La destrucción para acumular

Imagen: Sanej Prasad Suwal
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Por JOÃO DOS REIS SILVA JÚNIOR*

El precariado fue y es una nueva realidad en el escenario del agotamiento del capitalismo, que empobrece, impone hambre y destruye para acumular.

A principios del siglo XXI, los líderes de todo el mundo asumieron compromisos importantes al comprometerse a hacer “el derecho al desarrollo una realidad para todos” y a liberar “a toda la raza humana de la pobreza”. Se han fijado el objetivo de eliminar la pobreza y el hambre a nivel mundial para 2030, lo que refleja una expectativa de progreso sin precedentes.

El informe del Banco Mundial, que analiza los primeros 25 años del tercer milenio, ofrece una mirada detallada a las expectativas y desafíos que enfrentan las economías en desarrollo en el siglo XXI. El informe Perspectivas Económicas Mundiales ofrece un análisis exhaustivo del desempeño económico y las proyecciones futuras, destacando la necesidad urgente de un crecimiento sostenible para mejorar las vidas de millones de personas.

Según lo presentado en el documento, las proyecciones sobre pobreza y hambre hasta 2030 son preocupantes. A menos que haya un avance constante en las tasas de crecimiento económico, se espera que sólo seis de los 26 países de ingresos bajos actuales alcancen la clasificación de ingresos medios para 2050. Además, en 2030, se estima que todavía habrá 622 millones de personas viviendo en condiciones extremas de pobreza. El hambre y la desnutrición seguirán afectando a aproximadamente un número similar de personas, lo que demuestra que los objetivos de eliminar la pobreza y el hambre están lejos de alcanzarse.

Entre 2010 y 2020, el crecimiento económico fue desigual entre las economías emergentes y las desarrolladas, lo que intensificó el debate sobre la desigualdad socioeconómica. El coeficiente de Gini se mantuvo en torno a 0,48, según datos del Banco Mundial; al mismo tiempo, los índices de la OCDE se acercaban al 0,31.

Distribución del ingreso

La distribución global del ingreso ha experimentado varios cambios en las últimas décadas. Estas transformaciones ocurren de manera diferente en diferentes regiones y contextos históricos, y pueden analizarse utilizando el coeficiente de Gini, una herramienta ampliamente utilizada para medir la desigualdad del ingreso. Este coeficiente varía entre 0 (que significa igualdad total) y 1 (que representa la máxima desigualdad).

En el período comprendido entre 1950 y 1970, el mundo experimentó un crecimiento económico considerable después de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Esta fase estuvo marcada por esfuerzos concertados para reconstruir y expandir las economías, especialmente en las naciones desarrolladas. Durante estos años, varios países notaron una reducción significativa de la desigualdad de ingresos. Los datos del Banco Mundial indican que el coeficiente de Gini en muchos de estos países ha caído de aproximadamente 0,40 a 0,30. Esta caída se atribuye a políticas centradas en el bienestar social, mayores oportunidades en el sector industrial e inversiones en infraestructura y educación. También se observó una tendencia similar en los países de la OCDE: el coeficiente disminuyó de aproximadamente 0,35 a 0,25.

Surgimiento del precariado

Sin embargo, a partir de las décadas de 1980 y 1990, este escenario sufrió cambios significativos. La globalización económica, la liberalización de los mercados y la adopción de políticas neoliberales han contribuido a un aumento de la desigualdad de ingresos en muchas partes del mundo. Muchas industrias trasladaron sus operaciones a países donde los costos de producción eran más bajos, mientras que los empleos bien remunerados en los países desarrollados disminuyeron considerablemente. Este fenómeno se tradujo en un aumento del coeficiente de Gini, que alcanzó valores cercanos a 0,45 en varios países según datos del Banco Mundial.

La OCDE también vio un aumento en este índice, alcanzando alrededor de 0,30 durante este período. Al mismo tiempo, los sindicatos cambiaron sus estrategias de lucha, los representantes institucionales de los trabajadores ya no están en las calles, negocian. Entre 2010 y 2020 se observó un crecimiento económico desigual entre los países emergentes y los desarrollados. Este período se caracterizó por debates cada vez más profundos sobre la desigualdad salarial, ya que los beneficios del crecimiento económico no se compartían equitativamente entre los diferentes grupos de población.

Según información del Banco Mundial, el coeficiente de Gini se mantuvo en torno a 0,48, mientras que en la OCDE los índices se acercaron a 0,31. Esta persistencia de las disparidades refleja las complejas interacciones entre factores que afectan la distribución del ingreso, incluidas políticas económicas específicas, innovaciones tecnológicas y dinámicas de mercado. Los derechos laborales están amenazados.

Ingreso per cápita

El ingreso per cápita mostró variaciones a lo largo de los períodos examinados. En los países miembros de la OCDE se observó un aumento significativo del ingreso per cápita entre 1950 y 1970, período durante el cual muchos de ellos registraron un crecimiento anual promedio de entre aproximadamente 3% y 4%. Esta expansión fue catalizada por una serie de factores, incluidas las innovaciones tecnológicas, las mejoras en la productividad y la expansión de los mercados globales.

En las décadas siguientes –más específicamente en las décadas de 1980 y 1990– persistieron los aumentos del ingreso per cápita, aunque a tasas ligeramente más bajas, oscilando entre 2% y 3% anual debido a los cambios ocurridos.

La crisis financiera de 2008 tuvo un impacto significativo en este panorama; sin embargo, hubo una recuperación gradual posterior, con estimaciones de tasa anual entre 1% y 2%. Finalmente, en los años 2008 a 2020 se registraron recuperaciones estables del ingreso per cápita en Estados Unidos, presentando tasas anuales similares a las anteriores, oscilando entre el 2% y el 3%.

En relación con el contexto de la década posterior a la crisis financiera antes mencionada, cabe destacar que muchos países de la OCDE lograron sostener un crecimiento anual cercano al rango del 1% al 2%, a pesar de las variaciones resultantes de este evento. Es importante señalar que los sindicatos en la OCDE y América del Norte han experimentado transformaciones significativas en el período comprendido entre 1950 y 2020.

Crisis 2008

El período comprendido entre 2000 y 2010 estuvo marcado por un acontecimiento económico relevante: la crisis financiera mundial de 2008. Los efectos de esta crisis sobre la desigualdad de ingresos variaron dependiendo de la capacidad individual de los países para hacer frente a la agitación económica resultante. Algunos países han experimentado aumentos sustanciales de la desigualdad; En casos extremos, el coeficiente de Gini alcanzó valores cercanos a 0,50 según el Banco Mundial. En la OCDE, los impactos se sintieron igualmente, con un coeficiente que llegó a 0,32 en ciertas naciones.

El proceso de recuperación económica después de esta crisis resultó ser lento y desafiante, poniendo de relieve las debilidades de las economías globales. En relación al contexto de la década posterior a la crisis financiera ocurrida el año anterior, como ya hemos observado, a pesar de las variaciones resultantes de este evento, muchas naciones de la OCDE lograron sostener un crecimiento anual en el rango del 1% al 2%. Entre 2010 y 2020, hubo una recuperación gradual del ingreso per cápita, y algunos países de la OCDE mostraron tasas anuales de entre el 2% y el 3%.

Salarios

Los salarios en la OCDE y América del Norte sufrieron varias transformaciones entre 1950 y 2020. Durante este período, los salarios reales aumentaron significativamente, impulsados ​​por las innovaciones tecnológicas, una mayor productividad y el crecimiento económico. Sin embargo, la desigualdad salarial también se ha ampliado, con una mayor concentración del ingreso entre trabajadores y ejecutivos altamente calificados.

Además, la globalización y la automatización han impactado los salarios de diferentes maneras, favoreciendo a algunas regiones y sectores más que a otros. En resumen, aunque los salarios reales han aumentado, la desigualdad salarial y las disparidades regionales y sectoriales se han vuelto más pronunciadas. En la OCDE: En 1950, el ingreso anual promedio en la OCDE era de alrededor de 2.000 dólares. En 2020, este monto alcanzó aproximadamente $45.000, mostrando un crecimiento de alrededor del 2.200%.

En Estados Unidos, el ingreso anual promedio en 1950 era de alrededor de 3.000 dólares. En 2020, esta cantidad aumentó a alrededor de 50.000 dólares, lo que supone un aumento de aproximadamente el 1.600%. Estos datos reflejan el importante aumento de los salarios reales a lo largo de estos años, aunque la desigualdad salarial se ha intensificado con el tiempo.

Desempleo

Durante las décadas de 1950 y 1960, las tasas de desempleo eran predominantemente bajas, a menudo inferiores al 5%. Sin embargo, a partir de la década de 1970 se observó un aumento considerable, alcanzando picos cercanos al 8% en la década de 1980. En la década de 1990, las tasas comenzaron a caer nuevamente, reduciéndose a alrededor del 5% a principios de la década de 2000. La crisis financiera de 2008 provocó un aumento temporal de las tasas de desempleo, que volvieron a aumentar hasta aproximadamente el 8% en algunos países. En años más recientes, las tasas se han mantenido relativamente estables, aunque existen algunas variaciones por región y sector.

La cuestión del precariado o trabajo precario se ha convertido en una preocupación creciente tanto en la OCDE como en América del Norte. En la OCDE, el aumento de la inseguridad laboral se atribuye a la flexibilización de las relaciones laborales, la globalización y las transformaciones económicas. Esto incluye contratación temporal, trabajo a tiempo parcial involuntario, subcontratación e ingresos inestables. La pandemia de COVID-19 ha exacerbado aún más esta tendencia, aumentando la vulnerabilidad social de los trabajadores.

En América del Norte, especialmente en Estados Unidos y Canadá, el aumento del trabajo precario también fue significativo. La economía colaborativa, con la presencia de empresas como Uber y Airbnb, ha facilitado la creación de empleos que muchas veces no ofrecen seguridad, beneficios o protección social. Además, la desregulación y la flexibilidad en el mercado laboral han resultado en una mayor inestabilidad para muchos trabajadores.

Estas transformaciones representan un desafío global que tiene profundas consecuencias para los trabajadores, sus familias y comunidades, exigiendo políticas públicas efectivas para mitigar los efectos adversos.

Los trabajadores y su organización.

Durante el período 1950 a 2020, ha habido un aumento significativo de trabajadores sin derechos laborales, más recientemente provenientes del precariado en la OCDE y América del Norte. En 1950, la proporción de empleo temporal en la OCDE era aproximadamente del 10%, mientras que en 2020 esta cifra ha aumentado hasta alrededor del 20%. En Estados Unidos, la proporción de trabajadores autónomos ha aumentado de aproximadamente el 5% en 1950 a aproximadamente el 15% en 2020.

Además, la tasa de empleo informal en la OCDE ha aumentado de alrededor del 15% en 1950 a alrededor del 25% en 2020. En Canadá, la proporción de trabajadores con contratos temporales ha aumentado de aproximadamente el 8% en 1950 a alrededor del 18% en 2020. Estos Las cifras reflejan la creciente precariedad del trabajo, con un aumento significativo de empleos temporales, autónomos e informales durante este período. Este escenario favorece el ataque a los derechos laborales y el capitalismo está agotado. Al mismo tiempo, surgen otras demandas junto con nuevas formas de acción por parte de actores sindicales que lideran nuevas estrategias.

En la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se observó un proceso de desindicalización. Durante la década de 1970, los sindicatos experimentaron un crecimiento significativo, pero a partir de la década de 1980, hubo una disminución en las tasas de afiliación sindical. Los países escandinavos han logrado mantener altos niveles de sindicalización, mientras que naciones como Estados Unidos y Francia han enfrentado una fuerte caída.

En América del Norte, especialmente en suelo norteamericano y canadiense, los sindicatos también han enfrentado desafíos sustanciales. La economía colaborativa y la flexibilidad de las relaciones laborales contribuyeron al surgimiento de empleos con menor seguridad y beneficios reducidos. Además, la desregulación del mercado laboral ha resultado en una mayor inestabilidad para muchos trabajadores. Estas transformaciones reflejan un desafío global que impacta a los trabajadores, sus familias y comunidades, y requiere políticas públicas efectivas para mitigar los efectos adversos.

En Europa, movimientos como Los indignados en España surgieron en respuesta al alto desempleo y los recortes en los servicios sociales, pidiendo reformas y una mayor justicia social. En Grecia, la crisis económica provocó grandes manifestaciones y huelgas, en las que los trabajadores exigieron medidas para salvaguardar los empleos y mejorar las condiciones laborales. En Francia, el movimiento de los “chalecos amarillos” comenzó como respuesta al aumento de los impuestos a los combustibles, pero rápidamente evolucionó hasta convertirse en una plataforma más integral destinada a exigir mejores condiciones de vida y de trabajo.

Entre 1950 y 2020 se pueden observar varios casos significativos de progreso social y económico que elevan el optimismo ante los desafíos que plantea el capitalismo. La implementación del Estado de Bienestar, especialmente en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, resultó en una mejora sustancial en la calidad de vida de millones de personas, brindándoles acceso a servicios de salud, educación y protección social.

Durante las décadas de 1960 y 1970, los movimientos por los derechos civiles y laborales, como la eliminación de la segregación racial en Estados Unidos, lograron importantes logros al garantizar los derechos fundamentales de los trabajadores. Entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas que viven en pobreza extrema en el mundo disminuyó de aproximadamente el 36% a menos del 10%, como resultado de esfuerzos de colaboración entre gobiernos, ONG e iniciativas globales.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha promulgado varios convenios que han contribuido a mejorar las condiciones laborales, incluida la prohibición del trabajo infantil y la promoción de entornos laborales seguros y saludables. En 2015, el Acuerdo de París sobre el cambio climático movilizó a las naciones a nivel mundial en un compromiso conjunto para reducir las emisiones de gases nocivos para el medio ambiente y fomentar un desarrollo más sostenible. Estos puntos muestran que, incluso frente a las dificultades, la acción colectiva y la movilización social tienen el potencial de generar transformaciones beneficiosas y promover la búsqueda de justicia social y mejores niveles de vida.

En Estados Unidos, además del movimiento Ocupar Wall Street, los trabajadores de los sectores de comida rápida y comercio minorista se unieron al movimiento Lucha por $ 15, exigiendo un aumento del salario mínimo a quince dólares la hora así como mejores condiciones laborales. En Canadá, los sindicatos han ganado fuerza a medida que los trabajadores luchan contra las políticas austeras en busca de salarios más altos y beneficios adecuados. Dichos movimientos han puesto de relieve la resiliencia y la determinación de los trabajadores para defender sus derechos y buscar condiciones de vida más dignas frente a las adversidades económicas y políticas. La movilización continua junto con la solidaridad entre los trabajadores es esencial para avanzar en los logros sociales y laborales. La condición humana es la base de cualquier movimiento.

Nuevas formas de luchar

A pesar de las similitudes que se pueden observar en las luchas obreras a lo largo de décadas, tanto la organización como la naturaleza de estos movimientos han evolucionado con el tiempo. Al principio, la mayoría de los movimientos laborales estaban liderados por sindicatos convencionales y se centraban en demandas específicas, como salarios, condiciones laborales y derechos fundamentales.

En la época contemporánea, como lo demuestran los movimientos Lucha por $ 15 e Ocupar Wall Street, se identifica un patrón caracterizado por acciones más descentralizadas, muchas veces organizadas a través de redes sociales y plataformas digitales. Estos movimientos tienden a ser más inclusivos y abarcan una variedad de causas sociales y económicas, que van desde la igualdad de género hasta la justicia racial y la sostenibilidad ambiental, además de las clásicas demandas de los trabajadores.

Las organizaciones actuales también se benefician de una conectividad global ampliada, lo que permite colaboraciones y alianzas transnacionales. Movimientos como Lucha por $ 15 han recibido apoyo e inspiración de iniciativas similares en varias naciones, dando como resultado una red internacional de solidaridad. Así, aunque el espíritu de lucha por los derechos laborales se mantiene constante, los métodos, herramientas y alcances de estos movimientos se han transformado para adaptarse a los cambios sociales y tecnológicos, cuando el capitalismo destruye para acumular.

Esta evolución representa un testimonio de la resiliencia y capacidad de adaptación de los trabajadores en su continua búsqueda de justicia y mejores condiciones de vida. Los movimientos sindicales contemporáneos están reformulando sus estrategias y métodos para enfrentar las transformaciones tecnológicas y sociales en curso. Además, la incorporación de tecnologías emergentes, como la Inteligencia Artificial (IA), el Big Data y la robótica, está cambiando el mercado laboral, exigiendo que los trabajadores desarrollen nuevas habilidades para seguir siendo competitivos.

En China, India y Bangladesh, los trabajadores se han movilizado para hacer frente a condiciones laborales indignas, salarios inadecuados y falta de derechos laborales, recurriendo a huelgas y manifestaciones como formas directas de resistencia a la creciente precariedad del empleo. Este hecho, Ocupar Wall Street y los chalecos amarillos en Francia son el hito del surgimiento del precariado. La transición hacia una economía sostenible ha provocado un crecimiento de la demanda de “empleos verdes” en sectores como las energías renovables y la agricultura, impulsada por la necesidad de prácticas sostenibles.

Las transformaciones demográficas, como el envejecimiento de la población en los países de altos ingresos y el aumento de la población en edad de trabajar en los países de bajos ingresos, también están remodelando la disponibilidad de mano de obra. Las amenazas a los derechos laborales y la seguridad están en mayor riesgo.

Finalmente, hay un esfuerzo creciente para mejorar el acceso a la seguridad social y garantizar condiciones de trabajo seguras, con el objetivo de mitigar la desigualdad y promover la justicia social. Tales tendencias ponen de relieve la resiliencia y la capacidad de adaptación de los trabajadores en su búsqueda continua de equidad y mejores condiciones de vida, mientras enfrentan los desafíos que impone un mundo en constante evolución. Estos nuevos movimientos muestran que el precariado fue y es una nueva realidad en el escenario del agotamiento del capitalismo, que empobrece, impone el hambre y destruye para acumular.

*João dos Reis Silva Júnior Es profesor del Departamento de Educación de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar). Autor, entre otros libros, de Educación, sociedad de clases y reformas universitarias (Autores asociados) [https://amzn.to/4fLXTKP]


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