La dictadura en cuestión

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por AFRANIO CATANÍ*

Comentarios al libro de Florestan Fernandes

La portada sobre un fondo blanco, con una muñeca verde cerrada (miniatura amarilla), inmediatamente me recuerda al “Increíble Hulk”: enojado, indignado, muy enojado. Si uno comienza a leer la obra densa, comprometida y tensa de Florestan, La dictadura en cuestión, su trigésimo libro, uno tiene la impresión de que el guante verde le va a dar un golpe a la dictadura.

El lenguaje del profesor sigue siendo árido, sus declaraciones no son llamativas (son frecuentes los párrafos de dos a tres páginas seguidas) y su retórica está impregnada de cifras (ejemplo: “la dictadura destapó la olla y reguló el fuego según su propia cocina” – p. 66). Sin embargo, es fácil para el lector relativizar los tropiezos y encontrar una de las mejores -si no la mejor- interpretaciones referidas al carácter del Estado brasileño post-64, a partir del examen de los dilemas actuales enfrentados por el poder dictatorial.

El libro de Florestan reúne cuatro ensayos escritos en agosto y septiembre de 1981, originalmente presentados en forma de conferencias o exposiciones didácticas en el Primer Congreso Estatal de Sociólogos (el caso del primer ensayo) y en el curso de posgrado de la PUC-São Paulo (el otros tres). En todos ellos busca discutir el actual régimen dictatorial, años después de haber publicado La dictadura militar y los roles políticos de los intelectuales en América Latina (1971) y La revolución burguesa en Brasil (1985), agregando que análisis como el suyo “forman parte del frente de lucha y contestación, a través del cual se manifiesta la desobediencia civil y, en ocasiones, pretende corresponder al movimiento más profundo de repudio a las dictaduras, que proviene de la masa pobre y desposeída”. de las poblaciones”.

Los cuatro ensayos aseguran que el libro tenga una unidad efectiva, integrándose armónicamente. En el primero – “¿crisis o continuidad de la dictadura?” – analiza los impasses del régimen político instaurado en 1964, señalando que la dictadura llegó a un punto en el que ya no era posible ocultar las fracturas de su base económica, social y política. “Las diversas corrientes que constituyen esta base murmuran o incluso proclaman sus decepciones o desacuerdos” (p. 7). En “La manipulación de los partidos” se intenta discutir una cuestión clave planteada por el autor: “¿cómo abordar las relaciones de clase y el poder a través de los partidos?”. (pág. 41).

El tercer ensayo, “Los dilemas de la dominación burguesa frente a la dictadura”, constituye una respuesta a “varias mistificaciones y confusiones que van surgiendo en torno a la sociedad civil y un posible surgimiento democrático que tendría que nacer prácticamente de algún fenómeno de generación espontánea”. ”. Para Florestan, “al despertar del sueño que venía a encarnarse en la utopía del “milagro económico”, la burguesía se encuentra (…) ante una nueva situación histórica, se encuentra políticamente desmoralizada por la abre el recurso de la guerra civil y la derrota frente a la contrarrevolución y enfrenta las amenazas que parecían alejadas de la protesta obrera y la rebelión en el campo, sólo que ahora bajo el nuevo patrón de la lucha de clases” (p. 97).

Finalmente, “Nos marcos daviolence” examina el hecho de que la violencia es inherente al capitalismo, “a la ley y al estado de derecho que puede generar, intrínseco al régimen de clases sociales”. En consecuencia, se ignora lo que no debe olvidarse, “que la violencia inherente a la sociedad capitalista contiene un derecho y un estado de derecho que opera institucionalmente la represión y la opresión al margen y por encima tanto de las 'necesidades naturales del orden' (que varían según las circunstancias y la forma de gobierno) o los 'ideales humanos de justicia' (que no son consultados por ningún tipo de ley o estado, que tienen que equilibrar la estratificación social con la dominación social y el poder político de las minorías sobre las mayorías)”.

Uno de los temas centrales del libro es la relación entre la sociedad civil y el Estado. Para el autor, sociedad civil significa sociedad burguesa o, también, sociedad de clases sociales, y no es posible separar dictadura y sociedad civil, de la misma manera que es imposible separar revolución social y sociedad civil. O poder dictatorial no pende en el aire: su base de apoyo puede ubicarse en las clases burguesas nacionales y en las clases burguesas internacionales, que buscaron en la dictadura militar un reforzamiento del poder para su autoprotección, como clase. De esta manera, el poder militar adquirió “el carácter de fuente de cualquier manifestación de la voluntad colectiva de los estados estratégicos de las clases burguesas…” (p. 18).

La república institucional, para él, constituye una variante del estado capitalista moderno. “Yo mismo prefiero designarlo como una versión histórica del Estado burgués autocrático” (p.10). Este Estado terminó resultando en un estrepitoso fracaso, lo que permite resaltar al menos dos errores fundamentales: el supuesto bipartidismo, con Arena y MDB, al agrupar en la oposición a porciones significativas de las clases populares, colocaba a la dictadura ante elecciones plebiscitarias, el llamado “milagro económico” –que tuvo su “pico” aproximadamente en el período 1968-1974–, con la sobreexplotación de la mano de obra a costa de la contracción salarial, que provocó vigorosas protestas obreras en la segunda mitad de la década de 70.

La intensificación del expolio del trabajo provocó resultados opuestos en los polos obrero y patronal: “el primero avanzó decisivamente en la contención de la supremacía burguesa y en organizarse para la lucha política. Esto agudizó su opresión institucionalizada dentro de la empresa ya través del Estado, es decir, la dictadura” (p. 26).

El recrudecimiento de la crisis económica, sumado al cuadro que se acaba de esbozar, hizo que la dictadura iniciara lo que el autor llama liberalización concedida, basado en la fórmula “si concedo, no cedo” (p. 27). La liberalización concedida -condición necesaria para un realineamiento del bloque de poder- se manifestó inicialmente bajo la forma de una “política de distensión” y, luego, de una “política de apertura”, revelando al mismo tiempo las dificultades, la debilidad y la fortaleza de el régimen dictatorial.

En el gobierno de Figueiredo se planeó la “reforma de los partidos”, reservando un campo restringido y rígidamente delimitado para la acción de quienes se aglutinaban en la oposición. El objetivo estratégico de la dictadura, “contrariamente a la creencia popular, no se centró en la fragmentación del MDB o de la oposición en general: se centró en la creación de un partido de gobierno alternativo, destinado a cumplir varias funciones. Por supuesto, debería atraer a cuadros burgueses y votantes de todas las esferas y niveles de la sociedad civil. Sin embargo, la función básica de este partido debe ser lograr una desconcentración militar gradual del régimen y una transferencia paralela de tareas sucias del polo militar al polo civil”. (pág. 28). Estas eran las tareas o funciones que la dictadura esperaba del PP (Partido Popular), es decir, debía “dar forma a la transición y convertir la dictadura (…) en una democracia protegida”.

Sin embargo, las cosas no salieron como quería la dictadura, resultando un caso ilustrativo donde se atestiguaba la inviabilidad histórica de la liberalización concedida. De lo contrario, veamos: el PP, que surgió como partido alternativo, se vio obligado a lanzarse al campo político de la oposición ya competir con partidos que estaban desarrollando programas para combatir eficazmente la dictadura. “La dictadura en sí misma no tiene suficiente elasticidad para superar los problemas políticos que se han presentado en las condiciones reales de la vida política en Brasil hoy, incluida la reducción del espacio partidario, que inexorablemente fomenta.

Como resultado, Arena fue reemplazada por un partido más débil y desmoralizado. El MDB se reconstituyó y fortaleció, manteniendo intactas las fronteras políticas conquistadas en 1974 y 1979, desvinculadas de la tutela patronal y la demagogia burguesa” (p. 28-29).

Florestan escribe unas páginas cáusticas cuando analiza el papel político de las oposiciones, tanto conservadoras y liberales como de izquierda. Para él, la oposición a la dictadura acaba condenada a una gravitación institucional esencialmente burguesa. No hay un ataque frontal ni un desenmascaramiento político de la dictadura, dejando a las clases populares –“la mayor fuerza social para la transformación de la sociedad civil”– excluidas o cercenadas de su real movimiento histórico, debiendo someterse, por ejemplo, a “la cumbre conservadora”. ” del PMDB.

Para que la derrota de la dictadura se convierta en una nueva alternativa histórica, se necesita una participación más efectiva de las “fuerzas sociales sofocadas o pulverizadas de la sociedad civil”. Sólo estas fuerzas podrían “asociar la democracia a nuevos contenidos económicos, sociales, culturales y políticos, sacando a la república del callejón sin salida burgués e inyectándole una transformación revolucionaria, aunque 'dentro del orden'” (p. 38).

En la lucha contra la dictadura se deben observar dos procedimientos esenciales: (a) no se debe respetar y/u obedecer el marco legal vigente, “forjado como una especie de anaconda, sobre la cual se sustenta la autorreproducción y evolución de su política”. se apoya el régimen” (p. 38-39); (b) se debe tratar de equiparar “una legalidad que sirva a las clases subalternas (en las condiciones históricas imperantes, ciertamente 'dentro del orden') y les proporcione medios de autoorganización, autodefensa, existencia civil y voz política” (pág. 39).

Escrito, según el autor, “en condiciones de salud que no son propicias para un largo trabajo intelectual”, La dictadura en cuestión quizás no a todos les guste el tono altamente comprometido con el que se posiciona en la lucha frontal contra la dictadura, colocándose en la perspectiva de las clases subalternas de la sociedad. A pesar de reconocer los estrechos límites de su aporte en un país donde se edita poco y donde el libro es un producto prácticamente consumido por las élites, Florestán estuvo dispuesto a luchar como pudo con las armas a su alcance: las ideas, la pluma, la las palabras, que, seamos sinceros, no son despreciables.

*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.

Versión reducida de la revisión publicada en Revista de Administración de Empresas (RAE), São Paulo, EAESP-FGV, vol. 22, núm. 3, julio-septiembre de 1982.

referencia


Florestán Fernández. La dictadura en cuestión. São Paulo: TA Queiroz, 1982.

 

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