La crisis en la crítica de la economía política

Imagen: Nico Becker
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por RAFAEL ROBLES GODOI*

El sistema burgués se ha vuelto demasiado estrecho para contener las riquezas creadas dentro de él.

“¡El genio que soy que siempre niega! \ Y con razón; todo lo que llega a ser \ es digno sólo de perecer" (Mefistófeles en el propicio por Goethe).

A lo largo de su historia, el capitalismo ha oscilado entre sucesivos períodos de prosperidad y crisis. Su desarrollo corresponde a la dinámica reproductiva a través de la cual se alternan cíclicamente períodos de expansión e interrupciones abruptas. Karl Marx fue el primer teórico en deducir estas interrupciones de la lógica interna del propio capital, demostrando cómo los supuestos del proceso de reproducción social conducen necesariamente a crisis periódicas, sin necesidad de factores exógenos para su explicación.

En los modos de producción precapitalistas, las crisis resultaban de accidentes naturales o catástrofes sociales, siempre con carácter excepcional, y se expresaban en términos de escasez, dada la baja capacidad productiva de tales sociedades. Es sólo con el advenimiento del modo de producción capitalista que las crisis comienzan a caracterizarse por la sobreproducción y ya no por la escasez, ya integrar la propia dinámica económica como elemento constitutivo de su estructura. Ya no son los límites exteriores los que determinan la crisis, es la explicación de la negatividad inherente al capital, es el medio por el cual exterioriza sus contradicciones fundamentales, veladas y transfiguradas por las formas reificadas que lo expresan.

Aunque todavía no tenía el fundamento económico de la sobreproducción, Marx ya en 1848 imaginó la crisis como una expresión de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, además de entender su recurrencia periódica como un reemplazo cíclico. de tal contradicción.

Como se señaló en manifiesto Comunista: “cada crisis destruye regularmente no sólo una gran masa de productos manufacturados, sino también una gran parte de las fuerzas productivas ya creadas. (…) La sociedad tiene demasiada civilización, demasiada subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas a su disposición ya no favorecen el desarrollo de las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, se vuelven demasiado poderosos para estas condiciones, se ven obstaculizados por ellas; y, tan pronto como se liberan de estos obstáculos, desorganizan a toda la sociedad y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. El sistema burgués se volvió demasiado estrecho para contener las riquezas creadas dentro de él. ¿Y cómo logra la burguesía superar estas crisis? Por un lado, por la destrucción violenta de un gran número de fuerzas productivas; por otro lado, por la conquista de nuevos mercados y por la exploración más intensa de los antiguos. ¿A qué lleva eso? Prepararse para crisis más extensas y destructivas y reducir los medios para evitarlas”.[i]

La contradicción entre la creciente socialización de la vida económica y la apropiación privada de la riqueza social ya se le mostró a Marx y Engels como la base del antagonismo de clase y todas las demás contradicciones que perturban recurrentemente la reproducción social del capital. El impulso inconmensurable del capital para la autovalorización es indiferente a las condiciones de realización, está limitado sólo por la capacidad productiva, que presiona para la expansión continua. Las condiciones de realización, a su vez, derivan de las relaciones de producción, limitadas por un estado conflictivo de distribución. “El modo de producción está sujeto a esta forma de apropiación a pesar de despojar al supuesto sobre el que descansa. En esta contradicción, que imprime al nuevo modo de producción su carácter capitalista, está contenido en germen todo el conflicto de los tiempos actuales”.[ii]

La crisis es la forma en que las contradicciones se exteriorizan y, momentáneamente, se resuelven, reponiéndose posteriormente. Dado que la negatividad misma es inmanente al capital, no puede extirparse de él; como totalidad histórica, es contradicción en proceso. En esta imposibilidad radica el carácter histórico y limitado del modo de producción capitalista, su incapacidad para desarrollar incesantemente las fuerzas productivas, bajo relaciones de producción fundadas en la explotación del trabajo. El concepto de crisis adquiere una importancia central en la crítica de Marx al modo de producción capitalista porque, como observa Jorge Grespan, reproduce teóricamente la propia crítica que objetivamente el capital hace de sí mismo, requiriendo como perspectiva teórica el método dialéctico.

Marx trazó dos planes iniciales para la estructura de La capital, uno en 1857 y otro en 1866. En el primero de ellos, compuesto por seis libros, el último de ellos estaría dedicado a la crisis (abordada junto con el mercado mundial), lo que puede ser un indicio del carácter conclusivo que la Ocuparía la categoría en la estructura lógica inicialmente Preview. Su trasfondo corresponde a la estructura conocida hoy en día, en la que no existe un capítulo específico sobre el tema. Sobre esta ausencia, Roman Rosdolsky afirma que “un análisis profundo de las crisis” no estaría dentro del alcance de los estudios de Marx, quien intencionalmente habría dejado fuera cualquier investigación sistemática sobre el tema, dejando solo formulaciones dispersas a lo largo de su obra, sin ningún resultado. concluyente.[iii]

Aun reconociendo que la crisis es una preocupación constante a lo largo del desarrollo teórico de Marx, Paul Sweezy también afirma que no es posible encontrar un tratamiento sistemático del tema. Una explicación satisfactoria de las crisis requeriría la comprensión de fenómenos económicos concretos, imposibles de aprehender por el nivel de abstracción operado en La capital, donde encontraríamos algunos elementos constitutivos de una teoría de las crisis, pero no una teoría acabada (lo que exigiría un nivel de realización más allá de la obra).[iv]

Para Osvaldo Coggiola, no habría incompletud en la teoría de las crisis de Marx, con todos sus elementos presentes en sus obras (no sólo en La capital), pero integrado a la teoría de la acumulación. No tendría sentido tener una exposición específica de las crisis, al margen de la teoría general de la acumulación.[V] En la misma línea, Paul Mattick concibe la teoría de la acumulación de Marx como necesariamente una teoría de las crisis, ya que la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, causa última de las crisis, permearía todo el proceso, aunque muchas veces fuera subyacente.[VI]

Para Héctor Benoit y Ricardo Antunes, habría en Roman Rosdolsky una confusión entre los conceptos de crisis y ciclos industriales, debido a la inobservancia de algunos aspectos metodológicos del planteamiento marxista. Según los autores, no sería posible encontrar en Marx una teorización sistematizada sobre los movimientos cíclicos, que alternan entre prosperidad y crisis, ya que las manifestaciones empíricas de las crisis no estarían incluidas en el alcance del enfoque. Habría, sin embargo, un concepto de crisis desarrollado a lo largo de la obra y asimilado a partir de la reconstrucción de su método expositivo.

Estaría presente “en todo camino dialéctico-expositivo de La capital apareciendo y comenzando a desarrollarse en las primeras páginas del Libro Primero y terminando en las últimas páginas del Libro Tercero. (…) Sólo tomando como presupuesto esta noción dialéctica, consideramos que es posible llegar a una correcta comprensión del método de exposición desarrollado en los años que van de 1857 a 1866 y que involucra a todas las categorías de La capital, de “simple circulación”, pasando por “acumulación originaria” y llegando finalmente a la noción plena de “crisis” como y como resultado”.[Vii] Así, siendo el concepto de crisis desarrollado al mismo ritmo al concepto de capital, es en su exposición donde debemos encontrar todos sus elementos constitutivos.

Según Jorge Grespan, no existe una teoría acabada de las crisis en La capital, sin embargo, sería posible establecer un contenido preciso para la crisis, delimitando su estatuto teórico desde la reconstitución misma del concepto de capital. Siendo la crisis una dimensión constitutiva esencial del capital, su propia negatividad inmanente, sus determinaciones se encuentran, aunque implícitamente, a lo largo de toda la obra, como expresión del movimiento mismo por el cual el capital se niega a sí mismo. No puede reducirse a un momento específico de totalidad, es un elemento básico del desarrollo capitalista, que determina la intensidad y periodización de la acumulación, y actúa como núcleo estructurante a partir del cual cobran sentido las categorías expuestas.

En los Libros I y II, Marx sitúa su enfoque en el nivel del capital en general, donde la negatividad disruptiva aún no ha alcanzado el nivel de su ocurrencia real y, por lo tanto, aparece solo como potencialidad. Es recién en el Libro III, cuando Marx entra en el campo de la pluralidad de los capitales, que las determinaciones presentadas encuentran su punto de saturación, convirtiendo las posibilidades en necesidad. En este sentido, comprender el estatuto teórico de la crisis requiere deslindar las bases metodológicas de Marx y reconstruir toda la cadena categorial que marca su exposición.

Podemos dividir el método, utilizado por Marx en la crítica de la economía política, en dos fases. La primera se referiría a la etapa de abstracción, en la que se parte de lo concreto, de lo cual se aísla el objeto en busca de niveles superiores de abstracción, que permitan obtener sus determinaciones más simples. Aquí tenemos el aislamiento de las determinaciones esenciales del objeto, del que se decantan sus aspectos secundarios, lo que nos sitúa ante lo esencial en una realidad dada y no un puro tipo creado a priori para orientar la investigación. La esencia de las categorías no se presenta en su existencia real, aprehensible sensorialmente, sino en los elementos abstraídos y representados mentalmente.

Las categorías abstraídas no son para Marx unidades desprovistas de contenido, sino unidades orgánicamente estructuradas dentro de una totalidad. Ilienkov llama la atención sobre la existencia objetiva de formas abstractas en Marx, que no serían sólo reproducciones ideales, fenómenos mentales, sino relaciones reales, dotadas de existencia objetiva. En este caso, lo abstracto en Marx adquiere el significado de “simple, subdesarrollado, unilateral, fragmentado, “puro” (es decir, sin la complicación de ninguna deficiencia deformante). No hace falta decir que "lo abstracto" en este sentido puede ser una característica objetiva de los fenómenos reales, y no sólo de los fenómenos de la conciencia.[Viii]

La segunda fase correspondería al proceso inverso, volviendo a lo concreto, reinsertando el objeto abstraído en su totalidad. Mientras que lo concreto tomado como punto de partida remite a la realidad material que precede al pensamiento y es su presupuesto, como punto de llegada consiste en la realidad “entendida o interpretada por el pensamiento como una totalidad orgánica”. [Ex] Como resultado del proceso de producción del conocimiento, el pensamiento concreto es la reproducción mental de lo real, presentado como síntesis de múltiples determinaciones, obtenidas a través de un proceso de explicación progresiva de las categorías, donde las determinaciones más simples y elementales apuntan a las más los complejos

En este movimiento, las categorías más simples “se determinan y se enriquecen progresivamente en categorías más complejas e intensivas, hasta llegar al total concreto”.[X] Así, la dinámica del capital se explica como un concepto a partir de un desarrollo teórico que parte de la forma mercancía, la categoría más elemental del modo de producción capitalista y, tomando como hilo conductor el valor, pasa por sus diversas metamorfosis, en un proceso progresivo de realización, moviéndose hacia las formas más complejas que recorren la superficie de la sociedad burguesa, para reproducir la lógica de su objeto como una totalidad concreta. Así, las categorías están en continuo desarrollo a lo largo La capital, su primera aparición es siempre en su forma más simple y abstracta desde donde, progresiva y contradictoriamente, se desarrollan hacia mayores niveles de concreción.

Esto nos impone la necesidad de comprender la obra en su totalidad, ya que una lectura parcial nos daría una visión equivocada cuando nos enfrentamos sólo a una parte del desarrollo del concepto, muchas veces en contradicción con su exposición final. Las determinaciones de las categorías estudiadas sólo se explicitan en su movimiento dinámico, pues es en este que se tejen los vínculos y conexiones entre ellas. Esto significa que todas las definiciones que se encuentran a lo largo de la obra deben ser aprehendidas en su carácter provisional, las categorías presentadas están siempre listas para redefinir sus funciones dentro de la estructura lógica presentada y su inteligibilidad sólo es posible en el marco de la totalidad.

La separación espacial y temporal entre compra y venta, correspondiente a la primera metamorfosis de la mercancía, su conversión en forma de dinero, inaugura la posibilidad de una crisis en su forma más general. La mercancía se produce en condiciones privadas, sólo en el mercado se sanciona su carácter social, la obra social contenida en ella sólo se reconoce en términos de su capacidad de metamorfosearse en una determinada suma de dinero. Como categoría adecuada para la exteriorización de la contradicción entre valor y valor de uso, encerrada en la forma mercancía, el dinero presenta la crisis en su primera determinación.

Es importante observar que la crisis no es sólo la escisión entre las dos etapas del intercambio, es la evidencia de que esta escisión va en contra de su unidad esencial, que la complementariedad entre ellas es un requisito para la distribución de los productos del trabajo. Unidad y autonomización aquí son polos mutuamente condicionados, uno es el medio de afirmación del otro. La crisis pone de manifiesto la imposibilidad de autonomía entre ellas, o hasta qué punto esta autonomía se manifiesta, afirmando de golpe “la unidad de las fases del proceso productivo que se han independizado unas de otras”.[Xi] Por ubicarse en el campo de la circulación simple, la crisis aparece sólo como posibilidad, su realización carece del establecimiento de una serie de relaciones que aún no se dan.

Es, en esta etapa, “la forma absoluta en que se presenta la posibilidad formal o abstracta de las crisis capitalistas es la fórmula general del capital desarrollado. La posibilidad general de las crisis es la metamorfosis formal del capital, la disociación en el tiempo y el espacio de la compra y la venta. Pero esta nunca es la causa de la crisis. No es otra cosa que la forma más general de la crisis y, por tanto, la crisis en su expresión más general”.[Xii] Siendo la expresión más general, es la que está presente en todas las manifestaciones particulares, lo que significa que toda crisis tiene como base de su estructura conceptual la contradicción entre comprar y vender.

En el ámbito de la producción, los agentes individuales actúan de manera autónoma, decidiendo cuánto y qué producirán, así como qué porción de la plusvalía destinarán a la capitalización. En el ámbito de la circulación, dada la necesidad de realizar el valor producido, estos agentes se vinculan entre sí, sus decisiones individuales se sitúan bajo las exigencias de reproducción del capital social total, que busca que la producción de medios de producción encuentre complementariedad en la producción de bienes de consumo. Los esquemas de reproducción, que Marx presenta en el Libro II de La capital, corresponden a las condiciones en las que el capital encuentra temporalmente su punto de equilibrio para la continuidad de la reproducción.

Dada la fragilidad de esta situación, ante una realidad en la que los productores privados necesitan encontrar la proporcionalidad necesaria en el mercado de intercambios entre ambos sectores, se presenta la posibilidad de una crisis. Si no hay correspondencia en el intercambio entre los sectores, cada sector pierde la referencia de producción en la demanda del otro, que sólo se restablecería a través de una crisis. No se trata sólo de dos sectores distintos y autónomos, sino de una autonomía que se referencia recíprocamente, son diferencias que se entrelazan y determinan el capital social total, cuya reproducción depende de la complementariedad de sus partes. Es la imposibilidad de esta autonomía la que se manifiesta en la crisis, en forma de desproporcionalidad en el intercambio entre los dos sectores. La necesidad de proporcionalidad y la unidad restituida por la crisis revela que los dos sectores no son indiferentes entre sí, sino que se sitúan en una relación de unidad a través de la diferencia.[Xiii]

Cabe señalar que, si bien Marx está considerando alguna diferenciación entre los sectores, esta ocurre de manera unilateral, restringida exclusivamente a la noción de complementariedad. El capital se encuentra todavía en la condición de una totalidad indiferenciada, como una generalidad abstracta. Para que la crisis se haga efectiva, el capital debe presentarse como una pluralidad de capitales, como una unidad contradictoria, es decir, las diferencias entre capitales deben ser puestas en términos de contradicción y no sólo de complementariedad.

En el Libro III de La capital, al abandonar el campo del capital en general y entrar en el nivel del capital como una pluralidad de capitales, mediada por la competencia, Marx presenta la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como expresión característica del régimen capitalista de producción. Es a través de ella, consecuencia necesaria del desarrollo dialéctico de la ley del valor, que se expresa de manera más concreta la naturaleza contradictoria del proceso de acumulación. Es la forma típicamente capitalista a través de la cual se expresa el crecimiento de la productividad social del trabajo, en términos de Belluzzo, es la “manifestación, por excelencia, de la naturaleza contradictoria del proceso de acumulación”.[Xiv] A pesar de su carácter tendencial, la ley de la tasa de ganancia decreciente constituye, para Marx, una “necesidad evidente” que se fundamenta “en la esencia misma del modo de producción capitalista, que en el progreso de éste la tasa media general de plusvalía necesariamente debe expresarse en una tasa general de ganancia decreciente. (...) La tendencia progresiva a la baja de la tasa general de ganancia es, por tanto, sólo una expresión, propia del modo de producción capitalista, del desarrollo progresivo de la fuerza productiva social del trabajo”.[Xv]

El estado tendencial de la caída de la tasa de ganancia deriva de los mecanismos de contra-detención que hacen posible su atenuación y neutralización momentánea. Si, por un lado, es una tendencia, en el sentido de que puede atenuarse o incluso neutralizarse temporalmente, por otro lado, tiene carácter de ley porque, necesariamente, con el tiempo, se impone a tales mecanismos. El carácter predominante de la tendencia sobre las contratendencias, como observa Jorge Grespan, radica en que parte de las variables esenciales de la ley general de la acumulación (composición orgánica y tasa de plusvalía), mientras que las contratendencias derivan de variables secundarias o complementarias.

La negación del trabajo vivo por el trabajo muerto, expresada en el aumento de la composición orgánica, constituye una determinación constitutiva del capital, mientras que los factores contrapuestos provienen del impulso general de aumentar la productividad, “que es sólo el medio para la realización final de la negación”. de la obra viva por los muertos. Es decir, [las condiciones atenuantes] se vinculan a este fin básico [negación de la obra viva por parte de los muertos] sólo a través de los medios de su realización, sólo indirectamente y, por tanto, más alejados de la esencia”.[Xvi]

Tendencia y contratendencia se revelan como fuerzas contradictorias mutuamente implicadas, resultantes del mismo desarrollo de la productividad social del trabajo. Los mismos factores que conducen a la caída de la tasa de ganancia son también los que la “inhiben, retrasan y, en parte, paralizan”, pero sin revocarla. “Estas diversas influencias se sienten, a veces más yuxtapuestas en el espacio, a veces más sucesivamente en el tiempo; el conflicto entre fuerzas antagónicas estalla periódicamente en crisis. Estas son siempre sólo soluciones momentáneas violentas a las contradicciones existentes, erupciones violentas que restablecen por un momento el equilibrio perturbado”.[Xvii] Marx nos presenta aquí la crisis como una síntesis de determinaciones que operan en direcciones opuestas, resultado de una tensión que se prolonga en el tiempo, hasta que se hace necesaria la irrupción violenta de las condiciones para restablecer el equilibrio.

El aumento de la productividad social del trabajo, medio por el cual el capitalista persigue la plusvalía extraordinaria, reduce el peso del trabajo vivo, fuente de valor, en relación con el trabajo objetivado. Al negar su determinación más esencial, su fundamento último, el capital se niega a sí mismo, lo que nos remite a la observación de Jorge Grespan, citada al principio, según la cual el concepto de crisis sería la reproducción, a nivel teórico, de la crítica objetiva. que el capital se hace a sí mismo. Este movimiento por el cual el capital rebaja su determinación esencial a la condición de un momento de sí mismo, para poder afirmarse como totalidad, sujeto de su valorización, lo convierte en un ente escindido. De tal escisión se deriva la imposibilidad de que sus tendencias se manifiesten de manera absoluta, lo que coloca la ley de tendencia de caída de la tasa de ganancia en estrecha relación con el fenómeno de los ciclos. Como síntesis de la tensión entre la tendencia y sus atenuantes, surge un movimiento pendular, que oscila entre periodos de apreciación y depreciación.

Cuando se impone la caída de la tasa de ganancia, los capitalistas se ven inducidos a frenar la acumulación, reduciendo sus inversiones. La parálisis resultante se extiende por toda la economía, dando paso a un período en el que se intensifica la competencia, aumenta el desempleo, bajan los salarios y los productos comienzan a acumularse en los estantes. Como una forma de restablecer el equilibrio y reanudar las condiciones para un nuevo período de expansión, es necesario que se destruya una parte, o incluso la totalidad del capital adicional (la parte del capital que se destruirá está determinada por la competencia). dinámica), recomponiendo así las bases a niveles de valoración anteriores. La destrucción del excedente de capital, obstáculo a la apreciación, es a la vez resultado de la crisis y condición para superarla. La contracción de la producción garantiza el restablecimiento de la relación entre el excedente y el trabajo necesario, al nivel requerido para la reanudación de la acumulación.

Bajo la caída de la tasa de ganancia, se evidencia la sobreproducción en términos de devaluación y destrucción del capital, imposibilitando que el capital industrial cumpla su ciclo, desmantelando todo el circuito reproductivo del capital. La crisis es el punto en el que la acumulación culmina en la devaluación, cuando el capital producido no se puede conservar y mucho menos aumentar.[Xviii]. En ese momento, el objetivo del capital entra en contradicción con los medios para alcanzarlo, la destrucción del capital existente, resultado del proceso de valorización anterior, se convierte en un imperativo para la reanudación del curso expansivo. El capital mercantil sólo puede transformarse en capital dinerario a un precio inferior a su valor original, lo que desorganiza las relaciones de compra y venta entre capitalistas.

La consecuencia es la paralización del capital en su forma monetaria, a través del atesoramiento; el proceso de producción se interrumpe así, no se logran las proporciones necesarias entre productores de medios de producción y productores de bienes de consumo. La autoconservación pasa a exigir la destrucción del valor creado, invirtiendo los términos de la dinámica de la acumulación, ya que sólo la interrupción de la producción puede crear las bases para revertir el movimiento decreciente de la tasa de ganancia, única condición para la reanudación de la misma. acumulación. De esta forma, la dinámica desencadenada por la caída de la tasa de ganancia trae consigo las formas parciales de crisis antes expuestas, ahora elevadas a un nivel más desarrollado de materialización.

A medida que Marx desarrolla su concepto de capital, elevando su complejidad y saturándolo de determinaciones, la crisis, como su negatividad inmanente, sigue la misma trayectoria, asumiendo funciones cada vez más complejas. Sólo con el advenimiento de la ley de tendencia a la baja de la tasa de ganancia, sintetizando y dando una forma más concreta de manifestación a las formas anteriores, las determinaciones abnegadas del capital se exteriorizan plenamente y la crisis comienza a manifestarse. presentarse en términos de procedimentalidad y necesidad.

En este movimiento, cada nuevo contenido que aparece, representando una nueva determinación del capital, pasa, necesariamente, a referirse también a la crisis, que también pasa a recibir la determinación de tal contenido. Las diferentes determinaciones de la crisis corresponden a los diferentes momentos del capital, “así como la presentación categorial reconstituye el concepto de capital como fuerza totalizadora, también reconstituye los momentos de efectividad de esta fuerza y ​​la fuerza contraria que le es igualmente intrínseca – la crisis – de la mera posibilidad a la necesidad.”[Xix]

Si bien la tendencia decreciente de la tasa de ganancia es fundamental para entender las crisis, no nos es lícito establecer una relación causal directa entre ellas. La manifestación empírica de las crisis contiene una multiplicidad de determinaciones, de las cuales la ley de tendencia es una de las más relevantes, pero no la única. Incorpora, al mismo tiempo que expresa y oculta, todas las determinaciones más abstractas y formales presentadas anteriormente, dándoles un mayor grado de concreción.

La importancia que Marx atribuye a la ley tendencial radica en que es la expresión más tangible de las contradicciones del modo de producción capitalista, y subyace, como fundamento, en la noción de que el trabajo vivo es la única fuente creadora de valor, y que su sustitución por el trabajo objetivado consiste necesariamente, aunque sea matizado por una serie de elementos, en la compresión de la capacidad de valorización.

El hecho de que entendamos que los fundamentos de la crisis están presentes en la estructura lógica misma del capital no nos exime de proceder a la investigación concreta de cada forma específica en que se manifiesta. Marx no nos proporciona un modelo teórico capaz de enmarcar mecánicamente cualquier ocurrencia de crisis, sino que revela la legalidad interna del capital, expresada de manera fenomenal en la realidad empíricamente observada. “Cuanto más profundicemos en ellas [en las crisis], más tendremos que investigar, por un lado, nuevos aspectos de esta contradicción y, por otro lado, manifestar sus formas más abstractas como formas que reaparecen y se contienen en otras más concretas”.[Xx]

Aun tratándose de la ley de tendencia de la caída de la tasa de ganancia, por mucho que supere, en términos de concreción, todas las expresiones de la crisis presentadas anteriormente, no coincide con la realidad observada empíricamente, pero la explica y la justifica, es la parte de la estructura lógica interna del capital, a partir de la cual dicha realidad se vuelve inteligible. “Si las leyes son tendencias inmanentes que gobiernan los fenómenos y se manifiestan en ellos, entonces pueden estar actuando en la realidad sin que los hombres lo sepan, sin ser detectadas, aun cuando perciban claramente sus manifestaciones fenoménicas”.[xxi] Así, la ley tendencial no debe ser tomada como la causa última de las crisis, sino la síntesis de todas las posibilidades formales de crisis antes expuestas, que ahora reúnen todas las determinaciones necesarias para hacerse efectivas.[xxii]

*Rafael Robles Godoy Licenciada en Ciencias Sociales por la USP.

Notas


[i] Marx, K; Engels, F. manifiesto Comunista. São Paulo: Boitempo, 2007. pág. 45.

[ii] Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Editorial Global, 1986. p. 59

[iii] ROSDOLSKY, R. Génesis y estructura de El Capital de Karl Marx. Río de Janeiro: Eduerj/Contraponto, 2001.

[iv] “Quizás podamos decir que si Marx hubiera vivido lo suficiente para completar el análisis de la competencia y el crédito, habría dado un tratamiento completo y sistemático al problema. Tal como están las cosas, sin embargo, la crisis necesariamente permanece en la lista de sus asuntos pendientes”. Sweezy, P. Teoría del desarrollo capitalista. Río de Janeiro: Zahar, 1967. p. 164.

[V] Cogiola, O. Crisis económicas y teoría marxista. Revista de Economía Mackenzie; São Paulo Vol. 7, ed. 3, 2009.

[VI] MATTICK, P. Crisis y teoría de las crisis. Edición digital del Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques.

[Vii] Benoit, H; Antúnes, J. Crisis: el movimiento dialéctico del concepto de crisis en El Capital de Karl Marx. São Paulo: Týkhe, 2009. p. 26

[Viii] Ilyenkov, E. La concepción dialéctica y metafísica de lo concreto. https://www.marxists.org/english/ilyenkov/1960/dialetica/01.htm

[Ex] Germer, C. La relación abstracto/concreto en el método de la economía política. En: Corazza, G. (Org.). Métodos de la ciencia económica. Porto Alegre: Editora da UFRGS, 2003.p. 3

[X] Müller, ML Exposición y Método Dialéctico en “O Capital“. En: Marx. Boletín SEAF-MG, v. 2. Belo Horizonte, 1983, p.17-41.

[Xi] marx. La teoría de la acumulación de Ricardo y su crítica. Teoría de la plusvalía. En: Romero, Daniel (org). Marx sobre las crisis económicas del capitalismo. São Paulo: Sundermann, 2009. pág. 44.

[Xii] Coggiola, op. cit., pág. dos.

[Xiii] Véase Grespan, J. Lo negativo del capital. São Paulo: Expresión Popular, 2012. p. 165

[Xiv] Belluzzo, LGM valor y capitalismo. São Paulo: Bienal, 1987p. 102

[Xv] marx. El capital: crítica de la economía política. Libro III. São Paulo: Boitempo, 2017p. 251. "En todos los sentidos, esta es la ley más importante de la economía política moderna y la más esencial para comprender las relaciones más complicadas". Marx, 2011, pág. 626

[Xvi] La cuestión que plantea Grespan es que vincular las tendencias a la determinación más esencial del capital no asegura, por sí sola, las condiciones para su realización. Del estatuto de necesidad, atribuido por Marx a la caída de la tasa de ganancia, se deriva del hecho de que, con el tiempo, acaba imponiéndose sobre factores contrarios, lo que significa, admitiendo la posibilidad de que su contrario ocurra, una necesidad relativa. Tal imposición no resulta de una necesidad absoluta que asegure su inevitabilidad, sino que sólo expresa que las determinaciones constitutivas del capital se estructuran jerárquicamente. Al identificar una cierta ambigüedad en las formulaciones presentes en La capital en este punto, Grespan encuentra que no se puede deducir ningún resultado final definitivo debido a la prioridad sistémica de la ley tendencial sobre las condiciones contraatenuantes.

[Xvii] Marx, 2017, pág. 288.

[Xviii] . “La crisis es precisamente la fase de perturbación e interrupción del proceso de reproducción”, Marx, 2009, p. 37.

[Xix] Grespan, 2012, pág. 35.

[Xx] Marx apud Coggiola, 2009, p. 14

[xxi] Prado, EFS La ley de Marx: ¿lógica pura? ¿Ley empírica? revista social Sujetadores. Economía Política, São Paulo, n. 37, 2014.

[xxii] Benoi, H; Antúnes, J. El problema de la crisis capitalista en El Capital de Marx. Jundiaí: Editorial Paco, 2016. p. 38

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