por BRUNO BIASETTO*
Los 100 días de Biden muestran que fue capaz de leer correctamente los acontecimientos que han asolado la economía estadounidense desde 2008
Desde la crisis de 2008, la economía estadounidense ha tenido un desempeño que puede considerarse muy positivo. El desempleo ha estado por debajo del 5% la mayor parte del tiempo, a excepción del primer semestre de 2020. La economía estadounidense en los años previos a la pandemia tiene un crecimiento promedio del 3%, el más alto entre los países desarrollados, según datos de EE.UU. Bureau of Economic Analysis (BEA), a partir de 2021. El país aún cuenta con un fuerte sector de tecnología y servicios, además de su tradicional presencia en el mundo financiero.
Detrás de esta fortaleza, sin embargo, hay grandes desafíos que esperan al gobierno de Biden. En los primeros 100 días de gobierno, Joe Biden tuvo un gran énfasis en los temas económicos. El desarrollo económico estadounidense afecta directamente la seguridad, la diplomacia y los problemas de salud. Los primeros indicios del gobierno de Biden son muy interesantes y apuntan a que se está poniendo en práctica una estrategia disruptiva. El énfasis en infraestructura y tecnología verde contenido en el ambicioso plan de estímulo económico de $1,9 billones es prometedor.
Por lo tanto, para comprender cómo funcionará esta compleja planificación, este artículo se dividirá en dos secciones. En la primera parte se abordarán los problemas que dejaron abiertas las administraciones de Barack Obama y Donald Trump. El lunes se analizará la planificación económica de Biden.
Una brecha cada vez mayor: la economía estadounidense en los años de Obama y Trump
La crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008 puso en jaque la credibilidad de la economía estadounidense. El hecho de que se evitara el derrumbe del capitalismo hizo que la opinión pública y el mundo académico olvidaran la importancia de esta crisis y cómo sus consecuencias aún afectan a la economía global. La principal consecuencia de la crisis de 2008 fue el aumento de la desigualdad de ingresos en Estados Unidos, ni Obama ni Trump lograron lidiar con este problema.
El impacto directo de esto fue el crecimiento de las muertes por sobredosis, el fortalecimiento del populismo y la destrucción definitiva de la vida económica de los antiguos centros industriales (Stanford, 2021). Desde la década de 1980, la economía estadounidense ha presentado dos realidades muy diferentes. Por un lado, la nueva economía ligada a los sectores de tecnología y finanzas se está desarrollando de manera impresionante. En contraste, las ciudades tradicionales del interior se han empobrecido dramáticamente desde 2008. Millones de trabajadores se han encontrado sin posibilidades de un nuevo trabajo, ya que la nueva economía no necesita el tipo de conocimiento que han acumulado durante toda su vida. La recuperación económica observada durante la administración Obama estuvo marcada por el aumento de la desigualdad entre estos dos grupos.
La nueva economía generó prosperidad y una auge en el sector servicios en ciudades como San Francisco y Nueva York. Mientras tanto, los trabajadores de las regiones industriales en decadencia de Michigan y Wisconsin intercambiaban antiguos empleos manufactureros bien remunerados por empleos mal remunerados en un sector de servicios en gran medida empobrecido. Es importante recalcar que, en Estados Unidos, el apoyo a los trabajadores desempleados es menor que en otros países desarrollados (Morabito, 2020). Además, los programas de capacitación y reinserción al mundo del trabajo recibieron poca atención por parte de las autoridades.
Trump supo muy bien leer este escenario y aprovechar la revuelta de estos trabajadores con la disminución de su nivel de vida, mientras que Obama y los demócratas se concentraron en el éxito de la nueva economía. Precisamente por eso, Trump afirmó que Obama había fracasado en la economía, a pesar de su buena gestión en el manejo de la crisis de 2008. Obama entregó un país con pleno empleo, poder adquisitivo y baja inflación.
Trump apeló, sin embargo, a los trabajadores que lo perdieron todo después de 2008. Esta estrategia jugó un papel importante en la victoria republicana en 2016, combinada con otros factores coyunturales de ese ciclo electoral. Al asumir la Presidencia en 2017, Trump prometió el regreso de las industrias a EE.UU. Afirmó que esto sería posible a través de una guerra comercial con China. La promesa de Trump fue algo que no encontró eco en la realidad, ya que la presión comercial ejercida sobre China y otros países asiáticos no sería lo suficientemente fuerte como para revertir la lógica de la globalización.
Las fábricas siguieron en Asia, y Trump tuvo que cambiar de enfoque. Al implementar un recorte de impuestos en un período de plena expansión económica, Trump ha acelerado aún más el ritmo del crecimiento económico estadounidense. El recorte de impuestos, el octavo más grande en la historia de Estados Unidos, tuvo el beneficio de elevar los salarios de los sectores más sufridos de la población, debido al aumento de la actividad económica que generó esta medida. Sin embargo, la mayoría de los beneficios fiscales se otorgaron al 1% más rico de la población, además de aumentar la deuda pública estadounidense (Gale, 2020). En resumen, Trump optó por acelerar el crecimiento económico durante su mandato a expensas de las consecuencias para el futuro.
El puente: la construcción de la economía estadounidense en la pospandemia
Joe Biden no tiene el carisma de Kennedy o Reagan, pero el actual presidente estadounidense es un gran observador y un hábil gestor de personas. Su estilo discreto y su experiencia son cambios bienvenidos con respecto a lo que se vio en su mandato anterior. En lo que respecta a la economía, Biden está más en el centro y puede considerarse un liberal moderado. El actual presidente sabe que fue electo con el apoyo de la clase media urbana y los socialistas del partido. De esta manera, Biden necesita combinar sus instintos liberales con las demandas de la base demócrata y las necesidades del país.
En sus primeros 100 días en el cargo, Biden sorprendió a la mayoría de los analistas. Sus acciones en el campo económico fueron más audaces que cualquier medida implementada por Obama, o por Trump. Biden supo hacer una lectura adecuada de lo que involucra el contexto económico estadounidense y cómo afecta la política del país. La reconstrucción pospandemia es una oportunidad única para implementar programas ambiciosos que sean capaces de reinsertar en el mercado laboral a los trabajadores repudiados por la nueva economía. El tamaño del paquete de estímulo económico de 1,9 billones de dólares refleja la ambición de Biden. El actual presidente entiende que los paquetes de ayuda anteriores, el de Obama (2009) y el de Trump (2020), solo abordaron problemas coyunturales. En 2009, Obama quería abordar cuestiones estructurales en la política estadounidense, pero el paquete de $700 mil millones fue insuficiente para abordar estas demandas y no hubo suficiente apoyo en el Congreso para hacerlo.
En 2021, existe una conciencia entre los demócratas de que el país vive un momento único para la implementación de medidas económicas más amplias, con el Estado como buque insignia de este proceso (Edelberg, 2021). La principal virtud de la planificación de Biden radica en que reconoce que la reinserción de las regiones menos productivas de la economía estadounidense se dará a través de una fuerte alianza público-privada. Biden trae al Estado como socio del sector privado en grandes proyectos. Esta combinación de fuerzas fue vital en momentos clave de la historia económica de los Estados Unidos: desde la construcción del Canal Erie, en 1825, hasta la alianza entre la NASA y Tesla para construir Space X.
El éxito del gobierno federal en la conducción del proceso de investigación y distribución de vacunas para combatir el covid-19, otra alianza público-privada, trajo de vuelta la idea de que el Estado tiene un papel importante en este momento de crisis. El estímulo económico de Biden demuestra cómo las demandas sociales y la economía van de la mano en la pospandemia. Alrededor del 25% del estímulo son cheques de hasta US$2.000 para la población, así como la ampliación del seguro de desempleo. Además, otro 25% del paquete se destinará a proyectos de infraestructura. Biden también está elaborando un paquete separado solo de infraestructura centrado en la construcción de carreteras, puertos y aeropuertos. Contrariamente a las apariencias, Estados Unidos tiene una red de carreteras y una estructura aérea muy anticuadas, especialmente si se compara con otros países desarrollados (McBride, 2021).
Y, tan importante como los propios proyectos, es el enfoque en proyectos que fomentan tecnologías ecológicamente sostenibles. La preservación del medio ambiente no es un obstáculo para la economía, es el motor del desarrollo en el siglo XXI. Para supervisar el desarrollo de su programa para la economía, Biden tiene a Janet Yellen al frente de la Secretaría del Tesoro. Yellen está preparada para el cargo, habiendo sido presidenta del Banco Central Americano (FED, por sus siglas en inglés) entre 2014 y 2018, además de haber tenido una destacada carrera académica.
Sin embargo, existe la preocupación entre varios economistas de que una inyección de recursos de este tamaño a la economía pueda generar un aumento de la inflación (Summers, 2021). Esta es una preocupación justificada, ya que es difícil predecir cuál será el impacto real de esta medida sobre el ciclo inflacionario. Otro aspecto a ponderar es el tema fiscal, ya que la deuda pública de Estados Unidos ha venido aumentando fuertemente desde 2001. Mientras las tasas de interés se mantengan bajas, como ahora, esto no será un problema. Sin embargo, tasas de interés futuras más altas como consecuencia de un probable aumento inflacionario pueden afectar directamente este cálculo.
En última instancia, el esfuerzo de Biden por ser audaz vale el riesgo inherente a sus medidas. Sólo con un programa económico ambicioso se pueden reducir las marcadas diferencias entre las economías regionales. El éxito de este plan es vital para que el llamado Rust Belt y sus trabajadores se reintegren a la nueva economía global. Los 100 días de Biden muestran que fue capaz de interpretar correctamente los acontecimientos que han afectado a la economía estadounidense desde 2008. Queda por ver si las ideas funcionarán según lo planeado.
*Bruno Biasetto es investigadora postdoctoral en el Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad de York (Canadá). autor de la era de triunfo (Editoriales).
Publicado originalmente en Estudios y análisis de la situación No. 17 de junio de 2021, de Observatorio Político de EE. UU..