por VANDERLEI TENÓRIO*
El fenómeno de la información falsa es también un nuevo indicador de un fenómeno más antiguo.
La desinformación en internet ha crecido tanto en los últimos años que se ha convertido en un auténtico problema social. Hacia noticias falsas despertó temores e indignación, al punto de convertirse en verdaderas amenazas al debate democrático.
Fueron acusados en particular de influir en el comportamiento de los votantes durante los referéndums sobre el Brexit en el Reino Unido y sobre la independencia de Cataluña en España, además de haber beneficiado al candidato republicano durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. Con este nuevo tipo de amenazas, muchos países, incluido Brasil (muy lentamente), están legislando sobre el tema regular con mayor firmeza la circulación de información en redes sociales y medios de comunicación en general.
De hecho, los rumores, las mentiras, las fake news, los lavados de cerebro, la propaganda, la intoxicación y la desinformación no son prerrogativas de los últimos tiempos, sino que son tan antiguas como la humanidad. Sin embargo, la nueva realidad se debe a la multiplicación de los canales de difusión de la información, la irrupción de las redes sociales y la difusión rápida y viral. En otras palabras, hay una guerra de información cibernética en curso, y noticias falsas forman parte del arsenal de los beligerantes.
Así, el fenómeno de la información falsa es también un nuevo indicador de un fenómeno más antiguo, el de la crisis de confianza política que alimenta un profundo déficit democrático en muchos países occidentales, y que se expresa, en particular, en un rechazo a los derechos políticos, intelectuales y políticos. élites, medios de comunicación por una porción cada vez mayor de la población.
En este contexto, combatir eficazmente la noticias falsas es, por tanto, una tarea a largo plazo, que articula tanto acciones ambiciosas en materia de educación en medios como un intento de recuperar la confianza política. Pero ante los problemas que plantea esta desinformación masiva en las redes sociales, también se barajan soluciones a corto y medio plazo para intentar frenar un fenómeno que muchos observadores consideran preocupante. Sin embargo, las respuestas a estas preguntas también plantean una serie de riesgos para el debate democrático.
Después de todo, hoy estamos en una sociedad donde todos pueden decir o transmitir lo que quieran en el espacio público, incluidos los mensajes falsos o de odio. Esta posibilidad de 'expresión ilimitada' antes solo estaba reservada para el espacio privado de la familia, los amigos o el trabajo. En el espacio público, era prerrogativa de grupos organizados, partidos políticos, medios de opinión, grupos de presión varios, cuyos excesos podían ser más o menos controlados por leyes y reglamentos o por adversarios.
Sin embargo, el advenimiento de la comunicación masiva ha transformado la situación: cada individuo puede publicar sus opiniones, sin frenos y sin límites, a través de las redes sociales y sitios web. Así, hoy, lo importante ya no es el contenido del mensaje, sino la distinción del productor de signos en la multitud.
En este sentido, los efectos de noticias falsas ejemplifican bien los presupuestos de la “teoría hipodérmica”. Tal teoría de la comunicación lineal sugiere que los mensajes de los medios se inyectan directamente en el cerebro de una audiencia pasiva. En esta teoría, los medios son vistos como poderosos y capaces de “inyectar” ideas en una audiencia que es vista como “débil” y “pasiva” y susceptible de ser influenciada por un mensaje.
Partiendo de esta premisa, hoy, sin embargo, los individuos parecen desbordados por la avalancha de información que cada segundo vierten los medios de comunicación. Además, es fácil tomar el camino fácil y absorber cada mensaje sin tratar de cuestionar lo que quieren que creamos.
En esto, como lo presupone la teoría hipodérmica, es fácil que los medios de comunicación generen pánicos morales, debates y, sobre todo, polémicas y desprestigio al debate democrático –tal es el tema que se vive en la coyuntura actual del país.
Finalmente, dadas las circunstancias actuales, nos tocará a nosotros, lectores, oyentes y televidentes, tener la reflexión adecuada y buscar siempre arañar la superficie de la polémica para revelar la realidad que se esconde debajo. También es importante multiplicar nuestras fuentes, leer varios artículos que traten el mismo tema para no dejarnos convencer por la falta de objetividad de un comunicador. No somos receptores pasivos, y depende de nosotros tratar de procesar la información desde diferentes ángulos.
*Vanderlei Tenorio es periodista y estudia geografía en la Universidad Federal de Alagoas (UFAL).