por FRANCISCO P. FARIAS*
El PCB tuvo una práctica marcada por “signos de disidencia” en relación a los gobiernos de Vargas y Dutra, una posición distinta a una política “colaboracionista”.
El golpe de 1945, agitado por la Unión Nacional Democrática (UDN) y contando, al final, con la complicidad del General Dutra, candidato a gobernante del Partido Socialdemócrata (PSD), representado por Stanley Hilton (1987), en gran parte medida, una venganza contra la indiferencia del presidente Getúlio Vargas ante la candidatura de Dutra. Si este era el sentido manifiesto de la crisis de 1945, la síntesis del autor carecía de indicación de su sentido latente. En una sociedad dividida en agrupaciones o clases sociales antagónicas –como la sociedad brasileña, que pasó a difundir los valores del orden de clase capitalista, las normas del pueblo-nación y el lucro, a partir de las transformaciones jurídicas antiesclavistas y meritocráticas de 1888-1891 - , las motivaciones de los miembros de clase no coincidirán con los objetivos e intereses buscados por estas clases o por sus fracciones de clase, para ocultar las relaciones de dominación en aspiraciones colectivas y explotación del trabajo ajeno y, en consecuencia, para preservar los privilegios de la minoría social dominante y explotadora, que concentra el poder político y los medios de producción de la vida colectiva.
La UDN contó con el apoyo del núcleo opositor, integrado por los sectores exportadores/importadores del capital mercantil, tanto que el programa de su candidato presidencial recomendaba “el saneamiento financiero”, se oponía a las “barreras fiscales” y llamaba a la “colaboración de extranjeros”. capital”, además de abogar por una “política cautelosa” de industrialización. Finalmente, la UDN predicó un retorno a los principios del liberalismo económico, referencia aceptada no sólo por profesionales de las clases medias, que viven una situación laboral inserta en la competencia del mercado de servicios, sino también por representantes del capital mercantil, en particular la Associação Comercial de São Paulo y la Confederación Nacional de Comercio, ya que esta referencia cumplió su estrategia de rentabilidad, basada en medidas de reducción de costos, por ser capital improductivo. Así, el significado menos visible de la crisis política de 1945 fue, en última instancia, un intento del capital mercantil por recuperar la hegemonía política, perdida con la Revolución de 1930.
1.
Una de las principales características del nuevo Estado surgido con la “revolución de 1930” fue la centralización política, teniendo como instrumentos el sistema intervencionista, a través del cual el gobierno central controlaba a los gobiernos estatales; y el Departamento Administrativo de la Función Pública (DASP), que también desempeñaba una función legislativa. El impulso de la tendencia centralizadora en el Estado provino del grupo de tenientes, empeñados en combatir el regionalismo de las oligarquías agrarias de los diversos estados, pero también del núcleo industrial ubicado en São Paulo. Su perspectiva militarista los predispuso a una visión centralizadora del proceso político, un ejemplo de lo cual fue su intento de formar un partido nacional, la Unión Cívica Nacional, en oposición a los partidos regionales. En cambio, los sectores oligárquicos disidentes insistieron en mantener las prerrogativas de la autonomía estatal y limitar las facultades del Estado federal.
El proceso de centralización del Estado brasileño también está relacionado con la creciente articulación de fracciones de las clases dominantes, en cuanto a sus segmentaciones regionales. En particular, a partir del cambio político de la década de 30, la fase de articulación comercial, vía expansión del mercado nacional, entre la fracción industrial del polo-región y la fracción agromercantil de la periferia. A esta mayor interdependencia económica entre las burguesías de las regiones deben corresponder los mecanismos políticos centralizadores. Así, se abolieron los impuestos interestatales y se creó el Consejo Federal de Comercio y Exportaciones (CFCE). El desarrollo del mercado interno aparece en el discurso de Vargas como un factor de nacionalidad: “desde el momento en que el mercado nacional verá asegurada su unidad, verá aumentada su capacidad de absorción, la federación política se verá fortalecida. La expansión económica conducirá al deseado equilibrio entre las distintas regiones del país” (D'alessio, 1979, p. 86).
El discurso institucional del Estado transforma la centralización política en un elemento de soberanía de la burocracia estatal. A través de la centralización político-institucional, el Estado forma la povo; antes integración nacional por el Estado, hubo poblaciones regionales. Sin embargo, lo que favorecen esencialmente las instituciones de centralización estatal es la integración nacional de fracciones sectoriales (industriales, comerciales) del capital. El capital industrial, al competir a nivel interregional, redefine sus segmentos en la división nacional del trabajo; básicamente, el capital industrial periférico, menos competitivo, se traslada a segmentos que conservan su mercado regional. A su vez, el capital comercial orienta la producción agrícola hacia los mercados externos regionales, pasando también por el doble proceso de competencia y unificación sectorial.
Otra característica del Estado después de 1930 fue el intervencionismo económico. Se instituyeron nuevos organismos de control de la actividad económica y el Estado comenzó a invertir, a través de empresas estatales, directamente en el aparato productivo. El sentido de este componente intervencionista fue acelerar la industrialización del país, proyección resultante de la alianza de militares y técnicos nacionalistas dentro del aparato estatal. El ramo militar estaba interesado en completar el parque industrial, con la formación de industrias en los sectores siderúrgico, petrolero y de energía eléctrica, a fin de posibilitar la independencia de las Fuerzas Armadas en armamento, combustibles y transporte. A su vez, el poder civil planeó la economía monetaria del país, mediante la sustitución de importaciones de estos bienes de capital. Sin embargo, para implementar la política intervencionista, la burocracia estatal tuvo que vencer la resistencia dentro de la propia burguesía industrial. Los dirigentes de los industriales -Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (FIESP) y Confederación Nacional de las Industrias (CNI)- defendieron la participación del capital privado, nacional y extranjero, en los sectores siderúrgico, petrolero y de energía eléctrica, contrariamente a las soluciones adoptadas por los estatistas.
La independencia económica del país se convierte en nacionalismo burgués. No todas las fracciones del capital de las naciones periféricas se inclinan por la política antiimperialista. El gran capital comercial, por su inserción en el mercado de importación y exportación, tiende a asociarse con los intereses del capital extranjero. Es contrario a una política proteccionista del mercado nacional y defiende en general la presencia del capital internacional en todos los sectores de la economía del país. El gran capital industrial, por otro lado, tiende a tener una postura ambigua frente al capital imperialista. Por un lado, dada su vinculación con las bases de la acumulación interna, esta fracción opone resistencia a la participación del capital extranjero en ramas industriales en las que se consolida la presencia del capital nativo, como la industria manufacturera. Por otro lado, dada su dependencia tecnológica y monetaria del capital de los países centrales, la dirección industrial se opone a un programa global de contestación de los intereses imperialistas. Sólo el capital medio sería receptivo a un programa de gobierno antiimperialista.
Queda, entonces, que la burocracia estatal asuma una posición nacionalista, en un contexto de equilibrio político entre los segmentos del gran capital. Las empresas estatales de la industria básica, al contribuir a la seguridad del aparato estatal, viabilizando la producción de armas y el abastecimiento de combustibles, preservan la independencia de la acumulación de capital en el país. Porque la autosostenibilidad de la economía capitalista requiere no sólo internalizar la industria de bienes de producción, sino también reservar este sector para el capital de origen nacional.
El programa nacional-desarrollista induce una coalición entre las facciones burguesas. Por un lado, la burguesía industrial, aunque en ascenso, no tiene la fuerza para asumir la hegemonía política en el proceso mismo de industrialización. En primer lugar, en los países en transición industrial tiende a existir una relación funcional entre los intereses industriales, por un lado, y los intereses agroexportadores, por otro. Parte de las nuevas inversiones industriales provienen de la economía agraria, lo que lleva al discurso de la armonía entre la actividad industrial y la agroexportación. En segundo lugar, la burguesía industrial, por la baja integración de sus ramas y secciones regionales, tiende a tener una visión inmediata y restringida de sus intereses. Persiguiendo objetivos de rentabilidad a corto plazo, los industriales se oponen a la implementación de la legislación laboral, cuyo efecto sería inducir la innovación técnica y, en consecuencia, el aumento de la productividad.
Por otro lado, el capital comercial se beneficia del peso de la economía agraria, aunque en declive, en la formación nacional. Los productos primarios siguen siendo importantes en las exportaciones internacionales e interregionales. Esto pospone la tendencia del capital comercial, dado que los oligopolios industriales normalmente generan su propia cadena de distribución, a subordinarse al sector industrial dentro de la formación social. Así, aunque el capital comercial -representado por el segmento más importante, los exportadores de bienes primarios- vea restringidos sus intereses económicos por la nueva política económica, inaugurada con la Revolución nacional-desarrollista, ello no significa que tenga una posición de rendición frente a frente a los intereses de la industria. En temas coyunturales de política económica (inflación, crédito, balanza comercial), el capital comercial muestra fortaleza para influir en los lineamientos desde una perspectiva ortodoxo, lo que en general indica que el crecimiento económico es inviable sin estabilidad monetaria y fiscal, punto de vista favorable a sus intereses, ya que el alza de los costos inflacionarios tiende a recaer más en el ámbito de la circulación.
Los objetivos de integración nacional e independencia económica, perseguidos con la política intervencionista, no necesariamente ponen en tela de juicio los valores estructurales de la clase burguesa, es decir, la preservación del Estado. burgués (basado en las estructuras del derecho igualitario y el burocratismo meritocrático, necesarios para la reproducción de las relaciones de producción capitalistas) y la acumulación de capital (expresada en rentas de salarios y ganancias), aunque exigen el sacrificio de los intereses políticos y económicos de las fracciones burguesas en el proceso mismo de consolidación del capitalismo. La política nacional-desarrollista, implementada por el Estado burgués, converge con los intereses globales (institucionales) de la clase capitalista.
En resumen, el papel adquirido por la burocracia estatal en el proceso de industrialización capitalista, convirtiéndose en una fuerza social capaz de orientar el contenido de las políticas gubernamentales (centralización política, intervencionismo económico), expresa una situación de ausencia de hegemonía dentro de la clase capitalista (Poulantzas , 2019). En este caso, la política estatal mantiene predominantemente la independencia de los intereses de las fracciones de clase, guiada por el interés institucional global de la clase propietaria.
2.
Consideremos el núcleo del capital mercantil del país: los exportadores de café. La sobreplantación, combinada con cosechas excepcionales, conduce a la sobreproducción y al almacenamiento. El resultado práctico es la caída del valor de las exportaciones, a pesar del constante volumen enviado al exterior. La “revolución de 1930” encontró una situación caótica y de pánico en los círculos cafeteros.
La Sociedade Rural Brasileira (SRB) pide medidas amplias: propaganda para incentivar el consumo de café, créditos, prohibición de plantar nuevas plantaciones de café en Brasil y en el exterior, no exportación de café de tipo inferior, reducción de aranceles aduaneros, reducción de impuestos sobre el café, compra de acciones. Pero el decreto de febrero de 1931 implementa sólo la última medida: el Gobierno Federal compra los sacos de café retenidos hasta junio de 1930. El mencionado decreto permite al Gobierno Federal cobrar el impuesto sobre el cafeto y el derecho del 20% del café exportado.
En 1931 se crea el Consejo Nacional del Café (CNC), concentrando en él importantes facultades. En efecto, la CNC administraría las ventas de café de las existencias; dirigiría el programa de apoyo federal, gestionando la compra de café; emplearía la tarifa del café; y tomaría el control de las regulaciones de transporte. En diciembre de 1931, hubo un aumento de 10 a 15 chelines por cada saco exportado. Otra de las medidas que se tomarán será la quema de parte de las existencias. Tras estas medidas, una ola de críticas contra la CNC se alzó en el país, pues los exportadores de café temían que el Consejo vendiera el producto almacenado en el exterior, eliminando empresas exportadoras. Con el tiempo, la importancia de la CNC en la orientación de la política cafetera aumentó significativamente. En un principio fue un instrumento de los estados cafeteros. En una segunda fase, su función principal fue mantener un vínculo constante entre São Paulo, el mayor productor, y el gobierno federal en la formulación de políticas cafetaleras. A fines de 1932, el Consejo ya estaba sugiriendo lineamientos al gobierno federal, financiando la compra y destrucción de existencias principalmente con nuevos impuestos a la exportación (Pelaez, 1973).
En febrero de 1933, la CNC fue extinguida y sustituida por la Dirección Nacional del Café (DNC), que absorbió la mayor parte de las responsabilidades de ese organismo durante el período de aguda crisis del sector cafetalero. El exceso de producción en la zafra de 1933/34 hizo urgentes nuevas y más radicales soluciones para enfrentar el problema cafetalero, por lo que, con la DNC, los estados cafetaleros perdieron definitivamente el control de las políticas sectoriales. Anteriormente eran los estados quienes designaban a los representantes del Directorio de la CNC, pero ahora, por la constitución de la DNC, el directorio será ejercido por tres directores designados por el Gobierno Federal, siendo responsables de conducirse bajo la supervisión de el Ministerio de Hacienda. La centralización de las políticas cafetaleras quitó la solución a la crisis del café de los intereses de la fracción comercial.
Poco antes del golpe de Estado, en octubre de 1937, se preparó un plan denominado “política agresiva” para el café. En lugar de los precios, lo que importa es el “equilibrio estadístico”, es decir, la venta de una mayor cantidad del producto, independientemente del valor. Como lo importante es la ampliación del mercado y la reducción de existencias, en noviembre y diciembre de 1937 se prevén unos decretos para incentivar las exportaciones y, con el fin de reducir las existencias del gobierno, la adición del 1% de impurezas en cada saco importado. El resultado es inmediato desde el punto de vista de las ventas, ya que en 1938 y 1939 se supera la media de sacos de años anteriores. La guerra frena y estanca el proceso, que en términos de precios alcanza un valor mínimo.
A la “política agresiva” del café se opone la SRB y otras asociaciones en las que los exportadores tienen voz, exigiendo al Gobierno que continúe con las medidas de apreciación de precios. Una “Comisión de Agricultores” envía Memorial al Presidente de la República, contrario a la política de abaratamiento y en contra de la “cuota de sacrificio”, instituida en 1932 y consistente en cobrar un porcentaje sobre el café exportado, que puede ser almacenado o quemado . La respuesta de la DNC enfatiza la necesidad de la “cuota de sacrificio”, sus propósitos y la razón del alza de precios para beneficiar a los competidores extranjeros.
El gobierno de Getúlio Vargas innovó así en términos de aumentar el valor del café, no sólo destruyendo parte de las existencias, sino sobre todo implementando, a partir de 1931, una política de sacrificio, que implicaba la aceptación de menores ganancias por parte de la exportación cafetalera. sector. El capital mercantil -representado por su segmento más importante, los exportadores de café- vio sus intereses económicos restringidos por la política económica, inaugurada después de la Revolución de 1930, a medida que los costos del programa de apoyo a la venta del producto comenzaron a caer, en gran medida en la exportación. propio sector, señal de que este capital ya no ostentaba la hegemonía dentro del bloque de poder.
3.
Las primeras iniciativas que marcaron el giro liberal en la política económica después del Estado Novo (1937-45) fueron tomadas por el presidente provisional, José Linhares, y su ministro de Hacienda, José Pires do Rio, luego profundizadas por el Gobierno de Dutra. En el área cambiaria, la Ordenanza Interministerial de diciembre de 1945 suspendió el requisito de licencia previa para la mayoría de las importaciones. El Decreto-Ley 9.025, de febrero de 1946, liberalizó el mercado cambiario y reguló el derecho de devolución del capital extranjero (un máximo anual del 20% del capital registrado en el país) y la remesa de rentas (un máximo del 8% del capital registrado en el país). ).
Los contactos de Dutra con la UDN explican que el inicio de su gobierno estuvo marcado por el horizonte liberal en materia de política económica y que incluyó, en el ministerio, a miembros de ese partido. El Ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Fernandes, fue un destacado partidario de la UDN, así como Clemente Mariani, Ministro de Educación y Salud, y Daniel de Carvalho, del Partido Republicano, entonces aliado de la UDN, Ministro de Agricultura. De hecho, entre 1945 y 1947 se puede hablar del ascenso del liberalismo. En lo económico, esta tendencia se reflejó en la liberalización de las importaciones y, principalmente, en el desmantelamiento del aparato estatal construido durante la guerra para garantizar el sistema de control directo de las importaciones. Los sectores “liberal-constitucionalistas” también se impusieron en los debates de la Asamblea Constituyente, entronizando los principios de la liberalismo, en particular el tratamiento de los movimientos de capitales extranjeros, en contraste con lo dispuesto en la Constitución de 1937. Los principios de libre comercio y, sobre todo, la libertad garantizada de las remesas de capitales al exterior no se restringieron significativamente, a pesar de la oposición de los “directores” ( Sola, 1998).
La frustración de no recoger los frutos de una victoria que "moralmente" consideraba propia y que parecía garantizada en 1945 animó a la UDN a participar en el nuevo gobierno. Esta “victoria moral” fue verbalizada por un líder de ese partido, Juraci Magalhães: “en 1945 no tuvimos suerte en las urnas, pero ganamos en ideas” (Benevides, 1981, p. 69). En 1946, cuando concluyeron los trabajos de la Constituyente, la dirección nacional de la UDN admitió su colaboración con el gobierno, lo que se materializó con su participación en el Ministerio, comenzando a discutirse el sentido de la afiliación y las posibles ventajas de la misma. Acuerdo PSD-UDN -PR. En la Convención Parlamentaria de 1946, la UDN había aprobado la moción de Otávio Mangabeira en la que "el partido esperaba que el gobierno se comportara de tal manera que mereciera menos el combate que la competencia en la solución de las dificultades que pesan sobre el país" (Misma misma, PAG. 69-70). En 1947, el Comité Ejecutivo de la UDN aprobó por unanimidad la delegación de facultades al presidente del partido, José Américo, para mantener entendimientos con el gobierno y los demás partidos, incluyendo la "solemnización del pacto" y el nombramiento de representantes de la UDN. en el esquema del acuerdo.
En términos formales, el acuerdo interpartidista significó un entendimiento entre los principales dirigentes del PSD, la UDN y PR de que se respetarían los pilares de la estabilidad política: el nuevo ordenamiento jurídico, con base en la recién redactada Constitución, y el apoyo parlamentario a las propuestas del Ejecutivo. visando la “pacificación nacional” y la elaboración de un plan económico y financiero, con el cumplimiento de los preceptos constitucionales de orden económico y social. La consecuencia inmediata del acuerdo fue que, durante el gobierno de Dutra, al menos en su primera fase (1946-47), no hubo prácticamente oposición parlamentaria. A fines de 1949 ya era evidente la fragilidad del pacto, principalmente por la dificultad de encontrar un candidato común, una “coalición nacional”, para las elecciones de 1950. Nuestra hipótesis es que el acuerdo se vio debilitado por el cambio de rumbo del gobierno de Dutra desde junio de 1947.
En los dos últimos años del Gobierno de Dutra se adoptaron medidas más heterodoxas. Ante la abrupta caída de las reservas de divisas, Dutra se enfrentó a las alternativas de devaluación de la moneda o control de importaciones, siendo la elección de este último determinada por consideraciones de corto plazo, como el impacto inflacionario de una eventual depreciación. Los controles consistieron en un sistema de licencias de importación a favor de las importaciones esenciales para la industrialización -combustibles, equipos, maquinarias-, combinado con un tipo de cambio progresivamente sobrevaluado. Tales medidas beneficiaron a los empresarios industriales y discriminaron a los sectores de exportación/importación. En este contexto, el Plan SALTE puede verse como un síntoma adicional de la menguante influencia de los liberales. De hecho, la UDN ya se había volcado en la oposición al gobierno.
La coyuntura 1945-47, caracterizada por políticas liberalizadoras, enfrentó un escenario de largo plazo marcado por el proceso de diversificación del aparato productivo, proceso liderado por la actividad industrial. En 1947, por primera vez en la historia del país, el valor de la producción industrial superó al de la agricultura. En el sector industrial, los segmentos de la industria pesada tuvieron tasas de expansión superiores al promedio del sector.
4.
La importancia del Partido Comunista Brasileño (PCB) como fuerza política se dio en la primera mitad de la década de 1930 a través de su influencia en el programa de reivindicaciones de la Alianza para la Liberación Nacional (ANL). El proyecto político esbozado era viabilizar el desarrollo capitalista en Brasil –mediante la industrialización sobre bases privadas y nacionales y una amplia reforma agraria contra el latifundio semifeudal– para preparar el paso al “socialismo”. En términos tácticos, por tanto, el PCB luchaba por una “revolución democrático-burguesa”; una revolución no en el sentido político, ya que entre 1888-1891 ya se había producido una transformación burguesa del tipo de estructura jurídico-administrativa del Estado brasileño, con la abolición del derecho a la esclavitud y el establecimiento de reglas administrativas basadas en el criterio de mérito, sino de carácter económico: la difusión del trabajo asalariado en la formación social y la transformación de las relaciones semiserviles en el campo.
En consonancia con este proyecto para el futuro inmediato, la posición del partido en la mayoría de los temas de política económica difería de los puntos de vista de la burocracia estatal. Mientras los líderes estatales tendían, por ejemplo, a enfocar los problemas de inflación y déficit externo en relación con el desempeño de la balanza comercial del país, los comunistas enfatizaban la falta de controles por parte del estado, especialmente sobre las remesas de utilidades y el bloqueo de la mercado interno por la ausencia de una reforma agraria y por la cooptación y represión de la lucha sindical. La práctica del PCB, a partir de la década de 1930, estuvo polarizada por los temas de la política salarial, la cuestión agraria y el imperialismo –cuyos lineamientos compondrían el programa de oposición al gobierno de la ALN.
El intento del PCB de derrocar al gobierno por las armas en 1935 se debió en gran medida a la presencia de un grupo de ex lugartenientes, bajo la dirección de Prestes, que se habían incorporado al Partido. La visión militarista de Prestes, ya como líder principal del partido, subestimó el apoyo que los comunistas tenían entre la mayoría social para adoptar esta forma de lucha. Tras la derrota de este intento insurreccional, el PCB reorientó su método de lucha hacia la línea constitucionalista, involucrándose en el proceso de redemocratización de 1945. -Fascista, la política de “Unión Nacional”. El apoyo al gobierno de Vargas en su intervención en el conflicto internacional estuvo acompañado de demandas de retorno a la democracia y amnistía para los presos políticos, entre ellos el líder del partido, Luiz Carlos Prestes. Con el retorno de la legalidad de los partidos políticos en 1943, luego de la dictadura del Estado Novo (1945-1937), el PCB lanzó su propia candidatura a la elección de Presidente de la República, obteniendo cerca del 45% de los votos, y conquistó una importante bancada en la Asamblea Nacional Asamblea Constituyente de 10. En la Asamblea Constituyente, el grupo comunista debatió los temas que polarizaban a la clase obrera, pero quedó en posición minoritaria; la mayoría parlamentaria que redactó la Carta de Posguerra estuvo fuertemente influida por las propuestas del liberalismo económico, de las que se había desviado el Estado Novo (Giovanetti, 1946).
La fuerza electoral de los comunistas se debió, en parte, a su inserción en el movimiento obrero. Varios son los índices de esta inserción; primero, en las elecciones de 1945, la mayoría de los trabajadores manuales de la ciudad de São Paulo votó por el PCB; segundo, de los 14 diputados comunistas electos a la Asamblea Nacional Constituyente, 09 serían identificados con origen en la clase obrera; tercero, el PCB tenía una influencia preponderante en la Confederación Nacional de Trabajadores de la Industria y en la Confederación Nacional de Trabajadores de Empresas de Crédito; cuarto, los militantes comunistas controlaban el sindicato más grande de Brasil: Sindicato dos Trabalhadores na Indústrias Metalúrgicas, Mecânica e de Material Elétrico de São Paulo; Quinto, la prensa y los medios de propaganda del PCB, a diferencia de sus oponentes no comunistas en las grandes ciudades, estaban dedicados a la causa del movimiento obrero (Chilcote, 1982).
Los trabajadores jugaron su propio papel en la coyuntura de la redemocratización de 1945, especialmente con la huelga de los trabajadores de la banca nacional como punto culminante del movimiento obrero. Los trabajadores bancarios habían logrado desencadenar una huelga para presionar a la patronal y al Estado, y el PCB asumió una posición más combativa. El partido apareció ante miles de trabajadores “no como el partido que les dijo que se 'ajustaran el cinturón', sino como el partido que desafió la explotación económica, la miseria” (Frank Alem, 1981, p. 195). Con ello, se fue estableciendo paulatinamente un nuevo patrón de relación entre el Estado y el movimiento sindical, a medida que los sindicatos, en su mayoría bajo la influencia del PCB, se fueron colocando “en la dirección de las luchas económicas de los trabajadores”. (Ídem, ibídem, pag. 231).
La fuerza electoral de los comunistas también se explica por su política de “Unión Nacional”. La coalición PCB-Vargas significó una alianza de la clase obrera con el proyecto de industrialización de la burocracia estatal, proyecto que no coincidía del todo con el de la burguesía industrial. Mientras los agentes del gobierno apoyaron un modelo industrial centrado en la participación de empresas estatales (acero, petróleo, electricidad), en el control de la presencia de capital extranjero (remesa de utilidades, explotación de recursos naturales, endeudamiento externo) y en la regulación del trabajo relaciones (salario mínimo, salud, vacaciones, jubilación); los representantes industriales estaban en contra del monopolio estatal en la industria de bienes de producción, la regulación de la inversión extranjera en el sector productivo y la aplicación de las leyes laborales. Así, en el contexto de las décadas de 1930/1940, el Estado brasileño no representaba la hegemonía de la burguesía industrial, sino los intereses institucionales globales (centralización política, intervencionismo económico) de la burguesía; al mismo tiempo que este Estado exigió sacrificios de intereses específicos de las fracciones (industriales, mercantiles) de esta clase. El partido, cuando se unió a Vargas, trató a la burguesía brasileña como un aliado. Una muestra de la autonomía del partido en esta alianza fue que no adoptó, en temas importantes (inflación, déficit externo, salario, cuestión agraria, imperialismo), la visión económica del nacional-desarrollismo, dominante en el aparato estatal.
La posición del PCB frente a los primeros años del gobierno de Dutra (1946-47) no podía dejar de ser crítica, a pesar de la línea política del partido Unión Nacional. Aunque tuvo cuidado de evitar un ataque sistemático al Gobierno del General Dutra, electo con el apoyo de Getúlio Vargas, la preocupación por los enclaves liberales y conservadores en el gobierno estuvo presente en el discurso comunista. Así, la Tercera Conferencia del PCB, en julio de 1946, expresó críticamente su línea constitucionalista: “aceptar las decisiones de las autoridades y luchar por la solución pacífica de los problemas nacionales no significa quedarse de brazos cruzados o conformarse de manera oportunista, sin protesta, con arbitrariedades”. y violencia” (Carone, 1982, p. 67). En 1947, con el pretexto de que el PCB estaba vinculado a los intereses de la URSS, el gobierno de Dutra aprobó la revocación de los derechos políticos del partido e intensificó la represión del movimiento sindical bajo su influencia, como las categorías de trabajadores portuarios y bancarios. trabajadores- como formas de hacer realidad la visión liberal progubernamental sobre la política salarial.
Finalmente, la política del PCB durante el proceso de redemocratización de 1945-46 significa que una parte de la clase obrera no se subordinó al bloque en el poder, aunque esta política busca una alianza con sus representantes, a favor de ampliar las reformas políticas y económicas. Moviéndose en el campo político sin oponerse a la independencia y la alianza, el PCB tuvo una práctica marcada por “signos de disidencia” en relación a los gobiernos de Vargas y Dutra, una posición distinta a una política “colaboracionista” o de apoyo a la clase dominante. . .
*Francisco Pereira de Farías Es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Piauí.
Referencias
BENEFICIOS, MV La UDN y el udenismo: ambigüedades del liberalismo brasileño. Río de Janeiro: Paz e Terra, 1981.
CARONA, E. El PCB (1943-1964). São Paulo: Difel, 1982.
CHILCOTE, R. Partido Comunista Brasileño. Río de Janeiro: Grial, 1982.
D'ALESSIO, MB Problema nacional y populismo en Brasil por Getúlio Vargas. 1979. Tesis de doctorado – Université de Paris I, París, 1979.
FRANK ALEM, S. Trabajadores y “redemocratización”. 1981. Disertación (Maestría en Historia) – Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas, Campinas, 1981.
GIOVANETTI NETO, I. El PCB en la Asamblea Constituyente de 1946. São Paulo: Nuevos Rumbos, 1986.
HILTON, S. El dictador y el embajador: Getúlio Vargas, Adolf Berle Jr. y la caída del Estado Novo. Río de Janeiro: Registro, 1987.
PELAEZ, CM “Análisis económico del programa de apoyo al café brasileño – 1906-1945: teoría, política y mediación”. en: CM Peláez (org.). Ensayos sobre el café y el desarrollo económico. Río de Janeiro: IBC, 1973.
POULANTZAS, N. Poder político y clases sociales. Campinas: Ed. de la Unicamp, 2019.
SOLÁ, L. Ideas económicas, decisiones políticas: desarrollo, estabilidad y populismo. San Pablo: Edusp, 1998.