La construcción de homo alienatis

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por ELEUTÉRIO FS PRADO*

homo alienatis, una antípoda de homo economicus que habita la ciencia económica

En este artículo pretendemos hacer un comentario crítico sobre la famosa tesis de Jacques Lacan que se encuentra en el texto La etapa del espejo como formadora de la función del yo tal como se revela en la experiencia psicoanalítica., dado a conocer en comunicación dirigida a la XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Zurich, el 17 de julio de 1949. En este escrito, el psicoanalista francés se esfuerza en mostrar cómo se produce el primer momento de la formación del yo, aquel en el que el infante se reconoce como un cuerpo único y, por tanto, distinto. de otros cuerpos y cosas en el medio ambiente.

El contenido de la crítica ya lo anuncia evidentemente el título: la experiencia psicoanalítica apunta al individuo –sobre todo a la familia– y tiende a construir una antropología fundacional. La engendrada por la mente creativa de Jacques Lacan -creemos- debería conocerse con el nombre que aquí proponemos: homo alienatis. Sin embargo, lo que sigue no se basa en ese tipo de experiencia, porque está escrito desde la perspectiva de la crítica de la economía política.

Algo similar se puede observar también en la economía política que, ya en el siglo XVIII, construyó el homo economicus eso se convirtió perfecto en la teoría neoclásica. En el caso que aquí nos ocupa, ésta es la homo alienatis – una antípoda de la que habita la ciencia económica. Si este último se esfuerza por aprehender los fenómenos del sistema de capital como tal, el primero pretende comprender y abordar el sufrimiento psíquico de los individuos sociales que viven en una sociedad basada en ese sistema.

si el primero homo El mencionado da forma al individualismo proveniente del utilitarismo, el segundo proviene de un desarrollo del estructuralismo francés. A pesar de la similitud señalada, como tal, se configuran como construcciones que se repelen, que son extremas entre sí. Se presentan como opuestos, pero en realidad consisten en interversiones que se basan, como se mostrará más adelante, en una contradicción real. Ahora bien, tales interversiones ocurren en el campo de los discursos lógico-formales que no abandonan la pretensión de ser científicos –o al menos no ser anticientíficos.

Hay que ver, desde el principio, que esta elaboración de Jacques Lacan se presenta como una manera de responder a una pregunta específica: cómo se forma un protón “yo” en el niño, en cada niño. Y esta cuestión emerge como importante porque Jacques Lacan, a través de un desarrollo teórico, la considerará como el núcleo de la formación del imaginario. El yo como individualidad autónoma es, para este autor, sólo una ilusión constitutiva de la psique humana, aunque parezca necesaria para su desarrollo.

Cabe señalar que esta “ficción”, la visión de uno mismo como una sola entidad, no consiste sólo en una distinción de uno mismo en relación con los demás, puesto que esto –es evidente- ya se encuentra en el mundo animal. Jacques Lacan, precisamente por esto, distingue la descendencia del mono del niño humano, es decir, del “cachorro del hombre”. Además, como afirma explícitamente, la etapa del espejo pretende presentar al ser humano de una manera que “se opone a cualquier filosofía directamente derivada del cogito”. El artículo, por tanto, contiene también una pretensión filosófica clásica, ya que quiere aprehender la constitución del individuo social, no como un ser puesto o como un ser presupuesto, sino –y esto todavía es necesario aclararlo- como una falta permanente. ser.

Dos puntos merecen ser señalados en este punto de la exposición: (a) Jacques Lacan se opone frontalmente a la noción de sujeto tal como aparece en la filosofía de Descartes, pero continúa usando el término normalmente, tratando de darle otro significado.[i] En cualquier caso, el sujeto de la teoría lacaniana es verdaderamente un no-sujeto, un sujeto negado como tal. Es, por tanto, una interversión engendrada en el ámbito del estructuralismo que se produce a través de la supresión formal, en el ámbito de la teoría, de la contradicción interna que caracteriza al individuo moderno: he aquí, en la sociedad que lo produce, hay un sujeto. sujeto, pero mientras el individualismo afirma sólo el sujeto, el estructuralismo postula sólo el sujeto, el no sujeto.

(b) Al suprimirse el anclaje histórico del individuo moderno, la derivación que hace Lacan de la conciencia del propio cuerpo se realiza a través de una conjetura en la que uno de los polos de la contradicción está formalmente ausente. Pues por eso la respuesta que dé él depende de la construcción de una primera cimentación; así y sólo como la comprensión logra pensar al ser humano en sociedad.

En cualquier caso, la forma-sujeto, que aparece en la filosofía moderna, no es una invención arbitraria, sino que se convierte en una expresión categórica –aunque parcial- del sujeto sujeto realmente existente, tal como lo exige y plantea la lógica de la reproducción del capitalista. modo de producción. No se identifica con el individuo social, pues consiste en una función que éste ejerce como soporte de las formas mercancía, dinero y capital. Este “sujeto”, que la economía política exalta y que el psicoanálisis borra, es en cualquier caso una contrapartida del sujeto automático, es decir, de la compulsión acumulativa del capital. Esto último requiere la concurrencia de una agencia subordinada, es decir, un agente formalmente racional, pero también impulsado por un inconsciente igualmente compulsivo.

El estadio del espejo

A pesar de que la tesis de Jacques Lacan es muy conocida en el campo de la psicología, no se puede dejar de presentarla aquí brevemente, ya que este breve artículo está dirigido no sólo a visitantes ocasionales del área, sino también a potenciales interesados ​​en otros campos. de las ciencias sociales. He aquí, entonces, el resumen.

El niño nace sin saber quién es, pero irá adquiriendo una visión de sí mismo en el transcurso de su desarrollo y en la interacción con el entorno en el que vive, que incluye a los demás y muchas cosas. Jacques Lacan concibe este crecimiento como una sucesión de etapas. Al pensar en el primero, concibe un problema de identificación que consiste en mostrar cómo el niño supuestamente conquista la imagen de su propio cuerpo. Se supone, pues, que el recién nacido en sus primeros meses, incluso antes de entrar en el lenguaje, se angustia con su cuerpo, al percibirlo disperso o incluso desgarrado: esto es, para él, una visión innata, una imagen fantasmal común. , que surge en la mente de todo niño incluso desde muy pequeño, cuando aún no ha entrado en el mundo del lenguaje.

¿Cómo, entonces, supera esta condición primordial y llega a sentirse como un todo? Su respuesta se encuentra en un pasaje muy marcado del escrito citado: “Este desarrollo se vive como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente la formación del individuo en la historia: la etapa del espejo es un drama cuyo impulso interno corre de insuficiencia en insuficiencia. ... anticipación – y que fabrica para el sujeto, atrapado en la trampa de la identificación espacial, las fantasías que siguen desde una imagen destrozada del cuerpo hasta una forma de su totalidad”.

Por tanto, el pasaje ya indica enfáticamente que la mediación que permite al niño pasar de una imagen fragmentada a una imagen unitaria de su propio cuerpo es un objeto, un artefacto de la civilización, un espejo.[ii] Como este objeto es evidentemente contingente, los psicoanalistas lacanianos añaden que el espejo es sólo una metáfora de algo que necesariamente ocurre en la experiencia humana, es decir, la visión que el bebé tiene de sí mismo, por ejemplo, en los ojos de su madre. Aunque este punto es muy dudoso, es sólo un síntoma de la dificultad principal.

Para comprender mejor lo que viene después, hay que sorprenderse con el término “dialéctica temporal” que el maestro francés utiliza para describir el movimiento que supuestamente va de la dispersión a la totalidad corporal. Ahora bien, el adjetivo “temporal” denuncia que no se refiere a la dialéctica conceptual de Hegel, que ya absorbió la temporalidad; indica, además, que utiliza el término en el sentido ordinario de una interacción entre partes que se acercan en determinadas circunstancias y que son extrañas entre sí.

El niño y su imagen en el espejo son las dos partes y forman un juego de reflexión que supuestamente tiene tres momentos: en el primero, el niño ve su imagen en el espejo y piensa que hay un ser real allí que lo provoca, Al final, algo de emoción. En el segundo, se da cuenta de que el otro niño en el espejo no es real, sino una simple imagen. Así, aprendes intuitivamente la diferencia entre ser y aparecer. En el tercero se completa la secuencia que produce la autoidentificación, es decir, se toma conciencia de sí mismo.[iii] al menos como cuerpo: así llega finalmente a ver que el otro es una imagen de sí mismo. En este momento, según el genio de Lacan, el niño supera la idea de dispersión de su cuerpo y pasa a considerarse como una totalidad.

Aparentemente por ello, la etapa del espejo funciona como condición previa o primer momento del narcisismo primario y, al mismo tiempo, como fuente de agresividad. Y aquí queda claro una vez más que Jacques Lacan quiere construir una antropología, una teoría primaria de la naturaleza humana, sobre cuya base se pueda construir una teoría social y política conservadora.

Ahora bien, es necesario ver más claramente que, en esta construcción de la comprensión, está implícita una cierta comprensión del yo como núcleo formador de un protosujeto. Como la identificación se produjo a través de una imagen –y no a través de un proceso de devenir basado en las relaciones sociales familiares– y como una imagen es algo virtual y no real, esta identidad adquiere el carácter de formación imaginaria. Quede bien establecido: para Jacques Lacan, se trata de una “estructura ontológica del mundo humano” que se caracteriza sobre todo por oponerse a cualquier comprensión de sí mismo a través del cogito cartesiano, que, como sabemos, viene a ser el Figura ejemplar del Yo no alienado. No se trata, pues, de una negación determinada, sino de una negación absoluta.

crítica tentativa

Este protosujeto es, para el psicoanalista francés, “la matriz simbólica en la que el 'yo' se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le devuelva, en lo universal, su función subjetiva”. Este protosujeto, por tanto, se forma antes de que el niño entre en el mundo del lenguaje. Sin embargo, surge aquí una duda: ¿es posible obtener esta autoconciencia, aunque sea en una primera e insuficiente forma, es decir, meramente corporal, de esta manera autárquica?

Fredric Jameson, en un célebre texto que presenta esta teoría de Jacques Lacan, tras reconocer que la “autoimagen” es una primera etapa del desarrollo de la psique, recomienda no tomarla como una “identidad en el sentido psicológico o incluso en el sentido de una “reflexividad autoconsciente hegeliana”. Ahora bien, el verdadero problema consiste precisamente en separar un solo proceso en dos momentos, construyendo así una disyunción, lo imaginario y lo simbólico. Porque, como él mismo advierte, “hablar de lo imaginario independientemente de lo simbólico es perpetuar la ilusión de que se puede tener una experiencia pura de cada uno de ellos”.[iv]

Pues bien, al menos un autor ha cuestionado la racionalidad de esta supuesta precipitación. Richard A. Lynch señaló que Jacques Lacan, al pensar de la manera indicada, había invertido la lógica de la autoformación como se puede inferir de la obra más conocida de Hegel: “Haré [en este artículo] una objeción a la idea lacaniana etapa del espejo, argumentando que la interacción social y el reconocimiento de los demás por parte del bebé son requisitos previos para su capacidad de reconocerse a sí mismo en la imagen del espejo. En el transcurso de su argumentación, este crítico señala que la “etapa del espejo es asocial”, pero que a pesar de ello participa de un saber psicoanalítico que pretende respetar el carácter social de la formación del ser humano.

Por tanto, siguiendo la carta del filósofo alemán, la visión de uno mismo sólo puede darse mediante el ingreso al mundo de los significados, algo que ocurre en el contexto de las relaciones sociales con la madre, el padre, los hermanos, etc.; es allí y sólo allí donde el niño puede adquirir conciencia de sí mismo.[V] Para Hegel, según Richard A. Lynch, no hay conciencia posible sin lenguaje[VI] y por lo tanto sin interacciones mediadas por el lenguaje. En consecuencia, entender la imagen del espejo como la propia imagen sólo podría llegar más tarde, o mejor, junto con ella, como un elemento del proceso de socialización del niño. Para Richard A. Lynch, “la etapa del espejo es importante, pero no como causa iniciadora de la formación del ego, sino como indicación de que la formación del ego se ha llevado a cabo con éxito”

El hecho es que, para Lacan, la entrada en el lenguaje se produce después de la etapa del espejo. Esto es lo que dice: “Lo importante es que esta forma sitúa la agencia del yo, desde antes de su determinación social, en una línea de ficción, siempre irreductible para el individuo aislado – o más bien, que sólo se unirá asintóticamente con el yo. devenir del futuro sujeto, cualquiera que sea el éxito de las síntesis dialécticas mediante las cuales debe resolver, como “yo”, su desacuerdo con su propia realidad”.

Pero ¿cuál es la consecuencia más importante de esta premisa fundacional que marca el discurso psicoanalítico y filosófico de Lacan? Si, para un autor como Marx, la alienación del ser humano surge de una situación social objetiva, cristalizada en el curso de la historia a través de formas cosificadas de relaciones sociales, para el autor al que aquí se aborda críticamente, la alienación es una condición subjetiva inherente a el ser humano como ser social de manera transhistórica. Y esta “identificación a través del otro”, un espejo, es independiente del curso de la historia de los modos de producción. He aquí, debido a la etapa del espejo, se vuelve prisionero de esta figura especular, que aparece también como fuente primaria de un yo-ideal, constitutivo del imaginario de cada individuo.

“La forma total del cuerpo mediante la cual el sujeto anticipa en un espejismo la maduración de su potencia sólo le es dada como Gestalt (...). así que esto Gestalt, cuyo embarazo debe considerarse vinculado a la especie (…) simboliza, a través de estos dos aspectos de su surgimiento [es decir, la inversión y congelación del cuerpo en una imagen], la permanencia mental del “yo”, en el al mismo tiempo que prefigura su destino alienante”.

Lacan declara –se enfatiza aquí– que el humano es un ser inexorablemente alienado. Si en economía el “sujeto” aparece como egocéntrico y clarividente, en el psicoanálisis de Lacan el “sujeto” aparece como “fuera de sí” y autoengañado acerca de sí mismo. En el primer caso, el sujeto está puesto; en el segundo caso, el sujeto no está puesto, aparece sólo como un espejismo, es decir, figura como un devenir; en el tercero, que sería el caso de Marx, el sujeto se presupone y puede, por tanto, llegar a serlo, no individualmente, sino colectivamente mediante la superación del capital y del capitalismo.

Pero esta tercera posición no implica postular una teleología de la historia según la cual el futuro reserva para el ser social la realización de un sujeto pleno en una sociedad sin contradicciones, en la que toda posible alienación ha sido superada. Además, la posición no dialéctica de Jacques Lacan implica una afirmación de este tipo, aunque con un contenido diferente. Su concepción contiene una teleología de la historia en la que, contrariamente a ese humanismo futurista mal asignado a Marx, se postula la imposibilidad de superar limitaciones históricamente contingentes. He aquí que para él la alienación es fundamental y, por tanto, independiente de la temporalidad de la historia.

¿Pero esta propuesta teórica, como él mismo cuestiona, no estaría “expuesta a la recriminación de proyectarse en lo impensable de un sujeto absoluto”? Siendo rigurosos en este punto, ¿no apuntaría tal crítica a la creación teórica de un no-sujeto absoluto? En cualquier caso, para eludir el juicio de que postula un “sujeto” metafísico, “un sujeto universal abstracto”[Vii], busca fortalecer esta construcción con diversas evidencias empíricas, aparentemente no decisivas como siempre parece suceder. Por supuesto, todavía se encuentra en el campo de la teoría tradicional tal como la caracteriza Max Horkheimer.[Viii]

Por ello, además, afirma que para llegar a la formulación del protosujeto sólo aplicó lo que llamó “método de reducción simbólica”, es decir, construyó una abstracción subjetiva basada en la complejidad fáctica de los fenómenos psicológicos.

Está claro que, si se rebate así esta propuesta teórica, también deberían cuestionarse las conclusiones que plantea sobre el ser humano. Es necesario recordar aquí, ante esta necesidad, el libro lucha por el reconocimiento por Axel Honneth. Porque ahí reside otra manera de entender la génesis social de la identidad del yo. “En ninguna otra teoría” – dice – se ha desarrollado de manera tan consistente (…) la idea de que los sujetos humanos deben su identidad a la experiencia del reconocimiento intersubjetivo (…) como en la psicología social de George H. Mead”.[Ex] He aquí que Axel Honneth, como se sabe, pretende desarrollar en este libro precisamente la teoría del reconocimiento de Hegel.

La autoconciencia en esta teoría se forma en la relación intersubjetiva de un ser humano con otros seres humanos, es decir, depende de la aprehensión de significados. Por tanto, la propia interacción plantea el problema constante de controlarse a uno mismo para poder controlar la reacción de los demás. Sólo es posible “adquirir conciencia de sí mismo” – dice Axel Honneth explicando a George H. Mead – cuando el bebé “aprende su propia acción desde la perspectiva del otro”. El “yo” se forma a partir de un “yo” reflexivo; llega al niño a través de un no-yo, a través de otro, su madre y sus demás parientes.

Si la autoconciencia del niño se produce a través de la educación, primero en la familia y luego principalmente en la escuela, bajo las determinaciones, aunque indirectas, de la sociabilidad del capital, la responsabilidad por el surgimiento en el niño de un yo ideal fantasmático, de un yo infantil narcisismo, etc. hay que buscarlo no en una “etapa espejo”, sino en estas determinaciones sociometabólicas –aunque estén mediadas por la familia. En las condiciones de la sociedad actual, la familia no es para sí misma como se podría pensar, sino que está para los demás, es decir, para permitir la reproducción del capital. Y esto debe tenerse en cuenta al comprender la psique del individuo social tal como ha llegado a ser en los tiempos modernos.

* Eleutério FS Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP. Autor, entre otros libros, de De la lógica de la crítica de la economía política (luchas contra el capital).

Notas


[i] El término “sujeto” aparece once veces en el texto de El estadio del espejo. Como es sabido, el sujeto, sin embargo, no coincide con el yo. Lacan, como también sabemos, sólo desarrollará su noción de sujeto más tarde, cuando elabora lo que llama simbólico. ¿Habría, sin embargo, un sujeto sin ego?

[ii] Como es sabido, los primeros modelos de espejos empezaron a aparecer hace unos 5 años, en la antigua Sumer, actual Irak. Realizados en placas de bronce pulidas con arena, los espejos no reflejaban imágenes muy claras debido al material utilizado para su fabricación.

[iii] La “autoconciencia” es, como sabemos, una categoría hegeliana. Es cierto que Lacan estuvo muy influido por la exposición del capítulo que presenta esta categoría en Fenomenología del Espíritu. Sandrine Aumercier – en Lacan, ¿un hégélien? – informa lo siguiente: “Los préstamos de Hegel provienen más de Kojève que de Hegel. Y es muy probable que Lacan no leyera nada más que la Fenomenología del Espíritu, tal vez incluso simplemente la 'dialéctica del amo y el esclavo'”.

[iv] Ver Jameson, Fredric – Imaginario y simbólico en Lacan. En: El lector de Jameson. Ed. Michael Hardt y Kathi Weeks. Blackwell, 2000, pág. 89-93 (https://amzn.to/3EpKze4).

[V] Véase Lynch, Richard A. – El espejo alienante: hacia una crítica hegeliana de Lacan sobre la formación del yo. En: Estudios humanísticos, vol. 31, 2008, pág. 209-221.

[VI] Más aún, para Hegel no hay conciencia sin trabajo y sin conflicto social, ya que estas dos mediaciones más la mediación del lenguaje son constitutivas de lo humano. Peter Dews, en su crítica a Lacan, menciona que se distancia de Hegel porque, para el filósofo alemán, “el lenguaje es la existencia de una autoconciencia para los demás… que está inmediatamente presente” en la psique de los hablantes. Ver Rocío, Peter – Lógicas de la desintegración. Verso, 2007, pág. 72.

[Vii] Véase Sales, Léa S. – Posición del estadio del espejo en la teoría de lo imaginario de Lacan. Revista del Departamento de Psicología, UFF, vol. 17 (1), enero/junio. desde 2005.

[Viii] Horkheimer, Max- Teoría tradicional y teoría crítica. La colección de pensadores. Abril Cultural, 1975.

[Ex] Honneth, Axel – Lucha por el reconocimiento – La gramática moral de los conflictos sociales. São Paulo: Editora 34, 2009 (https://amzn.to/3r0o3Fz).


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