El golpe demostró que la estrategia de aceptar las “reglas del juego”, considerando a la democracia burguesa como un fin en sí misma, puede poner en peligro las conquistas sociales acumuladas a lo largo de los años.
Por Aldo Durán Gil*
Las jornadas violentas de la derecha con rasgos fascistas en octubre y noviembre de 2019 tuvieron como objetivo provocar la renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia. Morales fue prácticamente obligado a dejar el cargo para que la oposición dejara de quemar edificios públicos, violar y torturar a militantes, funcionarios del oficialismo Movimiento al Socialismo (MAS), con la connivencia de la policía y el ejército. Este golpe y la actual coyuntura política boliviana, llena de incertidumbre sobre el desenlace inmediato y de mediano plazo, merecen una reflexión crítica sobre el carácter del golpe que también puede leerse como una introducción a un análisis más profundo del carácter de las reformas y transformaciones medidas socioeconómicas realizadas por el gobierno de Morales en el país desde 2006.
una violencia sin precedentes
La terrible violencia desatada por la oposición fascista fue algo inédito en Bolivia en la medida en que -a diferencia de la perpetrada por la oposición autonomista regionalista con motivo del fallido golpe de Estado de 2008-2009 (aunque la violencia racista tuvo el mismo objetivo, la de humillando, persiguiendo, reprimiendo, torturando, violando y asesinando a indígenas y campesinos pobres, trabajadores urbanos pobres de origen campesino e indígena)–, desarrollaron patrones de violencia y ataques desestabilizadores similares a los perpetrados por la oposición venezolana en los últimos años, en el so -llamado guarimbas en 2017.
Ataques planificados contra múltiples objetivos selectivos utilizando al menos dos frentes de acción cívico-militar. Un grupo de choque de tipo paramilitar, en gran parte reclutado entre los lumpen (que incluye delincuentes), sicarios o milicianos, mercenarios a sueldo dirigidos por un comando oculto, generalmente integrado por militantes miembros de los grupos cívicos autonomistas de Santa Cruz, policías, miembros del Ejército y mercenarios extranjeros (como en el caso de 2008- 9, en el que participaron mercenarios fascistas croatas para derrocar al gobierno), asesorados por la embajada estadounidense con el apoyo de grupos de sicarios colombianos y ONG estadounidenses que se autodenominan defensores de la democracia, pero cuyas violentas acciones desestabilizadoras contra el gobierno tomaron un cariz abierto. forma.
Otro grupo de tipo civil, compuesto básicamente por miembros de la clase media conservadora blanca o mestiza, que sin embargo ideológicamente se consideran blancos, que ensalzan y enarbolan la bandera nacional tricolor (similar al comportamiento político de la clase media conservadora en Brasil), que se moviliza en las calles para dar cuerpo y cobertura al accionar violento de los antimotines, comandados por el primer grupo con el objetivo de legitimar la ola de violencia contra el gobierno y la pseudodictadura de Morales.
Este grupo incluye a los líderes de los partidos de oposición (Mesa, Costas, Ortiz, Medina y sobre todo Camacho) que se dispersaron y se unificaron precisamente el día del conteo de las elecciones (20 de octubre), luego de lo cual el STE fue acusado de fraude, cuando tuvo un “apagón” de 24 horas cuando se hicieron públicos los resultados electorales.
Aún con las diferencias en las tácticas de ataque entre los partidos de oposición y los movimientos contra el gobierno, tienden a unificarse en la estrategia impuesta por el líder del movimiento cívico de Santa Cruz de la Sierra, Camacho, quien adopta posturas políticas fascistas y radicales defendiendo la consigna de la renuncia de Morales con el objetivo de "pacificar el país". Este mediocre opositor, desconocido políticamente, surfeando en el movimiento antigubernamental de Morales y que parece estar llegando a posiciones más radicales que Mesa, fue fabricado por los mencionados grupos opositores en un momento de crisis de táctica política de la oposición y cuando se dieron cuenta que Morales efectivamente había ganado la contienda electoral.
De todos modos, Camacho no es más que una fabricación política del gobierno norteamericano, siendo un as en la manga, y que se articula a los intereses del gran y mediano capital de la agroindustria ya los intereses económicos y políticos de Estados Unidos. De ahí su radical intervención pidiendo el castigo de Morales y los miembros del gobierno, amenazándolos con una investigación que los responsabilice del presunto fraude electoral y de las muertes ocurridas en el levantamiento opositor. Ni siquiera duda en evocar la “justicia divina”.
La génesis del golpe
La estrategia de la oposición de luchar hasta las últimas consecuencias para derrocar al gobierno de Morales era bien conocida, especialmente después del plebiscito de 2016, en el que Morales no obtuvo el apoyo mayoritario para participar en una nueva reelección. Las tácticas antigubernamentales encaminadas a implementar esta estrategia sufrieron, sin embargo, varios reveses, dando la impresión de que el gobierno de Evo controlaba el proceso electoral en un contexto de desorganización y desunión de la oposición.
Las tácticas de oposición cobraron impulso con el ascenso del candidato anti-PT en 2018 en Brasil. La instalación del nuevo gobierno brasileño, en 2019, generó expectativas entre los golpistas, por su declarado apoyo a la oposición boliviana, aplaudido y avalado por la administración Trump. Se sabe que Camacho visitó Brasil ese año para solicitar apoyo para su empresa golpista, habiéndose reunido personalmente con el Ministro de Relaciones Exteriores en Brasilia.
Pero fue una coyuntura política efímera, una serie de circunstancias que contribuyeron a la reunificación de la oposición, sentando las bases que fortalecieron el proyecto golpista: la quema de la región conocida como chiquitania en el oriente del país en julio-agosto de ese año, precisamente donde la oposición es potencialmente fuerte: el departamento (estado) de Santa Cruz, cuyo centro político está monopolizado por el famoso Comité Cívico de Santa Cruz de la Sierra (principal ciudad del país) que actúa, en coyunturas de crisis política de los partidos tradicionales, como partido político.
Fue engendrada esta coyuntura que se crearon las condiciones ideológicas para fortalecer la planificación del golpe de Estado. Era precisamente una coyuntura política favorable la que esperaba la oposición para implementar su estrategia.
Fuentes críticas revelan que durante este período (quemas) y a principios de noviembre hubo contactos y reuniones entre asesores y funcionarios estadounidenses con miembros de la oposición, principalmente con Camacho, líder del comité cívico de Santa Cruz, y con miembros de la policía y ejército para planificar y ejecutar la desestabilización política para llevar a cabo el golpe de Estado.
Incluso desde antepasado, fuentes no gubernamentales estadounidenses (como empresas de espionaje) han advertido sobre este proceso de desestabilización del país precisamente en el contexto electoral de Bolivia, en caso de que gane el candidato oficialista. Los medios hegemónicos articulados a los intereses políticos de la oposición dieron Insights preguntas permanentes sobre la probabilidad “cierta” de una segunda vuelta, y que curiosamente revelaba entre líneas una conspiración en proceso. El gobierno de Morales estaba al tanto de este movimiento y de la estrategia de la oposición.
La oposición se sumergió en el movimiento de fuego, culpando al gobierno de Morales, y lo mismo hizo en el momento del presunto fraude electoral en octubre, aprovechando el repliegue defensivo del gobierno en este último contexto. Pronto salió a las calles incendiando instituciones del Estado vinculadas al presunto fraude electoral y violando, torturando y hasta asesinando a militantes del MAS y funcionarios públicos ante la mirada conspiradora de la policía; quema de viviendas de políticos de ese partido y miembros de la familia de Morales, así como el caso de agresión y tortura de un alcalde del MAS en la ciudad de Vinto, hechos que revelan el nivel de violencia que la oposición practica con impunidad.
la trampa
El gobierno de Evo Morales, sus dirigentes e intelectuales, cayeron ingenuamente en la trampa de la OEA. Claramente fue un error táctico aceptar la pericia sobre el presunto fraude a favor de Morales alegado por la oposición en el conteo de votos. Es bien sabido que este organismo es un instrumento político permanente de los intereses de Estados Unidos (que aplaudió el trabajo pericial que pretendía haber verificado irregularidades que fueron consideradas como fraude electoral) y de los países automáticamente alineados con esos intereses e influencias de Washington, como los países que actualmente forman parte del grupo de Lima.
Al aceptar la pericia de este organismo y, más aún, al creer que podía ser imparcial, el gobierno permitió acelerar las condiciones favorables al golpe. Este fue arrinconado y a la defensiva, convirtiéndose paulatinamente en rehén de la oposición (bajo el mando de Camacho) y del veredicto final de la OEA –que afirmó haber encontrado, según criterios técnicos, fraude, aún sin una demostración detallada de su veracidad.
El gobierno debió exigir, como requisito básico para garantizar la imparcialidad, una comisión colegiada de países para participar en el conteo de votos de expertos que incluía a México, Rusia, China y la propia ONU. Nada de esto se hizo. El gobierno prácticamente aceptó el compromiso de la OEA y, al percatarse de la parcialidad de algunos miembros de la comisión de observación electoral, ya era demasiado tarde. Así, cayó en la emboscada política perpetrada por la oposición con la ayuda de ese organismo internacional.
La doble práctica, la acción de distracción de la OEA revela permanentemente sus intereses políticos concretos. En el caso del proceso electoral boliviano, tres días después de la elección, la OEA convocó a una reunión del Consejo Permanente para discutir la victoria del candidato del gobierno impugnado por la oposición. Tras la investigación, irresponsablemente denunció eufemísticamente “graves irregularidades” en el conteo de votos, sobrestimando el problema, caldo de cultivo para desatar la mecha incendiaria de la oposición.
Demás está decir que Almagro jugó este doble juego al seducir a Morales antes, durante y después del proceso electoral, buscando demostrar la imparcialidad de la OEA, así como el respeto y la seriedad en relación con el proceso electoral boliviano (los dos se conocieron en Bolivia en varias ocasiones, todo ocurriendo como si los primeros estuvieran apoyando seriamente a los segundos en relación a la reelección, provocando estupor e indignación en los miembros de la oposición, cuando en realidad se trataba de una maniobra política debidamente planificada).
La aceptación de este juego por parte del gobierno boliviano trajo un alto costo político. Respondiendo a estos llamados, Evo Morales decidió convocar a nuevas elecciones, que terminaron dando municiones para que se extendiera la mecha opositora, profundizando el movimiento golpista. En oposición al golpe perpetrado por la oposición (desmentido por los gobiernos de EE.UU. y Brasil y por la propia OEA), Almagro afirmó en los medios que no hubo un golpe de estado liderado por la oposición y, por el contrario, lo que sucedió fue un golpe de Estado del gobierno de Morales en las elecciones del 20 de octubre.
En el caso de las irregularidades en el proceso electoral de México en 2016, y también en las elecciones de Honduras del año siguiente (irregularidades detectadas por la OEA, que incluso propuso nuevas elecciones), Estados Unidos declaró ganador al impugnado candidato Hernandes. En ambas situaciones, la OEA aceptó sin vacilación el veredicto estadounidense, permaneciendo en obsequioso silencio. Las elecciones que se realizaron en Venezuela, sin embargo, son sistemáticamente descalificadas como irregulares e ilegítimas. Ni hablar del silencio sepulcral de ese organismo sobre el levantamiento político en Chile contra el gobierno de Piñera y la brutal represión policial que se desarrolló casi en paralelo al proceso electoral en Bolivia.
las reglas del juego
El golpe contra el gobierno de Evo Morales demostró que la estrategia de aceptar las “reglas del juego” democráticas, de defender la ruptura no institucional, se traduce en un decisivo error práctico. Fracasó el intento de considerar la democracia burguesa como un fin en sí mismo, situando el movimiento en este campo como una estrategia única y unilateral, descuidando la dinamización de la lucha proletaria o de los movimientos populares anticapitalistas. Juzgaron que acciones en este ámbito serían suficientes para defender los llamados “proceso de intercambioo la “revolución democrática e indigenista” iniciada en el país en 2006.
En todo caso, no es que el gobierno y el MAS desconocieran el crucial apoyo de sus bases sociales, pero el trabajo realizado en relación a la politización de las masas populares e indígenas fue insuficiente para contener el avance de la desestabilización de las fuerzas opositoras. . Al calor del enfrentamiento entre movimientos populares oficialistas en la ciudad y en el campo (campesinos, indígenas, asociaciones vecinales y obreras como la COB, CSUTCB, FSTMB, la bartolines, los cocaleros, los ponchos rojos, etc.) y el movimiento golpista, el péndulo osciló hacia este último, si bien, una vez consumado el golpe con la renuncia de Morales, las fuerzas que apoyaban al gobierno depuesto salieron a la calle en su defensa alegando “guerra civil”.
Es curioso que el gobierno de Morales parece haber sido víctima de su propia estrategia democrática al sobrestimar este mecanismo, pasando a defender no sólo la reelección ilimitada, sino la propia lógica de la democracia burguesa, que tiene un carácter de clase y está necesariamente limitada en el mundo capitalista. sociedad. . Lo que explica varios elementos de los errores de esta estrategia y la práctica política democratizadora del gobierno y el MAS en el caso boliviano.
Comencemos con el tema de defender la reelección indefinida de Morales y su supuesta invencibilidad electoral. La defensa estratégica del proceso electoral como solución para la permanencia del líder o el proceso de sucesión gubernamental configura una empresa de aventurerismo electoral. No estamos insinuando que el tema de la reelección es sinónimo de este tipo de aventurerismo, el problema no radica en la reelección indefinida en la democracia representativa liberal-burguesa, ya que es compatible con este tipo de democracia porque es un tema político y funcional para los intereses del capital, como lo demuestran los casos de Merkel en Alemania y Netanyahu en Israel. Las sucesivas reelecciones de estos dos fueron apoyadas por Estados Unidos y la Unión Europea. En el caso de la reelección de Chávez, Maduro y Morales, estos mismos países condenaron esta práctica por considerarla una aberración política.
Otro elemento importante es la parálisis parcial y la desorganización política de las masas populares, base social de apoyo y defensa del gobierno. Se quedaron, en un principio, esperando pasivamente el escrutinio electoral que le diera la victoria a Morales. La base social de apoyo fue sorprendida por la violenta reacción de la oposición, cuyo desarrollo demostró que estaba planeado de antemano.
Quizás el elemento crucial que resume la “aventura electoral” es la falta de grupos militares de apoyo al gobierno ya las fuerzas armadas (el pueblo en armas). La mayoría social, la base social aliada del gobierno, quedó indefensa, a merced de las milicias y fuerzas paramilitares de la oposición, apoyadas por la policía y el ejército. Los “coletivos” y otros grupos que defienden la revolución bolivariana en Venezuela, la Milicias Nacionales Revolucionarias de Cuba; o los antiguos Guardias Rojos de la Revolución Rusa, que están activos en China; o la Guardia Revolucionaria en Irán, marcaron una gran diferencia en el apoyo a los nacientes regímenes revolucionarios. No hubo nada parecido en el caso del gobierno de Morales. El único grupo civil armado son los ponchos rojos que surgió en la Revolución de 1952 y que resurgió en 2005-6 en apoyo a Morales. Pero, sus armas son obsoletas, pues fueron arrebatadas al Ejército en la década de 1950, su potencia de fuego es más ornamental y propagandística a favor del gobierno de Morales.
De hecho, el gobierno dejó la defensa del régimen en manos de la policía y las fuerzas armadas, en un llamado al papel constitucional de ambas fuerzas, principalmente de esta última, como guardianes de la democracia. Creyendo que estas dos fuerzas estaban bajo su control político debido a una política que mantenía los privilegios de sus miembros (reforma institucional, modernización de las dos armas, mantenimiento de altos salarios y privilegios, buenas jubilaciones y atención médica, etc.), un hermoso día se encontraron con fusiles apuntando al gobierno. Esto demostró que tales reformas en ambos sectores del aparato estatal tenían bases muy frágiles.
Este es un error recurrente de este tipo de regímenes autodenominados “socialistas”. Terminan subestimando el poder militar e incluso siendo indulgentes con la rebelión de los oficiales que apoyan el derrocamiento del régimen. El caso del gobierno de Torres en Bolivia lo demostró al ser indulgente con el golpista coronel Hugo Banzer en 1971, y el caso paradigmático es el del gobierno de Allende en 1973. El caso de la Venezuela Bolivariana revela la importancia de superar tales errores, siendo un progreso relativo en esta dirección.
Control político del aparato estatal
La toma del poder político por parte de la oposición derechista fascista a través de un golpe de Estado cívico-militar revela que la derrota del gobierno de Morales y la forma de Estado y régimen político correspondiente denota la importancia del control político del aparato e instituciones estatales para desarrollar importantes reformas socioeconómicas. Pero al mismo tiempo, demuestra sus límites estructurales y de clase, revelando la tendencia hacia las contrarreformas o contrarrevolucionarias.
Sin eso, ¿cómo explicar cómo el movimiento de oposición golpista (con fuerzas internas y externas, nacionales y extranjeras e imperialistas) logró derrocar rápidamente a un gobierno que duró trece años en tan poco tiempo? ¿Cuáles fueron los principales errores y contradicciones del régimen que, en un contexto electoral, decretó su caída?
Estos temas se refieren, por un lado, a un análisis del carácter de clase de las transformaciones adoptadas en Bolivia o el carácter de la “revolución boliviana” bajo el gobierno de Morales (2006-2019), y por otro, al develamiento de la crisis política, especialmente el análisis de la crisis de hegemonía en el período.
La ruptura institucional
La situación actual en Bolivia producto de la ruptura institucional no sólo es calamitosa, sino también profundamente preocupante para las fuerzas sociales que apoyaron y siguen apoyando al MAS y al gobierno depuesto. Y aquí sólo podemos señalar algunas tendencias políticas como prueba de lo que podría venir en un contexto de alta incertidumbre política, económica y social.
(1) Como en la mayoría de los movimientos contrarrevolucionarios, es previsible la acción quirúrgica del “Termidor boliviano”, que buscará declarar ilegales al MAS y a los movimientos populares articulados a él, además de intentar imponer un proceso de investigación de responsabilidades a los principales líderes de gobierno, del parlamento y otras instancias de la burocracia estatal.
No fue casualidad que se produjera una avalancha de renuncias a los principales cargos del Ejecutivo y del Legislativo, seguida del exilio del depuesto presidente y vicepresidente. Diputados y senadores del MAS no asistieron a la primera sesión del parlamento para tratar la sucesión presidencial según la constitución debido a la falta de seguridad para viajar a la casa legislativa.
Se trata de una auténtica “cacería de brujas” destinada a liquidar políticamente al principal partido de gobierno. Tarea que debe extenderse al desmantelamiento del Estado actual, en el sentido de que la cúpula y el medio del aparato estatal deben ser ocupados por miembros de las fuerzas golpistas (es el caso del autodenominado nuevo presidente de la país en un parlamento completamente vacío). También debe haber una depuración de la dirección del aparato policial y militar designado por el gobierno depuesto, premiando a los miembros que se rebelaron contra él con posiciones de liderazgo en la dirección policial y militar.
(2) La oposición en el poder buscará gobernar temporalmente a través de una coalición de partidos y fuerzas conservadoras, respetando en discurso la constitución vigente. Si convoca a elecciones generales nacionales, buscará excluir al MAS del proceso electoral.
Las nuevas fuerzas en el parlamento intentarán eliminar la actual carta constitucional redactada en 2008-9 y aprobada por una Asamblea Constituyente en la que predominaron las fuerzas del MAS. O propondrán una nueva Asamblea Constituyente o una reforma constitucional con el objetivo quirúrgico de eliminar obstáculos al gran y mediano capital y también al gran y mediano latifundio. En definitiva, intentarán realizar un ataque neoliberal al trípode económico del Estado Plurinacional: las políticas de nacionalización, reforma agraria y redistribución (subsidios a poblaciones necesitadas, como Bolsa Familia, etc.).
También intentarán reducir la influencia de los movimientos campesinos e indígenas, así como de los movimientos populares en general, cortando los vínculos que mantenían con el gobierno depuesto a través de la ocupación de ministerios e instituciones públicas. Su influencia, también estampada en la Constitución vigente, será objeto de acciones encaminadas a eliminar o reducir en lo posible las prestaciones sociales, especialmente para la población más necesitada -los diversos bien o subvenciones (de familias, niños, mujeres, ancianos, etc.). Lo mismo suele ocurrir en relación con las políticas de reforma agraria y las políticas de nacionalización y estatización emprendidas por el Estado Plurinacional.
Esto irá acompañado de una reforma económica neoliberal, con recortes drásticos en el presupuesto y el gasto público (que será redirigido a los sectores “productivos”). También podría implementarse una política de ajuste salarial con reducciones drásticas e incluso recortes en los salarios.
(3) La reaparición de fuerzas “masistas” que agrupan a los movimientos populares, sindicales y simpatizantes del depuesto gobierno prometieron librar una “guerra civil” contra la eliminación o reducción de sus derechos civiles, políticos y sociales conquistados durante la Guerra Plurinacional. Estado. Queda por ver en qué medida este conjunto de movimientos tendrá la capacidad de reorganizarse y liderar la lucha de la oposición en una verdadera guerra civil para recuperar el poder político, en un contexto en el que perdieron el control del Estado Plurinacional y en una situación de ataque y de desmantelamiento de ese estado.
Los posibles escenarios que se pueden contemplar -y que no descartan la violencia y el derramamiento de sangre- son los siguientes: (i) un paro masivo por tiempo indefinido de movimientos populares, sindicatos y simpatizantes del gobierno depuesto, combinado con resistencia civil armada acciones en todo el país y con la ocupación de las instituciones del Estado plurinacional, obligarían a los golpistas a retroceder, restableciendo el gobierno depuesto. Esto convocaría a nuevas elecciones con la participación del MAS. Para ello, es necesario crear un gobierno de transición encargado de implementar algún tipo de salida negociada, en la dirección propuesta por Evo Morales; (ii) el establecimiento de una junta militar encargada de formar un gobierno de transición favorable a la oposición.
La pugna entre estas fuerzas connota una grave crisis de hegemonía. Su resolución, sea el restablecimiento o la redefinición de la hegemonía, no elimina el alto grado de incertidumbre que tiende a llevar la crisis política a una nueva fase, marcada por la violencia y la inestabilidad.
*Aldo Durán Gil Profesor del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Uberlândia (UFU)