por LUIZ MARQUÉS*
La deshonestidad política o cognitiva no es nada nuevo, la respuesta pública es
La posverdad es una expresión asociada a las redes sociales. La sinonimia no explica la aparición de pos-verdad, definido como abreviatura de "circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y la creencia personal". Tampoco explica la diccionario de Oxford convertirlo en una alegoría de nuestro tiempo, al elegirlo como palabra del año en 2016. La web solo proyecta y propaga mitos para internautas ávidos de tesis conspirativas.
El antisemitismo sirvió de modelo para lo que se convirtió en la posverdad. Tú Protocolos de los Sabios de Sion fueron la piedra angular del futuro del horror, al sacar a la luz las supuestas actas del anciano jefe de una reunión hebrea, publicadas por el diario ruso Znamia (1903). Pronto se descubrió que el famoso libelo había sido montado por la policía secreta del régimen del zar Alejandro III de Rusia.
La falta de autenticidad del escandaloso texto quedó demostrada antes del surgimiento del nazismo en Alemania, lo que no impidió que el documento fuera utilizado para sembrar el odio e instigar a la violencia contra las víctimas de la persecución. "Tú protocolos corresponden a la realidad”, señaló Adolf Hitler en Mein Kampf (1925-26). “Se ajustan a los hechos”, confirmó el notorio antisemita Henry Ford. Así, se difundió la inexistente conspiración del “cártel de banqueros judíos”, acusados de ser los responsables de la depresión económica de entreguerras. El Holocausto (holocausto) reveló hasta dónde llegan los prejuicios.
La teoría inicial de la posverdad se remonta a 1979, cuando Jean-François Lyotard, en La condición posmoderna: rapport sur le savoir, proponía “una incredulidad en relación a los metarrelatos”. La experiencia de la posmodernidad expresó la pérdida de sentido de las visiones totalizadoras de la historia, que prescribían reglas de conducta política y ética universalmente válidas. Se aceptó el relativismo sobre la verdad y se pasó una regla en las narrativas en competencia. Un igualitarismo distorsionado invadió entonces el campo del saber. Era el embrión de “realidades paralelas” que destruyen la sociabilidad.
El estratega de la destrucción, Steve Bannon, estirado hasta el paroxismo insigths del filósofo francés con la sugerencia de personajes en disputa sobre principios elementales, para gobernar carteras ministeriales (salud, educación, medio ambiente, relaciones exteriores, ¿recuerdan?), en administraciones de extrema derecha. El dilema ya no estaría en elegir un discurso, sino un bando. En este caso, el bolsonarismo.
George Orwell, al reflexionar sobre el duelo de versiones entre vencedores y vencidos en la guerra civil española, apuntó con asombro: “lo peculiar de nuestro tiempo es el abandono de la idea de que la historia se puede escribir con la verdad”. Pertenecer a un círculo de milenarios superó las virtudes republicanas. Los balances racionales no funcionan en contextos de anomia institucional.
La evidencia perdió el gallardete de la persuasión que aseguraba la estabilidad sociopolítica. Líderes identificados con la “derecha alternativa”, nombre en clave del populismo extremista en el Norte, periódicamente confunden cognición, contradiciéndose descaradamente y silenciando objeciones con mentiras sobre las mentiras de ayer. Mecanismo que normaliza los disfraces y aumenta la crisis de veracidad. El respeto a la verdad que daba cohesión a la actividad científica, jurídica, política y comercial se derrumbó como todo lo que antes era sólido, como la objetividad y la decencia.
Mattew D'Ancona, en Posverdad: la nueva guerra contra los hechos en tiempos de fake news, muestra la escalada simbólica del fenómeno. En Occidente, la primacía de la verdad es un legado de la Ilustración convertida desde el siglo XVIII en el valor cultural para decidir los asuntos públicos y separar lo verdadero de lo falso, lo correcto de lo incorrecto con criterios epistemológicos. La Filosofía de la Ilustración elogió la razón de deslegitimar el Estado absolutista (“L'État c'est moi”, diría Luis XIV) y postulan la libertad, el progreso, la tolerancia, el gobierno constitucional y la secular separación entre Iglesia y Estado.
La dialéctica de la colonización no permitió que el programa de la modernidad arraigara en la Terra Brasilis. Sérgio Buarque de Holanda se dio cuenta de que la emoción es más fuerte que la racionalidad, y la enemistad es tan “cordial” (término derivado etimológicamente de corazón, corazón) y amistad, entre nosotros. El cautiverio de la razón es la cordialidad que va de la mano con la mítica democracia racial en Brasil.
Las campañas electorales ilustran la prevalencia de sentimientos y emociones: esperanza y resiliencia frente a la utopía y no el miedo y la aporofobia en dirección a la distopía. Coherencia, precisión y lo antiguo. racionalidad, según se observa hoy, no son prioridades en los debates entre políticos profesionales. Las actuaciones cuentan más. Los vehículos de comunicación armaron equipos para investigar lo que se dice, especialmente para las candidaturas con piel de borrego que esgrimen una preferencia por el neofascismo (y por el neoliberalismo). La BBC ha creado grupos para desmentir las noticias falsas y luchar contra las patologías de la posverdad. El engaño corre desenfrenado, Mano Brown.
En los Estados Unidos, el sitio web PolitiFact Un verificador de hechos ganador del premio Pulitzer estimó que el 69 por ciento de las declaraciones de Donald Trump eran "predominantemente falsas". Fue elegido. En el Reino Unido, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit) resultado de la máquina de simplificaciones intelectuales y resonancias emocionales. Se afirmó que el costo semanal de permanecer en la UE era de 350 millones de euros. Con cargo al Servicio Nacional de Salud se subvencionarían médicos y enfermeras, en lugar de llenar los bolsillos de la burocracia bruselense (sede de instituciones). Según Matthew D'Ancona, “era la política de la posverdad en estado puro: el triunfo de lo visceral sobre lo racional, de lo engañosamente simple sobre lo honestamente complejo”. Dale demagogia.
El negacionismo con incentivo al formateo subjetivo no pretende lograr ninguna victoria académica, sino contaminar la capacidad de juicio crítico de las personas; por regla general, explotando toda la amargura de clase. Los negacionistas comparten la ilusión de la colusión entre los gobiernos nacionales y las corporaciones farmacéuticas (Big Pharma) contra la naturaleza y la humanidad. Algunos se apresuran a comprar alimentos orgánicos en ferias ecológicas saludables. Grave es la sospecha sobre las vacunas, que hace que las tasas de inmunización bajen la pendiente de la duda. Esto es lo que sucede con el regreso del sarampión, la viruela, las paperas, la rubéola y la poliomielitis. La “revuelta de las vacunas” resucitó gracias al diversionismo disruptivo que desacreditó los laboriosos logros de la ciencia, de por vida.
Las comunidades necesitan un alto grado de honestidad y confianza para preservar el orden, hacer cumplir la ley, castigar a los poderosos y generar prosperidad colectiva. La deshonestidad política o cognitiva no es nada nuevo, la respuesta pública sí lo es; la indignación dio paso a la indiferencia y, finalmente, a la connivencia con el engaño. La desconfianza hacia las instituciones democráticas del estado de derecho ha hecho de la verdad una cuestión de convicción, aparte de la evidencia. Lava Jato es producto de la subcultura de la posverdad. El espectáculo mediocre de PowerPoint, estrenada por actores del Ministerio Público Federal (MPF), consagró la impostura. Si no existiera la complacencia de la sociedad y los poderes fácticos, el exjuez y el exfiscal estarían en la cárcel por mérito y justicia.
El método de verificación práctica de la verdad suma evidencias para no multiplicar la industria de noticias falsas y las interpretaciones que sustituyen hechos por elucubraciones conspirativas para capturar a los nuevos judíos. “Supera la narrativa. Cualquiera que defienda los valores (emancipadores) de la Ilustración en un contexto cambiante -movilidad frenética, revolución tecnológica, convulsión emocional- debe actuar dentro de sus parámetros. Todo lo demás es una ilusión”, aconseja Matthew D'Ancona. Para oponerse a la producción del oscurantismo, es necesario buscar significados capaces de liberar al pueblo.
“Contra la potencia de fuego plutocrática, política y algorítmica, la batalla por la verdad es hercúlea”, concluyen quienes emprenden la obra de Prometeo. La empresa es facilitada por comediantes que respetan la corrección política y, con talento, ridiculizan a los que “no miran hacia arriba”. ayudan mucho podcasts e Blogs vinculados a colectivos y personalidades con una biografía forjada en las luchas sociales. La esfera pública es el dique contra el galimatías en la pantalla del celular o en la calle. Cada uno pregunta si importa más lo que puede comprar En línea o problemas de ciudad, estado y país; si interactúas más con medios virtuales o con amigos cara a cara. La falta de inserción en el espacio público fertiliza la posverdad, la indiferencia ideológica, la apatía política y la alienación.
La tecnología digital, con robots y los trolls, además de asegurar la infraestructura para la circulación de mensajes, se presta a la desinformación con el objetivo de canalizar la intención de voto. Enseñar a navegar en internet con discernimiento es la urgente misión cultural -o aventura- de una era apocalíptica, amenazada por la guerra nuclear, el calentamiento global y la metamorfosis iliberal de la democracia.
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.
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