por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*
Epílogo de la autobiografía recientemente publicada de Ana Corbisier
Este es un libro raro. ¿Cuántas memorias de clandestinidad escritas por mujeres han aparecido en el país? De hombres tenemos muchos, pero de mujeres…. Al punto de inducir la falsa noción de que eran pocos los guerrilleros, urbanos o rurales, y en resistencia a la dictadura en general.
La autora Ana Corbisier no sólo no oculta información sino que confiesa lo rica que fue la experiencia, haciendo todo con alegría. Una verdadera experiencia de aprendizaje, que el lector sigue sin aliento, desde que sentó las bases de su formación en Cuba.
Siguieron años de clandestinidad dentro de Brasil, que requirieron valentía y firmeza.
¿De dónde vino esta notable excepción? Una parte inicial, narrada con mucha gracia, explica su origen familiar y extracción social. Luego se encontrará en el corazón del movimiento estudiantil, con sede en la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la calle María Antonia, y especialmente en su carrera de Ciencias Sociales.
En 1968, Ana Corbisier trabajó en apoyo logístico de la Alianza para la Liberación Nacional (ALN), rescatando a personas que asaltaban bancos. En un robo en Susano, los policías que pasaban por allí se dieron cuenta, hubo disparos, un compañero resultó gravemente herido y el médico que debía atenderlo no estaba listo. Luego Ana Corbisier lo llevó a casa de otro militante. Después de esa mudanza solo permaneció en Brasil una semana y perdió contacto con la organización. Al ir a París pensé quedarme un mes, mientras esperaba a ver cómo estaban las cosas aquí. Nunca pensó que estaría fuera por 10 años.
De allí pasó a Cuba, donde recibió entrenamiento guerrillero. Pasó un total de seis años en Cuba.
En su opinión, fue una experiencia maravillosa. Trabajé como peluquera: peiné, hice manicuras, todo. Los fines de semana era tiempo de trabajo voluntario, en obras de construcción como albañil o en la agricultura recogiendo tubérculos. Había un campamento de niñas que antes vivían en una favela pero que ahora estudiaban y trabajaban en la industria textil: Ana se ocupaba de sus cabellos. También trabajó en gráfica y tomó un curso de fotografía.
Después de seis años, fue llamada a una tarea de implementación en Bahía: ella en Bahía y José Dirceu en Paraná. Durante cuatro años vivió bajo tierra en Bahía. Trabajó como vendedora de regalos en todo el interior del Noreste. Le fue muy bien, era una vendedora ejemplar: ganaba bien, incluso demasiado bien, en opinión de sus dueños. Luego se mudó a una empresa más pequeña, pero siempre vendiendo regalos.
Al final de este período, 1977-1978, sin salir de su escondite, encontró trabajo en un periódico de Salvador. Estaba a cargo del archivo del periódico como Dedoc, o Departamento de Documentación. Ya había trabajado mucho con archivos en Cuba, clasificando material que llegaba de Brasil. Antes era un desastre, no se podía encontrar nada, pero después de que se organizó, todos empezaron a usarlo.
Con la apertura de 1978 acabó saliendo de su escondite, aunque el director del periódico le dijo que el puesto seguiría estando a su disposición cuando quisiera regresar. ¿Cómo, con otro nombre y otra historia?
Así, regresó a São Paulo en 1979. Comenzó a traducir para Global, prefacios, etc. – todo lo que pudo conseguir para mantenerse. En 1985 ingresó a Cesp (Centrais Energéticas do Estado de São Paulo), primero al departamento de Socioeconomía, investigando las poblaciones afectadas por las represas. Luego pasó al departamento de Medio Ambiente.
Dejó Cesp en 1999, transferido al gobierno de Luiz Erundina, donde permaneció durante todo el cuatrienio. El primer año, fue asesora del vicealcalde Luiz Greenhalgh, ocupándose de la participación de la sociedad civil en el gobierno: mujeres, negros, jóvenes, ambientalistas, personas con discapacidad...
Luego pasó a la Administración Regional de Butantã, hoy subprefectura, como asesora del Administrador: tenía un hijo de ocho años con quien quería pasar más tiempo, ayudar con las lecciones, ir a la escuela, etc. Su misión era implementar la recolección selectiva de basura en el barrio, proyecto de Luiza Erundina. Así descubrió cómo funciona el lobby de la basura: para ellos trabaja un empleado interno. Erundina logró reducir el 15% del presupuesto destinado a basura al 9%.
En ese momento Ana Corbisier ya vivía una vida de ciudadana plena, con su trabajo, sus deberes y sus derechos, camino que continúa hasta el día de hoy. Pero nunca abandonó el activismo.
*Walnice Nogueira Galvão Profesor Emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de Leer y releer (Sesc\Ouro sobre azul). Elhttps://amzn.to/3ZboOZj]
referencia

Ana Corbisier. el clandestino. São Paulo, Expresión Popular, 2024. [https://amzn.to/3D8kAL0]