por RENATO JANINE RIBEIRO*
No hay compromiso, ni del PT ni del Gobierno, de complementar el carisma de Lula con una comunicación que llegue al afecto de la gente
Dos propuestas principales: 1ª, Lula es un comunicador extraordinario. FHC también fue presidente, pero con diferencias importantes. FHC hablaba en prosa, Lula en epopeyas. Una vez le pregunté a FHC cómo veía el tema y me dijo que era más racional, que Lula apelaba más a los sentimientos. Y hizo clic: racional en el sentido más básico, sentido común. No fue una respuesta vana. Al final, Lula logró comunicarse con toda la población, incluidos los más pobres, mientras que FHC se dirigió más a las clases media y alta.
Las famosas metáforas: la jabuticabeira, la madre. En ambos casos pide esperar. Recuerda que las primeras jabuticabas no llegarán antes de los siete años, que el bebé tardará uno o dos años en caminar y hablar. Pero dejó claro en Porto Alegre, en enero de 2003, que haría todo lo que prometió, pero no de inmediato. La metáfora de la madre fue interpretada, por desconocimiento o mala fe, como si se posicionara como el Padre de la Patria. El paternalismo del gobernante, sí, infantiliza a los ciudadanos.
Bueno, Lula usó la imagen de una madre, no de un padre. Pero tampoco se erigió en madre de la nación; Se comparó con las madres, se equiparó con ellas, asumió el papel de quien sabe que el niño tarda en caminar y hablar. Tomó como modelo la experiencia más democrática, la de la maternidad, que los más pobres ejercen a menudo con más amor y competencia que los ricos.
2º, al PT no le gustan las redes sociales. Ni siquiera a Lula le gustan. yo estaba en un vivir de él con ex Ministros de Educación, alrededor de 2017 (creo). Y, cuando dije que podían hacer clips de 30 segundos de sus discursos y reproducirlos en línea, y puse el ejemplo de una vez en la que dijo que era muy fácil beneficiar a los pobres, no muy costoso en términos de dinero, Sería un gran video, respondió Lula contándonos cuando fue a Acre y, con Chico Mendes, viajó durante cuatro horas a una ciudad del interior, para hablar sobre el PT. Y no había nadie allí para hablar con ellos.
Lo que entendí: que no hay una solución fácil para iluminar a la gente, para hacer política. Los memes y los bailes no pueden reemplazar el contacto visual, el esfuerzo de quienes trabajan duro en las carreteras, en las colinas. Belleza.
Hermoso, sí, pero ¿sigue siendo cierto? ¿Qué tan cierto es todavía? En 2008, a propósito de una revuelta en Moldavia, que estalló después de publicaciones en Twitter criticando el fraude electoral – y que derrocó al gobierno –, comenté que los 140 caracteres sólo tenían este poder porque todos allí ya estaban convencidos del fraude. El tweet fue sólo la chispa, el iskra, que prendió fuego a todo. En otras palabras: no se construye conciencia política con posts, especialmente los cortos, los de efecto, los que parecen lenguaje publicitario, los sellos. (De hecho, entiendo que sellar = perdiste al por mayor, estás contento con un bon mot en el comercio minorista).
Pero entonces, ¿qué hacer?
Recuerdo la campaña de Fernando Haddad para la reelección como alcalde del SP, en 2016. Un escenario terrible, descartó Dilma Rousseff, Lava Jato apuntando a Lula para derribarlo. Perdió. Pero, durante la campaña, pregunté a mis amigos dónde estaban los logros del Ayuntamiento. Finalmente, recibí un video corto con los 10 logros principales. Las primeras fueron lámparas LED en plazas de la periferia. Lo encontré despistado.
Y de hecho el PT pierde por goleada en el uso de las redes sociales. En el que, por cierto, la ultraderecha es la que miente y rueda. Esta persona se dio cuenta de la enorme posibilidad de mentir, y la utiliza y abusa de ella. Reconozco que la izquierda está más comprometida con la verdad (o así lo cree), pero lo cierto es que increíbles instrumentos de comunicación, que cortocircuitan a las empresas mediáticas, han sido ignorados por los sectores progresistas. No sé si es por un espíritu de iluminación.
André Janones es la excepción que confirma la regla porque no era ni es del PT, quería postularse para presidente y finalmente apoyó a Lula. Utiliza las redes abiertamente. Algunos incluso dicen que lo hace descaradamente. ¿Pero por qué la izquierda no hace esto?
Cuando lo hace, como en algunas publicaciones recientes del PT o del propio gobierno, hace menos bien que la extrema derecha. Al PT le corresponde descubrir y adoptar nuevas formas de comunicación. Me pregunto si no sabe o no quiere saber cómo son, porque hay muchos petistas, sobre todo entre los jóvenes, pero no sólo, que los conocen; tal vez la dirección del partido desconfíe de ellos.
Finalmente, hoy toda la comunicación gubernamental recae sobre los hombros de Lula. Además de la articulación política, de hecho, ya que sus responsables, en el gobierno, no han tenido éxito –por ejemplo, cuando van a hablar con el presidente de la Cámara, Arthur Lira–. Es demasiado peso. Como Lula, por alguna razón que no entiendo, parece haber priorizado la agenda internacional y, en cierta medida, subcontratado la política interna al personal principal del gobierno (en particular, los del PT, los ministros de palacio y Fernando Haddad), quedó en manos de estos últimos. Estos últimos tocan la principal agenda del país que es, precisamente, la política interna. Ahora bien, con la excepción de Fernando Haddad, que ha demostrado una gran habilidad en la conducción de la política económica, no vemos éxito en este juego. Ha sido una especie de empate: ni la vergüenza de la derrota ni el brillo de la victoria.
En resumen, todo está –peligrosamente– en manos de Lula, sólo suyas. Una mejor comunicación, y una que no pueda copiar aquella en la que él es un as, ayudaría. No sería la comunicación intensamente personal que utiliza el Presidente. Pero no veo ningún compromiso, ni del PT ni del Gobierno, de complementar el carisma de Lula con una comunicación que apele al afecto de la gente, disputando con un cariño democrático el cariño autoritario que históricamente ha funcionado tan bien en Brasil y que sigue alimentando la derecha extremal.
*Renato Janine Ribeiro es profesor jubilado de filosofía en la USP y ex Ministro de Educación. Autor, entre otros libros, de Afecto autoritario – televisión, ética y democracia (Estudio editorial).
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