los dos modelos.

Mientras que el capitalismo financiarizado se basa en la especulación y la apreciación de activos, el capitalismo de vigilancia extrae valor de la recopilación masiva de datos personales, es decir, se basa en la apropiación de la experiencia humana misma. Las plataformas digitales transforman así las interacciones cotidianas en mercancías, desplazando la lógica de la acumulación al campo de la subjetividad. En segundo lugar, las tecnologías desempeñan funciones diferentes: en el capitalismo financiarizado, sirven para optimizar las transacciones y las estrategias de mercado; En el capitalismo de vigilancia, son la base misma de la acumulación, permitiendo la captura y el análisis continuos de la experiencia humana.

Los impactos sociales y políticos también divergen. El capitalismo financiarizado genera inestabilidad económica a través de crisis cíclicas y aumento de las desigualdades, mientras que el capitalismo de vigilancia compromete la privacidad y la autonomía individual, consolidando mecanismos de control social. Además, la regulación también sigue caminos diferentes: desde la crisis de 2008, el sector financiero ha sido objeto de regulaciones, mientras que el capitalismo de vigilancia opera en un entorno en gran medida no regulado, con resistencia a las medidas de protección de datos y derechos digitales.

En última instancia, a diferencia del capitalismo industrial y financiarizado, el capitalismo de vigilancia reclama “[…] el material de la naturaleza humana para la fabricación de una nueva mercancía. Ahora es la naturaleza humana la que está siendo raspada, arrancada y tomada en pos del proyecto de mercado de un nuevo siglo. Resulta ofensivo suponer que este daño pueda reducirse al hecho evidente de que los usuarios no reciben ningún pago por la materia prima que suministran” (Zuboff, 2020, p. 121).

Dada esta evolución histórica, cabe preguntarse si el capitalismo contemporáneo no se configura como un modelo híbrido, en el que la financiarización y el control digital convergen para crear nuevas formas de dominación y explotación. Esta fusión transforma no sólo la dinámica económica, sino también las estructuras de poder, intensificando las asimetrías y consolidando mecanismos de control social y político.

El avance simultáneo de la lógica financiera y de la vigilancia digital sugiere que no estamos simplemente ante una sucesión de regímenes de acumulación, sino ante un entrelazamiento profundo entre ambos, en el que la extracción de valor ocurre tanto a través de los mercados financieros como mediante el uso intensivo de datos de comportamiento. Este modelo emergente redefine las bases de la economía global y plantea desafíos sin precedentes a la democracia, la regulación y los derechos individuales. Por lo tanto, podría definirse mejor como capitalismo de vigilancia financiera digital.

El auge del capitalismo de vigilancia, el excedente conductual y el totalitarismo digital

El surgimiento de un nuevo modelo económico basado en la recopilación y uso masivo de datos personales surgió bajo la promesa de que la era digital brindaría un espacio de pertenencia y autonomía individual. Sin embargo, como explica Zuboff (2020), esta promesa ha sido gradualmente reemplazada por un sistema centrado en la extracción y comercialización de datos de comportamiento, alejando a los individuos del control sobre su propia información.

Lo que parecía un nuevo hogar digital resultó ser un territorio de exilio, en el que los usuarios quedaron reducidos a fuentes de materia prima para un nuevo paradigma de acumulación de capital. Este exilio refleja no sólo la pérdida de soberanía sobre la experiencia digital, sino también la consolidación de una lógica económica que transforma los datos personales en un recurso estratégico, explotado de manera asimétrica por las grandes corporaciones tecnológicas. Lo cierto es que “[…] la realidad digital está tomando posesión y redefiniendo todo lo que nos resulta familiar, incluso antes de que hayamos tenido la oportunidad de considerar y decidir sobre la situación […]” (Zuboff, 2020, p. 14).

La contribución de Zuboff al campo de los estudios sociales y económicos se hizo aún más notable con la publicación de “La era del capitalismo de vigilancia”. Su obra integra aspectos de la sociología, la economía política, la filosofía y la psicología, ofreciendo una perspectiva integral y multidimensional. Sin embargo, quizás la principal contribución teórica del libro no sea exactamente la caracterización del “capitalismo de vigilancia”, sino la formulación del concepto de excedente conductual: el fundamento de esta nueva métrica de la acumulación de capital. Si bien el concepto de capitalismo de vigilancia describe una nueva etapa de la acumulación capitalista basada en la extracción de datos, es la noción de excedente conductual la que revela el mecanismo por el cual este sistema opera y se expande.

Zuboff (2020) define el excedente conductual como la porción de datos generados por los usuarios (“nuestras voces, personalidades y emociones”) que excede lo necesario para mejorar los servicios digitales y que, en lugar de ser descartados o protegidos, son apropiados por las plataformas para ser procesados, transformados en predicciones sobre el comportamiento futuro y posteriormente comercializados. Como ella señala: “[…] el excedente conductual se institucionalizó como la piedra angular de un nuevo tipo de comercio que dependía de la vigilancia. en línea en escala. Empleados de la Google “Se refirió a la nueva ciencia de predicción del comportamiento de la empresa como la ‘física de los clics’” (Zuboff, 2020, p. 109).

Este concepto es central porque expone cómo la extracción de datos no es un simple subproducto de la economía digital, sino más bien su principal motor de acumulación. A diferencia de la economía industrial, en la que las materias primas se extraían de la naturaleza y se transformaban en bienes de consumo, en el capitalismo de vigilancia la materia prima es la propia experiencia humana, recogida sin consentimiento y refinada a través de algoritmos para generar predicciones altamente rentables: “[…] Aquí el gran patrón es el de subordinación y jerarquía, en el que las antiguas reciprocidades entre la empresa y los usuarios se subordinan al proyecto derivado de tener nuestro excedente conductual capturado para las ganancias de otros. Ya no somos sujetos de realización de valores. Tampoco somos, como insisten algunos, el «producto» de las ventas de Google. En cambio, somos los objetos de los cuales se extraen y expropian materias primas para las fábricas de predicciones de Google. Las predicciones sobre nuestro comportamiento son productos de Google y se venden a los clientes reales de la empresa, no a nosotros. “Somos los medios para los fines de los demás” (Zuboff, 2020, p. 99).

La operacionalización del excedente conductual, es decir, la transformación de la experiencia en datos, se lleva a cabo mediante operaciones de representación (rendition): “[…] prácticas operativas concretas a través de las cuales se logra la desposesión, reivindicando la experiencia humana como materia prima para la datificación y todo lo que sigue, desde la fabricación hasta la venta […]” (Zuboff, 2020, p. 283). Este mecanismo va más allá de la simple recopilación de datos y establece una nueva lógica económica basada en el modelado y la manipulación de la experiencia humana con fines de acumulación de capital. Representa en último término “[…] la operacionalización concreta del ‘pecado original del simple robo’ que definió el proyecto de mercado desde el principio. Google renderizó la Tierra, sus calles y sus hogares, anulando nuestro consentimiento y desafiando nuestras protestas. Facebook puso la red social y sus detalles ilimitados en beneficio de los mercados futuros conductuales de la empresa […]” (Zuboff, 2020, p. 291).

La última frontera de esta operacionalización es la representación del cuerpo, uno de los desarrollos más extremos del capitalismo de vigilancia, consolidando un modelo de acumulación basado no sólo en la captura de la conducta, sino en la apropiación de la materialidad misma del ser humano, al transformar su propia fisiología en un activo económico.

Por lo tanto, la importancia del concepto de excedente conductual supera al propio término de capitalismo de vigilancia porque nos permite comprender las nuevas relaciones de explotación que definen este modelo. El capitalismo de vigilancia podría interpretarse erróneamente como una extensión del capitalismo digital o una fase avanzada del capitalismo informacional, pero la noción de excedente conductual aclara que la innovación de este sistema radica en la conversión de la subjetividad humana en una mercancía.

Otro aspecto fundamental de este concepto es su autonomía en relación con el usuario, como se destaca en la cita anterior. A diferencia de los modelos tradicionales, en los que los consumidores proporcionan datos a sabiendas a cambio de servicios, estos se extraen sin transparencia y, a menudo, sin el conocimiento del usuario. Por ejemplo, “[…] las tiendas de excedentes de comportamiento de Google ahora abarcan todo lo que forma parte del entorno en línea: búsquedas, correos electrónicos, textos, fotos, canciones, mensajes, videos, ubicaciones, patrones de comunicación, actitudes, preferencias, intereses, rostros, emociones, enfermedades, redes sociales, compras, etc. […]” (Zuboff, 2020, p. 162).

Esta extracción se produce a través de diversas estrategias, como la recopilación pasiva de datos mediante juegos digitales, la vigilancia persistente a través de dispositivos conectados y el uso de inteligencia artificial para predecir comportamientos incluso antes de que los propios individuos sean plenamente conscientes de sus intenciones. Esta lógica rompe con la idea tradicional de intercambio en el capitalismo y establece un modelo asimétrico, en el que las plataformas digitales se convierten no sólo en intermediarios, sino en entidades soberanas en la producción y control de la información.

Un ejemplo emblemático de esta lógica es el juego Pokémon GO, desarrollado por la Comisión niantic, una empresa con fuertes vínculos con Google. A primera vista, el juego parece simplemente un fenómeno cultural basado en la tecnología de realidad aumentada, en el que los jugadores exploran el mundo real para capturar criaturas virtuales. Sin embargo, como demuestra Zuboff (2020), el verdadero objetivo de niantic No se trataba sólo de proporcionar una experiencia divertida, sino de crear un sofisticado motor de modificación del comportamiento con fines comerciales.

En el modelo tradicional de publicidad digital, las empresas pagan para mostrar anuncios y esperan que los consumidores respondan a ellos. Ya en el Pokémon GO, la relación se invierte: los jugadores son conducidos sutilmente a ciertas ubicaciones físicas, como tiendas, cafés y restaurantes, a través de la mecánica del juego, sin darse cuenta de que su movimiento está siendo dirigido por intereses comerciales y no solo por los design del juego. Como destaca el citado autor “[…] el logro sin precedentes de Niantic fue transformar el gamificación en una forma de garantizar resultados para sus verdaderos clientes: las empresas que participan en mercados de comportamientos futuros creados y cobijados por el juego” (Zuboff, 2020, p. 381).

Este modelo de monetización se basa en un mecanismo de condicionamiento operante, en el que los jugadores son recompensados ​​por seguir ciertos patrones de comportamiento (como visitar lugares patrocinados) sin saber que están participando en un experimento de modulación del comportamiento.

Por lo tanto, la Pokémon GO ejemplifica cómo el capitalismo de vigilancia trasciende la mera recopilación de datos para convertirse en un sistema activo de control del comportamiento, en el que se disuelven los límites entre lo digital y lo físico. Esto representa un nuevo nivel de apropiación del excedente conductual, ya que la lógica de la extracción ya no se limita al espacio. en línea, pero se expande a la reconfiguración de la movilidad urbana y la experiencia del espacio público mismo. De esta manera, se confirma la tesis central de Zuboff (2020), el valor económico no está sólo en el análisis de lo que los individuos hicieron en el pasado, sino en la capacidad de predecir y dar forma a sus acciones futuras y redefinir a través de este medio la relación entre mercado, tecnología y control social.

El concepto de excedente conductual también tiene profundas implicaciones para la política y la sociedad. Si, en términos generales, en el capitalismo industrial el conflicto central era entre capital y trabajo, y, en el capitalismo financiarizado, entre especulación y producción, en el capitalismo de vigilancia la disputa se da en el terreno del control sobre el comportamiento humano y la previsibilidad de la vida social.

Este modelo no sólo transforma a los individuos en recursos explotables, sino que amplía mecanismos de modulación e intervención del comportamiento, llevando a las sociedades a una era de totalitarismo digital: un nuevo tipo de dominación, que puede entenderse como un sistema en el que el poder no se impone mediante la coerción explícita, sino a través de la manipulación invisible y la transformación de la experiencia humana en mercancía.

Se basa en tres pilares principales: (i) la recopilación masiva de datos y la creación de perfiles de comportamiento, (ii) la manipulación y modulación algorítmica del comportamiento, y (iii) la normalización de la vigilancia y la ausencia de transparencia regulatoria. Desde esta perspectiva, “[…] el capitalismo de vigilancia y el poder instrumental que ha acumulado rápidamente exceden las normas históricas de las ambiciones capitalistas, reclamando un dominio sobre territorios humanos, sociales y políticos que va mucho más allá del terreno institucional convencional de la empresa privada o el mercado […]” (Zuboff, 2020, p. 33).

La capacidad de las plataformas digitales para influir en las preferencias electorales y moldear los discursos públicos se hizo evidente en el escándalo de Cambridge Analytica. El caso reveló cómo se escondieron los datos personales de millones de usuarios Facebook Se recopilaron sin consentimiento explícito y se utilizaron para “[…] una ‘segmentación microconductual’ basada en la personalidad para apoyar la “Abandonar” [Salir], cuando se trata de votar por Brexit, en 2016, y Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses […]” (Zuboff, 2020, p. 335).

El plan implicaba extraer información de comportamiento de los usuarios a través de un examen psicológico, que inicialmente parecía inofensivo. Sin embargo, la estructura de la Facebook permitió que la aplicación no sólo recopilara datos de los participantes directos, sino que también accediera a información de sus amigos en la plataforma. EL Cambridge Analytica Utilizamos estos datos para crear perfiles psicográficos detallados de los votantes, lo que permitió realizar campañas de microsegmentación altamente efectivas diseñadas para influir en las emociones, creencias y decisiones políticas.

La captura de espacios digitales por estas plataformas refuerza un modelo de gobernanza opaco, donde las empresas privadas ejercen influencia sobre procesos políticos fundamentales. Como advierte Zuboff (2020), esta dinámica inaugura una nueva era de totalitarismo digital, en la que los flujos de datos de comportamiento se utilizan para consolidar el poder y restringir la autonomía individual. Si en el pasado la política estaba mediada principalmente por partidos, ideologías y debates públicos, ahora se encuentra sujeta a dinámicas invisibles de modulación del comportamiento promovidas por algoritmos y grandes volúmenes de datos.

Este modelo de control informativo genera un desequilibrio estructural de poder, en el que los ciudadanos pierden autonomía y soberanía sobre sus propios datos, mientras que las corporaciones y los gobiernos comienzan a ejercer poder predictivo sobre la sociedad. La normalización de la vigilancia aumenta la aceptación pasiva de la extracción de datos, haciendo que los individuos sean cada vez más vulnerables a la manipulación algorítmica. Esta asimetría del conocimiento, característica del capitalismo de vigilancia, subordina las democracias contemporáneas a una nueva lógica de gobernanza, donde el poder ya no está centralizado en el Estado, sino en plataformas privadas que operan sin una regulación efectiva.

Por tanto, el totalitarismo digital representa una mutación del poder en la era de la información, consolidando un modelo de dominación basado en la vigilancia sistemática, la manipulación predictiva y la explotación de la subjetividad humana. Al transformar los datos de comportamiento en una mercancía y estructurar una nueva arquitectura de control social, el capitalismo de vigilancia no solo redefine la dinámica del mercado, sino que también plantea desafíos sin precedentes a la democracia, la privacidad y los derechos fundamentales, es decir, “[…] hasta ahora, es el poder asimétrico del capital de vigilancia, libre de leyes, el que decide quién decide” (Zuboff, 2020, p. 394).

En este contexto, China representa un ejemplo paradigmático de cómo el capitalismo de vigilancia puede entrelazarse con el singular régimen político chino para crear un sistema de control social sin precedentes. En ese país, el Estado juega un papel central en la vigilancia digital, integrando mecanismos de recolección y procesamiento de datos a una estructura política centrada en el control social.

Zuboff (2020) destaca el Sistema de Crédito Social, una iniciativa gubernamental que recoge y procesa datos sobre el comportamiento de los ciudadanos, asignándoles puntajes que determinan desde el acceso a préstamos hasta la posibilidad de viajar o conseguir determinados empleos. Este sistema, impulsado por tecnologías avanzadas de inteligencia artificial y grandes volúmenes de datos, representa la máxima expresión del poder informativo, donde la vigilancia no sólo anticipa los comportamientos, sino que los moldea activamente, recompensando los comportamientos deseados y castigando las desviaciones con restricciones y sanciones.

En resumen, más que el término capitalismo de vigilancia, es el concepto de excedente conductual el que ofrece la clave para entender la esencia de este nuevo sistema económico. Revela no sólo cómo se recogen los datos, sino también por qué se apropian de ellos y cuáles son las consecuencias de esta apropiación para la estructura del capitalismo contemporáneo. Sin esta noción, la crítica del capitalismo de vigilancia podría limitarse a una discusión sobre la privacidad, cuando en realidad lo que está en juego es una transformación estructural de la relación entre capital, subjetividad y poder.

El capital y la era del capitalismo de vigilancia: la explotación continua en el capitalismo de vigilancia financiera digital

Las transformaciones del capitalismo a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI demuestran su capacidad de adaptación y expansión a través de nuevas fronteras económicas y tecnológicas. Karl Marx, en su obra magna La capital, publicado en 1867, analizó el capitalismo industrial, su lógica de acumulación y sus contradicciones inherentes. Sostiene que el capitalismo se basa en la explotación del trabajo social para extraer plusvalía, es decir, el exceso de valor generado por los trabajadores más allá de lo que reciben como salario. Este excedente es apropiado por los capitalistas y convertido en ganancia en la esfera de la circulación.

En el capitalismo de vigilancia, Zuboff (2020) introduce el concepto de excedente conductual, como se mencionó anteriormente. Así, al igual que el plusvalor, este excedente se transforma en ganancia a través de la predicción y modificación de comportamientos. La analogía entre plusvalía y excedente conductual revela una continuidad en la lógica capitalista: en ambos casos, la explotación ocurre sin una compensación justa para quienes generan el valor. Sin embargo, mientras que el plusvalor resulta de la explotación del trabajo, el excedente conductual se extrae de la vida cotidiana de los individuos, a menudo de manera imperceptible.

Otro tema fundamental en la obra de Marx es el de la alienación, esencial para comprender la lógica del capitalismo y sus desarrollos históricos. Para él, el trabajador, en el sistema capitalista, se convierte en un extraño en relación con su propio trabajo, ya que pierde el control sobre lo que produce y sobre su propia actividad productiva. Esta alienación no se limita al trabajo, sino que afecta también a la relación del individuo consigo mismo y con la sociedad.

En el capitalismo de vigilancia, esta lógica se expande al ámbito digital, alejando a los individuos no sólo del trabajo productivo sino también de sus propias experiencias, preferencias y comportamientos. Según Zuboff (2020), las grandes corporaciones tecnológicas instrumentalizan la experiencia humana, transformando las interacciones digitales en . que alimentan modelos predictivos y de control.

Esta nueva forma de alienación se manifiesta de manera profunda y completa: algoritmos invisibles moldean las preferencias, guían las decisiones de los consumidores, influyen en las relaciones sociales e incluso determinan opciones políticas sin que los individuos tengan plena conciencia o autonomía sobre estos procesos. El resultado es un nuevo régimen de expropiación, en el que la propia subjetividad humana se transforma en materia prima para un mercado de predicciones conductuales.

Al final del volumen I de La capitalMarx analiza la acumulación primitiva como un proceso mediante el cual el capital se expande expropiando recursos y transformándolos en mercancías. El capitalismo de vigilancia puede interpretarse como una nueva fase de este proceso, en el que la experiencia humana es expropiada y transformada en datos para comercializar. La colonización del espacio digital por parte de las corporaciones tecnológicas representa un nuevo ciclo de acumulación violenta, donde las relaciones sociales se reconfiguran para generar valor económico.

Zuboff (2020) sostiene que esta nueva forma de acumulación no se basa únicamente en la explotación del trabajo, sino en la apropiación/expropiación total de la experiencia humana. Así, como en el periodo de transición del feudalismo al capitalismo, donde las tierras comunes fueron cercadas y transformadas en propiedad privada, la esfera digital se convierte en un espacio privatizado dominado por grandes empresas.

Para Marx, el proletariado representaba el agente histórico central responsable de la superación del capitalismo. Según él, la contradicción fundamental del sistema capitalista residía en la explotación de la clase obrera, que, a pesar de ser productora de riqueza, era expropiada del valor generado por su propio trabajo. La emancipación proletaria, en este sentido, dependería de la capacidad de los trabajadores de reconocer su posición en la estructura de explotación y, desde allí, organizarse políticamente para “expropiar a los expropiadores” y establecer “[…] una asociación de hombres libres, que trabajen con medios de producción colectivos y que gasten conscientemente sus fuerzas de trabajo individuales como una sola fuerza de trabajo social […]” (Marx, 2023, p. 153).

En el capitalismo de vigilancia, la dinámica de la explotación se vuelve más difusa y opaca. Como sostiene Zuboff (2020), la apropiación del excedente ya no ocurre únicamente a través de la extracción de plusvalía en el proceso de producción tradicional, sino más bien a través de la captura y comercialización de datos de comportamiento de los individuos, a menudo sin su conocimiento o consentimiento. Por lo tanto, la resistencia a esta nueva forma de explotación no puede seguir el mismo patrón que la lucha de clases tradicional.

Dicho esto, la lectura comparativa de La capital, de Karl Marx, y La era del capitalismo de vigilancia, de Shoshana Zuboff, permite identificar una continuidad estructural en la lógica capitalista de explotación y acumulación, aunque se adapte a nuevos contextos tecnológicos. En el siglo XIX, Marx reveló cómo se extrae el plusvalor del trabajo asalariado, permitiendo la acumulación incesante de capital. En el siglo XXI, Zuboff (2020) presenta un nuevo vector de esta dinámica: el excedente conductual, una forma sin precedentes de apropiación económica que transforma la experiencia humana en materia prima para predecir y modular el comportamiento.

Así, se puede argumentar que el excedente conductual representa una nueva forma de plusvalía, extraída ya no del tiempo de trabajo productivo sino de la vida cotidiana de los individuos, capturada, procesada y vendida sin compensación ni consentimiento explícito. Esta lógica intensifica la alienación, ya que los individuos no solo pierden el control sobre sus datos y su privacidad, sino también sobre su propia subjetividad, que luego es moldeada por las plataformas digitales con fines comerciales y políticos.

Resistir al capitalismo de vigilancia requiere una comprensión profunda de sus mecanismos y estrategias. Sin esta comprensión, cualquier intento de regulación será insuficiente para contener sus efectos sistémicos. Más que implementar medidas regulatorias fragmentadas, es necesario cuestionar la estructura misma de este modelo de acumulación y abrir espacio para alternativas que devuelvan autonomía y control a los individuos sobre su presencia digital.

Sólo a través de este proceso será posible no sólo mitigar los impactos del capitalismo de vigilancia, sino también crear condiciones para superarlo como paradigma económico y forma de organización social. Desde esta perspectiva, la superación de este modelo representa quizás el mayor desafío que ha enfrentado la humanidad en términos de la continuidad de su existencia y reproducción social: la necesidad de repensar las bases del sistema económico global. El rápido avance de la inteligencia artificial y las tecnologías de rastreo sugiere que la extracción de excedentes conductuales puede volverse aún más sofisticada y estar profundamente arraigada en la vida cotidiana, ampliando el alcance del control corporativo sobre la información y la subjetividad humana.

Por lo tanto, si no hay una respuesta proporcional a la magnitud de esta transformación –ya sea a través de una regulación efectiva, la construcción de alternativas tecnológicas o la reestructuración de los modelos económicos–, el riesgo es que el capitalismo de vigilancia se consolide como la forma hegemónica de organización social, estableciendo un modelo de poder basado en la captura y el control absoluto de la información y el comportamiento.

Por esa razón, La era del capitalismo de vigilancia se consolida como una referencia imprescindible para comprender la economía digital contemporánea. El libro no sólo expone los riesgos de la creciente privatización de la información y de la subjetividad humana, sino que también advierte de las amenazas que este nuevo régimen supone para la democracia, la autonomía individual y los derechos fundamentales. Como esto La capital Si bien fue crucial para comprender y criticar la explotación industrial en el siglo XIX, la obra de Zuboff (2020) juega un papel similar en el siglo XXI, al revelar las nuevas formas de dominación que surgen en la era digital.

un apéndice

El trabajo de Zuboff (2020) propone un análisis innovador de la dinámica de la economía digital, introduciendo conceptos como el excedente conductual para describir la apropiación de datos personales por parte de las grandes corporaciones tecnológicas. Sin embargo, una crítica fundamental que se puede hacer a su enfoque radica en la ausencia de un análisis más profundo de la explotación del trabajo en el contexto de la economía digital y cómo esta explotación se relaciona con el excedente conductual.

No aborda directamente la cuestión de la explotación del trabajo social como elemento central del capitalismo de vigilancia. Para Marx, el núcleo del capitalismo reside en la extracción de plusvalía, es decir, en la apropiación del plustrabajo del proletariado por parte de los propietarios de los medios de producción. En cambio, Zuboff (2020) enfatiza la expropiación de la experiencia humana con el propósito de predecir y controlar el comportamiento, sin vincular directamente este proceso con la explotación laboral.

Sin embargo, esta nueva forma de acumulación no elimina la explotación del trabajo, sino que la transforma y la complica. Las grandes plataformas digitales dependen de una vasta infraestructura productiva, que incluye desde trabajadores del sector tecnológico hasta tareas precarias como la moderación de contenidos y la extracción de minerales para fabricar dispositivos. La invisibilidad de esta base material puede llevar a una comprensión parcial del capitalismo contemporáneo.

Así, mientras Marx identificó al proletariado como la clase potencialmente revolucionaria, capaz de superar las contradicciones del capitalismo, Zuboff (2020) no identifica un sujeto histórico equivalente en la lucha contra el capitalismo de vigilancia. Su propuesta de resistencia se basa en la regulación estatal, la presión de la opinión pública y el activismo digital, sin considerar necesariamente un conflicto de clases estructural.

Así pues, la ausencia de una teoría del trabajo en La era del capitalismo de vigilancia puede verse como una limitación teórica, ya que ignora la continuidad de la explotación laboral dentro de las nuevas formas de acumulación capitalista. El capitalismo de vigilancia no sustituye la extracción de plusvalía, sino que la complementa, profundizando la captura de valor tanto en la esfera productiva como en la esfera de la vida cotidiana.

Esta perspectiva sugiere que la lucha contra el capitalismo digital no puede limitarse únicamente a regular la recopilación de datos, sino que debe incluir una crítica más amplia de las formas de explotación laboral que sustentan este modelo económico.

*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la Universidad Regional del Cariri (URCA). Autor, entre otros libros, de El Nuevo Testamento a la luz del siglo XXI: para pensar una teología materialista (Club de Autores) [https://amzn.to/4i86Cs8]

referencia

Shoshana Zuboff. La era del capitalismo de vigilancia: la lucha por un futuro humano en la nueva frontera del poder. Nueva York, New York Times, 2021, 800 páginas. [https://amzn.to/43Rn9fA]

Bibliografía

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