la condición sensible

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por SCARLETT MARTON*

Modos y formas de sentir en occidente

Aparentemente, vivimos en una época de notables transformaciones en la forma de pensar, actuar y sentir. Los modelos teóricos y los marcos referenciales que orientaron nuestra forma de pensar están en descrédito; los sistemas de valores y conjuntos de normas, que orientaban nuestra forma de actuar, caen en desuso; los comportamientos y prácticas que guiaban nuestra forma de sentir se vuelven obsoletos.

Precisamente de las transformaciones en los modos de sentir trata el libro de Claudine Haroche. la condición sensible revela, ya en el título, la complejidad del objeto que pretende examinar. Aquí sensible se entiende en un doble registro. Se trata, por un lado, de las formas de mirar, de escuchar, de tocar, en definitiva, lo que concierne a los sentidos y, por otro, de las formas de percibir y percibir a los que nos rodean, en definitiva, lo relacionado con los sentimientos.

Más que defender posiciones, el autor busca delimitar cuestiones. Como ella misma dice en el prólogo, presenta una investigación a la vez “predisciplinar” y “transdisciplinar”, poniendo en juego interpretaciones filosóficas, sociológicas, antropológicas y políticas. Si no siempre apuesta por la precisión conceptual y el rigor analítico, deja claro su objetivo: quiere explorar un enfoque en el que se mezclan distintos registros, para adentrarse “en las capas y cimientos profundos de la fluidez en curso en las sociedades contemporáneas” .

A través del examen de los campos de los sentimientos y los sentidos, propone abordar las construcciones actuales del individuo, el sujeto y el yo, centrándose en el surgimiento de nuevas formas de sentir. Y, para hacer más evidentes los cambios que atraviesan las concepciones del yo, del sujeto y del individuo, contrasta el estudio del ser humano de hoy con el de otros momentos históricos.

Así, en la primera parte del libro, Haroche se dirige a los siglos XVI y XVII. Pretende mostrar que, entonces, los comportamientos y prácticas estaban dirigidos a dominarse a sí mismo para ejercer el dominio sobre los demás. Los tratados de educación para gobernantes y los manuales de civilidad enfatizaron la necesidad del individuo de controlarse y contenerse. Tanto el padre de familia como el príncipe sabían bien que ser dueño de uno mismo era requisito indispensable para ser dueño del entorno.

Fue a partir de esta regla, presente en toda la sociedad, que se formularon las exigencias éticas y políticas. De ahí que el lugar central lo ocupen la moderación de actitudes y gestos, pero también la deferencia y la postura. Estaban asociados a la sacralización del espacio, la función y significado de la distancia, los privilegios de la inmovilidad. En suma, la postura y la deferencia, así como la moderación, estuvieron en la base de las formas en que se construyeron el individuo, el sujeto y el yo.

Recorrer la historia del deseo de reconocimiento, señalando las formas en que se expresó y tradujo en diferentes ocasiones, es uno de los propósitos que persigue el autor en la segunda parte del libro. Se propone mostrar que, en el siglo XVIII, surgen demandas de reconocimiento, que se hacen cada vez más amplias. Asociadas a las ideas de consideración, respeto, reputación, honor, dignidad y mérito, pero también a las reglas de cortesía, etiqueta y cortesía, estarán presentes en diferentes momentos de la historia, desde la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos de El Hombre y del Ciudadano a las democracias contemporáneas. Recorrer este camino sin duda contribuye a comprender mejor cómo se expresa hoy el deseo de reconocimiento. El lector es llevado a darse cuenta de hasta qué punto ciertos comportamientos y ciertas prácticas acaban estructurando una determinada forma de ser del individuo, del sujeto y del yo. También es llevado a darse cuenta de su condición actual en el entorno en el que vive.

Pero es en las dos últimas partes del libro donde se encuentran análisis más detallados de las formas completamente nuevas de sentir del individuo hipermoderno. Recurriendo a los aportes de las humanidades en general, Haroche pretende mostrar que, marcadas por la fluidez, las sociedades contemporáneas experimentan continuas transformaciones, que producen cambios tanto en los rasgos de personalidad de los individuos como en la naturaleza de las relaciones que establecen entre sí. Porque, en la actualidad, asistimos al declive de las formas y los modales o, en palabras del autor, “de lo que a veces llamamos civismo o cortesía, a veces cortesía o urbanidad”.

Desde el momento en que prevalece la informalidad, se suprimen las distancias y se eliminan las jerarquías; en definitiva: se promueve la horizontalización de las relaciones. Hay una mezcla de registros, una confusión entre espacios públicos y privados y, como resultado, una psicologización general de la sociedad. Entre los diversos rasgos que llegan a caracterizar los comportamientos y prácticas individuales, así como los mecanismos y modos de funcionamiento colectivos e institucionales, el autor enumera la desinstitucionalización, el desencanto y el surgimiento de la insignificancia. También recuerda el aislamiento y la masificación del individuo, la inestabilidad del sujeto, la inconsistencia del yo.

Bajo el efecto de la aceleración y la globalización, las formas de sentir, en el doble sentido del término, se transforman tanto en su relación con el tiempo como con el espacio. Un ejemplo de esto es el carácter transitorio y fugaz de los vínculos que creamos. Con la dilución de las fronteras entre el mundo real y los mundos virtuales, se multiplican los yoes inestables y efímeros. Por otro lado, la búsqueda de visibilidad, que termina convirtiéndose en sinónimo de legitimidad, pone en juego sujetos intercambiables que están listos para ser utilizados por otros –o por sí mismos.

Subrayando que la exteriorización del ser humano conlleva el estrechamiento de la conciencia, Haroche explora las consecuencias del empobrecimiento del espacio interior. Lugar especial merece el examen de la desvinculación. Elemento central en los juegos de poder y dominación y en los mecanismos de alienación y humillación, está presente incluso en los procesos de pensamiento, constituyendo un obstáculo para la reflexión.

De los doce capítulos del libro, diez fueron objeto de publicaciones anteriores aisladas. Al tratar diversos temas, se tocan entre sí de diferentes maneras. Independientes unos de otros, cada uno presenta su hilo conductor. Que regresen a las ideas es inevitable, dadas las estrategias específicas que requieren. Sin embargo, las repeticiones siempre se centran en puntos clave de las lecturas que hace Haroche. Aunque tímido en sus conclusiones, la condición sensible ofrece al lector un amplio panorama del estado actual de la discusión sobre el llamado hombre hipermoderno.

*Scarlett Marton es profesor titular jubilado del Departamento de Filosofía de la USP y autor, entre otros libros, de Nietzsche, de las fuerzas cósmicas a los valores humanos (Editorial UFMG).

Publicado originalmente en Revista de reseñas, No. 6 de octubre de 2009.

referencia


Claudina Haroche. La condición sensible: formas y modos de sentir en Occidente. Río de Janeiro, contraportada, 240 páginas.

 

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