por AFRANIO CATANÍ*
Comentar sobre el libro. La élite eclesiástica brasileña 1890-1930, por Sergio Miceli
En uno de sus artículos publicados en el extinto “Suplemento Literário” de El Estado de S. Pablo El crítico de cine y profesor Paulo Emílio Salles Gomes (1916-1977) escribió que, durante muchos años, no se interesó por el cine nacional y, en particular, por las condiciones materiales y sociales que hacían que ese cine se presentara tal como era entonces. presentado. Y destacó que para él, como para varios otros críticos y estudiosos del cine brasileño, las comisiones y grupos de trabajo que se constituyeron a lo largo de la década de 50 tenían sobre todo una función escolar, permitiéndoles comprender las limitaciones materiales y sociales aquí referidas. . . “Su misión”, escribió, “era contagiar el amargo pero exaltante sabor de la realidad” (“El sabor de la realidad”, 31 de diciembre de 1960).
Y es esa actitud de apego a la realidad, de investigación sistemática de las fuentes, la que siempre caracterizó la investigación de Sergio Miceli, profesor jubilado del Departamento de Sociología de la USP. Entre su vasta producción, destaco su estudio dedicado a los prelados de la Iglesia Católica, La élite eclesiástica brasileña: 1890-1930, un libro conciso con material iconográfico precioso, diseñado por Diana Mindlin.
Presentada originalmente como tesis de grado en Sociología de la Unicamp, la obra aborda, en seis capítulos, la transición del régimen padroado a uno nuevo. estado político bajo el régimen republicano, señala fuentes para el estudio de esta élite y analiza la expansión organizativa de la Iglesia y la “estatización” del poder eclesiástico. El volumen se completa con un capítulo referido a las matrices sociales del episcopado –presentando a los prelados de la aristocracia imperial, los obispos del patriciado decadente y los hijos de la Iglesia–, otro en el que se analiza la forma en que se produce la producción organizativa de los prelados. Se estudia cómo tiene lugar, y finalizando con la gestión diocesana en la Primera República (1889-1930).
La obra es un poderoso antídoto contra gran parte de la literatura académica y/o organizacional “que carece de un contacto más fructífero con las fuentes disponibles para una reconstrucción empíricamente fundamentada de la historia de la Iglesia”. El autor señala que innumerables textos parten de aportaciones clásicas, “pero cuyo tratamiento de algunas cuestiones 'canónicas' exige una revisión completa”. Uno de los puntos más graves en este sentido reside en el pesimismo respecto al Periodo de la Primera República, llegando a ser prácticamente aceptado por todos que la separación entre Estado e Iglesia (1890) supuso el inicio de un “período de tinieblas” en relación con “la política poder de fuego de la corporación eclesiástica, extendiéndose hasta el renacimiento institucional en el primer período Vargas, que coincide con la gestión centralizadora del cardenal Leme” (p. 152).
Sin embargo, Miceli deja claro que las cosas sucedieron de manera muy diferente a lo preconizado por la historiografía establecida, demostrando que, más allá de las diferencias en el estilo organizativo y el peso político, la Iglesia Católica atravesó un período de “construcción institucional” similar al que vivió la Ejército en la Primera Guerra Mundial República. Así, la Iglesia católica alcanzó un éxito considerable en muchos frentes: “estabiliza sus fuentes de ingresos y recupera su patrimonio inmobiliario, reconstruye y 'moderniza' sus casas de formación y seminarios, dinamiza considerablemente su presencia territorial, 'moraliza', profesionaliza y amplía su personal (...), diversificó la gama de servicios escolares, que prácticamente monopolizó, se alió con facciones oligárquicas estatales, en fin, la Iglesia Católica se hizo viable como empresa religiosa y como organización burocrática. Tales conquistas pronto demostraron su eficacia cuando la Iglesia comenzó a operar en una oposición prominente en el centro de la vida política nacional durante las décadas de 30 y 40” (p. 153). Si se ignora todo esto, es decir, la maduración del conjunto de inversiones y emprendimientos exitosos realizados en los 25 o 30 años posteriores a la separación, “sería prácticamente impensable que la corporación eclesiástica pudiera llegar a ejercer el grado de influencia y autoridad o el poder operar a idénticos niveles de capacidad de presión como ha venido operando desde los llamados 'años cruciales' de 1930-35, pasando por el período constitucional de los años 50 que motivó la creación de la CNBB (p. . 154).
Merecen destacarse algunos otros puntos relevantes explorados por Miceli. El primero se refiere al establecimiento de una sólida red de alianzas y relaciones entre el alto clero y los liderazgos oligárquicos emergentes a nivel estatal y municipal. Esto era necesario para la supervivencia de la sociedad anónima, ya que al haber perdido su carácter oficial de “rama de la administración pública”, “privada de los privilegios inherentes a la condición de sociedad anónima subvencionada y sin poder contar con el apoyo de ningún organismo importante segmento de la coalición al frente del nuevo régimen republicano, los titulares de los puestos de decisión de la alta jerarquía concentraron sus esfuerzos e inversiones en el área de influencia más cercana” (p. 67). La política de “estatalización” del poder eclesiástico fue implementada en los “puntos clave” del territorio brasileño, con la creación de 56 nuevas diócesis, de las cuales 36 (65%) se concentraron en el Norte/Nordeste, en Minas Gerais y São Paulo, “regiones” consideradas estratégicas bien porque enfrentaban movimientos cismáticos en la Iglesia (por ejemplo, Canudos y Juazeiro), bien porque tenían gran importancia política y económica.
Otro punto a destacar se refiere al perfil social del episcopado, quizás el mejor capítulo del libro. Los obispos católicos en la Primera República se dividieron en tres categorías. En el primero estaban los hijos de las antiguas familias ligadas a la aristocracia imperial, dotados todavía de un poderoso lastre material y de una considerable dosis de prestigio y honor. Un segundo y numeroso contingente de prelados provenía de las ramas empobrecidas o en declive del patriarcado rural – “estos herederos arruinados generalmente dependen de la intercesión materna para obtener plazas gratuitas en prestigiosos colegios religiosos o para asistir a seminarios diocesanos” (p. 90). Finalmente, están los llamados hijos de la iglesia, una parte restringida de cargos en la alta jerarquía que finalmente terminó con ancianos de origen humilde.
Deben todo lo que han logrado a la protección y subsidios permanentes de la organización Eclesiástica, ya que desde temprana edad se encontraron en una situación de total desamparo, tras la muerte de sus padres o la pérdida del sustento material de la familia. Dicha información se obtuvo mediante la consulta de repertorios, diccionarios bibliográficos, biografías, memorias y correspondencia, polianteias, una vasta bibliografía relacionada con la historia eclesiástica y, también, con los procesos de habilitación “de genere et moribus” –que fueron reunidos para investigar los orígenes sociales y antecedentes morales de los futuros miembros del clero.
Me gustaría señalar que Miceli explica la participación no directa de la Iglesia en los asuntos políticos por la pura y simple pérdida del poder. De hecho, la Iglesia católica optó por una estrategia de mantenerse del lado del poder estatal y local, reclutando en sus filas a miembros de grupos prestigiosos y legitimando el poder oligárquico “a través de la puesta en escena de solemnidades festivas para la entronización de las imágenes de los santos patronos”. misas al aire libre, procesiones y otras ocasiones propicias para la consagración de los líderes y sus actos”, tales como bautizos, bodas, confirmaciones, etc.” (pág. 149).
Todavía se podría decir mucho sobre (y sobre) La élite eclesiástica brasileña. Sin embargo, no está de más recordar que desde su primer libro, noche de madrina (1972), Sergio Miceli siempre buscó recurrir a fuentes empíricas, investigando cómo se producen y reproducen los mecanismos de dominación en sectores localizados de la formación social brasileña. Después de leer su obra sobre los prelados de la Iglesia católica, me vino a la mente un pasaje de un artículo de Pierre Bourdieu (1930-2002). Basado en la crítica de “uno de los defectos hereditarios de la vida intelectual francesa, la ensayismo”, Bourdieu ataca a la Filosofía con mayúsculas”, afirmando que “hablar de Dispositivos con A mayúscula, de Estado o de Derecho o de Escuela, haciendo de los Conceptos los sujetos de la acción histórica, es evitar ensuciarse las manos en la investigación empírica, reduciendo la historia a una suerte de gigantomaquia donde el Estado se enfrenta al Proletariado o, en el límite, a las Luchas, a las Erinias modernas” (Cuestiones de Sociología, p. 59). Ciertamente no es el caso de los libros de Miceli, siempre impregnados de ese “gusto amargo pero exaltante de la realidad”, al que se refiere Paulo Emílio Salles Gomes.
*Afranio Catani Es profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y actualmente es profesor titular de la misma institución. Profesor invitado de la Facultad de Educación de la UERJ, campus Duque de Caxias.
Referencias
BOURDIEU, Pierre. Preguntas de sociología. Río de Janeiro: Marco Zero, 1983 (https://amzn.to/3YAhUMI).
MICELI, Sergio. La élite eclesiástica brasileña: 1890-1930. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 1988. Publicado originalmente en el “Cuaderno de los Sábados” de la Periódico el 25.02.1989, pág. 7 (https://amzn.to/3qztjQn).
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