¿La economía favorece la reelección?

Imagen: Paulinho Fluxuz_
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por PAULO NOGUEIRA BATISTA JR.*

La barbarie sí tiene posibilidades de volver a ganar en las elecciones presidenciales

Hace poco más de un mes publiqué aquí un artículo con un título dramático: “¡Es hora de ir a por la yugular!”. Argumenté que Bolsonaro está pasando por su peor momento, pero puede recuperarse y presentarse a la reelección con muchas posibilidades. Y que es necesario, por tanto, derrocarlo ahora, en su fase más débil. Desde que se publicó el artículo, las posibilidades de recuperación del gobierno se han hecho más evidentes. Ya no veo a casi nadie que se atreva a decir, como decían muchos, que el presidente ni siquiera llegará a la segunda vuelta de las elecciones del próximo año.

Eso es una pena, por supuesto, pero tenemos que ser realistas. Quiero retomar la discusión de hoy, centrándome en los aspectos económicos, sin repetir los argumentos del artículo anterior.

La recuperación de la economía brasileña

Se está acumulando evidencia de que la economía está cobrando impulso, a pesar de la segunda ola de la epidemia. Esto resulta de una combinación de factores. Del exterior viene el aumento de la demanda externa de exportaciones brasileñas, liderado por el rápido crecimiento de las dos mayores economías del mundo, Estados Unidos y, sobre todo, China. Ligado a esto, y especialmente a la expansión china, tenemos un ciclo de precios altos de commodities exportados por Brasil y, como resultado, una mejora pronunciada en nuestros términos de intercambio. El real depreciado también contribuye al aumento de las exportaciones.

Internamente, los indicios son que, con gran costo y sufrimiento, empresas y particulares –otro ejemplo más de la creatividad que caracteriza a los brasileños– se han adaptado a la pandemia, lo que también favorece una cierta recomposición de la actividad económica. Además, y a pesar del reciente aumento de la tasa de interés básica que maneja el Banco Central, la actividad parece responder, con rezago, a la disminución de las tasas de interés iniciada a mediados de 2019. En cuanto a la política fiscal, parece probable que acabará siendo, en la práctica, mucho menos restrictivo de lo que había anunciado o querido el equipo económico del gobierno. Incluso puede haber expansión fiscal en la segunda mitad del año. Y no se debe descartar que una evaluación posteriormente de la política fiscal, basada por ejemplo en la variación del déficit primario ajustado para excluir los efectos cíclicos, indicará neutralidad o incluso cierto impulso en 2021. Por estas razones y otras, hubo una reevaluación general a favor de las previsiones de crecimiento del PIB este año. Ya hay quienes proyectan un 5% o más.

Observo, de paso, que ese crecimiento no tiene nada que ver con las reformas estructurales cantadas en prosa y verso por el mercado, los medios corporativos y el ministro Paulo Guedes. No solo porque han avanzado relativamente poco (y también porque el gobierno y el Congreso las han formulado de manera muy cuestionable, por decir lo menos), sino también porque muchas de ellas tienen un dudoso impacto en términos de reactivación. Por ejemplo, el “efecto confianza” sobre la inversión privada, a través de una disminución de las tasas de interés de largo plazo, es incierto y, en el mejor de los casos, pequeño, y puede ser neutralizado por efectos contractivos sobre la demanda de algunas de estas reformas.

La recuperación no es espectacular

Soy muy consciente, lector, de que la recuperación en curso está lejos de ser espectacular. Se enfoca, por el momento, en el sector primario exportador (agricultura y extracción de minerales). La industria y los servicios siguen siendo débiles. La economía acaba de regresar a su nivel anterior a la pandemia, que era, recuerden, un nivel deprimido después de seis años de recesión o crecimiento mediocre. Gran parte del crecimiento del PIB en 2021 (año calendario tras año calendario) se deriva de un legado estadístico, y el crecimiento durante el año será mucho más bajo de lo que sugiere la tasa interanual. Las proyecciones para el PIB en 2022 aún son modestas: alrededor del 2% al 2,5%, según una encuesta semanal del Banco Central.

Se puede cuestionar si resultados como estos realmente ayudarán al gobierno desde un punto de vista político. Tanto más cuanto que, y este punto es crucial, el mercado laboral sigue siendo desastroso. El desempleo alcanzó niveles récord y los salarios reales sufren por ello y por el efecto corrosivo de la alta inflación, provocada por choques de oferta (tipo de cambio, materias primas, electricidad). Tampoco se puede descartar que se presenten nuevos choques adversos con efectos sobre el PIB, el empleo y/o la inflación. Por ejemplo, un apagón en el suministro eléctrico. O una tercera ola destructiva de la pandemia.

El oponente tiene munición económica.

A pesar de ello, creo que es más realista admitir que el panorama económico general evolucionará positivamente hasta las elecciones de 2022, favoreciendo la reelección del presidente. Con la salvedad de que los pronósticos en la economía siempre están sujetos a lluvias y tormentas eléctricas, yo diría que la inflación debería ceder, la expansión de la actividad económica probablemente debería continuar e incluso puede ganar impulso, proporcionando, con cierto retraso, la recuperación del empleo.

Un factor fundamental es el avance de la vacunación, aunque con un retraso verdaderamente criminal. Otro –menos comentado–, la expansión del gasto público de aquí a las elecciones.

Lectores, no quiero sembrar el desánimo, pero creo que es necesario reconocer que el gobierno tendrá municiones para promover una política fiscal relativamente flexible y, en particular, la expansión significativa del programa Bolsa Família, con un fuerte impulso electoral. impacto. Esta es una de las razones, como indiqué anteriormente, para revisar al alza las proyecciones de crecimiento del PIB. La declaración puede sorprender, ya que va en contra del discurso dominante en Brasil, incluido el del equipo económico del gobierno, que “Brasil está en quiebra”, “El Estado ha quebrado”, “necesitamos consolidación fiscal urgente”, etc. . Resulta que este alarmismo nunca estuvo bien fundado, como yo y otros economistas hemos explicado repetidamente en los últimos años.

Hay un factor específico que ayuda al gobierno. El tope constitucional de gasto se reajusta en términos nominales, cada año, por la inflación acumulada en doce meses hasta junio del año anterior. El techo para 2022 se corregirá con la inflación en su punto máximo. ¿Cómo utilizará el gobierno este espacio? Pregunta ingenua, por supuesto. El ministro Paulo Guedes viene dando la pista en reiteradas declaraciones. Dijo, por ejemplo, que el PT mereció ganar cuatro elecciones porque creó Bolsa Família. También dijo que admite extender la ayuda de emergencia por unos meses más como puente hacia una nueva y ampliada Bolsa Família. Imagínese, lector, el impacto político de un programa de transferencia de ingresos impulsado, ¡y quizás renombrado para que Bolsonaro pueda llamarlo propio!

Si hay dificultades con el techo de gasto o algún otro obstáculo legal, ¿alguien duda de que se encontrará la manera de sortearlas? En la pugna entre la lucha por la reelección y los posibles escrúpulos fiscales del equipo económico o del mercado financiero, ¿quién ganará?

Un llamamiento al lector

Por estas y varias otras razones, también de carácter no económico y no abordadas en este artículo, hay que admitir que la barbarie sí tiene posibilidades de volver a ganar en las elecciones presidenciales. Con razón he estado diciendo y repitiendo: ¡es hora de ir a por la yugular!

Suponiendo que no se pierda ningún Bolsominion en esta columna, ¿puedo terminar con una petición a mi querido lector o lectora? ¡Excepto por razones realmente extraordinarias, asegúrese de hacer su parte y asistir a la manifestación del 19 de junio y las que seguirán! Este no es el momento para la pereza y la cobardía mezquina. No es el momento de quedarse en casa, angustiados, protestando en las redes sociales o lloriqueando con amigos y familiares. Toma todas las precauciones sanitarias y asiste.

Y viste de negro en señal de luto por las casi 500 víctimas del Covid-19. Negro, no rojo. Las manifestaciones –y creo que los líderes lo saben– deben ser amplias, trascender la izquierda e incluir a todos los que se oponen a la barbarie.

*Paulo Nogueira Batista Jr. ocupa la Cátedra Celso Furtado de la Facultad de Altos Estudios de la UFRJ. Fhola vicepresidente del Nuevo Banco de Desarrollo, establecido por los BRICS en Shanghai. Autor, entre otros libros, de Brasil no cabe en el patio trasero de nadie: backstage de la vida de un economista brasileño en el FMI y los BRICS y otros textos sobre el nacionalismo y nuestro complejo mestizo (Le Ya).

Versión extendida del artículo publicado en la revista Carta Capital, el 11 de junio de 2021.

 

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