por LEONARDO BOFF*
Si queremos sobrevivir juntos, esta democracia se caracterizará por ser una cosmocracia, una geocracia, una biocracia, una sociocracia
Todos estamos comprometidos a salvaguardar una democracia mínima frente a un presidente loco que la amenaza continuamente. Como vivimos una crisis general, paradigmática e irremisible, ahora conviene soñar con otro tipo de democracia.
Parto de la suposición, según datos de científicos serios, de que nos enfrentaremos en unos años, debido al calentamiento climático acelerado e imparable, a un grave riesgo de supervivencia de la especie humana. La Tierra será diferente. Si queremos continuar en este planeta tenemos que, primero, aminorar los efectos nocivos, con ciencia y técnica y finalmente, elaborar otro paradigma civilizatorio, amigable con la vida y sintiéndonos hermanos y hermanas de todos los demás seres vivos. Porque tenemos el mismo código genético básico con ellos. ¡Me dicen: “eres pesimista”! Respondo con José Saramago: “No soy pesimista; la realidad es que apesta”.
Ya en 1962 la bióloga estadounidense Rachel Carson en su famoso libro la primavera silenciosa (Primavera silenciosa) advirtió sobre la crisis ecológica en curso y concluyó: “La pregunta es si alguna civilización puede llevar a cabo una guerra implacable contra la vida sin destruirse a sí misma y sin perder el derecho a ser llamada civilización”. La gran mayoría no es consciente de la situación ecológica real de la Tierra. Por lo tanto, tenemos que estar incómodos y hablar de la urgencia de estas cosas para crear conciencia para aceptar los cambios esenciales si queremos continuar en el planeta Tierra.
Dentro de este contexto realista, propongo la relevancia de otro tipo de democracia: la socio-ecológica. Representaría la culminación del ideal democrático. ¿Es una utopía? Sí, pero necesario. Subyacente también prevalece la idea original de toda democracia: todo lo que interesa a todos debe ser pensado y decidido por todos. Esto se hará de varias maneras.
Hay “democracia directa” en pequeñas comunidades. Cuando más grande, se proyectó la “democracia representativa”. Como lo controlan generalmente los poderosos, se proponía una “democracia participativa y popular”, en la que los de abajo pudieran participar en la formulación y seguimiento de las políticas sociales. Se avanzó más y descubrimos la “democracia comunitaria”, vivida por los pueblos andinos, en la que todos participan de todo dentro de una gran armonía hombre-naturaleza, la famosa “buena vida”. Se vio que la democracia es un valor universal (Norberto Bobbio) para ser vivido diariamente, una democracia sin fin (Boaventura de Souza Santos). Ante el riesgo del colapso de la especie humana, todos, para salvarse, se unirían en torno a la superdemocracia planetaria (Jacques Attali).
Más o menos en esta línea, pienso en una democracia socioecológica. Los sobrevivientes de las mutaciones de la Tierra, que estabilizarían su clima promedio en torno a los 38-40 grados centígrados, éstos, como medio de sobrevivencia, necesariamente tendrán que relacionarse en armonía con la naturaleza y con la Madre Tierra. Por lo tanto, propusieron constituir una democracia socioecológica. Social porque involucra a toda la sociedad. Ecológico porque lo ecológico será el eje estructurador de todo.
No como una técnica para garantizar la sostenibilidad del modo de vida humano y natural, sino como un arte, una nueva forma de convivencia tierna y fraterna con la naturaleza. Ya no obligarán a la naturaleza a adaptarse a los propósitos humanos. Estos se adaptarán a los ritmos de la naturaleza, cuidándola, dándole descanso para regenerarse. No solo se sentirán parte de la naturaleza sino de la naturaleza misma, por lo que al cuidarla se están cuidando a sí mismos, algo que los indígenas siempre han sabido.
Este tipo de democracia socioecológica tiene una base cosmológica. Sabemos por la nueva cosmogénesis, por las ciencias del universo, de la Tierra y de la vida, que todos los seres son interdependientes. Todo en el universo es relación y nada existe fuera de la relación. La constante básica que sostiene y mantiene al universo en expansión está constituida por la sinergia, por la simbiosis y por la inter-retro-relación de todos con todos. Incluso la comprensión de Darwin de la supervivencia del más apto cae dentro de esta constante universal. Por eso cada ser tiene su lugar dentro del Todo. Hasta el más débil en el juego de las interrelaciones tiene posibilidades de sobrevivir.
La singularidad del ser humano, y así lo han comprobado neurólogos, genetistas, bioantropólogos y cosmólogos, es presentarse como un ser, nudo de relaciones, de amor, de cooperación, de solidaridad y de compasión. Tal singularidad aparece mejor cuando la comparamos con los simios superiores de los que nos diferenciamos en sólo un 1,6% de carga genética. También tienen una vida corporativa. Pero se guían por la lógica de la dominación y la jerarquización. Pero nos diferenciamos de ellos por el surgimiento de la cooperación y la solidaridad. Concretamente, cuando nuestros ancestros humanoides salían a buscar su alimento, no lo comían individualmente. Nos acercaron al grupo y vivieron la comensalidad solidaria. Esto los hizo humanos, seres de amor, cuidado y cooperación.
La ONU ya ha admitido que tanto la naturaleza como la Tierra son sujetos de derechos. Son los nuevos ciudadanos con los que debemos convivir amistosamente. La Tierra es una entidad biogeofísica, Gaia, que articula todos los elementos para mantenerse viva y producir todo tipo de vida. En un momento avanzado de su evolución y complejidad, comenzó a sentir, pensar, amar y cuidar. Luego vino el ser humano, hombre y mujer que son la Tierra pensante y amante.
Se organizaba en sociedades, también democráticas, de las más diversas formas. Pero hoy, porque ha sonado la alarma ecológica planetaria, debemos, con sabiduría, forjar una democracia diferente, la socioecológica en los términos antes referidos.
Si queremos sobrevivir juntos, esta democracia se caracterizará por ser una cosmocracia, una geocracia, una biocracia, una sociocracia, en definitiva, una democracia ecológica-social o socioecológica. El tiempo apremia. Debemos generar una nueva conciencia y prepararnos para los cambios y adaptaciones que no tardarán en llegar.
*Leonardo Boff Es teólogo y filósofo. Autor, entre otros libros, de Habitar la Tierra: ¿Cuál es el camino hacia la fraternidad universal? (Vozes).
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