por LARISSA ALVÉS DE LIRA*
China representa una importante posibilidad de transición a un nuevo orden global
Actualmente, es claro que existe un temor generalizado a los militares y la diplomacia de ultraderecha brasileña, por no hablar de sus aliados norteamericanos, en relación con el surgimiento de China como potencia mundial. La cuestión sería entonces evaluar los orígenes y mecanismos de este reenfoque geográfico del mundo, de Estados Unidos a China, o las evoluciones sociales nacionales y globales, que darían sustento a la existencia real de esta “amenaza” de el Este sobre el Oeste. Se completa con la pregunta de cómo afectaría este reenfoque a países como Brasil.
Las respuestas a estas preguntas no se pueden encontrar en la noción de charlatanería del “marxismo cultural” y en el miedo a una guerra ideológica con miras al cambio social global. Pero incluso si se recurre al marxismo real, imaginar una transición social de “modos de producción”, o, en otras palabras, de revoluciones sociales como teniendo la centralidad de este proceso de emergencia de un nuevo orden mundial, no parece tan poco. apóyate a ti mismo Entonces, ¿qué tipo de revolución imaginaría China que podría afectar al mundo ya Brasil? Las sofisticadas teorías contemporáneas parecen lograr esbozar la razón por la cual China, sin implicar una revolución en el modo de producción y el modo de vida ajeno, aún podría liderar una transición importante en el actual modelo de globalización.
De hecho, el historiador francés Fernand Braudel, apoyándose en cierta geografía económica alemana y francesa, delineó una arquitectura espacial del sistema-mundo (no solo el capitalismo) que precede, es apropiada y es probable que resista al capitalismo. Esta estructura del sistema mundial, pero también su dinámica, ayudaría a explicar la importancia y los mecanismos centrales del surgimiento chino, que fueron muy bien entendidos por el sociólogo italiano Giovanni Arrighi. Así, a pesar de que el “comunismo” chino nos recuerda la profunda virtud heurística del marxismo para el análisis de las relaciones sociales, no nos parece que esta corriente sea la mejor vía para perseguir los mecanismos (espaciales) que sustentarían una supuesta surgimiento y “amenaza” china global. Comencemos con la geografía.
Estratigrafía geográfica y sistema de globalización
La geografía es una disciplina cuyos instrumentos intelectuales son reivindicados y conocidos, evocando casi siempre una buena dosis de intuición. El conocimiento obvio, como dijo Lussault, se volvería difícil de entender (2010). Vale la pena recordar que, a pesar de esta obviedad, en realidad tiene poderosos recursos intelectuales que son propios de una forma de entender el espacio. Aquí puede ser útil una rápida digresión sobre la historia intelectual.
Las geografías alemana y francesa de finales del siglo XIX son hijas del historicismo alemán del mismo período. Después de la Revolución Industrial y las guerras napoleónicas, la corriente luego denominada historicismo fue una de las primeras reacciones intelectuales, desde finales del siglo XVIII, a los valores culturales impuestos por la Ilustración francesa a la cultura alemana (Mach, 2002).
Filósofos alemanes, como Johann Gottfried von Herder, valoraron un sentido de construcción de la historia que partía del propio suelo, frente a un sentido más expansivo y sistémico de construcción social (cuyo mecanismo se desarrolla a nivel de relaciones horizontales) basado principalmente en los intercambios o en la expansión de una cultura sobre otra. Con esto, crearon un sentido de sociedad y cultura profundamente histórico y contextual, que se refería a la situación y valoración del lugar.
El historicismo creó un sentido de historia geográfica, que partía del propio suelo. Desde el punto de vista de estas primeras periferias, era como si la flecha del tiempo ya no tuviera una dirección exclusivamente horizontal, expansiva, que venía del exterior, sino una dirección vertical, que partía del suelo y apuntaba hacia arriba, y por tanto siendo , acumulativo. Cada pueblo tenía su propia historia y su propio destino. Como es sabido, estas nociones tenían una fuerza heurística muy poderosa.
No me detendré en los tránsitos intelectuales que se produjeron entre Alemania y Francia a finales del siglo XIX, que comenzaron en la época del surgimiento del imperialismo, como decía Lenin. Pero el caso es que el historiador francés, convertido en geógrafo, Paul Vidal de la Blache, considerado por sus contemporáneos como un hombre excesivamente simpatizante de la cultura germánica, tras su formación en historia, reelabora esta visión geohistórica. Sus ideas servirán a las concepciones del marco espacial del sistema-mundo de Fernand Braudel y más tarde de Giovanni Arrighi, quienes buscarán explicar la emergencia china en este sistema de integración mundial.
Lo esencial para la Blache era pensar la geografía como una continuación de la geología, en la que la historia del poblamiento humano, en contacto con la historia de la tierra misma, dispondría de elementos naturales, biológicos, etnográficos, demográficos, agrarios, urbanos, procesos económicos y políticos, en este orden, como en capas, cuya base era la singularidad de la geografía física de cada lugar y la cúspide era el Estado (Lira, 2003). Además de esta arquitectura estratigráfica, para La Blache, se podría incluso admitir un universalismo de un entendimiento mundial entre nociones, pero que, dicho sea de paso, no se debe permitir que se superponga con los intereses económicos privados, es decir, los del colonialismo económico. .
Además, habría una oposición entre un sentido de evolución local y un sentido de interacción sistémica, difusionista. A su vez, esta última visión tiene un sesgo más positivista, creando una especie de intersección en la geografía. Como dice un historiador de la geografía: “Él [Vidal de la Blache] insistía en la discontinuidad entre el principio local, ligado al suelo, y el principio de dependencia horizontal, que rige el intercambio económico y la organización política”[i] (Ozouf-Margnier, Robic, 1995).
La geografía francesa pensó la disposición de los procesos humanos y sociales a través de una estratigrafía de la realidad (como lo hizo la geología con las profundidades de la tierra), en un razonamiento que combinó recursos intelectuales geográficos, históricos, jerárquicos, en la base, pero también sistémicos, en una capa superior. En sentido local, una acumulación histórica jerarquizada desde la singularidad de la geografía física. En un sentido sistémico, desde la propia relación entre diferentes espacios y personas. Era como si Vidal la Blache y los geógrafos franceses hubieran imaginado el mundo en muchas gamas de realidades y evoluciones que partían de la singularidad de la naturaleza, atribuyéndole variedad en términos de historia y en términos de relaciones entre regiones.
El historiador Fernand Braudel admiró la obra de los geógrafos alemanes y franceses y, en particular, la geografía de Vidal de la Blache. Tu trabajo, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1983), escrito durante la prisión alemana que vivió durante la Segunda Guerra Mundial, publicado en su primera edición en 1949 y en la segunda en 1969, hizo un amplio uso de los análisis de la Blache, realizados bajo las bases teóricas antes descritas, a partir de la modelo de relación geográfica, entre montaña y llanura en el Mediterráneo (Lira, 2003). El resultado más impresionante fue la elaboración de una nueva geohistoria, una larga duración del mundo, pero también una dialéctica de la duración (en la que no me extenderé) y una estratigrafía de la geografía física, la geografía económica y, finalmente, de la política. A partir de aquí, se avanzó hacia una concepción del sistema-mundo de tipo geográfico, en la que se inserta el capitalismo, también en una concepción geográfica.
Sistema-mundo braudeliano y capitalismo
el sistema mundial[ii] poseería así, para Braudel, una armadura espacial anterior a la economía-mundo capitalista y probablemente posterior a ella. La geografía resguarda la capacidad de generar procesos sociales que no le son trascendentes. Otros lo son, como argumentará Durkheim. Esto queda claro cuando Braudel afirmará categóricamente que el Beijing imperial estaba sujeto a las mismas reglas de espacio tendenciales que la Florencia, Venecia o Sevilla capitalistas del siglo XVI, pero que Beijing carecía del desarrollo de una burguesía “autónoma”. Autónomos del Estado, pero también del propio entorno geográfico, sobre el cual la “acumulación” social representaba este Estado como la capa más superior en relación a la geografía (Braudel, 2009).
La obra de Braudel fue escrita en el mundo de la posguerra, es decir, las promesas de bienestar mundial del liberalismo habían fracasado, pero tampoco se había cumplido la predicción de Marx de que el capitalismo colapsaría fatalmente en Europa (Marx, Engels, 2008). Tampoco la de Lenin, para quien la etapa del imperialismo fue superior, pero también angustiosa (Lenin, 2011).
Al mismo tiempo, algunos países, como China, parecían estar haciendo una transición casi directa de los imperios al comunismo, sin pasar por el capitalismo. Las periferias también habrían surgido con su propia historia, sin que los modos de producción necesariamente se hubieran desarrollado del feudalismo al capitalismo, y lo hubieran logrado. Después del imperialismo, las guerras y los procesos de descolonización, pero también, de alguna manera, la supervivencia de las estructuras imperiales, Braudel sintió la necesidad de una noción del mundo, de un sistema-mundo, y del propio capitalismo, geográficamente mucho más comprensiva. En la era de los extremos, mientras los liberales se apresuraban a salvar la libre competencia en tiempos del imperialismo, y los marxistas se preocupaban, más allá de las revoluciones, por asociar las leyes del capitalismo a las formaciones sociales periféricas, Braudel miró todo esto posteriormente.
Inspirado en La Blache, la estructura espacial más elemental del sistema-mundo fue entendida por Braudel como una acumulación jerárquica, que partía de la geografía física, asociada a una relación sistémica, la relación entre centro y periferia. Es decir, centros y periferias tendrían historias locales, jerárquicamente organizadas, pero cuyos grados de “elevación” de sus formas “superiores” (las palabras son deliberadamente topológicas) se encontrarían en diferentes grados de evolución. Debido a esto, la relación sistémica de estos polos del sistema mundial siempre está desequilibrada.
De este desequilibrio surgirían flujos e intercambios, pero, sobre todo, procesos de captura. por encima. Las formas “superiores”, topológica y jerárquicamente hablando, están sistémicamente relacionadas con las formaciones “debajo” de ellas. Por su condición de superestructura y sus formas de captura, por los movimientos sistémicos y por los institutos extraeconómicos, estas formas superiores se instalan siempre en lo más alto.
Para explicar este proceso de captura superior, Braudel utiliza la metáfora de cómo artistas y artesanos logran transportar una pieza de mármol: “Tomemos un bloque de mármol, elegido en las canteras de Carrara por Miguel Ángel o por uno de sus contemporáneos: un gigante por su tamaño peso, que, sin embargo, será removido por medios elementales, luego desplazados gracias a fuerzas ciertamente modestas: un poco de pólvora usada durante mucho tiempo en canteras y minas, dos o tres palancas, una docena de hombres (si es que tanto), cuerdas, remolques para animales, troncos para rodar eventualmente, un plan unificado, ¡y listo! Está hecho porque el gigante está clavado al suelo por su peso; porque representa una fuerza enorme, pero móvil, neutralizada. ¿Y esta masa de actividades elementales no está acorralada, cautiva, amarrada al suelo y, por tanto, más fácilmente maniobrable desde arriba? Los dispositivos y palancas que permiten estas hazañas son un poco de dinero duro, metal blanco que llega a Danzig o Messina, la tentadora oferta de crédito, un poco de dinero 'artificial', de las cadenas mercantiles, los altos precios son continuas incitaciones: una señal y todo se pone en marcha”. (Braudel, 2009, v.3, p. 34).
Así, la arquitectura geográfica del sistema-mundo permite que las formas superiores capturen y se movilicen sobre las otras partes “pesadas” del mundo debajo de ellas. Las dimensiones económicas productivas de estas sociedades, así como todas las demás dimensiones, solo se transforman débilmente. Lo más importante es captar el resultado de estas construcciones sociales por una capa superior, es decir, todo aquello que pueda colocarse en el ámbito de un mercado mundial y que pueda generar ganancias, independientemente de las relaciones sociales que se establezcan en el propio. lógica. El lucro en sí, diría Braudel, no sería algo inherente al capitalismo, sino la forma de capturarlo. Más que un modo de producción, el capitalismo es una forma superior (financiera y monopólica) de captura geográfica, favorecida por la arquitectura del sistema-mundo.
El análisis económico del capitalismo para Braudel también tiene una estructura estratigráfica. En el fondo, más ligado a la geografía física, a la lucha contra la naturaleza y a los tipos de vida (concepto de Vidal de la Blache), una vida material, bajo los flujos y afluencias de una vida biológica del hombre, un Régimen Biológico Antiguo, que dominó hasta el siglo XVIII. Este Régimen afectó fuertemente a la demografía, principal arma de las sociedades contra este carácter imponente. Es una zona de opacidad y rutina, de lucha por la supervivencia, hábitos, técnicas elementales y escaso excedente económico.
Superiores a esta vida material serían los mercados. Un mercado rudimentario, abajo, y un mercado más sofisticado, arriba, poblado de ferias, monedas que circulan en las ciudades y controladas por estados y príncipes. Regulaciones parasitarias, fugitivas y por encima de este mercado, o estos, el capitalismo, sustentado en los intercambios, el crédito y los monopolios, estos verdaderamente globales, actuando sobre el mundo entero desde una superestructura dinámica, flexible, que busca la ganancia, dondequiera que esté, o como quiera que tenga. sido producido socialmente. Es un visitante nocturno, dijo Braudel, o quizás quiso decir, un ladrón nocturno.
El surgimiento chino y un nuevo tipo de superestructura
El modelo económico de Braudel fue diseñado para observar una economía global, con centros y periferias, que había prevalecido entre los siglos XIII y XIX. Braudel evitó hablar del período posterior a la Revolución Industrial, pero da a entender que no fue tan revolucionario desde un punto de vista a largo plazo. Al proyectar la acción del capital bancario (éste plenamente capitalista) a una dominación comprobada que se extiende poco a poco por todo el globo desde el siglo XVI –lo que Lenin, a principios del siglo XX, había llamado la fase superior– se convierte en claro que la Revolución Industrial es solo un capítulo en esta larga historia del capitalismo y que el modelo de Braudel tenía fuerza heurística para pensar el capitalismo contemporáneo.
En efecto, Giovanni Arrighi declara en el Prefacio de El largo siglo XX (1996) que acepta ser conducido por un barco navegado por Braudel. Arrighi extrae de la idea de sistema-mundo, y de la idea misma del capitalismo braudeliano, las nociones más seminales para pensar el díptico del declive norteamericano a fines del siglo XX y el surgimiento de China en el siglo XNUMX. Por lo tanto, Arrighi hace uso de ideas distintas a las del marxismo, aunque sea en diálogo, para explicar la revolución global que posiblemente atravesaría el mundo, de una nueva transición hegemónica, dice, a ser comandada por la China comunista.
Lo esencial para Arrighi era utilizar, en Adam Smith en Pekín (2008), esta separación elaborada por Braudel entre mercado y capitalismo, uno abajo, el otro arriba. Los mercados nacionales podrían desarrollarse sin importar si eran capitalistas o territorialistas (estatistas). El capitalismo fue una capa superior (occidental) y hubo historias nacionales, principalmente en el Este, en las que esta capa superior no necesariamente se desarrolló con las mismas características. Sin entrar en los detalles que explicarían los orígenes de la Revolución China, lo cierto es que el Estado chino, a lo largo de su desarrollo, habría impedido que esta capa superior del capitalismo se apoderara del conjunto de la economía nacional.
Con esta estratigrafía económica, Arrighi habría resuelto la aparente contradicción, hoy muy debatida, del hecho de que la economía de mercado china está muy desarrollada y la fuerza del partido comunista chino también. El mercado, para ellos, simplemente no es capitalismo. Al mismo tiempo, Arrighi analiza todo el reenfoque que se produjo en el sistema-mundo, desde el siglo XIV hasta el siglo XX (de Florencia a Génova, de Génova a Ámsterdam, de Ámsterdam a Londres y de Londres a Nueva York -no he mostrado las razones de estos reenfoques), para comprobar que el surgimiento chino sería el primero en el que el sistema-mundo moderno estaría comandado por una fuerza política y económica territorialista (refiriéndose intencionalmente a la geografía) y no capitalista. En este sentido, China representa, de hecho, una importante posibilidad de transición hacia un nuevo orden global. Un orden en el que cambia el tipo de superestructura, pero no necesariamente (o rápidamente) las formaciones sociales debajo de ella. Para concluir: ¿qué pasa con las periferias de este orden? ¿Cómo insertar a Brasil en estas evoluciones y espacializaciones?
Conclusión
Si los modelos geográficos del sistema-mundo, del capitalismo y del surgimiento de una ciudad global no capitalista pudieran proyectarse hacia el futuro de nuestras sociedades, los intereses chinos se relacionarían con otros espacios desde sus capas superiores, sus superestructuras, relacionándose desde anterior, ya sea que esto constituya una captura o una alianza. Al menos al principio, uno no vislumbra transiciones en los modos de producción, revoluciones sociales, procesos que el verdadero marxismo entiende muy bien. El marxismo cultural como propaganda ideológica revolucionaria para un cambio social de amplio alcance sería descartado en gran medida. La cuestión es entender qué tipo de relación establecerían las superestructuras chinas con los bloques económicos nacionales que estarían debajo de ellas. Entienda realmente qué tipo de superestructura es esta: si es el propio estado chino o las empresas que controla.
Otro tema sería entender la relación entre esta nueva ciudad global y sus nuevas periferias. Es sabido que la relación centro-periferia, en el capitalismo, se da bajo un intercambio desigual. Mientras los satélites de las zonas centrales del sistema-mundo compiten y copian los mecanismos de la ciudad global, las economías periféricas sufren. En el sistema-mundo liderado por el capitalismo, las transiciones entre los centros hegemónicos son mucho más probables que ascender en la escalera desde la periferia. Es mucho más fácil ganar liderazgo cuando ya eres rico que dejar de ser pobre. ¿Cuál será la relación entre un centro hegemónico con una superestructura territorialista, estatista y comunista y sus periferias? ¿Hay periferias? Estas y muchas otras preguntas son pertinentes para pensar el surgimiento chino de la teoría del sistema mundial.
*Larisa Alves de Lira, Es pprofesor invitado de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG).
Referencias
ALVES DE LIRA, Larisa. El Mediterráneo de Vidal de la Blache: el primer borrador del método geográfico (1872-1918). São Paulo: Alameda, 2013.
ARRIGHI, Giovanni. Adam Smith en Pekín: orígenes y fundamentos del siglo XXI. São Paulo: Boitempo, 2008.
ARRIGHI, Giovanni. El largo siglo XX. Río de Janeiro: Contrapunto, 1996.
BRAUDEL Fernando. Civilización material, económica y capitalismo: siglo XV-XVIII. Volumen 3: El Tiempo del Mundo. São Paulo: Martins Fontes, 2009.
BRAUDEL, Fernando. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II. São Paulo: Martins Fontes, 1983.
LENÍN, Vladimir. El imperialismo, la etapa superior del capitalismo. Campinas, Unicamp, 2011.
MAH, Harold. El pensamiento histórico alemán en la época de Herder, Kant y Hegel. En: KRAMER, Lloyd; MAZA, Sara (eds). Un compañero del pensamiento histórico occidental. Malden, Oxford: Blackwell Publishers, 2002, págs. 143-165.
MARX, Carlos; ENGELS, Friedrich. Manifiesto del Partido Comunista. São Paulo: Expresión Popular, 2008.
Michel LUSSAULT, « Ce que la géographie fait au(x) monde(s) », rastros Revista de Ciencias Humanas [En línea], #10 | 2010, publicado en línea el 30 de noviembre de 2012, consultado el 16 de julio de 2021. URL: http://journals.openedition.org/traces/4854; DUELE : https://doi.org/10.4000/traces.4854
OZOUF-MARIGNIER, Marie-Vic. ; ROBIC Marie-Claire. La France au seuil des temps nouveaux. Paul Vidal de la Blache et la régionalisation. Información geográfica, París, 2, págs. 46-56, 1995.
Notas
[i] “Il insists sur la discontinuité between le principe local de lié au sol et le principe de dependance horizontale qui gouverne l'échange économique et l'organisation politique”.
[ii] Braudel prefiere el término “economía-mundo”. Permítanme una actualización aquí, ya que la idea de la economía-mundo era una economía territorial y regional. A pesar del mantenimiento del carácter territorial, la idea de sistema-mundo escapa del aspecto regional, siendo por tanto más contemporánea.