por Alexandre Aragão de Albuquerque*
El desorden que la pandemia está promoviendo en el mundo es capaz de mover nuestras libertades hacia la creación de nuevas armonías más justas y distributivas de bienes materiales y espirituales.
La libertad humana es central para nuestra existencia: el imperativo ético nos especifica como seres capaces de elegir, de optar, de elegir. Y si por alguna razón alguien se abstiene de expresar su voto, indirectamente se está posicionando frente a los demás en la relación comunicativa de la vida colectiva, por lo que es imposible una supuesta neutralidad. Como nos recuerda José Ortega y Gasset (1883-1955), considerado el mayor filósofo español del siglo XX, vivir es sentirse fatalmente obligado a ejercer la libertad, y aunque desesperadamente decida no decidir, siempre hay una consecuencia. De lo cual se concluye que es imposible no valorar, no hacer juicios valorativos. Valorar es establecer relaciones. Con estas elecciones tenemos la posibilidad de mejorar (o no) nuestra personalidad así como la realidad-mundo que nos rodea.
Según el pensador italiano Norberto Bobbio, el gran giro que se dio en el paradigma cultural occidental se dio a través del fenómeno histórico de las primeras comunidades cristianas, para las cuales todos los humanos son hermanos como hijos de Dios, según la doctrina enseñada por su fundador Jesús de Nazaret. . Además de la fraternidad que nos une ontológicamente a todos, para la antropología cristiana cada persona importa porque Dios decreta que todo acto dirigido al más pequeño de los humanos se le haga a él. Los esfuerzos de los filósofos desde entonces han sido secularizar la ética cristiana. John Locke es un pensador moderno que se destaca en esta obra intelectual cuando afirma que “para comprender bien el poder político y deducirlo de su origen, se debe considerar que todos los hombres se encuentran naturalmente en un estado de perfecta libertad”. Concluyendo que toda persona es un ser moral.
Una primera mirada a la pandemia proviene de Brasil. El 08 de abril, el presidente Jair (sin partido) hizo una nueva declaración en la cadena de televisión nacional, debido a que su visibilidad mediática está cayendo fuertemente ante la creciente popularidad del ministro de Salud, Henrique Mandeta, debido a que el La lucha contra la pandemia requiere la difusión de información técnicamente correcta y confiable, que no es la práctica de las redes sociales bolsonaristas.
El fenómeno de la pandemia hizo públicas las elecciones realizadas por Bolsonaro, además de poner al desnudo su incapacidad de liderazgo, coordinación administrativa, visión estatista, autonomía de análisis y discernimiento basado en un pensamiento racional y científico equilibrado frente a la situación de pandemia mundial para que desafiador. Desde el inicio de la crisis sanitaria mundial ha actuado con decisión en el tratamiento de la covid-19 con un sesgo eminentemente ideológico, calificándola de “simple gripita”, como hizo Donald Trump, para responder a la demanda de su grupo político, representantes del Capital y la Milicia religiosa fundamentalista, para quienes lo más importante es el Dinero (la economía) y no la Persona Humana, contrario al pensamiento científico que definía el aislamiento social como un paso necesario para frenar la velocidad de contagio del virus. Además, contradictorio e irresponsable, Bolsonaro ha insistido ininterrumpidamente, al igual que Trump, violando el protocolo de salud pública, en indicar para el tratamiento de esta “gripecita”, como si fuera una vitamina C, el fármaco “hidroxicloroquina”, un fármaco que necesita un seguimiento clínico completo para su prescripción debido a los graves efectos secundarios que produce. Finalmente, sigue demostrando su racismo eugenésico, presente en personalidades nazifascistas de la historia, cuando se refiere al gran grupo de riesgo (más de 30 millones) de personas mayores de 60 años como si fueran desechables y sin importancia.
La segunda mirada proviene de las elecciones realizadas por la autoridad local de la ciudad de Las Vegas, estado de Nevada – EE.UU. Fotografías y reportajes recorrieron el mundo mostrando a 500 indigentes empobrecidos siendo enviados por las autoridades locales a un enorme estacionamiento al aire libre, transformado en una especie de campo de concentración, en el que estas personas humanas deberán ser confinadas temporalmente, espacios delimitados con pintura blanca. en el suelo, sobre sus “colchones azules y cobertores blancos” (¡sic!). Sucede que en Las Vegas hay actualmente 150 mil (ciento cincuenta mil) habitaciones de hotel vacías, en un estado -Nevada- que es uno de los más ricos del mundo. ¿Por qué el Estado de Nevada decidió no recibir a estas personas en estos hoteles vacíos? ¿Cuál es la ética detrás de esta decisión?
Este hecho también tocó directamente al Papa Francisco, hablando en una entrevista concedida a Austen Ivereigh, publicada el 07 de abril, en el periódico británico The Tablet, llamándolo “descartar la cultura”. Para el Papa, la cultura del descarte, combinada con otros fenómenos psicosociales en las sociedades capitalistas, muestra una grave tendencia a degenerar en una cultura del odio. Afirma que cuando escucha “algún discurso de alguien responsable del orden o del gobierno, recuerda los discursos de Hitler en 1934 y 1936” (en XX Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Derecho Penal, 13 al 16 de noviembre de 2019).
Ver a los empobrecidos, en palabras de Francisco, significa ir a su encuentro para restaurar su humanidad. No son cosas, no son desechables. Ellos son personas. No se puede conformar con una política asistencialista para unos, y otra política de “animales rescatados”, dirigida a los empobrecidos, porque la mayoría de las veces los pobres son tratados como animales. Teresa de Calcuta los vio y tuvo el coraje de salir a su encuentro para emprender un camino de conversión. Y aquí está la fuerza de los carismas en la Iglesia porque nos hacen menos apegados a ciertas formas de pensar antiguas y rígidas, provocando un “desorden” desde la libertad de su creatividad, al fin y al cabo, la libertad es un don de Dios. Y a partir de estos trastornos se generan nuevas armonías. Ojalá el desorden que la pandemia está promoviendo en el mundo logre mover nuestras libertades hacia la creación de nuevas armonías más justas y distributivas de bienes materiales y espirituales para todas las personas de nuestro Planeta.
*Alexandre Aragão de Albuquerque Maestría en Políticas Públicas y Sociedad por la Universidad Estatal de Ceará (UECE)