por LUIZ MARQUÉS*
El desempleo, la informalización, la precariedad, la tercerización, el aplanamiento de los ingresos potencian la fragmentación de la identidad de los trabajadores
En la emisora de radio, el periodista económico expone procedimientos para enfrentar la inflación de dos dígitos. Aconseja a los oyentes que se defiendan de los aumentos de precios al: (a) anotar la cantidad gastada en cada producto comprado en un cuaderno para propósitos de comparación y; (b) eliminar del consumo las marcas que tuvieron un incremento desorbitado, para proteger el tope del presupuesto interno. El cuadro presentado se autoproclama de “utilidad pública”. El sistema económico y moral vigente, que organiza el comportamiento social-mediático aceptado de los individuos, transfiere al consumidor la responsabilidad de recortar gastos continuamente con precios elevados. Para contener el empobrecimiento, tómese “educación financiera” (sic).
Sobre la pedagogía aplicada por las reglas del Consenso de Washington, la famosa biblia del neoliberalismo, silencio obsequioso. La dinámica de las finanzas empuja al pueblo al río profundo de la miseria, el hambre y las muertes evitables por el negacionismo. Luego, con franqueza, pretexta que a los ahogados “se les advertía que mantuvieran la cabeza fuera del agua”. O establecimiento esconde la inmoralidad convertida en política, se burla de la necropolítica –y se lava las manos sucias.
La perversidad de la política económica
No por casualidad, Lula da Silva, al intervenir en el IX Congreso de la Fuerza Sindical, recriminó la “perversidad” de la actual política económica. Él no era una figura de lenguaje. El diagnóstico del expresidente –realizado con una sagaz “intuición programática” para evocar la expresión de Gramsci– une en un concepto de clara connotación moral la degradación de la sociabilidad por la pérdida de la calidad de vida de amplios sectores sociales. El invitado de honor del evento no pretendía dar lecciones de cómo soportar en silencio el empobrecimiento creciente, con el agua en las narices. Por el contrario, abrió las razones y nombró a los responsables del rápido hundimiento de la economía que se hunde en la amenazante recesión. Mostró una sincera indignación, aplaudió la movilización democrática y pidió a valientes sindicalistas postularse a un escaño en las Asambleas Legislativas y la Cámara de Diputados, para que la representación política en el próximo cuatrienio sea acorde a la diversidad del país.
Brasil tiene alrededor del 14% de la población económicamente activa sin empleo formal, lo que equivale a casi 15 millones de personas. Es el balance de la “impolítica” de Bolsonaro/Guedes. El fracaso explica la multitud de carteles de mendicidad izados en los semáforos. Pero la historia no termina con la impactante revelación estadística. Privados de protección laboral, los desempleados se sumergen en la informalidad para sobrevivir. Muchos se convierten en vendedores ambulantes de productos industrializados, como cargadores de baterías y linternas para los apagones.
Entre los que luchan contra el sustento ganado con esfuerzo con grilletes premodernos alrededor de los tobillos, un contingente significativo engrosa las enormes filas de conductores de aplicaciones y motociclistas para entregas a domicilio, en medio del tráfico furioso. En ambos casos, sin cartera firmada. La industria, y esto no se limita a las baratijas que llegan ilegalmente al mercado, se apoya en el trabajo de una nueva clase de personas esclavizadas.
Los luchadores víctimas de la sobreexplotación se ven privados del “reconocimiento social” que, desde la Reforma protestante del siglo XVI, procede especialmente del aprecio que proporciona el trabajo. Hoy en día, el reconocimiento parte de la formalización del trabajo por el marco legal, con un salario pactado para garantizar el “principio de dignidad”. En ausencia de los requisitos enumerados, se inyecta inseguridad a los subordinados en un juego de perversión. Dado el contexto, el malestar moldeado en la realidad por la hegemonía anticivilizatoria se expresa en los índices de soledad. Cabe agregar que la ayuda oficial a las familias empobrecidas es insignificante. “La canasta básica más barata de las capitales cuesta el doble que la cuota promedio de Auxílio Brasil”, según encuesta realizada por la revista Piauí.
El capitalismo coexiste con engranajes económicos inmorales disfrazados de amorales porque, según el discurso ideológico legitimador, estarían vinculados a las relaciones laborales y los procesos económicos entendidos como elementos con una objetividad contraria a la voluntad general. Detrás del falso objetivismo atribuido a las misteriosas fuerzas vivas que mueven la economía, con una seudo independencia del ámbito político-social, subyace el cínico disimulo que encubre la indignidad del trabajo informal en la sociedad. naturaliza el statu quo con el mantra de la meritocracia para apagar la mecha de la rebeldía con la situación.
Participación activa y compromiso ético
Marx develó los mecanismos que impulsan la acumulación de riqueza bajo el capitalismo. Sacó a la luz la extracción de plusvalía del proletariado después de la Primera Revolución Industrial, con la sustitución de la manufactura por la maquinización, la inserción en las fábricas textiles de las máquinas de hilar, el telar mecánico, la máquina de vapor y las locomotoras. Al mismo tiempo, lanzó una condena moral al sistema basado en la dialéctica del capital y el trabajo. La burguesía, explicó, se apropia del fruto del trabajo colectivo en beneficio propio. “La gran industria moderna ha suplantado a la manufactura; la burguesía media manufacturera dio paso a los jefes de verdaderos ejércitos industriales”, se lee en el Manifiesto de 1848.
Alegóricamente, la riqueza fue el cofre del tesoro que se encuentra en las solemnes promesas de industrialización y urbanización, modernización frente al arcaísmo en la producción y las costumbres. Hoy, sin embargo, las fortunas se levantan mediante la especulación, los intereses, los dividendos, la formación de oligopolios y monopolios. Bajo el capital financiero, el casino especulativo “regresó del 7% al 9% en las últimas décadas”, mientras que “el PIB mundial creció alrededor del 2% al 2,5% anual”. Una tontería que no beneficia a la comunidad. “Y la ética tiene mucho que ver con los desafíos”, resume Ladislau Dowbor en el artículo “O Sucesso que Genera Desgraça”, publicado en Portal Carta Mayor.
A partir de estudios económicos e históricos, el viejo moro apuntaba a la constitución de una “humanidad social” (Tesis X sobre Feuerbach), basada en la participación activa y el compromiso ético para resolver un “problema práctico” (Tesis II). “La coincidencia de las circunstancias cambiantes y la actividad humana sólo puede ser aprehendida y comprendida racionalmente como una práctica transformadora” (Tesis III). Las once tesis sobre el materialismo feuerbachiano tienen una trama ético-política guiada por una ética de la acción, más que por la ética de la contemplación pasiva. La “ética socialista” que emerge del legado marxista se opone a la resignación y la apatía que impone el aparato de alienación bajo el fetichismo de la mercancía: en una democracia civil o en una dictadura militar. Por cierto, vean el biopic de mariguella dirigida con sensibilidad por Wagner Moura.
La ética de la acción es la clave para que las clases trabajadoras logren la autoemancipación, con una alianza “entre la humanidad doliente que piensa y la humanidad pensante que es oprimida” (Carta de Marx a A. Ruge), que no se confunda con un futuro indeseable División del trabajo. Simplemente significa que el socialismo no es un dogma religioso o una verdad axiomática, sino una posibilidad alternativa a la barbarie. Y que no será el resultado de una conspiración o un cesarismo. Más bien, el movimiento emancipador siempre estuvo guiado por el “interés general de los trabajadores”. Fundamento teórico, y passant, por la convergencia de la izquierda y el centro-izquierda en una Federación de Partido. Primer paso hacia la consolidación de un Frente Popular, más allá de sectarismos y fanfarronadas partidistas.
Aunar esfuerzos es construir un imán de atracción para el conjunto de segmentos de la sociedad que tienen contradicciones con el paradigma capitalista. No se cambia lo que hay solo con acusaciones, por más ciertas que sean, sino organizando el multifacético universo del trabajo en torno a un programa de transición democrática que imprima los valores de otro orden social. “No es suficiente decir que no” (Bertrand Brasil), subraya Naomi Klein. Es necesario vivenciar los valores que hacen presente el futuro para pasar página al colonialismo (racismo) y al patriarcado (sexismo), que son los guardianes por excelencia del capitalismo.
Los problemas morales motivan las revueltas
En el contexto de perversidad que envuelve a la humanidad y al planeta, las luchas políticas, económicas, ecológicas, ideológicas y culturales por la igualdad de derechos se desarrollan en trincheras que van desde la igualdad de género hasta la raza y hasta la libre elección sexual. Aquí lo importante es resaltar alto y claro el dimensión moral inmersos en la lucha de clases, con ojo vigilante. Varios autores, como EP Thompson, ya han alertado de que la motivación de las revueltas suele estar asociada al sentimiento de que nociones morales (dignidad, respeto, honor, reconocimiento) han sido violadas por los poderosos.
“Las investigaciones de Florestan Fernandes y las mías sobre los negros marginados y la 'chusma brasileña' mostraron que el sentimiento cotidiano de falta de dignidad y el sentimiento de no ser tratados como 'personas' juegan un papel central en la comprensión de la experiencia subjetiva de la humillación entre los marginados y excluidos", dice Jessé Souza, en Cómo el racismo creó Brasil (Estación Brasil). “No hay nada en este mundo social que pueda denominarse económico puro. Solo podemos referirnos a algo tan económico como una instancia autónoma cuando olvidamos el conjunto de valoraciones morales que están detrás de esta etiqueta en primer lugar”, concluye el sociólogo.
Las clases dominantes hacen de la moralidad en el campo político un apéndice de la corrupción sistémica, en línea con la estrategia del Departamento de Justicia de EE. Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero / FCPA (Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero) para socavar a las empresas extranjeras que compiten con empresas estadounidenses. El gigante energético francés, Alstom, tampoco resistió el embate al convertirse en blanco de los intereses de General Electric/GE (EEUU), que la compró tras una dura campaña de descalificación pública. En las disputas geopolíticas y económicas, el tema moral negativo se hace explícito para crear consensos ocasionales. Lava Jato lo dice. Para salvaguardar la codicia del gran capital de las críticas, la discusión sobre los ingredientes morales involucrados en la concentración de la riqueza y el poder se oculta bajo la alfombra.
Los gobiernos progresistas (2003-2016) formatearon instrumentos para detener las inmoralidades incrustadas en los delitos de corrupción, como la Contraloría General de la Unión, aumentando la transparencia y dando acceso público a la información. Una tendencia antípoda a lo que se desarrolla actualmente en el Congreso Nacional y el Ejecutivo Federal, con el surrealista “presupuesto secreto” que institucionaliza el asalto al fisco en miles de millones de reales, a través de las “enmiendas del relator”. Sin control de ningún tipo. En la oscuridad absoluta, el infame fisiológico “Centrão” actúa como dueño de la nación sustraída distribuyendo recursos masivos. No se sabe a quién ni para qué. Nuestra vergonzosa imagen de paria internacional es una mera consecuencia. Los que denuncian a la puta multimillonaria son los mismos que postulan la justicia social y los aportes materiales para aliviar el dolor de la mayoría.
La metamorfosis del trabajo con las innovaciones tecnológicas y las dificultades que afectan a la precarización y, ahora, a la clase media deben pasar por el escrutinio moral para que la osadía (sin miedo a ser feliz) pueda desafiar a la ciudadanía. Interpelación en un lenguaje accesible, coloquial, con capacidad para dilucidar y decodificar el papel de los rentistas, inversionistas y accionistas de empresas como Petrobras, en el auge de la gasolina, el diesel y el gas. Tarea prioritaria e indispensable. Lo mismo respecto de los títulos de deuda pública del Estado adquiridos por los bancos. Debemos avanzar en esta agenda tabú. Repolitizar la política. Elevar el nivel de conocimiento de la población, con una auténtica “educación financiera”. Movilizándolo en la lucha contra el neoliberalismo y el antifascismo. Libertas quae será tamen.
De la jerga técnica al atractivo moral
El desempleo, la informalización, la precariedad, la tercerización, el estancamiento de los ingresos y la negligencia del Estado, agravados por la caótica y desmodernizadora mala gestión de la extrema derecha, potencializan la fragmentación de la identidad de los trabajadores. Estos apenas reponen energía para afrontar el día siguiente. En la periferia de las metrópolis, el abatimiento del cuerpo y del espíritu es engullido por el neopentecostalismo, la esperanza ofrecida a los desesperanzados. La herida económica y social que se extiende sin parar es una dolorosa herida moral. Ese tipo lo reconoció llamándolo el nombre prohibido, que no es austeridad sino perversidad.
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.