por RENATO DAGNINO*
La educación debe estar enfocada a satisfacer las demandas cognitivas de la economía solidaria
La elaboración de este texto, dirigido a la audiencia pública sobre educación de jóvenes y adultos celebrada en la Cámara de Diputados el 12 de junio de 2023, requirió de simplificaciones, dada su necesaria concisión.
Adopta un enfoque limitado de las condiciones socioeconómicas del política y política la educación, en particular y en general, la producción de conocimientos; lo que suelo agrupar en el concepto de política cognitiva. Y se centra en los intereses y comportamientos de las clases propietarias y trabajadoras.
Entiende la educación de jóvenes y adultos como un tema especialmente asignado a quienes forman parte de la clase trabajadora, pero, al mismo tiempo, como algo que debe orientarse hacia la concepción de un proyecto de sociedad “más allá del capital”.
Su curso, habitual en la tradición intelectual crítica que se desarrolla en la periferia, trata, en primer lugar y de manera ejemplar, de la forma en que esas constricciones se manifiestan en los países centrales (o en el norte global). También en consonancia con esta tradición, el texto tiene un carácter francamente normativo, anclado en la experiencia histórica y en los deseos de los actores sociales subordinados y orientado a su consecución.
Un poco de la historia de los países centrales
Allí, la política cognitiva estuvo siempre guiada por un pacto entre la clase propietaria y la clase trabajadora. A menudo enmascaró la naturaleza antagónica de sus intereses y valores.
Complementando esas notas iniciales, señalo que este texto se organiza en torno a consideraciones sobre cómo se constituyó y evolucionó este pacto, cómo se encuentra ahora debilitado y cómo le corresponde a la clase obrera formular su propuesta orientada hacia una educación “más allá del capital”. ”.
Para la consolidación del capitalismo pronto fue necesario dotar a los trabajadores del tipo de habilidades que la empresa demandaba para aumentar sus ganancias. La orientada a explotar las innovaciones introducidas en el proceso de trabajo que controla y que, por ello, le permiten contrarrestar la presión de los trabajadores por la reducción de la jornada laboral y el aumento del salario.
El hecho de que el aumento de la productividad laboral posibilitado por las innovaciones no tuviera que ser compartido con los trabajadores con un aumento salarial convirtió a la empresa de los países centrales, apoyada en los múltiples subsidios otorgados por “su” Estado, en un “motor de innovación”.
A la clase obrera, privada de los medios de producción, obligada a vender su fuerza de trabajo (esta mercancía que, siendo la única que posee, es también la única que agrega valor al producto) y sin apoyo para organizar la producción autónoma y modalidades de consumo, quedaban pocas alternativas.
Para evitar que la marcha de este “motor” lo dejara “atrás”, y para defender su supervivencia, se vio obligado a aceptar un proceso de “cualificación” continua y empobrecedora; tuvo que adaptarse a los cambios cognitivos que imponía. Implicaron la expropiación del saber tácito dominado por él, su paulatina codificación en las universidades capitalistas para evitar su reapropiación y, como los medios de producción, transformados en propiedad privada cada vez más monopolizada.
Este pacto caracterizó un “cerco”, en el ámbito cognitivo, de lo que, en el ámbito material, provoca inherentemente el capitalismo. Sin embargo, fue validado por, entre otros factores, las oportunidades salariales asociadas a la consolidación del proyecto capitalista de organización de la sociedad occidental. Existía la expectativa de un futuro mejor para la clase obrera, que contrastaba con la brutalidad feudal y la amenaza de exclusión social que había dejado el punto de partida de este proceso, la llamada revolución industrial.
Las iniciativas que, desde finales del siglo XIX, han pretendido sensibilizar a la clase trabajadora o difundir el conocimiento entre la clase propietaria en el sentido de promover ingenuamente la apropiación para liberarla de la opresión, han sido siempre escasas. Más aún las que pretendían oponerse a ese conocimiento generado por la clase propietaria, “su” Estado y sus empresas.
Prevaleció en el ámbito de la izquierda marxista la interpretación potenciada por el proceso de construcción del socialismo soviético, de que sería el inexorable desarrollo lineal de las fuerzas productivas el que, al estrechar las relaciones sociales de producción, conduciría a modos de producción cada vez mejores. y, para su inclusión en el movimiento sindical.
Quedó intacto el dogma “transideológico” de que habría una ciencia verdadera, intrínsecamente buena, universal y neutra (en el sentido de ser funcional para cualquier proyecto político) y una tecnología, que podría aplicarla para bien o para mal. Y que la apropiación del conocimiento científico y tecnológico -las fuerzas productivas que momentáneamente se ponían al servicio del capital- sería suficiente para que la clase obrera pudiera construir el socialismo.
Esta situación inhibió el surgimiento de un radicalismo crítico que llevaría a la comprensión de un concepto más realista, el de la tecnociencia, que denotaba como una construcción social que podía y debía estar contaminada con los intereses y valores de la clase trabajadora.
También por eso, este momento en que el proyecto capitalista empezó a ser contestado no suscitó, por parte de la clase obrera, un cuestionamiento del pacto educativo. Si bien la transición al socialismo soviético estaba generando un nuevo tipo de educación más coherente con los intereses de la clase obrera, la forma en que se estaba dando, circunscrita y limitada -por razones tácticas internas y presiones externas-, no despertó a la clase. .trabajadores en países capitalistas para diseñar una alternativa.
Si bien han surgido iniciativas revolucionarias de sensibilización a través de la educación para impulsar la transformación de la “clase en sí” a la “clase para sí”, no han logrado formular propuestas capaces de incidir en la forma en que se producía y circulaba bienes y servicios. organizado. En consecuencia, estas iniciativas no resultaron en movimientos que (como mi sesgo argumentativo que privilegia lo socioeconómico y lo político) se supongan capaces de producir propuestas que conduzcan a la configuración de un nuevo pacto con la clase propietaria.
En resumen: el comportamiento de la clase obrera no fue sólo reactivo, en el sentido de que privilegió la defensa de los intereses inmediatos que tenía bajo la égida del capital. Tampoco fue proactivo en el sentido de concebir el conocimiento que sería necesario para una formación social que pudiera ubicarse “más allá del capital”.
La situación actual en los países centrales
El momento que vive el capitalismo en los países centrales parece estar haciendo inviable el mantenimiento de este pacto. Está cada vez más debilitado por la dinámica del capitalismo ultraneoliberal, que al mismo tiempo debilita la capacidad reguladora del Estado y, inextricablemente, combina aspectos de carácter geopolítico, económico, social y tecnocientífico que refuerzan los privilegios de los propietarios. clase.
Sin embargo, las condiciones objetivas engendradas por esta dinámica, al mismo tiempo que intensifican las contradicciones de clase existentes, parecen señalar direcciones para su superación.
Analizando el “lado” de la clase propietaria, vale la pena mencionar tres aspectos.
En el estricto nivel individual, de su negocio, la empresa, aunque estuviera dispuesta a ello, es incapaz de interiorizar las externalidades negativas en los ámbitos ambiental, económico y social que ha venido provocando de forma genocida a todos los que la habitan. este planeta Aquella empresa que lo haga, contrariamente a la lógica atomizada e intrínsecamente egoísta que la rige, quedará excluida del mercado por no poder trasladar al precio su mayor costo de producción. Por tanto, lector y lectora, ¡dejemos nuestras ilusiones!
En el plano colectivo, donde la clase propietaria actúa como clase, son cada vez más frecuentes las declaraciones de que sería aceptable un aumento del impuesto sobre la renta y el patrimonio y la adopción de “moratorias” relacionadas con las externalidades negativas provocadas por desarrollos tecnocientíficos que amenazan el mantenimiento de su negocio.
Pero es a nivel de “sus” organizaciones no gubernamentales y supranacionales donde se están produciendo las manifestaciones más significativas para indagar en las características que podría asumir el nuevo pacto interclase en torno a las políticas cognitivas y, en particular, a la educación.
El ejemplo más reciente es la declaración de la ONU sobre la necesidad urgente de impulsar nuevos arreglos económico-productivos y de consumo (envueltos en lo que llamamos economía solidaria en Brasil) para enfrentar las crisis sociales y ambientales.
Volviendo al tema que importa más de cerca, el del análisis del conocimiento en desarrollo, es importante destacar que la investigación tecnocientífica con sesgo empresarial, siempre realizada con financiación pública masiva, no ha podido evitar el desastre que estamos presenciando en los ámbitos ambiental, económico y social. Como les digo a mis alumnos de la disciplina “Ciencia, tecnología y sociedad”, la tecnociencia capitalista incurre en siete pecados capitales: deterioro programado, obsolescencia programada, desempeño ilusorio, consumismo exacerbado, degradación ambiental, enfermedad sistémica y sufrimiento psíquico.
En lo que respecta particularmente a la educación, la clase propietaria no puede proponer cambios significativos más que acciones concretas para llenar los vacíos de oferta de trabajo provocados por las propias dinámicas geopolíticas, económicas, sociales y tecnocientíficas del capitalismo ultraneoliberal. Por no hablar de las propuestas amorales relacionadas con la privatización de la educación…
Analizando el “lado” de la clase obrera, las acciones tradicionales de carácter reactivo, aun cuando se concentran en la defensa de los intereses de los trabajadores formales, han mostrado una efectividad claramente decreciente como consecuencia del fortalecimiento de este movimiento ultraneoliberal. dinámica.
Aunque la participación de la clase obrera “no empleable” está creciendo, y a pesar del crecimiento de las iniciativas europeas dirigidas a crear cooperativas, la elaboración teórica (y en cierta medida la consecuencia) es aún muy escasa, las acciones para la implementación de alternativas productivas y modalidades de consumo.
Por el “lado” de la clase obrera, producto del mayor poder de sus sectores tradicionales que conservan cierta capacidad de organización y vocalización, no se ha apreciado la tendencia asociada al cooperativismo.
En el ámbito del conocimiento, la creciente asignación de recursos públicos a la I+D empresarial ha dificultado que las pequeñas actividades que se desarrollan en las instituciones docentes y de investigación tengan por objeto satisfacer los intereses de la clase trabajadora.
Aunque existe una percepción creciente entre quienes se ubican en estas instituciones de que la tecnociencia capitalista, desarrollada por y para la empresa, no es adecuada para el éxito de esos arreglos alternativos, y que es necesario rediseñarla en dirección a la “tecnociencia solidaria” , los intentos de cambiar sus agendas de enseñanza, investigación y extensión son insignificantes.
Menos significativas aún son las actividades de adaptación sociotécnica de la tecnociencia capitalista hacia la tecnociencia solidaria realizadas en conjunto con los trabajadores asociados a estos arreglos.
Termino este punto con un brevísimo análisis de la correlación de fuerzas que permite prospectar un futuro deseable e indagar en la posibilidad de gestación de un nuevo pacto.
Las contradicciones del capitalismo ultraneoliberal, el resurgimiento de la multipolaridad, la virtual imposibilidad de mantener el tipo de organización de la producción y el consumo que adopta, etc., y, en particular, las implicaciones que tiene el desarrollo tecnocientífico asociado al mismo. para la clase obrera, debilitar la capacidad propositiva de la clase propietaria.
Las manifestaciones obreras que surgen en muchos lugares contra los diferentes aspectos negativos y opresores del ultraneoliberalismo apuntan, aunque sea por negación, a la construcción de un escenario “más allá del capital”.
A medida que la clase obrera formule un nuevo proyecto social, la economía solidaria emergerá como su elemento central. Como representa más que una utopía por construir, una propuesta concreta de transformación de las relaciones sociales de producción basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción y la autogestión, se materializará a través de las políticas públicas necesarias para su expansión y consolidación. La reorientación de la política cognitiva, dada su importancia como política de medios –que viabiliza muchas otras políticas de fines– tendrá que concebirse previamente de acuerdo con los valores e intereses de la clase trabajadora.
Es en este proceso que emergerá una propuesta de educación de jóvenes y adultos que se adhiera al objetivo de consolidar la economía solidaria. Y será a partir de ahí que la clase obrera negocie un nuevo pacto por la educación con la clase propietaria.
Un poco de historia de la periferia Brasileño
Históricamente, en la periferia del capitalismo, el pacto en torno a la política cognitiva y, en particular, la educación, adquirió especificidades. La primera tiene que ver con la forma en que se conquistó el territorio, con la esclavización de los indígenas y la expropiación de sus tierras y, posteriormente, con la trata de esclavos.
Las relaciones sociales de producción, que, aunque capitalistas, se adaptaron a la actual división internacional del trabajo en beneficio de los conquistadores, estaban centradas en la explotación de la plusvalía absoluta. Fue así como la clase propietaria adquirió la costumbre que aún hoy tiene, pero que comenzó cuando lucraba estúpidamente produciendo a un costo bajísimo esas “rarezas” que vendía a precios internacionales a sus familiares “que se quedaron”. allí” y que anhelaba consumir.
Esas relaciones de producción típicamente capitalistas, basadas en la explotación de la plusvalía relativa que la innovación y el aumento de la productividad del trabajo posibilitaron en el centro del sistema, sólo aparecerán mucho más tarde (aunque sin sustituir a las basadas en la explotación de la plusvalía absoluta) .), cuando aquí se difunde el patrón de organización de la producción y el consumo de las empresas de los países centrales.
Por varias razones que no recordaré aquí, la formación socioeconómica periférica se caracteriza por una dependencia significativa de los países centrales. Nuestra dependencia cultural engendra un mercado interno imitativo. Su demanda tiende a hacer que la empresa aquí radicada produzca bienes y servicios (sobre todo industriales) muy similares a los que se fabrican en los países centrales.
El efecto conjunto de la dependencia cultural, la adopción de tecnología de los países centrales, la relativa escasez (o infrautilización) de la capacidad tecnocientífica existente, el poder económico y político y la superioridad tecnológica de las multinacionales y su penetración en el tejido productivo local, hace Económicamente, es irracional desarrollar conocimientos tecnocientíficos para producir algo que ya demanda el mercado interno imitativo y que ya está diseñado en otros lugares.
Lo que se observa, también por la muy inferior remuneración de la mano de obra existente en la periferia, es que la empresa que aquí opera, sea nacional o extranjera, asume un comportamiento innovador claramente reflexivo. Imitativo, vago y relativamente modesto, retroalimenta la tendencia primario-exportadora y rentista de nuestra clase propietaria. Al no necesitar innovar efectivamente, la empresa puede lucrar sin tener que preocuparse por “desviar” recursos públicos para que sus empleados (o trabajadores tercerizados) puedan “calificarse”.
El análisis de cómo estos aspectos socioeconómicos y políticos condicionan la educación de jóvenes y adultos pasa también por reconocer que nuestra política cognitiva, mucho más que en los países capitalistas avanzados, ha estado guiada por nuestra élite científica.
Ella es quien “dice” lo que debe aprender un niño que ingresa al jardín de infantes para aprobar el examen de ingreso a una universidad pública. Es lo que define, en última instancia y por defecto, por nuestra condición periférica que hace que otros actores tengan poca participación en la elaboración de esta política, las características de nuestra educación.
Las “antenas” de esta élite científica siempre han estado guiadas, y es natural que así sea, por lo que se hace en los países centrales donde los saberes que “adoran” tienen su origen en las instituciones que, como enclave, fueron – a imagen y semejanza – aquí creados.
Como consecuencia de la adopción de agendas de docencia, investigación y extensión desde allí, las demandas cognitivas (o tecnocientíficas) se incrustan en muchas de las necesidades colectivas de bienes y servicios, especialmente de la clase trabajadora que permanecen desatendidas, a pesar de su alta complejidad. y originalidad, permanecen inexplorados.
Concluyendo esta parte, es importante señalar que, al contrario de lo que sucedió en los países centrales, la efectividad del pacto educativo no resultó en una situación mínimamente favorable para la clase trabajadora. Por las características asumidas por nuestra formación social capitalista, el pacto aquí establecido no presentó ni siquiera los limitados beneficios allí logrados.
La constatación de que el débil “rendimiento” de nuestra educación, especialmente cuando se evalúa según los indicadores de los países centrales, es consecuencia de que, tal como es, corresponde a las necesidades cognitivas demandadas por la clase propietaria, me lleva a tomar prestada una de las frases lapidarias de Darcy Ribeiro: “La crisis de la educación en Brasil no es una crisis: es un proyecto”.
Preparando un nuevo pacto por la educación brasileña
Habiendo esbozado al final del apartado “La situación actual en los países centrales” las características del escenario deseable, el nuevo proyecto empresarial, el papel que asumirá la economía solidaria dentro del mismo y cómo, a partir de su puesta en marcha, se generará una propuesta a negociar con la clase propietaria para el establecimiento de un nuevo pacto, menciono ahora algunos aspectos más de nuestra realidad. A pesar de la importancia de hacerlo, ya que así se pueden concebir las acciones, lo hago de una manera muy sintética ya que he escrito mucho al respecto en los medios de izquierda.
En cuanto a los aspectos socioeconómicos y políticos que entiendo simplemente como condicionantes de la evolución que tendrá el pacto, en el escenario brasileño están presentes dos estrategias que, aunque no excluyentes, delimitan cursos de acción muy diferentes en términos, entre otros, de desarrollo cognitivo. política.
Por un lado, está la estrategia de “empleo y salario” basada en estimular la actividad empresarial para generar crecimiento económico. Muy en línea con el nacional-desarrollismo que durante décadas orientó nuestra política pública, y a pesar de haber tenido un relativo éxito hace 20 años, se considera cada vez más insuficiente para combatir el legado de iniquidad, injusticia y degradación ambiental que dejó el actual gobierno.
Inspirándose en las experiencias de la “revolución industrial” y el potencial para generar desarrollo en la economía solidaria, cobra fuerza la estrategia de “trabajo y renta”. Sin pretender exclusividad y entendiendo que la correlación de fuerzas mantendrá el privilegio de la “reindustrialización empresarial” y la captura privada del poder adquisitivo del Estado, sus partidarios destacan la conveniencia de complementar, a través de la propuesta de “reindustrialización solidaria”, la estrategia de “ empleo y salario”.
Entre sus argumentos, señalan que de los 180 millones de brasileños y brasileñas en edad de trabajar que componen nuestra clase obrera, sólo 30 tienen contrato formal”; y que hay 80 que nunca han tenido y probablemente nunca tendrán trabajo.
Y llaman la atención sobre la experiencia histórica internacional de gobiernos de izquierda que no lograron implementar sus políticas socializadoras. La dedicación de estos gobiernos a hacer funcionar el estado y la economía capitalistas para obtener recursos para pagar la reorientación de la política habría sido una de las causas históricas de su fracaso.
Para evitar que las políticas sociales se conviertan en rehenes del buen funcionamiento del capitalismo y reconstruir la democracia, dicen, de manera similar a lo que ha venido ocurriendo en el Norte, es necesaria otra gobernanza que fomente arreglos productivos y de consumo basados en la propiedad colectiva. de los medios de producción, la solidaridad y la autogestión.
Partiendo de la constatación de que la desindustrialización era una opción para nuestra clase propietaria, que no le interesa nuestro potencial de conocimiento tecnocientífico público, y que su vía de inserción en el mercado global implica privilegios desmesurados, la estrategia “de trabajo y renta ” y la propuesta de “reindustrialización solidaria” implican una reorientación radical de la política cognitiva.
Para ello, a fin de posibilitar la satisfacción de aquellas demandas cognitivas incrustadas en necesidades materiales insatisfechas, propone que la elaboración de la política cognitiva incorpore, además de la élite científica, un actor hasta ahora poco escuchado. Este actor, los trabajadores del conocimiento, que trabajan en la docencia, la investigación, la planificación y la gestión de la política cognitiva es el que sostiene nuestro importante y creciente potencial tecnocientífico.
Es efectivamente responsable de su funcionamiento. Esto se debe a que, por un lado, es la mejor manera de representar el interés público ante el gobierno y otros actores involucrados en la política cognitiva. Y, por otro lado, qué mejor manera de identificar esas necesidades materiales colectivas, decodificarlas como demandas tecnocientíficas (muchas de ellas de evidente originalidad y alta complejidad), y “llevarlas” al ámbito donde se desarrollan las agendas docentes, investigadoras. definición y extensión de nuestras instituciones.
En conclusión, sólo queda decir que se marca el camino que me parece más adecuado. Se dan las condiciones para que sea pisoteado inmediatamente. Entre ellos, llamo la atención sobre una convergencia auspiciosa. Muchos de esos trabajadores y trabajadoras del conocimiento defienden la estrategia del “trabajo por la renta” y la propuesta de la “reindustrialización solidaria”. Y también argumentan que la política cognitiva está sólidamente ligada a los intereses y valores de la clase trabajadora.
Todo ello implica que, de manera inmediata, la Educación de Jóvenes y Adultos y, cada vez más, la educación en su conjunto, debe estar enfocada a atender las demandas cognitivas de la economía solidaria. Su capacidad de acumulación de fuerzas políticas es alta y, muy importante en lo inmediato, para garantizar la gobernabilidad del actual gobierno. Es a partir del potencial de conocimiento que poseen sus integrantes que la superación del analfabetismo funcional impulsará a la clase obrera a concebir un nuevo pacto.
*Renato Dagnino Es profesor del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Tecnociencia solidaria, un manual estratégico (luchas contra el capital).
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