por Erico Andrade*
Análisis de la red de mentiras que sostiene al gobierno de Bolsonaro.
Si hay una coherencia innegable en la figura de Bolsonaro es la simetría entre su campaña electoral y su mandato. La coherencia reside, paradójicamente, en la mentira. En efecto, la seriedad de esta forma de hacer política encuentra su punto crónico ante el desafío de la pandemia del Coronavirus. A diferencia del lema del ejército, según el cual la prioridad en una guerra es conocer al enemigo, al capitán no le interesa conocerlo y mucho menos vencerlo. El enemigo del presidente no es el enemigo de todos en el planeta. Por eso, aunque usa y abusa de un discurso beligerante, las imágenes de guerra no son utilizadas por el presidente para referirse al desafío que nos impone la pandemia. El término batalla, que es una palabra que le sonaría natural a cualquiera en este contexto, ni siquiera es usado muy a menudo por el capitán. La táctica de su gobierno es pretender que el verdadero enemigo no existe para atacar a sus oponentes políticos. La guerra de Bolsonaro es mantener su mandato. La táctica: la mentira.
La mentira como práctica política del gobierno gana ahora terreno fértil para negar la gravedad de la pandemia y, por tanto, socavar la confianza en las instituciones que pueden producir soluciones a la crisis que ya nos mata a miles. Es necesario hacer un inventario de las mentiras enumeradas en estos últimos meses a través de las cuales el gobierno coordina sus diferentes ministerios, las cuales se encuentran casi todas en la renuncia a la verdad.
Inicialmente, la primera estrategia fue minimizar el impacto de la pandemia, a pesar de las advertencias de varias instituciones vinculadas a la salud y, en particular, de la Organización Mundial de la Salud. Para corroborar la trayectoria de la mentira del ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles publicó en su twitter el 22 de marzo de 2020 un video del doctor Drauzio Varella (quien había sido virtualmente linchado por los bolsonaristas) en el que Varella afirmaba que su rutina no había alterado por la pandemia. El video del médico fue producido y publicado en enero cuando no había noticias de contagios de coronavirus en Brasil. Salles utiliza el video de Varella en un contexto completamente diferente y meses después para relativizar el impacto de la pandemia en Brasil, que en ese momento el propio Varella ya había anunciado como grave. Esto demuestra una de las formas más comunes de mentir en el gobierno: descontextualizar datos para tratar de socavar la confianza en las personas que considera opositoras y en las instituciones en general. El propio Twitter eliminó la publicación del ministro.
Otra mentira común es tomar lo incierto por cierto. El 30 de marzo de 2020, el presidente defendió, sin base científica alguna, el uso de la cloroquina y la hidroxicloroquina porque, según él, “estaría funcionando en todos lados”. La comunidad científica todavía ve con cautela el uso del fármaco, principalmente por sus efectos secundarios, que ya han sido responsables de la muerte de algunas personas. La prisa por proponer una cura milagrosa, porque se llevó a cabo al margen de las pruebas científicas que operan en un momento diferente al de la política, sólo podía correr la misma suerte que el twitter de la ministra de Medio Ambiente: el borrado. Al presidente le borraron su twitter la noche del 29 de marzo de 2020 y aún hoy no se ha probado la eficacia de esas sustancias para combatir el COVID-19.
En la misma línea de descontextualizar los datos para socavar la confianza en las instituciones, actuó la ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos Damares Alves. Mientras Brasil va camino de ser uno de los principales epicentros de la pandemia en el mundo, el ministro lamenta que el país no haya alcanzado la previsión de un millón de muertos en mayo. Sin embargo, este número no formaba parte de ninguna proyección estadística para el mes de mayo desde el momento en que Brasil adoptó el aislamiento social. Es decir, instituciones científicas como el Imperial College London no entregaron los números que cita el ministro en contraste con ellos diciendo que Brasil está bien por no haberlos alcanzado. Nuevamente, este es un claro intento de socavar la confianza en las instituciones científicas a través de la distorsión de los datos.
En educación, la mentira, que nunca se ocultó, cobra dimensión internacional en la pandemia cuando el ministro acusa, evidentemente sin prueba alguna y contrariando los estudios científicos sobre el tema, a China de haber producido subrepticiamente el Coronavirus en laboratorio para ganar protagonismo económico. Esta vez, ni él pudo sostener la mentira y eliminó la publicación a través de la cual se burlaba de China con una tira cómica de Turma da Mônica.
Entre los líderes de gobierno encontramos a la diputada Carla Zambelli quien comparte noticias falsas de la manera más cruel con la intención, nuevamente, de reducir el impacto de la pandemia y socavar la confianza en estados que, a pesar de las reticencias criminales del Gobierno Federal, aman el aislamiento social. medidas. En Brasil, donde la gente ni siquiera tiene derecho al duelo, difunde, en una entrevista para Rádio Bandeirantes el 29 de abril de 2020, la noticia de que se están enterrando ataúdes vacíos en Ceará, estado gobernado por el PT. Conociendo el odio que su electorado alberga hacia el PT y que los afectos movilizan nuestro régimen de creencias, difunde noticias falsas sin la menor vergüenza. En particular, aunque luego se demostró que era una noticia falsa (como de hecho se demostró; es una imagen antigua de ataúdes vacíos completamente fuera de contexto: verifique UOL el 4 de mayo de 2020), ya se resolvió con el suyo qué quería: reducir el impacto de la pandemia y culpar al PT por cobrar de más el número de muertos cuando en Brasil ocurre lo contrario; subregistro flagrante de muertes por COVID-19.
Esta red de mentiras se alimenta y retroalimenta de las redes sociales sin que sea posible frenar su difusión a la misma velocidad. El gobierno de Bolsonaro sabe que producir mentiras tiene un costo menor que probar la verdad. La asombrosa cobardía de esta forma de hacer política se basa en la movilización de los afectos de sus seguidores para socavar la credibilidad de las instituciones. Y justifica, junto con ellos, la necesidad del gobierno de ponerlos en jaque y actuar desafiando la ley. Es precisamente en este sentido que el gobierno de Bolsonaro actúa como una milicia: monta un estado organizado paralelo a las instituciones, apoyado en fake news, para actuar con impunidad en beneficio propio.
*Érico Andrade es profesor de filosofía en la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE).