La colonización de América a debate

Imagen: Andrea Ch.
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por MARIO MAESTRI*

Es un craso error proponer la colonización capitalista de América, desde el siglo XV, sin producción capitalista, sin burguesía industrial, trabajadores asalariados, libre mercado laboral y con un bajísimo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas materiales.

En 2011, estaba entusiasmado con la publicación de Revolución y genocidio: El mal ejemplo de la independencia paraguaya y su destrucción, prometiendo analizar la formación social paraguaya y el gran conflicto sudamericano desde una perspectiva marxista. El autor, Ronald L. Núñez, un joven sociólogo paraguayo, dedicó el libro a la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional, a la que pertenecía, fundada por el activista argentino Nahuel Moreno (1924-1987). [NÚÑEZ, 2011] Les explico mi curiosidad. En 2008, con un sesgo marxista, inicié un vasto proyecto de investigación sobre la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), culminado en 2018. Durante mi investigación, visité frecuentemente el país, sus bibliotecas y archivos y conocí a excelentes historiadores paraguayos. .

La decepción fue grande. Revolución y genocidio Fue un ensayo escrito con motivo de la celebración del II Centenario de la Independencia del Paraguay en 2011, a partir de una limitada y apresurada revisión bibliográfica. Abundaban las referencias a Trotsky y los clásicos sobre el tema eran escasos. Ni siquiera se mencionó a marxistas-revolucionarios como los argentinos Enrique Rivera y Milcíades Peña, referentes centrales en aquella discusión. [RIVERA, 2007; PEÑA, 1975]. Se repitieron las fantasías de la historiografía patriótica paraguaya sobre el esplendor y avance del Paraguay desde la Independencia: industrialización metalúrgica y textil acelerada y pionera; construcción de puentes, carreteras, naves, alumbrado y pavimentación urbana, etc.

Se ignoró el limitado desarrollo de las fuerzas productivas en un país agrario-campesino, como bien recuerda el citado Enrique Rivera. Se propuso un país con una “economía casi completamente planificada” y una “burguesía” paraguaya “autónoma” y “claramente progresista”. Ella habría conducido al país, asociada a Solano López y su padre, hacia el “capitalismo industrial”, hasta que ese proceso progresista fue interrumpido por la “burguesía monopolista inglesa”. Siguiendo la vulgata nacional-patriótica y los ideólogos estalinistas paraguayos, se ignoró el protagonismo de los campesinos – chacareros –, con la mirada puesta en una inexistente “burguesía nacional”, en ausencia de cualquier proletariado y núcleo industrial propiamente dicho [MAESTRI, 2015]. En resumen, discutí los errores historiográficos y el chovinismo burgués propuesto como lectura marxista-revolucionaria por Ronald Núñez – “Paraguay: Revolución y genocidio: el mal uso de la historia” [MAESTRI, 2012].

Diez años después

El lanzamiento de La guerra contra el Paraguay en debate con ese autor se despertó nuevamente mi curiosidad, esta vez sobre la evolución del ya maduro autor y doctor en historia por la USP. El título delata un poco el contenido. No se trata de un texto unitario, sino de artículos consolidados, publicados en la revista marxismo vivo, de LIT-QI, organización a la que también pertenece Sundermann, que publica los libros de Ronald León Núñez (hoy RLN). [NÚÑEZ, 2021.] El libro consta de seis capítulos. El primero aborda un tema referencial de la historiografía marxista: “El carácter de la colonización europea [de las Américas]”. Un debate que, en los últimos tiempos, se apagó con la victoria de la marea contrarrevolucionaria global de los años 1990, marcada por la destrucción de la URSS. Sin embargo, disponemos de estudios valiosos sobre esta controversia.

Como ese primer capítulo, que aborda un tema de gran interés, tenía plena autonomía en relación con el tema del libro en cuestión, emprendí un comentario sobre él, del que publiqué una primera versión, en 2022, en el Cuadernos en línea GPOSSHE. Vuelvo ahora a ese artículo, en una versión ampliada y final. [MAESTRI, 2022.] Quisiera señalar que mi viejo compañero y amigo Valerio Arcary, líder de la corriente Resistencia PSOL, quien siempre ha sido morenista, acaba de publicar en el sitio web la tierra es redonda, del 10 de febrero de 2024, defensa acrítica de la lectura de Colonización de Nahuel Moreno, en la misma línea de Ronald León Núñez.

Al igual que en 2011, en El carácter de la colonización europea, nos enfrentamos a iguales malentendidos sobre el marxismo, escasa bibliografía, muchas citas y referencias a Marx, Engels y Trotsky y pocas sobre el tema abordado. En el texto, el silencio hacia los autores referenciales del tema vuelve a ser ensordecedor. La gran sorpresa fue que el objetivo del artículo no era avanzar en la discusión sobre el carácter de la colonización de América, sino recuperar in extremis de tesis, de Nahuel Moreno, en la tipografía Hugo Miguel Bressano Capacete, de 1948, en “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en América”. Moreno es un gran referente para las organizaciones políticas pertenecientes a la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-QI), fundada por él, con énfasis en Brasil, el PSTU y las innumerables rupturas que vivió. Para emprender su proyecto, Ronald León Núñez prácticamente regresa a la etapa de discusión de 1960-1970, en un extraño análisis histórico-sociológico vendimia.

Un falso debate: pasado feudal y no pasado capitalista

 Desde la década de 1930, el movimiento comunista ha estado vinculado al bloque estalinista. A partir de los Juicios de Moscú (1936-38), multitudes de bolcheviques fueron eliminados durante el asalto de la burocracia al poder político en la URSS. [BROUÉ, 1964.] Las lecturas marxistas de los partidos de la Tercera Internacional se convirtieron en meras exégesis de las instrucciones dictadas en Moscú, que siguieron prácticamente sin discusión. En los países coloniales, semicoloniales y capitalistas atrasados, los trabajadores tuvieron que someterse a las “burguesías nacionales”, “industriales”, “progresistas” y “antiimperialistas” – “revolución por etapas” – para superar la propuesta semifeudal y supervivencias feudales con la construcción de economías capitalistas sólidas.

Sólo en una “segunda etapa” habría lucha por el socialismo. Con esta orientación, desinteresada por la revolución mundial, la burocracia soviética buscó una colaboración imposible con el capital internacional. [FRANK,1979.] En América Latina, este colaboracionismo facilitó la hegemonía del populismo y el nacionaldesarrollismo sobre los trabajadores –varguismo, peronismo, aprismo, etc.

Después de la Revolución de 1905, León Trotsky y Aleksandr Parvus sostuvieron que, en los países atrasados, la fragilidad-pusilanimidad de la burguesía rusa había dejado en manos de los trabajadores la realización de tareas democráticas, asociadas a las socialistas: “revolución permanente”. . En las Tesis de Abril, VI Lenin abrazó esta orientación y la necesidad de un asalto inmediato al poder, después de sólo tres meses de democracia burguesa en el antiguo Imperio zarista. [TROTSKY, 1963; ZVETERÉMICH, 1988; LENÍN, 1917.]

Inicialmente, la oposición al colaboracionismo estalinista se limitó a pequeñas organizaciones anarquistas, marxistas y, sobre todo, marxista-revolucionarias [trotskistas]. Este último, duramente perseguido por la burguesía y el estalinismo. [ABRAMO Y KAREPOVS, 1984; LEOL, 2003; FRANK, 1973.] Después de la II Guerra Mundial, diezmada, la Cuarta Internacional vivió un proceso de dispersión-confusión provocado por el contexto adverso y la dificultad para insertarse en el verdadero movimiento obrero. Lo que generaría los deslices pablistas, posadistas, mandelistas, lambertistas, morenistas, etc. [DESPALÍN, 1980; 159; CRAIPEAU, 1977; MARÍA, 1981; MAITÁN, 2006 FRANK, 1973.]

En América Latina, con el debilitamiento del estalinismo (1956, denuncia de los crímenes de Stalin, etc.) y el crecimiento de la industrialización y del proletariado en América Latina, especialmente en Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Venezuela y México, se fortalecieron los ensayos que defendían el programa socialista y criticar la “revolución por etapas”, por parte de intelectuales de izquierda y pequeñas organizaciones políticas revolucionarias.

La caracterización de la colonización fue un campo destacado de esta confrontación político-ideológica. El comunismo moscovita defendió el carácter feudal o semifeudal de las antiguas formaciones sociales latinoamericanas y, en el siglo XX, su supervivencia. Había que avanzar según la “revolución por etapas”: primero, bajo la dirección de la “burguesía nacional-industrial” y, sólo después, luchar por el socialismo, como hemos visto. El pasado y el presente se ajustaron a políticas colaboracionistas. [PRESTES, 20: 2015.]

Lenin y Trotski

Más comúnmente, la crítica del etapismo no retomó las propuestas de Trotsky y Lenin de asociar tareas democrático-burguesas y socialistas, bajo la dirección de los trabajadores. Por el contrario, emprendió, en dirección opuesta, el mismo camino metodológico que el reformismo, retocando también la historia, esta vez, a favor del programa socialista. A grandes rasgos, propuso el “carácter capitalista” de América desde el desembarco de los conquistadores. Así mismo con una lectura sociológica y pocas referencias y conocimientos de la historia. La polémica se debió a la propuesta estalinista de la necesidad de que todas las formaciones sociales pasen por las cinco etapas (modos de producción) propuestas por Marx y Engels en el análisis de la evolución-revolución social, política y económica de las civilizaciones en el espacio europeo. – comunismo primitivo, esclavitud, feudalismo, capitalismo, socialismo.

Explícita o implícitamente, ambas interpretaciones respetaron esa propuesta mecanicista, suprahistórica y universalizadora. La defensa del pasado feudal se proponía superar la fase capitalista, para saltar a la etapa socialista. La tesis del origen capitalista casi siempre ha abogado por pasar a la siguiente etapa, la lucha directa por el socialismo, sin demora y por todos lados, ya que América no había conocido otra forma de producción que el capitalismo.

En Brasil, entre otros, intelectuales pecebistas como Astrogildo Pereira (1890-1965) defendieron el escenismo feudal; Octávio Brandão (1896-1980); Paso Guimarães (1908-1993); Nélson Werneck Sodré (1911-1999). Algunos de los principales adalides del capitalismo siempre han sido el sociólogo argentino Sérgio Bagú (1911-2002); el germano-estadounidense André Gunter Frank (1929-2005); Los brasileños Ruy Mauro Marini (1932-1997) y Caio Prado Júnior (1907-1990). Este último propuso una orientación capitalista-carácter de colonización y, sin embargo, negó la validez del programa socialista. Marxistas revolucionarios argentinos como Luis Vitale (1923-2010), radicado en Chile, y Milcíades Peña (1933-1955) y Nahuel Moreno (1924-1987), abrazaron esta visión, en formas más o menos refinadas. [MAESTRI, 2019.]

La lectura del pasado capitalista se basó esencialmente en la orientación mercantil y de búsqueda de lucro de los colonizadores, desde que pisaron las playas americanas. Características que son ajenas al feudalismo y que serían, por tanto, propias del capitalismo. Esta tesis fue adoptada, sin embargo, por autores que no reivindicaban el marxismo. En 1937, de forma pionera, en historia economica de brasil, el brillante economista burgués Robert C. Simonsen (1889-1948), había negado el “aspecto feudal del sistema [portugués-brasileño] de concesionarios”, debido a la “orientación capitalista de la colonización que buscaba el lucro”. Se basó en Max Weber, quien había propuesto el capital comercial y el capitalismo en la Antigüedad [SIMONSEN, 1977; WEBER, 1982].

Múltiples modos de producción

El carácter semitalmúdico del debate sobre la ubicación de las formaciones estadounidenses en relación con las cinco etapas necesarias también se debió al atraso fáctico y epistemológico de las ciencias sociales marxistas. Sólo con el debilitamiento de la hegemonía estalinista sobre las ciencias sociales avanzó la discusión sobre las múltiples líneas evolutivas y los diferentes modos de producción conocidos por la humanidad, además de los destacados por Marx-Engels para la evolución europea. Como resultado, avanzaron las investigaciones sobre las formaciones africanas, asiáticas y americanas. La legitimación del “modo de producción asiático”, esbozado por los fundadores del marxismo, dio lugar a este debate [SOFRI, 1978; PETIT, 1986].

En el 1960 Centro de estudios y de investigaciones marxistas, fundado por el Partido Comunista Francés, abrazó esa discusión [CERM, 1974]. En América Latina, importantes contribuciones académicas tuvieron poco impacto en la praxis marxista, no sólo por la situación política del continente –no sólo Brasil vivió bajo un régimen dictatorial (1964-1985) [ASSADOURIAN, 1973]. En general, los partidos marxistas, de izquierda y de derecha, mantuvieron sus posiciones en torno a la discusión de los cinco pasos estalinistas necesarios.

Milcíades Peña escribió, desde muy joven, una magnífica historia crítica de la formación social argentina, recientemente publicada en un solo volumen: se suicidó, en 1955, a los 32 años, a causa de una depresión crónica [PEÑA, 2012]. Abrazó la tesis del “capitalismo desde siempre”, ya que murió antes de la reanudación del debate marxista. En el texto citado, “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en América”, a partir de 1948, sin la riqueza de Peña y sin una investigación fáctica real, alejada del método marxista, Moreno generalizó y radicalizó esa tesis para todas las épocas y para las tres Américas. “La colonización española, portuguesa, inglesa, francesa y holandesa en América fue esencialmente capitalista.."

Moreno vivió hasta 1986, sin corregir esa valoración, orgulloso, sin razón, de haber sido uno de “los primeros, si no el primero”, en negar la colonización feudal y defender la colonización capitalista [RLN, 2021: 34]. La producción de Peña, en sus límites y grandes cualidades, sigue siendo lectura imprescindible, no sólo para el estudio de la formación social argentina. Actualmente, las lecturas y propuestas de Moreno sobre la colonización americana cuentan casi únicamente con el apoyo de militantes e intelectuales dogmáticos de la LIT-QI, un grupo internacional creado por él, como hemos visto, y de grupos desligados de él.

Innegablemente capitalista

Nahuel Moreno adapta la realidad histórica a sus propuestas políticas. En el "Cuatro tesis”, explica la crisis colonial, no por el retraso, sino por el “importante desarrollo capitalista ocurrido en el Imperio español a finales del siglo XVIII”. Si hubo tal explosión capitalista española, nadie la vio ni la escuchó. Tesis abrazada por RLN que, en su texto, presenta citas de Milcíades Peña, León Trotsky y Karl Marx, quienes apuntan en la dirección opuesta, señalando que, debido al atraso feudal-mercantil español y su burguesía, España no pudo promover, hasta el siglo XX, su sustancial industrialización. [RLN, 20-29.]

En lo que respecta a la discusión política, entre programas socialistas y capitalistas, en el siglo XX fue arbitrario, para la epistemología marxista, y doblemente innecesario, retroceder la caracterización capitalista al período colonial y poscolonial. Desde la década de 1950, cuando se instauró la polémica “feudalismo x capitalismo”, las principales formaciones latinoamericanas habían conocido, de manera indiscutible, organizaciones socioeconómicas capitalistas dominantes, aunque en su seno existieran relaciones precapitalistas de dependencia. Por lo tanto, esa discusión fue irrelevante, en lo que respecta a las principales naciones, para definir el carácter de la revolución latinoamericana, y desestimó las propuestas de Trotsky, en 1905, y Lenin, en 1917.

Fue una ironía de la historia que Moscú y los intelectuales colaboracionistas, proponiendo incorrectamente relaciones feudales-supervivencia para América Latina, señalaran con razón la defensa infundada de la colonización capitalista de las colonias americanas por parte de naciones ibéricas con una formación feudal-mercantilista. En 1963, en Cuatro siglos de latifundios, Passos Guimarães recordó. “Se percibe el contenido apologético de esta concepción errónea, ya que admite que el sistema colonial, en lugar de transportar los elementos regresivos del país dominante al territorio conquistado […] seleccionaría los nuevos factores que determinan la evolución social y los utilizaría para fundar [ …] sociedad de tipo más avanzado que las metropolitanas”. [GUIMARÃES, 2005: 36]. En lo cual tenía razón.

Las intenciones no definen a un hombre.

Moreno había propuesto que las intenciones de la colonización serían “capitalistas […]: organizan la producción y los descubrimientos para obtener ganancias prodigiosas y colocar bienes en el mercado mundial..” [RLN, 2021:35]. Desde un principio definió la colonización y las formaciones sociales ibéricas como capitalistas por objetivos y orientaciones mercantiles. Y no, según el método marxista, del desarrollo de las fuerzas productivas materiales y, sobre todo, de sus relaciones sociales de producción dominantes. Para hacerlo, se requeriría un conocimiento sólido del método marxista y un estudio detallado de las formaciones sociales de grandes áreas coloniales para poder caracterizarlas.

Apoyado por la economía política marxista, Passos Guimarães también cuestionó con razón esta deducción, recordando que la orientación y la producción para la venta eran “peculiares, en proporciones crecientes, a toda la larga historia de la economía mercantil […]”. Y si tuviéramos como parámetros los “fenómenos inherentes a la circulación”, tendríamos que aceptar la “igualdad entre todos los sistemas sociales que ha experimentado la Humanidad”, desde el fin de la “vida primitiva”. [GUIMARÃES, 2005: 41.]

En un texto de 1971, “Feudalismo y capitalismo en América Latina”, el argentino Ernesto Laclau (1935-2014) realizó una crítica igualmente demoledora a la tesis del “capitalista desde siempre”, manteniendo sin embargo también la defensa del feudalismo en regiones de América Latina. Al igual que Passos Guimarães y Ernest Mandel, recordó que el comercio mundial precedió a la producción capitalista embrionaria, apareciendo tímidamente en los inicios de la civilización. [MANDEL, 1962: 36, vol.1; LACLAU, 1973: 23-49.]

Los sistemas protomercantiles y mercantiles practicaban la circulación y el intercambio de bienes, mediante el comercio [moneda] y el trueque [intercambio], sin modificar necesariamente, en general, los modos de producción de las sociedades que producían, por un lado, y por el otro. por otra parte, compraban los objetos ofrecidos en permuta-venta. Durante décadas, los brasileños intercambiaron productos estadounidenses [palo de Brasil, pieles, animales, etc.] por productos europeos [hachas de hierro, cuñas, cuchillos, etc.], sin cambiar esencialmente las economías de sus aldeas. [MAESTRI, 2013; MARCHANT, 1980.] Sólo la producción-exportación de bienes industriales desorganizó a las comunidades precapitalistas con las que se relacionaba.

Capitalismo colgado del cepillo

Era un disparate proponer una colonización capitalista de América, desde el siglo XV, sin producción capitalista, sin burguesía industrial, sin trabajadores asalariados, sin un mercado laboral libre, con un bajísimo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas materiales. El intento de superar esta paradoja motivó distintos adjetivos de categorías marxistas que insistieron en no dar cabida a definiciones fantasiosas. Para Peña, en América Latina la clase colonial que producía para el mercado internacional conoció un “capitalismo colonial” [PEÑA, 1973: 87: destacamos].

Moreno literalmente inventó un “capitalismo mediterráneo”, semifeudal y no manufacturero. “El capitalismo mediterráneo, impregnado de formas aristocráticas y feudales, tiene un carácter comercial, usurero, local e internacional en oposición a la Europa noroccidental, que tiene un carácter manufacturero y nacional..” [MORENO 1948.] Violando la historia, los argentinos definieron como capitalistas a las clases feudales y mercantilistas ibéricas. Con un capitalismo industrial y otro no industrial, hizo ininteligible la historia de la génesis del capitalismo europeo. [HOBSBAWM, 1976.]

Al no encontrar una “burguesía colonial” equivalente o cercana a la europea, se volvió a recurrir a la fantasía, siempre con el comercio como definidor del carácter capitalista de las sociedades coloniales y poscoloniales. En Plata, la oligarquía comercial nativa fue identificada como el Prometeo colonial – “burguesía comercial”. En el pasado, se abrazó la propuesta colaboracionista de una “burguesía” progresista avanzada en el presente.

En Brasil, Florestan Fernandes definió el núcleo “progresista” de agricultores esclavistas del “oeste de São Paulo” como promotores del fin de la esclavitud, el comienzo de la industrialización y el agente “humano nativo” de la revolución burguesa. Para estas propuestas, el motor de la historia se encontraría en las clases dominantes o algunas de sus fracciones, y no en los explotados. [|FERNANDES, 1981.] En elogio de la clase dominante, Moreno generalizó la existencia de una “burguesía terrestre” progresista en toda América Latina, anterior y precursora de la génesis de la burguesía manufacturera y fabril. “[…] esta producción capitalista tuvo su origen en el inicio de la colonización de una clase capitalista autóctona, independiente de los comerciantes y la burocracia, la burguesía terrateniente”. Una “clase burguesa mucho más progresista que la burguesía comercial”. [MORENO, 1948.]

La fantasía se superó en la producción de sustitutos para el proletariado manufacturero e industrial, esenciales para la producción capitalista, en un mundo colonial y poscolonial que explotaba a los indios comisionados y administrados; gauchos enganchados; nativos y africanos esclavizados, etc. En una propuesta dualista se definió la producción capitalista, en la esfera de la circulación, dominante e inductiva, apoyada en el trabajo esclavizado, semiservil y servil, en la esfera de la producción, dominada y determinada. Se revirtió literalmente la inversión revolucionaria del marxismo, que basaba la dinámica de la civilización en el mundo material-productivo, previamente propuesto como regido por el mundo de las ideas.

hacer mermelada con naranjas

Moreno supera esta contradicción insoluble con el hibridismo sui generis"Así es como los colonizadores, para explotar capitalistamente a América, se ven obligados a recurrir a relaciones de producción no capitalistas: la esclavitud o semiesclavitud de los indígenas..” Y continúa, sin sonrojarse: “Producción y descubrimientos para objetivos capitalistas; relaciones de esclavitud o semiesclavitud [sic]; Las formas y terminologías feudales (al igual que el capitalismo mediterráneo) son los tres pilares sobre los que se basó la colonización de América” [MORENO, 1948; RLN, 35].

O contradicción in terminis La idea de que el capitalismo produce con relaciones de producción precapitalistas fue comúnmente respaldada por la referencia de Marx a la explotación colonial de esclavos, que negaba perentoriamente lo que pretendía afirmar. “En la segunda clase de colonias, las plantaciones, que son desde el momento en que se creó la especulación comercial, centros de producción para el mercado mundial, existe un régimen de producción capitalista, pero solo de manera formal, porque la esclavitud de los negros excluye el empleo asalariado libre, que Es la base sobre la que descansa la producción capitalista..” [MARX, 1973: 331, T. II] Simplemente no entendía a los que no querían.

No nos detendremos en las imprecisiones histórico-metodológicas que sustentaron la propuesta de un orden feudal en el pasado y sus restos en el presente. En Brasil, por ejemplo, los agricultores de sesmeiro, supuestos señores feudales, tenían posesión alodial de la tierra: podían venderla, donarla, alquilarla, etc. Y no hubo complots servil, pero homogénea explotación de latifundios orientada al mercado mundial y, muy secundariamente, regional. Y en esta parte del Nuevo Mundo no había sirvientes, sino, sobre todo, trabajadores esclavizados. Los defensores de estas interpretaciones también profundizaron en el hibridismo. Para Passos Guimarães, en Brasil, la ausencia de sirvientes en la tierra obligó a una regresión “a la esclavitud [clásica] […]” [GUIMARÃES, 2005: 36]. Por tanto, en un caso, los esclavizados apoyaron la producción capitalista y, en el otro, la producción feudal. Se deducía así, de presuntas relaciones superestructurales, una producción feudal singular sin siervos de la tierra, sin parcelas serviles, orientada a la mercantilización.

Por un lado, los intelectuales moscovitas inventaron el dominio del feudalismo colonial desde el Descubrimiento, sin siervos, para desafiar la lucha por el socialismo. Por otro, para promoverlo se propuso un fantasioso “capitalismo colonial”, sin trabajadores. En ambos casos, se ignoraron las fuerzas productivas materiales objetivas, las relaciones de producción, los modos de producción dominantes y dominados, la base de las formaciones sociales. Sin embargo, siempre queda una duda importante. ¿No habría contribuido la tesis del capitalismo, desde el siglo XVI, incluso fantasiosa, a la lucha por el socialismo, ya en el siglo XX, especialmente en las naciones industrializadas? A nosotros no nos parece. En el mejor de los casos, los defensores de este aspecto serían los “bien intencionados” que allanan el “camino al infierno”, según Marx.

La definición capitalista de las formaciones americanas originales asumió sólo una evolución histórica cuantitativa y nunca cualitativa, desde el siglo XVI al siglo XX, en espacios sociales esencialmente homogéneos. Esa verdadera filosofía de la historia negaba el “dinamismo evolutivo de las sociedades históricas reales”. [COQUERY-VIDROVITCH, 1980.] Saltó sobre la necesaria interpretación precisa de las sociedades americanas, para facilitar su transformación revolucionaria. Se ignoraron las evoluciones y revoluciones histórico-sociales ocurridas, ya que el capitalismo siempre había negado la singularidad de la génesis del proletariado y de las formaciones capitalistas consolidadas en el siglo XX en las regiones más desarrolladas de América.

La esclavitud colonial: un apresurado ensayo de deconstrucción

En el mencionado contexto de los años 1960, se abrió espacio para la legitimación científica del “modo de producción asiático” y para la investigación de los múltiples modos y formas de producción conocidos por las sociedades no europeas, con énfasis en el África Negra precolonial. — modos de producción domésticos, de linaje, fiscales, etc. [MEILLASSOUX, 1995, 1977, 1975; AMORJOU, 1983; MIERS Y KOTYTOFF, 1983; MILLER, 1995; VANSINA, 1980]. Por diferentes razones, la misma investigación sobre las formaciones americanas precoloniales y coloniales (mayas, incas, encomienda, esclavitud colonial, etc. [ASSADOURIANO, 1973; SORIANO, 1981; MURRA, 1980]. Esta discusión esencialmente marxista experimentó una reacción general con la victoria histórica de la contrarrevolución liberal-capitalista a finales de los años 1980, como se propuso.

En Brasil, la conciencia del carácter esclavista de la sociedad luso-brasileña y brasileña, de 1530 a 1888, llevó a superar el impasse entre feudalismo y capitalismo. Esta realidad que hoy destaca fue borrada por múltiples obstáculos político-ideológicos, como hemos visto. Un grupo de académicos, especialmente marxistas, contribuyó a la lenta maduración de la conciencia sobre el pasado esclavista de Brasil y la centralidad de los trabajadores esclavizados. En ese proceso se destacaron dos obras de Gilberto Freyre, de 1933 y 1935, que proponían una esclavitud brasileña pseudopatriarcal, con un sesgo fuertemente conservador. [FREYRE, 1969, 1996].

Las lecturas germinales de Benjamin Péret, trotskista francés, militante de la Liga Comunista Revolucionaria, en 1956, y de Clóvis Moura, militante del PCB y, más tarde, del PCdoB, en 1959, registraron la centralidad de los trabajadores esclavizados en Brasil en la anterior a 1888 [MOURA, 1959; PÉRET, 2002]. Entre muchas otras, las obras de: J. Stanley, de 1961; de Manuel Correia de Andrade, de 1965; de Emília Viotti da Costa, de 1966; José Alipio Goulart, de 1971; de Décio Freitas, de 1973; por Suely Robles Reis de Queiroz, 1977, etc. [COSTA, 1982; GOULART, 1971, 1972; FREITAS, 1973; STANLEY, 1961; ROBLES, 1977].

El carácter colonial-esclavista de la antigua formación social de Brasil fue claramente definido por Ciro Flamarión Cardoso, en 1971, y, sobre todo, por Jacob Gorender, en 1978, de manera sistemática. El libro fue de gran importancia en esta lectura, Economía política de la esclavitud colonial, de 1961, de Eugene Genovese (1930-2012), entonces historiador marxista estadounidense, contribución fundamental a la consolidación de la visión marxista de la multiplicidad de modos de producción [CARDOSO, en: ASSADOURIAN, 1973; GORENDER, 1985; GENOVESE, 1976].

revolución copernicana

Activista comunista desde su juventud, Jacob Gorender había roto con el PCB y participó en la fundación del PCBR en 1968. Pensador erudito y profundo conocedor del marxismo, insatisfecho con los análisis del pasado brasileño y la ruptura con el reformismo-estalinismo en en la que había participado sin una verdadera crítica político-metodológica, emprendió una investigación estructural de la formación social brasileña, a partir de la segunda mitad de los años 1960. En 1978, concluyó y publicó, aún bajo la dictadura, una densa tesis, de enorme repercusión académica. – La esclavitud colonial. Sorprendió a los activistas de izquierda, que en general ni siquiera entendían la razón y la relevancia del tema y de la obra que rara vez leían. La tesis de Gorender impulsó la discusión sobre los modos de producción en Brasil. En 1981 se publicó la obra colectiva “Modos de producción y realidad brasileña”. [LAPA, 1981]

esclavitud colonial Llevó a cabo lo que definí como la “revolución copernicana”, negando y superando, a partir de una refinada interpretación marxista, apoyada en un análisis histórico detallado y una crítica categórico-sistemática, el impasse feudalismo-capitalismo. Su crítica de la economía política de la esclavitud colonial colocó a los “esclavizados y a los esclavizadores” como la contradicción central de la organización social del Brasil anterior a 1888 y al trabajador esclavizado como su demiurgo. La tesis sentó las bases para una interpretación estructural de la formación social brasileña, con el objetivo de revolucionarla [MAESTRI, 2005].

 En defensa de las ya obsoletas propuestas de Moreno de 1948, RLN ensaya, en unas pocas páginas de la primera parte de la obra en cuestión, una caricatura de un desafío a la propuesta de un “modo de producción colonial esclavista”. En ellos registra un desconocimiento sobre la antigua formación social de Brasil y permite sospechar que algo ha sido leído. esclavitud colonial, lee poco y mal. Se señala que, en el papel de verdugo de la “esclavitud colonial” y de su autor, RLN cita, en 2021, la primera edición de esa tesis, de 1979, ignorando el cuarto, de 1985, ampliado en un 10%, de fácil acceso ya que está disponible en internet [GORENDER, 1985].

Particulares y universales

RLN propone que Jacob Gorender, al defender la necesidad de que las “relaciones de producción de la economía colonial deben ser estudiadas desde adentro hacia afuera”, es decir, desde lo concreto –medios de producción, relaciones de producción, modo de producción, formación social– , “sobredimensionado” el carácter endógeno de la sociedad esclavista, “perdiendo de vista la totalidad”, universalizando la “particularidad” [GORENDER, 2016: 154]. Para RLN, en la lectura de Gorender, la “estructura económica interna”, “habría alcanzado una autonomía tan arbitraria” que habría generado la propuesta de un “modo de producción original”, un modo de producción “completamente nuevo". [RLN, 2011: 61, 63]. Lo que escandaliza al crítico mal armado.

Em esclavitud colonial, Jacob Gorender explica que, no Brasil, nas ilhas do Caribe, etc., o confronto de duas formações sociais diversas, a feudal-mercantilista ibérica, dominante, com a autóctone, dominada, não produziu uma transposição da primeira ou um simples amalgama entre las dos. Pero, por el contrario, había dado paso a una realidad singular: una manera de producir “nuevas” características, “anteriormente desconocidas en la historia de la humanidad”. De ahí la propuesta de un “modo de producción históricamente nuevo” [GORENDER, 2016: 84-5]. Ese enfrentamiento habría generado, por tanto, una superación, una síntesis.

RLN confunde lo “nuevo”, propuesto por Gorender, con lo “completamente nuevo”, propuesto por él, que el autor de esclavitud colonial nunca defendido. “Es falso presentar la 'esclavitud colonial' como un modo de producción completamente nuevo” – propone el sociólogo paraguayo, lanzando su lanza analítica al molino de viento que confunde con el gigantesco tropiezo interpretativo de Gorender [RLN: 2019, 190].

Al leer al marxista bahiano, el apresurado crítico también se saltó la explicación de la existencia de leyes de tendencia “plurimodales”, específicas de más de un modo de producción, y “monomodales”, específicas de uno. El modo de “producción de esclavos colonial” tenía grandes identidades con los vigentes en las sociedades grecorromanas, como lo era la “esclavitud”. Pero también tenía diversidades sustanciales, o tendencias de “leyes específicas”, que determinaron que se tratara de un modo de producción “históricamente nuevo”, dependiente del mercado colonial –de ahí su adjetivo “colonial” [GORENDER, 2016: 85].

Esclavitud, patriarcal, pequeño mercantil, colonial

En la esclavitud griega clásica dominaba la “esclavitud patriarcal”, organizada en torno a oikos, unidad de producción de unas pocas hectáreas, con uno, dos o tres cautivos, comandados por el patriarca (oikeu)quien trabajó junto al cautivo y su familia. Toda esta pequeña población, desde el patriarca hasta el esclavo más miserable, se dedicó a las diversas tareas de la pequeña granja: pastoreo, agricultura, pesca, artesanía, etc. La producción en oikos se orientaba de manera dominante hacia el consumo familiar, quedando subordinada la esfera poco distinguida de la producción para la venta. El límite al consumo familiar tendió a regular la explotación de los cautivos. No había ninguna razón para producir más de lo que se podía consumir. Esta forma de producción fue entonces la base de la sociedad romana posarcaica [GARLAN, 1995; ANDREAU Y DESCAT, 2009].

En los dos siglos anteriores y posteriores a nuestra era, en Roma se impuso lo que definí como un “modo de producción pequeño-mercantil esclavista”, materializado en la villa rustica, unas pocas decenas de cautivos y entre diez y doscientas hectáreas. En él, el padres de familias Era propietario, generalmente ausente, ya que vivía en un entorno urbano, pero tenía una residencia en la finca, que visitaba para comprobar su evolución. En villa rústica, La producción de subsistencia estuvo dominada por la producción mercantil intensiva, un salto de calidad en comparación con la esclavitud patriarcal grecorromana. Por su significado esencialmente mercantil, el villa rústica se ubicaba en las afueras de los centros urbanos, en vías de alto tránsito, cercanas a vías fluviales y de comunicación marítima, para poder transportar su producción a los mercados consumidores [MAESTRI, 1986; CARANDINI Y SETTIS, 1979].

instrumento vocal

El cálculo económico dominó la vida de esta forma hegemónica de producción esclava, con abundante literatura agronómica producida que guiaba a sus propietarios a gestionarlos mejor, en busca del mayor beneficio monetario posible [COLUMELLA, 1977; CATÓN, 2015]. El orden romano, basado principalmente en villa rústica Dio origen a la constitución del revolucionario derecho mercantil romano, el derecho privado, basado en el dominio pleno de la propiedad privada. Y, bajo el imperio del orden esclavista, se exigía que el productor directo se identificara con un instrumento de trabajo, como cualquier otro, a pesar de su carácter singular.

El cautivo fue definido instrumento vocal, o herramienta que habla, al lado de instrumento semivocal, los animales domésticos y, finalmente, los instrumento mutuo, la herramienta inanimada. En relación con la esclavitud patriarcal, hubo una mayor despersonalización de los trabajadores en el modo de producción esclavo pequeño mercantil. Estaban sometidos a un mayor ritmo de trabajo, que tendía a verse limitado, sin embargo, por la relativa estrechez del mercado, las dificultades de transporte, el tipo de productos dominantes, entre otros factores.

Las condiciones de vida promedio de los trabajadores esclavizados en villa rústica Eran duros, pero nunca comparables a los cautivos que trabajaban en las plantaciones de esclavos coloniales estadounidenses. En las comedias griegas, donde los cautivos son personajes habituales, los terratenientes enojados con sus sirvientes urbanos a menudo amenazaban con enviarlos al campo si repetían sus malas acciones [MALOWIST, 1991: 46]. ¡Esperamos que el hecho de que las pequeñas unidades mercantiles rurales romanas, durante más de un milenio y medio, fueran administradas buscando ganancias monetarias no lleve al RLN a definirlas como granjas capitalistas, dirigidas por empresarios vestidos con togas que hablan latín y explotan a los cautivos!

Grandes propiedades homogéneas

Ya en el siglo II de nuestra era, la estructura de la propiedad de la tierra, determinación esencial de la sociedad de clases romana, entró en contradicción con la principal forma de explotación del trabajo social. La creciente tendencia a la concentración de pequeñas porciones de pueblo rustico en grandes propiedades homogéneas planteó el problema de la posible necesidad de superar la metamorfosis de la pequeña producción esclava mercantil en producción comercial. Lo cual nunca sucedió, debido a múltiples obstáculos históricos.

Los principales productos comerciales de la época, de producción estacional, no estaban adaptados a la agricultura esclavista a gran escala: cultivo de trigo, viticultura, olivo, etc. La gran producción de los principales productos agrícolas que iban a ser mercantilizados estuvo sujeta a la competencia de pequeñas propiedades de subsistencia, que sacaron a una gran parte de la población de un mercado de consumo ya de por sí estrecho. Los medios de transporte terrestre y fluvial-marítimo seguían siendo deficientes. Los avances en las técnicas agrícolas habían abierto las tierras profundas debajo de los Alpes para la producción. Las experiencias con grandes equipos de trabajadores de fábricas habían conducido a graves insurrecciones serviles, especialmente en Sicilia [UTCENKO, 1982]. La presión de los trabajadores serviles por mejores condiciones de existencia fue enorme.

La crisis del modo de producción esclavista de los pequeños comerciantes dio paso, especialmente a través del colonato, a nuevas formas revolucionarias de producción, encarnadas en la organización y la producción feudales. Los productores esclavizados trabajaban mal, de mala gana y debían ser supervisados ​​de cerca. La “calidad” del trabajo esclavo tendía a inhibir el refinamiento de técnicas e instrumentos productivos. El conocimiento tecnológico esencial, ya difundido en el bajo Imperio Romano, no encontró ningún uso social y productivo, siendo utilizado principalmente en el arte de la guerra [BREEZE, 2019]. La producción de esclavos, que había garantizado siglos de desarrollo para el mundo romano, entró en una profunda crisis, en busca de una solución a sus contradicciones [CICCOTTI, 1977; DOCKÉS, 1979].

A través del acuerdo

Las relaciones feudales de producción permitieron resolver este impasse. El nivel de desarrollo de las fuerzas productivas materiales alcanzado a finales del Imperio hizo posible un salto significativo en la productividad del trabajo humano, siempre y cuando se revolucionaran las relaciones sociales de producción. Al dar parte de sus tierras a pequeños arrendatarios que pagaban, inicialmente, un ingreso monetario y luego un porcentaje de los productos agrícolas que producían, los terratenientes se ahorraron los gastos de control esenciales para la producción esclava. A su vez, el inquilino se interesó por la producción. Todo lo que producía, además de los ingresos adeudados al propietario, le pertenecía por derecho. Este pequeño campesino, reproduciéndose biológicamente, reprodujo la fuerza de trabajo que, en esclavitud, debía ser adquirida por el propietario.

En las grandes propiedades romanas del Bajo Imperio coexistieron durante mucho tiempo formas de esclavitud y formas parciales de explotación del trabajo y la propiedad. La presión silenciosa o abierta de los productores esclavizados directos a favor de este tránsito constituyó un factor esencial en la transición de la producción esclavista clásica a la producción colonizadora y feudal. La superioridad de este último debió imponerse con extrema gradualidad y lentitud, fenómeno probado por el hecho de que el trabajador feudal era conocido, en las distintas regiones romanizadas de Europa, con denominaciones derivadas de la categoría comúnmente utilizada en el mundo romano para designar los esclavizados – servir, sirviente, sirviente, etc. [VEGETTI, 1977].

La esclavitud desapareció de Europa como forma dominante de producción, reemplazada por formas superiores de producción y explotación. Incluso cuando los cautivos fueron introducidos, generalmente desde el extranjero, a lo largo de los años, tendieron a ser asimilados a las formas de producción campesinas dependientes dominantes [HEERS, 1987]. La esclavitud resurgió, en una forma poderosa, asumiendo un nuevo estatus de gran mercantilismo, sólo en el contexto de la colonización americana, en nuevas condiciones históricas, especialmente en lo que respecta a los mercados y las técnicas de producción y náuticas. De ahí la propuesta de que la “esclavitud colonial” sea una forma de producción con, por un lado, identidades con las organizaciones esclavistas del pasado y, por el otro, con fuertes diferencias con ellas. Un modo de producción mercantil o colonial esclavista, nuevo en la historia.

La esclavitud colonial: una forma de producción históricamente nueva

 Durante la esclavitud colonial, dominó la gran producción comercial, en propiedades que abarcaban miles de hectáreas, trabajadas por decenas de cientos de cautivos. Fue posible gracias a los avances en maquinaria y medios de transporte y, sobre todo, al vasto mercado internacional, en continua expansión, fenómeno desconocido en la Antigüedad. Bajo una producción mercantil dirigida a un mercado en continua expansión, con una fuente inagotable de trabajadores esclavizados, las condiciones medias de vida de los esclavizados se degradaron a lo largo de los casi dos milenios en que existieron, agudizándose fuertemente en la esclavitud colonial, a partir del siglo XIX. XVI especialmente.

La estrechez del mercado mediterráneo fue uno de los factores que hizo imposible que la esclavitud a pequeña escala alcanzara una gran producción comercial. Por todo esto, y bajo la presión del mercado en expansión, la “esclavitud colonial” era un modo de producción “históricamente nuevo”, sin ser “totalmente nuevo”, como se acaba de proponer.

El mercado internacional fue un fenómeno externo que creó las condiciones para el surgimiento de la esclavitud colonial: “La esclavitud colonial sólo hizo posible un mercado interno estrecho […]. [en las colonias.] Pero este problema fue resuelto de antemano, ya que su solución constituía una de las premisas para la creación de plantaciones coloniales. La producción de estos últimos se vendería en el mercado extranjero ya existente y en expansión, con una demanda creciente de alimentos tropicales: el mercado europeo”. [GORENDER, 2016: 202]. El mercado internacional, en su conjunto, fue así un presupuesto de la esclavitud colonial, una singularidad americana dinámica y determinante, en términos del carácter de la producción que se consolidó en el Nuevo Mundo.

El capitalismo pertenecía al futuro.

Jacob Gorender fue claro. La “intención mercantilista”, es decir, la búsqueda de ganancias, no cuestionaba que “la colonización, en este caso lusitana, dio lugar, en el Nuevo Mundo, a formas y modos de producción únicos, con predominio de la esclavización colonial, basado en la explotación de trabajadores esclavizados por controladores esclavistas de los medios de producción”. [GORENDER, 2016: 202.] Este mercado global creó la demanda que impulsó la formación-consolidación de la producción colonial de esclavos. De hecho, la producción de esclavos alimentó los mercados, digamos feudales y capitalistas, en Europa, y los mercados de la economía interna, como en África.

 RLN construye un modelo sociológico de colonización sin preocuparse por la realidad histórica. En 1415, la conquista de Ceuta marcó el inicio de la exploración mercantil portuguesa de África, Asia y, tras el mencionado descubrimiento, América. En 1444, los primeros cautivos de la costa occidental de África se distribuyeron en el Algarve. [ZURARA, 1973: 51.] Cuando se inició la esclavitud del azúcar en la isla de Madeira y cuando se estableció en la costa brasileña, desde 1530, La hegemonía capitalista todavía pertenecía al futuro. La revolución burguesa en Inglaterra comenzó en 1640, precedida únicamente por los Países Bajos. [HILL, 1983.] La producción esclavista estadounidense no fue impulsada por la producción capitalista, ni fue organizada para sostenerla, como proponen visiones con un claro significado teleológico.

RLN revierte los acontecimientos históricos al proponer que la “estructura interna de las economías coloniales estadounidenses no puede explicarse fuera” del “proceso de expansión capitalista”. Sostiene que el mercantilismo y la esclavitud colonial nacieron y se subordinaron “siempre a favor de la acumulación capitalista”. Gran parte de la acumulación mercantil ibérica inicial permaneció atesorada o se agotó en gastos improductivos. En cierto modo, las rentas estadounidenses frustraron, en lugar de impulsar, el desarrollo capitalista en Portugal y España..

La creciente captura y alimentación de la “acumulación original” de capital por las riquezas extraídas del mundo extraeuropeo tuvo lugar en el curso de la historia. Al citar a Marx, RLN no presta atención a lo que propone. “Fue la esclavitud lo que hizo que las colonias fueran más valiosas; fueron las colonias las que crearon el comercio universal; El comercio universal es la condición previa de la gran industria”. [RLN, 65]

En otras palabras, sin comercio universal no habría “gran industria”. ¡Lo cual no significa que haya sido construido para apoyar a la gran industria! Fue construido por la voracidad y el impulso endógeno del mercantilismo. Es la “estructura interna de las economías coloniales” la que precede al dominio del capitalismo, que no puede explicarse sin su prehistoria, la acumulación primitiva de capital, no producida por la producción capitalista. En la historia, el orden de los factores cambia el producto.

Teleología capitalista

 RLN se ve obligado a reconocer que la “forma de producción” predominante en Brasil “era la esclavitud”. [RLN, 2021: 63.] Lo que ya es un “avance”. Pero también poco informado sobre la esclavitud colonial, utiliza su imaginación para proponer que habría sido “altamente rentable”. [RLN, 2021: 65, 64.] No, al contrario. El nivel de desarrollo de las fuerzas materiales en la esclavitud fue bajo y rústico, que siempre tuvo como principal instrumento de trabajo la pesada y rudimentaria azada. Lo que explica por qué los productores industriales fueron necesariamente transformados en desechos humanos mientras aún estaban vivos en esta forma de producción comercial.

Lo único que necesitas es un tour por Madrid, Lisboa, París, Londres, etc. entender dónde terminó la mayor parte del excedente de trabajo producido por los cautivos en Brasil. De hecho, si la esclavitud hubiera sido “altamente rentable”, ¡habría estado en peligro de continuar hasta el día de hoy! A pesar del reconocimiento [retórico] de la producción esclavista predominante en Brasil, RLN cuestiona a Jacob Gorender por afirmar que la “esclavitud colonial” o sus “restos” “deben superarse para allanar el camino al capitalismo industrial” [RLN, 2021: 64].

El autor propone que el marxista bahiano atribuye “magnitud inconmensurable” a la abolición de la esclavitud y sostiene que fue la “única revolución social” conocida hasta la fecha en la historia de Brasil. Y abrazando visiones ajenas a la historia sobre el significado de la Revolución Abolicionista, añade que ver 1888 como una “revolución social” subestimaría sus “límites”, desde el “punto de vista de los ex esclavos”, tesis defendida por esclavistas y de Gilberto Freyre entre otros! [RLN, 2021: 66]. ¡Y esta afirmación fue hecha sin haber buscado conocer la opinión del “trece de mayo”, emancipado en 1888! [MAESTRI, 1988].

La esclavitud, como forma de producción, determinó centralmente la dinámica de la organización social de Brasil entre 1530 y 1888. No hubo región que no fuera tocada y moldeada por ella, en diversos grados. Fuimos la nación americana que importó mayor número de cautivos, con esclavitud más larga, que produjo mayor diversidad de productos con mano de obra cautiva. La lucha por la abolición determinó fuertemente la vida política de Brasil, especialmente de 1850 a 1888. En 1888, la Revolución Abolicionista, aunque tardía, asestó el golpe final a la producción dominante durante más de tres siglos, dando paso a diversas relaciones de producción sustentadas en el modelo de trabajo libre. [MAESTRI, 2015; CONRAD, 1975]. Si RNL hubiera leído el capítulo “La Revolución Abolicionista”, en el libro La esclavitud rehabilitada, de Jacob Gorender, nos privaría de las explicaciones que siguen. [GORENDER, 2016: 153-208.]

Gorender habla de una transición revolucionaria, similar a la que existe entre la esclavitud clásica y la pequeña esclavitud mercantil y, de esta última, a la producción feudal y, finalmente, entre el feudalismo y el capitalismo. Todas estas transiciones intermodales han conocido dinámicas propias, singulares, por un lado, y comunes y universales, por otro. En todos ellos, los productores directos lograron, más o menos, logros perseguidos, incluso de forma inconsciente. Logros y avances limitados por el tiempo histórico. oh ¡Hola del feudalismo vivieron, en general, una vida muy dura, pero superior a la ¡Hola de la esclavitud romana.

Los logros revolucionarios obtenidos durante la Abolición podrían haber sido más amplios si el movimiento abolicionista hubiera tenido una mayor base social de apoyo y un apoyo nacional cohesivo. Sin embargo, la clase de los trabajadores esclavizados, principal agente de esta transformación, llevaba décadas en fuerte regresión; Brasil era entonces un país prenacional; la República radicalizó el federalismo, etc. Es una ilusión y una demagogia proponer que los cautivos podrían haber obtenido, en 1888, logros que, hasta el día de hoy, gran parte de los explotados desconocen: compensación, educación, salud, vivienda, etc. Sólo en el contexto del avance capitalista de las fuerzas productivas materiales, es decir, en el contexto de la abundancia material de apropiación privada, puede el socialismo comenzar a superar la explotación del hombre por el hombre, satisfaciendo en gran medida las necesidades básicas de la población.

Los capitalistas llegaron en carabelas.

El RLN no puede reconocer el significado revolucionario de superar la esclavitud en el Brasil de 1888, ya que esto impugnaría su intento de rescatar la propuesta de Moreno de 1948 para la producción capitalista desde el llamado Descubrimiento. Esta tesis anula cualquier necesidad y posibilidad de superar la organización social de la producción, que siempre ha sido capitalista, como se propone. Y esta defensa es el objetivo principal de su texto sobre “El carácter de la colonización europea [de las Américas]”. Para él, al final del día no habría diferencias esenciales entre el mundo anterior y posterior a 1888. Antes sería capitalismo con esclavos, después capitalismo sin esclavos.

La lectura del RLN de Gorender continúa cuesta abajo. Y no indica, lamentablemente, dónde habría acariciado Gorender “políticamente la idea de un papel progresista del sector abolicionista de la burguesía brasileña”; propuso “un supuesto papel revolucionario de un sector de la clase dominante en el proceso de abolición formal [sic] de la esclavitud”; afirmó que “la lucha de esclavos no fue el factor determinante” en 1888. Preferimos no calificar tales afirmaciones y esperar a que RLN señale dónde precisamente el marxista bahiano habría propuesto semejante disparate.

Sin embargo, si una facción de la burguesía industrial-manufactura apoyó el abolicionismo, sí tuvo un “papel progresista”, aunque insignificante, considerando su escaso peso antes de 1888. Al final, todo lo que promovía el fin de la esclavitud, entonces el principal contradicción social, fue progresista. Qué progresistas fueron los abolicionistas ingleses, como Thomas Clarkson, que lucharon contra la trata y, más tarde, contra la esclavitud. Y la acción de Inglaterra para poner fin, con amenaza de cañones, a la trata transatlántica de esclavos, en 1850. [MAESTRI, 2022:130-41.] Y aunque el Diablo hubiera movido un dedo por la Abolición, habría contribuido, sin saberlo, para avanzar en nuestra historia.

RLN propone que Gorender defienda el papel revolucionario de un sector de la clase dominante en la “abolición formal (sic) de la esclavitud”. También bastaría con haber leído el anexo del esclavitud colonial, “Los agricultores del oeste de São Paulo”, para acompañar el perentorio desafío del autor a las diversas propuestas de que la abolición de la esclavitud naciera de cualquier sector de las clases esclavas. Y Gorender nunca vio en Abolition un salto “formal” entre el antes y el después. Tampoco llegó a llamarse el “trece de mayo”, como se llegó a llamar a los liberados tras esos éxitos.

revolución abolicionista

 Jacob Gorender nunca se molestó en abordar de manera amplia y sistemática la historiografía de la Abolición, ya que su objetivo era producir una crítica del modo de producción esclavista colonial, y no escribir una historia de la formación social esclava brasileña. Y, más aún, el papel de los trabajadores esclavizados en el fin de la esclavitud, abordado por él en La esclavitud rehabilitada, Ya había sido exhaustivamente relatada por el historiador estadounidense Robert Conrad, en Últimos años de esclavitud en Brasil, un estudio definido por Gorender como “notable por su riqueza y solidez”. [GORENDER, 2016: 602.]

Robert Conrad detalló la destrucción final de la esclavitud por parte de trabajadores esclavizados, principalmente de São Paulo, pero también de Río de Janeiro, apoyados por el abolicionismo radical, durante la gran deserción de las granjas de esclavos, a fines de 1887. Una propuesta que había sido esbozada en década de 1950, de Clóvis Moura, un intelectual marxista también cercano a Jacob Gorender. Es lamentable que Ronald L. Núñez no consultara estas dos obras de referencia, como tantas otras. [CONRAD, 1975; PIÑEIRO, 2002.]

Ronald L. Núñez finaliza su aventura por mares historiográficos nunca antes vistos y navegados por él, proponiendo que la lectura de Jacob Gorender sería una… “variante del escenismo estalinista”. Menos mal que Dios ama a los pobres de espíritu. Si Brasil hubiera conocido sólo la esclavitud, como acepta sin mucha firmeza Ronald L. Núñez, y no un modo de producción “esclavista colonial”, “históricamente nuevo”, como sostiene Gorender, la formación social brasileña habría encajado perfectamente en el segundo de cinco ¡Deben continuar las etapas estalinistas y su evolución hacia el feudalismo!

* Mario Maestro es historiador. Autor, entre otros libros, de Hijos de Cam, hijos del perro. El trabajador esclavizado en la historiografía brasileña (Editora FCM).

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