La dominación oligárquico-burguesa

Dora Longo Bahia, La policía viene, la policía se va, 2018 - Acrílico sobre vidrio laminado agrietado 50 x 80 cm
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por GÉNERO TARSO*

La preparación estratégica de los ricos y los malvados: tierra en trance

El gobierno de Bolsonaro está cambiando. Es mucho. Es necesario que los líderes del campo democrático, la izquierda y ese contingente de la burocracia estatal que aún no se han rendido a la distopía de la extrema derecha global y nacional, presten atención a este proceso de cambio: de rebelarse contra el “establishment” con condenas fascistas y homicidios, revelado espontáneamente -apoyado por las clases medias altas y por el empresariado nacional desplazado de la influencia política en el Estado por la globalización- Bolsonaro transita a un acuerdo fundamental con el capital financiero mundial, a través del "centrão", con el apoyo de los militares de reserva que integran su gobierno. Glauber Rocha capturaría esto en una nueva película definitiva.

Sus socios políticos internos están ahora en el “centro”, una anémona política que crece y se encoge, según las necesidades del fisiologismo político de las oligarquías regionales. Estos constituyeron la base política responsable, que participó y garantizó la estabilidad de todos los gobiernos posteriores a 88, con una diferencia fundamental. Con el apoyo actual al Gobierno de Bolsonaro, que no tiene cuadros políticos con la más mínima capacidad para gestionar el Estado, puede adquirirlos de las fracciones “liberales” más experimentadas de la dominación oligárquico-burguesa de Brasil, las mismas que los eligieron. y diseñó el golpe contra la presidenta Dilma.

Es obvio que la "naturaleza" del Presidente sólo se adapta a estas circunstancias y que las "reservas" de una fracción del "partido mediático" respecto a la conducta homicida y destructiva del Presidente no son reservas provenientes de principios ético-políticos. moral, vienen de un intento de civilizarla para llevarla -de manera dócil- al campo de las reformas ultraliberales sin restricciones.Es en este pequeño espacio de libertad editorial que varios periodistas profesionales trabajan, decentemente, para señalar la salud, ambientales, morales y políticas, que asolan al país.

Los tentáculos internos de este acuerdo reformista liberal se centran en la liquidación de lo que tenemos como Estado de Bienestar, en la revisión radical de las políticas de protección ambiental y en la entrega de la Amazonía a la explotación del agronegocio, estrategia que cuenta con el apoyo de una amplia mayoría del Congreso Nacional. Y el actual Congreso probablemente no será el peor cuando elijan al próximo, como decía Ulysses Guimarães. En este escenario, es urgente la presentación de cualquier programa para la reconstrucción del país, que es serio, pero es necesario llamar la atención -para que el campo democrático y popular pueda retomar la iniciativa- que prestemos atención a dos claves aspectos de la complicada situación que atravesamos.

Pienso que la destrucción de las funciones públicas del Estado, la liquidación de la legislación social, el avance del privatismo sobre las estructuras estatales, el fomento de grandes grupos sociales que se vuelven empresarios de sí mismos, las redes empresariales de servicios, consultorías y tercerizaciones del sector públicos, forman una sociedad más desigual con ingresos más concentrados. Es innegable, sin embargo, que forman -también- en sus sectores más favorecidos, una nueva base de apoyo social y político al liberalismo rentista, incluida la manipulación informativa de sus subvalores, cuya capacidad seductora tendrá cabida en la cultura de posmodernidad y posverdad.

Las dos cuestiones: la primera, que la reforma financiera y la reforma política del Estado, que son necesarias -para trazar nuevos caminos para el Estado de Bienestar de 88- son reformas constitucionales que necesitan 2/3 del Congreso y esa mayoría cualificada -de centro -izquierda- no compondrá en las próximas elecciones; segundo, que la mayoría que se formará en el próximo período -en la sociedad y en el Poder Legislativo- seguirá dependiendo de aquellas fuerzas políticas que presenten alguna salida a la crisis actual, ya sea por vías autoritarias o democráticas, porque la paz que triunfa la desesperación no tiene ideología, se basa únicamente en la superación de la dramática inseguridad dejada por el estado del arte anterior. Es la tierra de Brasil en trance para lo peor.

Todo esto está ocurriendo cuando ya se pensaba que el cuerpo de Bolsonaro estaría en reposo –en el espacio cándido de la política de destrucción del Estado de Bienestar– y dinero sucio y mucho más asoma en las grietas de la fisiología humana y estatal: el propuestas de deportistas acusados ​​de violación, que cuentan con el apoyo del Magistrado político de la nación; la corrección política y religiosa de cuentos para niños “traviesos” (Cláudia Laitano, Donna ZH de 17\18, pg.11); el regreso del ministro Guedes -en su apuesta de pastoso maestro reformista- diciendo supuestamente que el CPMF no es una reforma tributaria, sino una escatología matizadora de su propia visión de la economía financiera. (Quizás no sea cierto que el ministro Guedes exclamó, alto y claro, que el CPMF es una “mierda”, pero al menos es aceptable pensar que esa podría ser la designación de la naturaleza misma del Gobierno que lo contrató).

Son pequeños síntomas, es cierto, que nada añaden al concepto de un Gobierno cuyo Presidente celebra la tortura, adopta una política genocida -por la forma en que ha venido enfrentando el avance de la Pandemia y la destrucción de nuestro entorno natural- y que no oculte, en su política exterior, una postura antipatriarca, de indecente arrodillamiento ante el racista, misógino, manipulador y mentiroso compulsivo, Presidente de los Estados Unidos.

Todo eso, sin embargo, está vinculado políticamente al voto de Bolsonaro en el “impeachment” de la presidenta Dilma, que traspasó los límites de la civilización y arrojó a Brasil a las tinieblas de la Edad Media. A partir de ahí -porque Bolsonaro fue aplaudido por la mayoría de los medios tradicionales y por sus futuros votantes- y no detenido preventivamente, todo sería posible. Es lo imposible que ha llegado soberanamente, con la complacencia o adhesión de la alta burocracia estatal y la mayoría conservadora del Congreso, que esperan su botín en la conquista del Estado.

La cuestión, por tanto, sigue siendo la unidad de las oposiciones democráticas, con un programa mínimo propuesto por la izquierda, para bloquear la crisis y mejorar rápidamente el día a día de la gente. Programa de transición que pueda ser aplicado a iniciativa del próximo Ejecutivo, con apoyo de las clases populares, mayorías simples en las cámaras legislativas, que reconquiste el corazón de las masas para la democracia, la solidaridad y la Justicia. El próximo año puede ser demasiado tarde, ya que la alianza del bolsonarismo en deserción con el centro político, la mayoría de la alta burocracia estatal, el gran capital global y la constelación del oligopolio mediático, puede abrir una estabilidad de derecha, con legitimidad política para matar a voluntad y asentar el reinado de los ricos y malos de todas las especies y clases sociales.

Llamo la atención que en el período actual, con sus contradicciones, disidencias y deformidades -que siempre se dan en los períodos distópicos- la institución del Estado, que ha venido demostrando una mínima resistencia a las agresiones totalitarias de la mafia fascista que constituye buena parte de el poder político en la Unión, es el Supremo Tribunal Federal. Su completa desmoralización es una tarea que le corresponde al oligopolio mediático, la cual cumple cuando sus supuestos penalistas mediáticos se ven frustrados por decisiones que desafían sus crudas concepciones del Derecho y la Constitución. Los demócratas de todas las tendencias no deben caer en este truco: la desmoralización pública del STF solo interesa a los políticos locos que quieren cerrarlo, para establecer definitivamente su reino de miedo y terror.

* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.

 

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