La economía de los dilemas existenciales

Imagen: Tablero de Tim
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por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*

El molino satánico oprime y deshumaniza a los individuos, transformándolos en meros instrumentos para la producción y consumo de bienes.

1.

La economía tiene un impacto directo y absoluto en nuestros dilemas existenciales. La búsqueda de significado y propósito en nuestras vidas a menudo entra en conflicto con las presiones económicas que enfrentamos (necesidad de trabajar, necesidad de pertenencia, éxito financiero, estado, mantenernos a nosotros mismos y a nuestras familias, etc.). De modo que la relación entre economía y ser (social), dada la brevedad temporal de la vida (con todas sus implicaciones en la relación entre lo individual y lo colectivo), la aterradora “insoportable levedad” del principio de incertidumbre, así como nuestra inherente racionalidad limitada, parece plantear un dilema existencial primordial.

2.

El surgimiento y expansión del capitalismo, entre los siglos XVI y XVIII, trajo consigo una serie de dilemas existenciales que afectaron profundamente a la sociedad de entonces y después. El trabajo, por ejemplo, pasó a ser visto como una mercancía como cualquier otra. Esta visión generó una sociedad en la que el trabajo se valoraba por encima de todas las demás actividades (pero sólo como productor de bienes a través del capital), y donde el tiempo libre y el ocio pasaban a ser vistos como una pérdida de tiempo o incluso como un pecado. De modo que la deshumanización del trabajo constituyó un dilema existencial de enorme trascendencia social y preocupación teórica.

El trabajo dejó de ser una actividad artesanal y pasó a realizarse a gran escala (artesanía, fábrica, gran industria mecanizada), en condiciones precarias e infrahumanas. Esta deshumanización del trabajo ha generado una sensación de alienación y falta de propósito en la vida sin precedentes históricos. Como explica Marx en el Libro 1 de La capital, en el capitalismo “[…] no es el trabajador quien emplea las condiciones de trabajo, sino que, por el contrario, son estas últimas las que emplean al trabajador; sin embargo, sólo con la maquinaria esta inversión adquiere una realidad técnicamente tangible”.

Un segundo dilema existencial que genera el capitalismo está relacionado con la desigualdad económica y social. La idea de que el éxito individual es el resultado del esfuerzo y el mérito individual generó una sociedad altamente competitiva y desigual, donde pocos acumulaban riqueza y poder, en detrimento de la gran mayoría de la población. Esta desigualdad ha generado históricamente conflictos (luchas de clases), descontentos y cuestionamientos sobre la legitimidad del sistema capitalista, así como reformas para hacerlo menos perverso y/o revoluciones con vistas a su superación.

El término “molino satánico” parece haber sido acuñado especialmente para referirse a este proceso de deshumanización, que “aplastaba a los hombres en una masa”, como explica su autor, el economista, antropólogo y sociólogo húngaro Karl Polanyi, en sus construcciones monumentales. La gran transformación: los orígenes de nuestro tiempo. Como describe Karl Polanyi “[…] los 'molinos satánicos' descartaron todas las necesidades humanas, excepto una: inexorablemente, comenzaron a moler la sociedad misma en sus átomos”. Para él, el molino satánico es una metáfora que representa la maquinaria del capitalismo que aplasta y muele a los individuos en busca de ganancias y poder.

El molino satánico oprime y deshumaniza a los individuos, transformándolos en meros instrumentos para la producción y consumo de bienes. Finalmente, el “molino satánico” representó en su momento la cara más oscura y destructiva del capitalismo; así es “antes de que el proceso hubiera ido lo suficientemente lejos. la gente del campo se deshumanizó convirtiéndose en habitantes de tugurios; la familia iba camino de la perdición y grandes extensiones del país desaparecían rápidamente bajo montones de escoria y basura arrojados por los 'molinos satánicos'”; es decir, por las fábricas de la Revolución Industrial. Imagínense lo que diría sobre el capitalismo contemporáneo en su versión “digital-financiera-militar-cuántica-vigilancia”.

En todo caso, esta metáfora del “molino satánico” también puede entenderse como una crítica al modo de vida consumista y materialista que fomenta el capitalismo. Basado en una búsqueda incesante de lucro y acumulación de riqueza que lleva a los individuos a valorar cada vez más el dinero y las cosas materiales en detrimento de valores más humanos y espirituales, como la solidaridad, la fraternidad y la compasión. Nietzsche, por ejemplo, criticó esta búsqueda de riqueza y poder, que vio como un intento de llenar el vacío dejado por la muerte de Dios. Según él, este ideal sería contrario a la idea de superación y trascendencia, que defendía como la única forma de afrontar la nihilismo y encontrar sentido a la vida.

En general, la Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII y sus consecuencias en el siglo XIX, promovieron un conjunto de impactos sociales y económicos, que según Eric Hobsbawm, en su obra De la revolución industrial inglesa al imperialismo, representó el gran parteaguas de la historia, separando el viejo mundo de la modernidad, marcado por las siguientes características: “[...] una nueva relación económica entre los hombres, un nuevo sistema de producción, un nuevo ritmo de vida, una nueva sociedad, una nueva nueva era histórica”. Este proceso también trajo consigo otro gran dilema moderno: la esclavitud. Eric Hobsbawm, aún, en la misma obra, informa sobre el crecimiento de este “el más odioso de los tráficos”: “en el siglo. En el siglo XVI, menos de un millón de esclavos negros habían sido llevados de África a las Américas”, mientras que, en el siglo XVIII, “el comercio de esclavos llegó a rondar los siete millones”.

La introducción de la máquina de vapor generó un aumento en la producción de bienes y alteró la dinámica social y económica. Se requería que algunos trabajadores trabajaran en fábricas desde la infancia, lo que afectó su educación y oportunidades futuras. Las condiciones de vida de los trabajadores eran en general precarias, con viviendas hacinadas, malas condiciones sanitarias y falta de servicios básicos como agua potable y recolección de basura.

Las condiciones de trabajo insalubres en las fábricas a menudo provocaban enfermedades y lesiones entre los trabajadores, que no tenían acceso a atención médica. Los trabajadores también enfrentaron presiones para producir más y más, lo que a menudo provocó accidentes fatales, muertes accidentales y la explotación del trabajo infantil, entre otros males sociales. La lucha de los trabajadores por la justicia social dio lugar al surgimiento de movimientos laborales y sociales a lo largo del siglo XIX, que buscaban mejorar las condiciones de trabajo e implementar legislación para defender sus derechos (laborales y sociales).

En el siglo XX, la discusión sobre la identidad de género y la sexualidad comenzó a ganar espacio en las discusiones sociales y políticas. En la década de 1960, la Revolución Sexual, que tuvo su hito en 1968, impulsó aún más el debate sobre los derechos y la libertad sexuales. Asimismo, a partir de la década de 1960, la lucha por los derechos civiles ganó más fuerza y ​​espacio. En Estados Unidos, por ejemplo, movimientos liderados por figuras como Martin Luther King Jr. y Malcom X.

La lucha por los derechos civiles no se limitó a los Estados Unidos. En varios países han surgido movimientos para combatir la discriminación y la opresión de las minorías étnicas, religiosas, sexuales y de otro tipo. En Sudáfrica, por ejemplo, la segregación racial, que segregó a la población negra del país, generó fuertes resistencias y movilizaciones en busca del cambio, teniendo a Nelson Mandela (1918-2013) como su principal exponente.

En el primer cuarto del siglo XXI, los movimientos de derechos civiles ganaron aún más espacio y alcance, llegando también a temas relacionados con la diversidad y la inclusión, la búsqueda de la igualdad de género y la lucha contra la violencia y la opresión de las mujeres, por ejemplo. Así, en este período histórico, se configura un proceso de creciente y amplificada crítica al capital y al capitalismo, presente también en varios movimientos sociales contemporáneos, como el ambientalismo, el feminismo y el movimiento de resistencia a los impactos de la globalización neoliberal. Estos movimientos denuncian los efectos perversos del capitalismo sobre el medio ambiente, la salud y la calidad de vida de las personas, así como su responsabilidad en la generación de desigualdades sociales y económicas. Pero, ¡es necesario ir más allá!

3.

Los dilemas existenciales del siglo XX estuvieron influenciados por eventos históricos traumáticos, como las guerras mundiales, la gran depresión, los regímenes totalitarios y genocidios, y amenazas a la seguridad global, como la Guerra Fría, la carrera armamentista y la crisis climática-ambiental. . Estos hechos tuvieron un profundo impacto en la psique humanidad, generando traumas, desconfianza e inseguridades, que afectaron la percepción que las personas tenían del mundo y de sí mismas.

Aunque la economía no se ocupa directamente de cuestiones existenciales, puede contribuir a minimizar algunos de los dilemas a los que se enfrentan los individuos en el mundo contemporáneo. La desigualdad económica es uno de los principales problemas que enfrenta el mundo actual, y repercute directamente en una serie de dilemas existenciales, ya sea por la falta o falta de acceso a oportunidades educativas, laborales, de salud y de vivienda adecuada, por ejemplo.

La ciencia económica puede ayudar a comprender las condiciones que promueven el crecimiento económico y crear políticas públicas e incentivos que ayuden a reducir la desigualdad y mejorar el acceso a los recursos básicos (más allá del capitalismo). A su vez, el crecimiento económico, cada vez más problemático bajo el capitalismo, incluso si es excluyente, puede crear puestos de trabajo y oportunidades, lo que puede proporcionar a las personas un sentido de propósito y significado en sus vidas.

Por otro lado, las crisis económicas recurrentes, derivadas de este mismo crecimiento, pueden conducir a altas tasas de desempleo, pérdida de ingresos e incertidumbre financiera, que acentúan las consecuencias negativas de una serie de dilemas existenciales. En general, se cree que la ciencia económica puede ser de gran valor para gestionar estas crisis y desarrollar políticas que minimicen sus efectos negativos, aunque bajo el capitalismo esto implique grandes pérdidas humanas, materiales y ambientales.

La ciencia económica también puede ayudar a comprender las condiciones que promueven el bienestar, como la salud mental, la satisfacción laboral y la felicidad general. Con el fin de reducir las condiciones generadoras de ansiedad y la incertidumbre que a menudo acompañan a los dilemas existenciales. Sin embargo, debe enfatizarse que las cuestiones relacionadas con el propósito, el significado y la existencia humana son demasiado complejas para ser resueltas a través del análisis económico puro.

Así, si bien el crecimiento económico puede potencialmente traer beneficios y mejorar la calidad de vida de las personas, no necesariamente es una solución a todos los dilemas existenciales, principalmente por su carácter contradictorio y excluyente bajo el mando del capital. Dado que este mismo crecimiento económico puede (y lo hace) históricamente resultar en aumento de la desigualdad económica, exclusión social, falta de oportunidades, inestabilidad financiera y pérdida de autoestima.

El crecimiento económico capitalista puede generar más oportunidades laborales y mayores ingresos, pero también genera mayores niveles de estrés y ansiedad. Las presiones para mantener un alto nivel de vida y competir por puestos en el mercado laboral aumentan la ansiedad y la presión sobre las personas. También contribuye a la degradación ambiental y al cambio climático de manera abrumadora, lo que desencadena una serie de dilemas existenciales relacionados con la seguridad, como, por ejemplo, la pérdida de habitat y la amenaza a la vida en nuestro planeta.

El crecimiento económico no puede ser sostenible si no va acompañado de políticas y prácticas ambientalmente responsables, y en el capitalismo dichas políticas y prácticas se transforman en actividades rentables para el capital (a excepción de pequeños movimientos e iniciativas puntuales contrarias a las prácticas del capital y el capitalismo) .

Contradictoriamente, el crecimiento puede brindar oportunidades para trabajar y ganar dinero, pero puede no brindar un sentido de propósito y significado en nuestras vidas. También puede conducir a mejoras en la calidad de vida en algunos aspectos, como el acceso a la salud y la educación, pero de manera desigual y discriminatoria. Contradictoriamente, también puede conducir a una serie de dilemas existenciales, como la falta de tiempo para actividades significativas fuera del trabajo, la pérdida de conexiones con la comunidad y la falta de tiempo para las relaciones personales.

En resumen, si bien el crecimiento económico capitalista puede traer muchos beneficios a la vida de las personas, no es una solución ni para los dilemas existenciales, ni para la organización de una sociedad con justicia, igualdad y solidaridad. Es necesario y urgente considerar un enfoque holístico que tenga en cuenta las dimensiones social, ambiental, política e individual de la vida humana, más allá del capitalismo.

4.

La revolución técnico-científica-informativa (último cuarto del siglo XX), y sus secuelas, en plena efervescencia (en el primer cuarto del siglo XXI), suscitaron el carácter antisocial (violación de las normas sociales, muchas veces con violencia) y asocial ( falta de motivación para participar en interacciones sociales, así como preferencia por actividades solitarias), libertad económica, al nivel de una patología social de una condición crónica.

Como ya nos hemos referido al problema de las desigualdades (aunque sea superficialmente), en este ítem destacamos dos fenómenos contemporáneos de gran impacto: (i) la sustitución de la mano de obra por robots, ya no por máquinas y equipos como en el pasado ( dejando atrás no un “ejército de reserva industrial”, sino una población en crecimiento que se vuelve totalmente innecesaria para la economía); y (ii) derivado directamente de lo anterior, el sometimiento de esta fuerza de trabajo innecesaria, a nivel mundial, a formas brutales de explotación, incluidas condiciones análogas a la esclavitud y la servidumbre.

Para el gran bromista Elon Musk, “muchos trabajos se volverán opcionales”. Aunque justifica su afirmación con la idea de que “trabajar en el piso de la fábrica, lavar los platos”, por ejemplo, son actividades “aburridas”. Sin embargo, creemos que un futuro donde el trabajo sea una “opción”, va en contra de la idea del trabajo como fundamento ontológico del ser social. En este sentido, contra la constitución misma de la civilización tal como la conocemos (extractos del periódico el país, del 18/07/2022: Elon Musk: “La inteligencia artificial amenaza la existencia de nuestra civilización”, por Félix Palazuelos).

El trabajo es considerado el fundamento ontológico del ser social porque es a través de él que el ser humano construye su existencia y transforma la naturaleza (ya sí mismo), creando las condiciones materiales para su propia supervivencia y desarrollo. El trabajo es una dimensión fundamental de la vida humana, no sólo como actividad económica, sino como actividad que da sentido y significado a la existencia. Una referencia fundamental sobre este tema se encuentra en Por una ontología del ser social, de György Lukács.

El trabajo es la actividad que permite al ser humano crear objetos y transformar el mundo, haciéndolo más “adecuado” a sus necesidades (añadimos, en primer lugar, a sus necesidades particulares, y, a la vista de éstas y en su beneficio, dado el oportunismo generado por la finitud de la vida y el sentimiento crónico de incertidumbre/racionalidad limitada, las necesidades colectivas). A través del trabajo, el ser humano desarrolla su capacidad de pensar y actuar, establecer relaciones sociales y crear valores que sustentan su cultura y su forma de vida (hasta ahora, para unos pocos, muy exitosa; pero, para todos los demás, apenas un montón de necesidades sociales y dilemas existenciales, imposibles de resolver en sus breves existencias).

¿Cómo sería la relación entre trabajo y subsistencia, por ejemplo, en este mundo de Elon Musk? ¿Qué nuevo propósito, diferente al trabajo (aunque en el capitalismo sólo se relaciona con la explotación del trabajador), daría sentido a la existencia humana? ¿Pasar el día viendo transmisiones? ¿Producir contenido para youtube o tiktok? ¿Para pagar con qué dinero? Y no me digan que los ricos pagarían el “paro” de esta parte de la población. O, como sugiere Thomas Piketty, que aumentar los impuestos sobre la renta y la riqueza podría resolver las siempre cambiantes desigualdades económicas del capitalismo.

Las nuevas tecnologías del siglo XXI están revolucionando la forma en que producimos y consumimos bienes y servicios. El avance de la tecnología ha llevado a una mayor automatización en muchas industrias, lo que significa que muchos trabajos que antes realizaban los humanos están siendo reemplazados por robots. Sin embargo, ya no se trata de reemplazar el trabajo al estilo de la revolución industrial inglesa, el fordismo o el toyotismo. Significa que una parte importante y cada vez mayor de la actividad económica contemporánea ya está siendo realizada por robots, es decir, que dicha actividad prescinde por completo del trabajo humano.

Según un informe de McKinsey Global Institute, desde 2017, alrededor del 50% de todas las actividades realizadas por los trabajadores en todo el mundo tienen el potencial de ser automatizadas a través de las tecnologías existentes. A su vez, el informe del Foro Económico Mundial de 2018 estimó que para 2025 se podrían perder alrededor de 75 millones de empleos debido a la automatización. Sin embargo, el informe también estimó la creación de 133 millones de nuevos puestos de trabajo, principalmente en áreas como tecnología, salud y energías renovables.

Sin embargo, en 2022, el propio sector tecnológico ha estado despidiendo masivamente trabajadores en todo el mundo. Amazon, Meta y Salesforce encabezaron la lista de empresas con más despidos, seguidas de Microsoft, Google, Tesla y Nvidia. Twitter, por ejemplo, despidió al 50% de sus empleados en 2022.

Una tasa de despido de trabajadores debido a las nuevas tecnologías sería un indicador quizás imposible de medir globalmente. Sin embargo, es posible presentar algunas tendencias generales en comparación con el crecimiento de la población mundial. Entre 2010 y 2020, la población mundial creció alrededor del 12%, de alrededor de 6,9 millones en 2010 a alrededor de 7,8 millones en 2020, según datos del Banco Mundial. Durante el mismo período, hubo un avance significativo en el desarrollo de nuevas tecnologías en áreas como la automatización, la inteligencia artificial, la robótica y otras. Estas nuevas tecnologías han dejado obsoletas algunas ocupaciones y han reducido la necesidad de mano de obra humana en algunos sectores.

Algunas estimaciones sugieren que la automatización y otras nuevas tecnologías han tenido un impacto significativo en el mercado laboral, en algunos sectores y países, durante el período 2010 a 2020. Por ejemplo, un estudio de la OCDE de 2019 estimó que alrededor del 14% de los empleos en sus países miembros son altamente automatizables. En algunos sectores, como la industria manufacturera, la automatización ha sido responsable de una reducción significativa en la necesidad de mano de obra humana. La inteligencia artificial ha mostrado un gran potencial para reemplazar el trabajo humano en áreas como la salud, la educación, entre otros servicios generales de atención. Es importante resaltar que la pandemia del COVID-19, además de tener un impacto significativo en el mercado laboral alrededor del mundo, también contribuyó mucho a acelerar esta tendencia.

El informe de McKinsey Global Institute, de 2017, ya mencionado anteriormente, estimó que hasta un tercio de la fuerza laboral mundial podría necesitar cambiar de trabajo o adquirir nuevas habilidades, para 2030, debido a la automatización y otras nuevas tecnologías.

En cuanto a la esclavitud, si bien ha sido oficialmente abolida en casi todos los países, aún persisten y/o se expanden (ya sea por las nuevas tecnologías o por sus consecuencias en el mundo del trabajo) muchas formas de trabajo forzoso, explotación y abuso. .

El trabajo análogo a la esclavitud se produce cuando las personas son obligadas a trabajar sin un salario adecuado, en condiciones precarias y sometidas a maltrato físico y psicológico. Estas personas suelen ser vulnerables, incluidos los trabajadores migrantes, los niños, las mujeres y los pueblos indígenas. El trabajo similar a la esclavitud también está relacionado con otras violaciones de los derechos humanos, como la trata de personas, la explotación sexual y el trabajo infantil.

Según el Índice Global de Esclavitud 2010 publicado por la organización Fundación Walk Free, se estima que alrededor de 28,4 millones de personas en todo el mundo (162 países encuestados) vivían en condiciones similares a la esclavitud en ese año. Lo que nos revela que el problema de la esclavitud moderna preocupa en todo el mundo.

Según el mismo documento, ahora en el año 2020, se estima que alrededor de 40,3 millones de personas en todo el mundo (167 países) vivían en condiciones similares a la esclavitud. Ya, en 2021, 49,6 millones de personas vivían en condiciones de esclavitud moderna. Es importante recalcar que estos datos son solo estimaciones y que el número real de personas que viven en condiciones similares a la esclavitud podría ser mucho mayor.

Entre 2010 y 2020, la población mundial creció alrededor de un 12 % (de unos 6,9 7,8 millones a unos XNUMX XNUMX millones), como se indicó anteriormente. La tasa de crecimiento de las personas que viven en condiciones similares a la esclavitud es más difícil de estimar. Pero, de las estimaciones presentadas anteriormente, se puede inferir una tasa de crecimiento del trabajo en condiciones de esclavitud más que proporcional, en relación con la tasa de crecimiento de la población mundial.

Finalmente, presentamos dos ilustraciones necesarias de este último aspecto. En 2020, el diario español el país presentó un artículo titulado “Los mil esclavos de naranja”, llamando la atención sobre el descubrimiento de mano de obra esclava en la recolección de cultivos de naranja, en la región de Castellón, cerca de Madrid, por parte de trabajadores inmigrantes de Rumanía (unos 1.000 trabajadores). El titular dice: “Un matrimonio rumano capturó y explotó a 1.000 personas en cuatro años para recolectar frutos. 25 fueron liberados en una casa de Castellón donde vivían en condiciones infrahumanas.

En cuanto a Brasil, un caso muy ilustrativo fue reportado por los diarios y medios de comunicación en general, a principios de 2023. Se trata de tres grandes bodegas (Aurora, Cooperativa Garibaldi y Salton) en la ciudad de Bento Gonçalves, Rio Grande do Sul, que estuvieron involucrados en un escándalo de trabajo esclavo llevado a cabo por empresas subcontratadas (inicialmente se rescataron 207 trabajadores). Como el caso se trata de empresas tercerizadas para contratar trabajadores, las bodegas involucradas pudieron manifestar en una nota que desconocían la situación denunciada por los trabajadores. Y, además, que “las fechorías de unos pocos” no pueden generalizarse a toda una región.

O mais estarrecedor desse caso e das notas veiculadas pelos grupos empresariais citados, é que a condição de escravidão “pode”, desde que seja feita por uma empresa terceirizada, e/ou até que seja descoberta (quatro anos no caso dos trabalhadores da laranja, por ejemplo). Entonces, el sentimiento que nos queda es que la condena de la esclavitud solo aparece como un elemento muy secundario de esta práctica inhumana; que, en general, aún sigue alimentando de manera importante, aunque en la sombra, el “molino satánico” del capitalismo.

*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la URCA. Autor, entre otros libros, de Sobre la validez de la lucha de clases como categoría del análisis económico (Publicado de forma independiente).


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