La democracia entorpecida

Imagen: Vera Nilsson
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por MEZQUITA DE FRANCISCO DE OLIVEIRA*

Comentario al libro de Guilherme Wanderley dos Santos

Democracia impedida: Brasil en el siglo XXI es el último libro escrito por Guilherme Wanderley dos Santos, uno de los más eminentes politólogos brasileños, fallecido el 25 de octubre de 2019, producido al calor de los acontecimientos de la destitución del mandato de la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores Partido (PT), que ocurrió en agosto de 2016 por el parlamento brasileño.

Contrariamente a lo que pudiera suponerse, el libro no se centra en la coyuntura política, sino que ofrece al lector un análisis denso de la realidad sociopolítica brasileña contemporánea, pero, primero, recorre las oligarquías europeas representativas, desde antes de la segunda guerra mundial, y luego llega a la construcción de las democracias representativas de masas de hoy, incluida la de Brasil.

El libro articula seis capítulos pequeños, bien escritos, herméticos y fácticamente densos, que requieren la atención y disposición del lector para, quizás, leerlos más de una vez, especialmente los neófitos en el tema de la democracia y que buscan aprehender el tema. Otra característica del texto es la escritura ecléctica del autor y una narración articulada con toques de fino humor sarcástico que favorece la concentración del lector.

De entrada, en el prólogo, el autor advierte que el libro no es propaganda, es una reflexión crítica sobre la democracia moderna. Y agrega que no es un libro inocente, compite con las ideas y el interés, el interés por presentar una interpretación de los hechos políticos del golpe parlamentario de 2016, sustentada en una comprensión más amplia de la construcción de la democracia representativa moderna. En pocas palabras, deja claro que el juicio político a la presidenta Dilma fue un “golpe burocrático parlamentario, con la connivencia de las élites conservadoras. (…) Sinvergüenzas sin proyecto de futuro” (p. 8).

El capítulo uno está dedicado a un análisis denso y profundo de la democracia representativa y el golpe parlamentario constitucional. Para el autor, en la democracia representativa de masas, moderna, consolidada o en consolidación, los golpes parlamentarios constitucionales no tienen precedentes. Se diferencian de un golpe militar, como los que ocurrieron en los países latinoamericanos en las décadas de 1960/70, y de la toma del poder por la vía revolucionaria, ya que esta última, luego de tomar el poder, trabaja para conquistar la sociedad. El golpe constitucional parlamentario, según el autor, es violencia, una transgresión legal constitucional, se podría decir, una elusión de las leyes que, en teoría, deberían asegurar la legitimidad de la democracia representativa basada en el sufragio universal, pero se produce en un frenético disputa interpretativa sobre la legalidad del acto a través de los órganos institucionales que deben velar por la legalidad de la democracia. Para ejemplificar el fenómeno, presenta los golpes parlamentarios de Honduras (2009), Paraguay (2012) y Brasil (2016). Y, podría agregar a esta lista el golpe de estado en Bolivia (2019), en el que el presidente de ese país vio interrumpido su mandato constitucionalmente electo.

La democracia representativa de masas difiere de las oligarquías representativas. El autor presenta las características de estos fenómenos, indicando que, luego de la democracia griega, en la práctica, se retomó de manera incipiente entre los siglos XVII y XVIII y existieron oligarquías representativas en Europa desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Por oligarquías representativas, el autor entiende los sistemas políticos en los que el proceso democrático fue incompleto, ya que la tasa de represión legal, política o militar fue superior a la de los sistemas políticos masivos.

En las oligarquías, la participación electoral no era universal, estaba restringida a algunos sectores de la sociedad, ya sea por criterios económicos o de otro tipo. En este caso, el voto femenino, durante mucho tiempo excluido del proceso político, cuando se admitió contribuyó fuertemente a la masa electoral, pero recién fue aceptado en muchas sociedades llamadas democráticas a mediados del siglo XX, y el voto de los analfabetos se aseguró recién en la segunda mitad de ese siglo. Fueron estas deliberaciones las que, de manera decisiva, hicieron que el número de votantes superara la mitad de la población en países con un régimen democrático representativo y que las oligarquías dieran paso a democracias representativas de masas.

Las democracias representativas, dice el autor, ampliadas en número de votantes tanto en Europa como en otras partes del mundo en la post-Segunda Guerra Mundial, admiten libertad de debate, libre expresión de opinión, acciones colectivas de los ciudadanos, participación política masiva en la elección de representantes y pluralismo de asociaciones políticas. Estas, sin embargo, son características de la democracia minimalista, que el autor define como “un régimen que satisface plenamente las dos condiciones siguientes: (a) competencia electoral por los lugares de poder, a intervalos regulares, con reglas explícitas, y cuyos resultados están condicionados por los competidores; (b) la participación de la comunidad en el concurso se realiza bajo la regla del sufragio universal, con el requisito de la edad límite como única barrera” (p. 25).

Para esta definición, el autor presenta una serie de ejemplos de oligarquías representativas que pasaron a la democracia representativa de masas en los países europeos con admisión del sufragio universal a partir de finales de la primera mitad del siglo XX. En varios países centroamericanos, la ausencia del sufragio femenino en las contiendas electorales las convirtió en oligarquías representativas y su ingreso al proceso político se dio entre las décadas de 1940 y 1960. Sin embargo, entre las décadas de 1960 y 1980, la democracia representativa se vio comprometida por regímenes políticos militares. personal en los países centroamericanos y, poco a poco, tomó vida propia a partir de la segunda mitad de la década de 80 con el retorno de las elecciones directas.

En el capítulo dos, titulado “1964 y 2016: dos golpes, dos guiones”, el autor escudriña la política brasileña y expone las entrañas de los golpes militares y parlamentarios. Distintos, estos dos golpes ocurren en diferentes momentos histórico-políticos y realidades disconformes en los aspectos económico, social y político, pero, a pesar de estas disparidades, los gobiernos golpistas presentaron preocupaciones similares, pues mientras el presidente João Goulart se involucraba con reformas de base ( agraria, educativa, universitaria, tributaria, administrativa, entre otras), con el objetivo de reestructurar la institucionalidad política, la presidenta Dilma Rousseff fortaleció el sistema de participación social y reforzó los programas de política social con el objetivo de erradicar la pobreza extrema y reducir las desigualdades socioeconómicas.

Para el autor, otro punto en común entre los dos hechos políticos separados en el tiempo por más de medio siglo es el tema de la corrupción, que, creíble o no, fue utilizado como fermento de movilización social en la destitución de esos gobiernos. El tema de la corrupción, dice Santos, no es nuevo en Brasil, las denuncias de esta nefasta práctica en la política se remontan al período histórico colonial, y sigue sirviendo de coartada para golpear a los gobiernos con prácticas que amenazan las políticas progresistas en Brasil. Los sujetos de tales actos anticonstitucionales, en gran medida, convergen: son empresarios, políticos conservadores, sectores de los medios de comunicación (parte de ellos lo mismo que en 1964) y otros sectores conservadores de la sociedad que se articulan contra el gobierno. Sin embargo, en 2016 el “deterioro económico, mal manejo de la conducta política del gobierno, se dice, proporcionó el abono para que la prédica golpista, iniciada bajo la sospecha de un fraude electoral inexistente, prosperara, terminando victoriosa en el asalto al gobierno”. poder” (pág. 47).

En el centro de esta discusión, para ilustrar los diferentes contextos de los actos anticonstitucionales, el autor analiza la ecología política brasileña: expone las características y los cambios demográficos en las dinámicas urbano/rurales entre los años 1960 y 2010; registra la evolución electoral y la participación en las elecciones en los países europeos y en Brasil, destacando este último por la constante participación de los votantes en las elecciones, pero advierte que el voto es obligatorio aquí y; cita datos de investigaciones (IPEA, IBGE y ABONG) sobre el cambio en la capilaridad social, en el dinamismo de la sociedad y en la diversidad de actores colectivos hoy. Esos elementos, para Santos, influyeron de manera diferente en los dos golpes brasileños, pero hay un punto en común entre los cuasi golpes y los golpes efectivos de las décadas de 1950, 1960 y 2016, “el rechazo [de las élites económicas y políticas brasileñas] a la política económica y progreso social de las clases vulnerables” (p. 42).

También en este capítulo, el autor enfatiza el desempeño de los partidos políticos y la votación en Brasil y varios otros países con datos sobre la participación de votantes en las elecciones. En Brasil, primero fue el voto censal, de hombres libres con posesiones económicas, luego, en la República, se instituyó el sufragio universal para los hombres mayores de 21 años, se permitió el sufragio femenino en 1932, y la población analfabeta, excluida del El derecho al voto desde las elecciones de la época colonial, fue permitido en el año 1985.

Sin embargo, esta participación electoral cuentagotas está directamente relacionada con el conflicto (re)distributivo de los grupos sociales, es decir, existe una disputa tácita (y muchas veces explícita) en la sociedad por bienes y riquezas socialmente producidos, en la que las capas económicamente favorecidas siempre ganan más. El Estado, en esta disputa, tuvo (tiene) un papel histórico en el apoyo a las élites económicas y políticas, en detrimento de las clases populares, de ahí las políticas sociales de inclusión de una porción menos favorecida de la población en el mercado de consumo y en los servicios públicos de los gobiernos progresistas intensificaron mucho el conflicto (re)distributivo al punto de que el gobierno no se sostiene.

En los dos capítulos siguientes: “sobre las elecciones y los procesos distributivos y la sucesión de la oligarquía a través de la competencia electoral”, el autor profundiza su lectura de la realidad política global. Desarrolla cuatro ideas centrales sobre el proceso electoral y la redistribución de los bienes socialmente producidos, que son: transformaciones en el proceso electoral (partidos, sufragio universal, población electoral...) de construcción de oligarquías y democracias representativas, entre los siglos XVI y XX. , permeando la revolución industrial, la revolución francesa y las dos grandes guerras mundiales; el proceso de crecimiento económico, en el mismo período, asociado al crecimiento demográfico y ciclos de estancamiento productivo; inventos industriales (máquina de vapor, comunicación, transporte…) que contribuyeron al proceso de desarrollo de las oligarquías y; los avances económicos de la revolución industrial que provocan conflictos distributivos (capital y trabajo) y políticos (entre clases).

Siguiendo esta discusión, la centralidad es el análisis de los procesos de sucesión de las oligarquías a través del proceso electoral de masas. Para Santos, el principal punto de ruptura y superación de las oligarquías representativas fue la universalización del voto asociada al crecimiento de la participación electoral por encima del 50% de la población habitacional en sociedades democráticas, con sistemas mayoritarios y proporcionales en disputas electorales por encima de cero, que Es decir, la competencia entre candidatos está por encima de uno. Aquí, el autor retoma la discusión sobre la evolución del electorado, desde el voto censal, en los países europeos en el siglo XIX, como la reforma electoral inglesa de 1832 que aumentó el número de electores, y los enfrentamientos entre grupos políticos antagónicos por la ampliación y limitación otorgando privilegios a grupos privilegiados, como la reforma electoral francesa de 1850, que redujo a un tercio la participación electoral en las elecciones, razón por la cual, según el autor, Karl Marx calificó este acto como el primer golpe de Estado por la burguesía. Esta discusión apoya la noción del autor de que las oligarquías representativas evolucionan hacia la democracia representativa. Finalmente, esta discusión sobre la participación electoral se lleva a Brasil hoy y se examina en las posibilidades del golpe parlamentario de 2016, a pesar del vigor de la democracia representativa y de masas en el país.

En el penúltimo capítulo, el autor centra el análisis en la realidad política brasileña y destaca las interrupciones de la democracia. Entiende que la trama política estructurante de los golpes de Estado se basa casi siempre en la justificación a veces frustrada de la legitimidad del golpe. En este sentido, muestra guión de cómo los actores de la oposición se convierten en gobierno y el gobierno, de la noche a la mañana, se convierte en oposición a través de un golpe de Estado. Esta discusión, a su vez, se refiere al examen del crecimiento poblacional, entre los años 1950 y 1991, cuando las regiones geográficas brasileñas presentaron, cada una en su propia proporción, cuatro, cinco, seis a más de diez veces el aumento poblacional. Este crecimiento poblacional le da un gancho a la analogía del contexto sociopolítico de la década de 1960, el telón de fondo del golpe político militar y las diferentes condiciones del golpe parlamentario de 2016.

En este último, el autor se enfoca en el proceso de implementación de políticas desarrollistas e inclusivas de los gobiernos del PT, enfriado por la crisis económica de 2008, pero a pesar del contexto internacional adverso, la inclusión social en esos gobiernos fue expansiva (programas sociales, política de empleo, ganancias reales de salario, también exención de cargas sociales para empresas e incentivos fiscales para empresarios) y resultó en el surgimiento de una nueva clase media brasileña.

En el último capítulo del libro, con un título irónicamente sugerente “la expropiación constitucional del voto”, el autor comienza cuestionando: ¿Cómo es posible expropiar constitucionalmente el voto asegurando a los ciudadanos? Responde a la pregunta revisando las tentativas de golpe de Estado en el gobierno de Getúlio Vargas en 1954, en 1955 con el intento de impedir la toma de posesión de Juscelino Kubitschek, en 1961 con la renuncia del presidente Jânio Quadros e impedimento de la toma de posesión del Vice João Goulart y el efectivo golpe militar de 1964. En esos intentos de golpe, según el autor, el Supremo Tribunal Federal (STF) afirmó la defensa de la legalidad constitucional y mantuvo la voluntad del pueblo. Sin embargo, a juicio del autor, la Acción Penal 470 (AP), de 2006, que denuncia la compra de votos en el congreso nacional por parte del gobierno del presidente Luís Inácio Lula da Silva, denominada asignación mensual, el Ministerio Público Federal denunció a 40 personas ( diputados, empresarios y ex ministros) por concierto para delinquir, blanqueo de capitales, evasión fiscal ilícita, corrupción activa y pasiva, peculado. La demanda fue seguida por el STF, que condenó a 24 acusados. Para el autor, AP 470 cimentó el camino de la postura complaciente del STF con los argumentos de legitimación del golpe parlamentario de 2016.

En ese sentido, Santos discute tres tesis de magistrados del STF sobre la sentencia de la AP 470, que le parecían descabelladas y alejadas de los preceptos constitucionales, inaugurando su posición en el análisis del juicio político al mandato de la Presidenta Dilma: Ministro Joaquim Barbosa , relator de la AP 470 , afirmó que la “Constitución es lo que dice el STF”; en ese mismo caso, el magistrado Aeres Brito, en relación con la condena de uno de los imputados sin documentación ni índices del delito, afirmó que “era imposible que el imputado desconociera las condiciones penales x e y”; y la ministra Rosa Weber, por su parte, desarrolla otra curiosa tesis “cuanto más alto es el puesto de alguien en la cadena de mando, más fácil le resulta ser cauteloso a la hora de borrar pistas”. Wanderley Guilherme dos Santos refuta estos razonamientos y muestra que los jueces juzgaron la acción, al menos en parte, desconociendo los requisitos constitucionales, en el caso de algunos acusados, como el exministro José Dirceu. Afirma que no está en condiciones de indicar si el acusado era o no inocente, ya que no conoce el expediente, pero en su análisis el juicio de este caso fue viciado.

El autor también aclara que esta sentencia estableció un procedimiento en el STF, en una interpretación tergiversada de la constitución, que legitimó el golpe de Estado parlamentario constitucional de 2016. La tesis de los denunciantes y constituye una ruptura constitucional flagrante, comenzando en la Cámara de Diputados. y confirmado por la Corte Suprema.

Así, se utilizó la constitución para legitimar el golpe y expropiar el voto del presidente legítimamente electo. Y concluye su narración sin presentar consideraciones finales al libro: la crisis económica; el regreso del desempleo; el papel de los medios de comunicación en la propaganda contra el gobierno; la movilización de los contras; el debilitamiento del gobierno en la opinión pública y; la falta de una base política en el congreso nacional hizo que las fuerzas políticas golpistas actuaran con éxito una vez más, acabando con un gobierno legítimo y albergando un gobierno que el pueblo no eligió en el altiplano.

*Francisco Mesquita de Oliveira es profesor de Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Piauí (UFPI).

 

referencia


Wanderley Guilherme dos Santos. Democracia impedida: Brasil en el siglo XXI. Río de Janeiro, FGV Editora, 2017, 187 páginas.

 

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