La disolución del trabajo.

Imagen: Karunya Deepika Koganti
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por César Sansón*

La asignación humana al trabajo en su marco capitalista no tiene sentido porque se presenta como una ausencia de sentido.

Los trabajadores trabajan porque tienen que hacerlo, no porque les guste. En otras palabras, la centralidad que ocupa el trabajo en la vida es un requerimiento del capital y no un reclamo de los trabajadores. La asignación humana al trabajo en su marco capitalista no tiene sentido porque se presenta como una ausencia de sentido.

Existe toda una tradición marxista basada en la lectura de textos marxistas que presenta el trabajo como central para la vida humana. Marx, por supuesto, reconoce el trabajo como la esencia de la actividad humana, pero critica en qué se ha convertido con la llegada del modo de producción capitalista y, desde el inicio de sus estudios de economía política, abandona el trabajo como dato antropológico y lo identifica como un lugar de miseria humana.

La literatura marxista es abundante en este sentido. ya somos nosotros Manuscritos económico-filosóficos, los conceptos de entäusserung (eliminación) y alienación (extrañamiento) manifiestan la trampa del trabajo en el capitalismo. En el primer caso, en entäusserung se manifiesta la transferencia de la actividad laboral al objeto de trabajo, es decir, el proceso de objetivación de la subjetivación. En este caso, el objeto es exteriorizado por quien lo produjo y lo muerto (la mercancía) pasa a dominar a lo vivo (el trabajador). El concepto alienación condensa, a su vez, el conjunto de exteriorizaciones que se realizan principalmente a través del trabajo, pero no sólo para él. El extrañamiento, en este caso, concierne, sobre todo, a la inversión que el capitalismo promueve en la sociedad entre las personas y las cosas.

El capital(ismo) en Marx es un “mundo invertido” en el que las relaciones sociales son relaciones entre cosas, y estas cosas son mercancías. Como señala Jan Spurk,[ 1 ] “Los seres humanos crean sus relaciones sociales objetivadas y son dominados por las cosas, es decir, las mercancías”. Algo similar dice John Holloway [ 2 ] para quien “Marx condena el capitalismo no sólo por la miseria que provoca, sino sobre todo por la inversión entre las cosas y las personas: en otras palabras, por la fetichización de las relaciones sociales”. Esto es lo que produce el trabajo. El trabajo no produce emancipación, produce subordinación, explotación, alienación y extrañamiento.

Nuestros planos, Marx retoma la presentación de cómo el capital se apropia materialmente del trabajo y subjetivamente del trabajador. El proceso de producción se vuelve prescrito y no es necesario el enriquecimiento del trabajador. Esto es lo que él llamó la eliminación del trabajo vivo. El mismo tema es visitado nuevamente en La capital en el que describe cómo los medios de producción dejan de ser medios para realizar un trabajo y se convierten en medios para explotar el trabajo. La explicación de Marx sobre las consecuencias de la forma en que se organiza el trabajo bajo el capitalismo sobre la vida de los trabajadores es extensa y dramática, llegando incluso a causar daños irreparables a la salud.

La centralidad de la vida individual y colectiva subordinada al trabajo en su marco capitalista carece, por tanto, de sentido. Vivir para trabajar y trabajar para vivir empobrece la condición humana. En Marx, sólo la disolución del trabajo en su modo capitalista permite el retorno al trabajo subjetivo, autónomo, creativo, que da sentido a la vida humana.

Es un error defender la centralidad del trabajo en su retorno al patrón fordista-productivista en la vida humana, por el contrario, es necesario atreverse a su éxodo, como afirma André Gorz.

De hecho, es el propio Marx en el planos quien sugiere esta utopía al afirmar que el ingenio humano colectivo –el “cerebro social”, el “intelecto general”– al permitir el desarrollo de la técnica hace posible esta condición. Sucede que la inteligencia humana en su proceso histórico-civilizador pasó a ser apropiada privadamente por el capital. Se trata ahora de transformar el desarrollo de la tecnología resultante del “cerebro social”, objetivado en máquinas, en un proyecto al servicio de la vida. La productividad alcanzada por intelecto general permite reorganizar la vida social del trabajo.

La idea que subyace aquí no es la de la desaparición del trabajo, sino que la productividad apalancada por las máquinas-herramienta -hoy máquinas herramienta-informativas- puede repartir ganancias para todos, eliminar el trabajo subordinado y dar poder al trabajo emancipado de la tutela del capital. Se dan las condiciones para ingresar a esta sociedad.

*César Sansón Profesor de sociología del trabajo en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN).

 

Notas


[1] SPURK, enero. La noción de trabajo en Karl Marx. En: MERCURE, D.; SPURK, J. (Eds.). Obra en la historia del pensamiento occidental. Petrópolis (RJ): Voces, 2005, pp. 189-212.

2- HOLLOWAY, John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. São Paulo: Editora Viramundo, 2003.

 

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