por ELEUTÉRIO FS PRADO*
¿Qué se está desarrollando en la economía mundial después de las crisis de 2008 (burbuja inmobiliaria), 2020 (pandemia) y 2022 (guerra de Ucrania)?
La apertura de este artículo es una traducción directa de La economía posglobal, título general de un conjunto de artículos sobre el futuro del capitalismo, publicado en el portal Proyecto Syndicate, el 18 de agosto de 2022. Lo que aquí se presenta es una crítica a parte de estos escritos, todos ellos de economistas de sistemas. Además de mostrar que apelan a un optimismo injustificado, también queremos mostrar otra perspectiva sobre este tema.
¿Qué se está desarrollando en la economía capitalista mundial después de las crisis de 2008 (burbuja inmobiliaria en los EE. UU.) y 2020 (nueva pandemia de coronavirus) y 2022 (guerra de Ucrania)? – aquí está el gran signo de interrogación. Se sabe que, con la reversión parcial del impulso globalizador, se está gestando un importante cambio geopolítico; también se sabe que hay una mutación en la forma de producir debido a una decisiva profundización de la informatización del sistema económico; también se sabe que las corrientes políticas neofascistas están creciendo en muchos países, de forma espontánea, no coordinada. ¿Qué le depara el futuro a la humanidad frente a cambios tan conservadores en el modo de producción capitalista, que sigue siendo en gran medida hegemónico?
Como se ha argumentado en otros textos, el capitalismo ya ha entrado en su ocaso. Se pueden enumerar varias contradicciones estructurales para fundamentar y justificar esta tesis, que todavía es inusual.[i] La socialización del capital a través de lo que comúnmente se denomina dominación financiera ha sido subsidiada por una transformación en la propia producción de mercancías que se ha entendido con el nombre de capitalismo de plataforma.[ii] Como resultado, los ingresos y la riqueza se han concentrado cada vez más, mientras que, por otro lado, las tasas de ganancia, inversión y crecimiento han tendido a disminuir.
Estancamiento económico con concentración de la riqueza y de la renta: este es el principal indicio que apunta al carácter definitivo de la crisis estructural del capitalismo. Todo esto –y este indicio en particular– ha sido ignorado por los economistas de sistemas que ven –sin afirmarlo explícitamente– el capitalismo como el fin de la historia. Aquí está, por ejemplo, cómo la gestión del portal Proyecto Syndicate presenta el problema que anima los textos allí: “Una sucesión de shocks durante la última década y media revirtió significativamente la tendencia económica internacional dominante de toda la era posterior a la Guerra Fría. Pero incluso si se han exagerado los informes sobre la muerte de la globalización, las continuas interrupciones en las redes comerciales y de producción presentan grandes dolores de cabeza para los gobiernos y las empresas de todo el mundo”.
Dos artículos se destacan de un conjunto de seis y son bastante optimistas al caracterizar el futuro; los otros cuatro abordan cuestiones colaterales. Uno de ellos, escrito por André Velasco, profesor de la London School of Economics, cree que nacerá una globalización mitigada, a la vez que más sostenible y más duradera. El otro, Dani Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard, cree que se está formando un nuevo consenso en torno a lo que él llama “productivismo”.
Según este supuesto “consenso”, los países volverán a cuidar su propia economía real en detrimento del énfasis en las finanzas: “trabajo y localismo en lugar de financiarización, consumismo en lugar de globalismo” – dice, sin sonrojarse y con una mirada buena dosis de emoción – posiblemente. El primero augura la continuación del neoliberalismo en las próximas décadas del siglo XXI y el segundo cree en el surgimiento de un nuevo keynesianismo.
Como es sabido, existe una extrema concentración de poder en el mundo: EEUU y sus socios de la OTAN centralizan un impresionante conjunto de fuerzas productivas, financieras, militares, etc. sin precedentes en la historia. Ahora bien, esta hegemonía no impide la extroversión de las contradicciones que subsisten en la estructura de las relaciones entre las naciones.
Hoy se perfila claramente la formación de dos bloques antagónicos, que de ahora en adelante no sólo estarán en competencia económica, sino también en guerra fría y hasta caliente entre sí. He aquí, una tendencia hacia la unificación económica del mundo en su conjunto está siendo reemplazada por otra configuración geopolítica mucho más peligrosa. Además del bloque nucleado por EE.UU., otro está en proceso de constitución a través de la unión entre China y Rusia, con posible adhesión de otros países.
A pesar del hedor de este conflicto, que amenaza la existencia misma de la humanidad –la guerra atómica vuelve a ser posible–, los dos economistas ortodoxos mencionados prefieren que sus escritos exhalen el perfume de una esperanza imaginaria. Pero, al fin y al cabo, ¿qué argumentos añaden para sustentar sus posiciones que hablan del advenimiento de una globalización mejor que la que ahora está en proceso de reversión? Se puede apreciar que no solo ignoran el conflicto geopolítico, sino también la crisis ambiental que azota a la humanidad, así como el gran estancamiento que viene socavando el dinamismo tradicional del capitalismo desde 1987.
Andrés Velasco cree que “no se producirá una escalada mundial de aranceles y cuotas, por la sencilla razón de que los votantes no quieren que suceda”. Al hacer esta tonta afirmación, está pensando en el período entre 1914 y 1945, entre las dos primeras olas de globalización, cuando el proteccionismo generalizado produjo una disminución en el volumen total del comercio mundial. Pero, sobre todo, ignora los imperativos estructurales y dinámicos del modo de producción capitalista que a veces, a pesar de las intenciones de los agentes, conducen a la expansión y, a veces, a la contracción ya la crisis.
Para este autor, aún queda lejos una nueva edad de oro en un tiempo que seguirá siendo historia: “tres grandes cambios están a punto de ocurrir en el comercio mundial y ninguno de ellos implica la desglobalización”: el primero sería una rápida reconfiguración de las cadenas de suministro oferta mundial; el segundo sería un cambio del comercio de mercancías al comercio de servicios, que se beneficiaría de las redes informáticas mundiales intrínsecamente expansivas para la comunicación y la información; el tercero sería político, ya que las transformaciones en curso moldean adecuadamente el interés y la acción de gobiernos que supuestamente tienden a guiarse por la racionalidad.
Dani Rodrik, por su parte, asume ahora, en el escenario económico de los economistas del sistema, el papel del hidalgo burgués (un oxímoron), es decir, de Mr. Jourdan, figura central de la famosa comedia-bale de Molière. Porque, aunque es un economista turco y periférico, se esfuerza por aparecer como un economista liberal en el centro del sistema. Y, en ese sentido, busca mantener un sello distintivo en la constelación de los ortodoxos: es decir, propone que el capitalismo necesita convertirse en un sistema humanista que proporcione el bien común y el bien privado de todos.
Es interesante citarlo aquí más extensamente: “Hoy estamos en medio de una transición que nos aleja del neoliberalismo; sin embargo, lo que lo reemplazará aún es muy incierto. La ausencia de un nuevo paradigma solidificado no es necesariamente mala. No necesitamos otra ortodoxia más que ofrezca soluciones simples y planes preparados para países y regiones con diferentes circunstancias y necesidades. La política económica debe guiarse por una visión alentadora. La historia sugiere que el vacío dejado por el neoliberalismo pronto será llenado por un nuevo paradigma que eventualmente necesitará el apoyo de todo el espectro político. Tal resultado puede parecer imposible dada la polarización política actual. De hecho, ya hay signos de convergencia”.
Él llama a este nuevo paradigma “productivismo”. Al contrario de lo que sucedió en los últimos cuatrocientos años, ahora el capitalismo -según él- se preocupará por la difusión de oportunidades económicas para todas las regiones del planeta y para todos los segmentos de la fuerza de trabajo. En lugar del sabotaje a la democracia que realiza el neoliberalismo, el productivismo le dará un papel muy significativo a las propuestas que vengan de la sociedad civil. No estará orientado por el mercado ni por las grandes corporaciones ni por las finanzas, sino por las comunidades locales, es decir, por la voz del pueblo. Privilegiará así el bien común y, en particular, la democracia.
Bueno, el futuro acepta cualquier opinión, incluso si se caracteriza por la falta de realismo, es decir, en realidad, por las fantasías lubricantes. Se sabe que los mitos surgen en la mente de quienes se sienten frustrados por cómo van las cosas. Como es bien sabido, al optimismo de los economistas del sistema puede oponerse actualmente un pesimismo radical: lo que el futuro presenta ahora para el devenir de la historia humana sobre la faz de la tierra sería –simple y definitivamente– la extinción. Aquí, para no caer en el quietismo, nos apegaremos a la perspectiva que anuncia un libro en preparación de Alex Callinicos, cuyo título resume su tesis principal: la humanidad está entrando en “una nueva era de catástrofe”. Es urgente cambiar el rumbo de las cosas.
Como es bastante obvio, se inspira en Eric Hobsbawm, el gran historiador del capitalismo, que caracterizó el período comprendido entre 1914 y 1945 como una era calamitosa. En esos treinta años hubo dos guerras mundiales y fueron intercaladas por la gran depresión de la década de 1930, que comenzó con la gran crisis de 1929; En medio de esta nefasta situación se produjo el ascenso y derrota del fascismo y el nazismo, así como las revoluciones rusa y china que sacudieron al mundo, sin poder evitar el posterior retorno del capitalismo en estas dos grandes naciones.
Según Alex Callinicos, la situación actual se caracteriza por una crisis multidimensional que se manifiesta, simultáneamente, como una crisis ecológica, una depresión económica, una crisis política y, finalmente, un desajuste geopolítico: “La crisis ecológica se manifiesta en el creciente desmoronamiento de la dinámica del equilibrio entre la evolución de la civilización humana guiada por el modo de producción capitalista y las condiciones ambientales que la sustentan. Una lista indicativa de esta ruptura se relaciona con el cambio climático provocado por el uso de energías fósiles, la llegada de pandemias como la del nuevo coronavirus, la acidificación y contaminación de los océanos, la destrucción de los últimos bosques, etc.”.
Michael Roberts caracterizó la calamidad económica en sí como una "larga depresión". Después de la época dorada del capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial, la década de los setenta del siglo pasado vio diez años turbulentos debido a una caída dramática de la tasa de ganancia y los choques petroleros; luego de la recuperación neoliberal entre 1982 y 1997, la economía mundial vio caer nuevamente, progresivamente, las tasas de ganancia; también ha visto cómo las tasas de crecimiento se desplomaban década tras década. Además, ha vivido varias crisis, entre las que cabe mencionar la crisis inmobiliaria de 1990 en Japón y la de 2008 en Estados Unidos. Ahora se ve claramente el agotamiento de las políticas económicas neoliberales, que por el momento no quieren desaparecer -he aquí, no parece haber una alternativa viable desde el punto de vista de la rentabilidad y la acumulación de capital.
En el plano geopolítico, son evidentes la creciente rivalidad entre los Estados Unidos de América y sus aliados y la reciente alianza defensiva entre China y Rusia. Ahora bien, la situación tendiente al caos no se manifiesta sólo en la tensión de las relaciones económicas, sino que también puede alcanzar y de hecho ya alcanzó el nivel militar. La guerra de Ucrania, en la que indirectamente se enfrentan las dos mayores potencias nucleares, las escaramuzas por la isla de Taiwán, el estado de guerra permanente en Oriente Medio, todo ello atestigua e ilustra una ruptura en la interacción entre naciones de un mundo que había atravesado un intenso proceso de globalización en las últimas décadas.
Finalmente, en el plano político, el mundo ahora es testigo de un nuevo ascenso de la ultraderecha, el neoliberalismo extremo y el neofascismo, en muchos países simultáneamente. Como resultado, puede verse que los desórdenes producidos por la crisis contemporánea del capitalismo han sido mejor aprovechados por las fuerzas conservadoras que por las fuerzas radicales de izquierda. Los primeros quieren mantener el desastroso legado histórico a toda costa y mediante la violencia si es necesario, los segundos buscan una transformación, menos ahora a través de la insurrección revolucionaria que una transformación radical guiada por el socialismo democrático.
Como se ha argumentado en otros posts basados en las tesis de Murray Smith,[iii] uno está en presencia del crepúsculo del capitalismo. He aquí, se agudizan diversas contradicciones en las dimensiones económica, geopolítica, ecológica, que marcan la etapa terminal del desarrollo capitalista. Las discusiones en torno a lo que se ha denominado tecnofeudalismo denotan que está en marcha un cambio radical en la forma de producir, que compite con el decisivo proceso de socialización del capital que se ha denominado financiarización o dominación financiera.
Todo esto sin duda será destacado por Alex Callinicos en su nuevo libro. En todo caso, el futuro de la humanidad bajo el modo de producción capitalista no se presenta en el momento histórico presente, siendo realista, “risible y franco”. No hay, sin embargo, nada que celebrar en el curso actual de los procesos sociales, que ya ha sido caracterizado como “la gran locura”.[iv]
* Eleutério FS Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP. Autor, entre otros libros, de De la lógica de la crítica de la economía política (ed. luchas contra el capital).
Notas
[i] Véase Prado, Eleutério FS - Dominio financiero en el ocaso del capitalismo. la tierra es redonda, publicado el 16/08/2022.
[ii] Ver Prado, Eleuterio FS – Sobre el tecnofeudalismo. la tierra es redonda, publicado el 04/04/2021.
[iii] Smith, Murray EG – Leviatán invisible – La ley del valor de Marx en el crepúsculo del capitalismo. Chicago: Libros de Haymarket, 2018.
[iv] Ghosh, Amitav- La gran locura: el cambio climático y lo impensable. São Paulo: Quina, 2022.
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