por Déborah Danowski*
Extracto del libro recién publicado
Transformaciones perceptuales y afectivas en la Era de la Tierra
Todos aquellos de nosotros que, de una manera u otra, tomamos en serio la realidad y la gravedad del calentamiento global y la alteración de varios otros parámetros necesarios para el mantenimiento de la vida en la Tierra en su forma actual estamos, creo, de alguna manera, transportados, o llevados, por la imaginación de un mundo futuro muy diferente de nuestro mundo actual, y mucho peor.
Ya sea que esperen que este futuro distópico se pueda evitar, o que teman que inevitablemente suceda y afecte a todos, su percepción cambia una y otra vez, su punto de vista se transforma en uno que viene de un tiempo extranjero, de otras personas, cercanas o lejanas, que habrán vivido y experimentado la catástrofe climática y ecológica, es decir, de aquellos que habrán perdido su mundo y que, sin embargo, tendrán que vivir en lo que queda y con lo que queda de un mundo; el punto de vista de aquellas mismas personas que tal vez miran hacia atrás tratando de comprender el misterio de la combinación de los “avances científicos” con la parálisis política (o, peor aún, con el suicidio político) de nuestro tiempo.
El filósofo W. G. Leibniz decía que conocemos lo que somos por el lugar en que estamos, es decir, por el lugar que ocupa nuestro cuerpo, aunque nuestra alma alcanza el mundo entero, percibiendo lo cercano como lo lejano, lo grande como lo pequeño, el pasado, el presente y el futuro. Estar en un cuerpo implica que, de todas las infinitas cosas que nuestra alma expresa, percibe con mayor claridad y distinción nuestro propio cuerpo, lo que éste hace y le sucede más inmediatamente, las cosas que le son más directamente afectadas.
Esto es lo que caracteriza nuestro propio punto de vista, nuestra perspectiva. Además, el cuerpo que tenemos restringe la forma en que percibimos los fenómenos. Normalmente no veremos lo que, por ejemplo, ve un microbio. Esto no quiere decir que no podamos, siempre que estemos equipados con una llave adecuada (un microscopio, digamos), entrar provisionalmente en otros niveles fenomenales, adecuados para otros tipos de cuerpos.
Pero confundir perspectivas involuntariamente, o dejar que nuestra percepción sea sustituida por la que debería ser de otro, de otros tiempos o de otros mundos, de otros cuerpos, indica que algo no anda bien con nosotros, o que está sucediendo algo muy extraño. ¿Y no es esto también precisamente el Antropoceno, una cosa muy extraña que nos está sucediendo, una mutación generalizada?
El clásico de la ciencia ficción Las crónicas marcianas, de Ray Bradbury es quizás uno de los experimentos literarios más profundos y fascinantes sobre el desplazamiento perceptivo. La novela es una composición de episodios ordenados cronológicamente (de 1999 a 2026) y unidos por el funcionamiento de un movimiento incesante de ida y vuelta entre la Tierra y Marte, de intercambio entre los puntos de vista de los habitantes de la Tierra y de Marte.
Tras el primer capítulo, “El verano del cohete”, en el que el autor describe una especie de cambio climático en miniatura, la transformación del invierno de Ohio en verano debido al calor que libera el cohete que despega llevando la “primera expedición” a Marte, la narración salta al bello, extraño, delicado y frágil paisaje marciano, más precisamente al entorno que rodea la vida de la pareja formada por Ylla e Yll.
La narración salta, pero las olas de aire cambiante que rodean el cohete en Ohio alcanzan a Ylla, cuyos pensamientos y afectos están ocupados por una perspectiva alienígena, tan clara que intuye la llegada a su mundo de algo o alguien que ni ella ni su marido saben quién es. Ella “escucha” una canción cantada en inglés, repite los versos incluso sin entenderlos, y se enamora de este extraño que pronto aterrizará en su planeta a bordo de un cohete brillante, y será inmediatamente asesinado por Yll, vencido por los celos.
La primera expedición de la Tierra a Marte fracasa pues, pero le siguen varias otras, y poco a poco el planeta rojo, sus ciudades, paisajes, cuerpos, tecnologías, cultura, van siendo invadidos, contaminados y devastados por los humanos, que replican allí los mismos crímenes y la destrucción que imponen a su propia gente y a su planeta de origen. Casi todos los marcianos mueren a causa de la varicela traída por las primeras tripulaciones humanas, pero algunos resisten en cuerpos espectrales y continúan habitando sus ciudades espectrales, mientras los invasores acaban presenciando desde lejos la destrucción de la Tierra por una guerra atómica.
Además, el desplazamiento espacial se complica por otro desplazamiento, el temporal: lo que se experimenta como pasado y futuro en cada uno de estos dos mundos cambia continuamente según los puntos de vista, de modo que nadie en ninguno de los dos lados, y mucho menos el propio lector, sabe si está presenciando una realidad pasada, presente o futura.
En el capítulo “Encuentros Nocturnos”, el marciano Muhe Ca y el terrícola Tomás Gómez se encuentran de noche, bajo las estrellas; Se presentan el uno al otro, intercambian algunas frases telepáticamente; pero cuando Tomás intenta ofrecerle una taza de café a Muhe, se dan cuenta de que no pueden tocarse físicamente ni tocar las pertenencias del otro; Sus manos se cruzan y cruzan sus cuerpos, cada uno viendo el cielo nocturno y las estrellas detrás de su nuevo amigo.
Y lo más importante: sus temporalidades divergen. Mientras que el paisaje observado por el terrícola en Marte era el de un planeta invadido, los canales secos, las calles polvorientas, los marcianos todos muertos y sus ciudades destruidas; Ante él, el marciano podía ver claramente sus bellas y frágiles ciudades aún brillantes y llenas de gente, sus torres de cristal intactas, las mujeres paseando por las calles, los canales rebosantes de vino de lavanda. “¡Pero las ruinas lo prueban!” dice Thomas, “¡Prueban que represento el futuro, que estoy vivo y tú estás muerto!” A lo que Muhe Ca responde: “Sólo veo una explicación. ¡Eres una visión del pasado!
Extraño encuentro nocturno de dos mundos imposibles, tanto espacial como temporalmente. Las crónicas marcianas son también crónicas de diferentes experiencias de extinción y exterminio: el presente de los hombres de la Tierra en Marte rechaza a los marcianos hacia un pasado de cenizas y ruinas y simultáneamente los proyecta hacia un futuro de existencia puramente fantasmal y espectral.
Resulta que incluso los espectros tienen sus formas de seguir existiendo entre los cuerpos materiales. Y lo que poco saben los colonizadores es que ellos también están muertos, pues pronto podrán observar a simple vista cómo su patria se hunde en una gran y última guerra, y rápidamente partirán de regreso en sus cohetes para reunirse con sus compatriotas.
Todo parece indicar entonces una incomprensión e incompatibilidad casi total entre sus cuerpos, sus culturas, sus tiempos, sus razones suficientes (porque, de hecho, se habla de razones suficientes cuando se dice “las ruinas lo prueban”, “sólo veo una explicación”). Los marcianos viven en un mundo mucho más extraño y ajeno de lo que los terrícolas jamás imaginaron (ya sea que vinieran a Marte para colonizarlo o para escapar de la esclavitud a la que habían sido sometidos en la Tierra). Todo es diferente, nada conspira.
Sin embargo, a lo largo del libro, desde el primer hasta el último episodio, asistimos a intersecciones paradójicas, portales temporales que conducen a una visión y visita a otro mundo y a otro tiempo, capturas de perspectivas que permiten el paso de afectos (amor, celos, amistad, esperanza, miedo, curiosidad, astucia, odio, deseo de venganza, incredulidad, soledad...), posibilitando en última instancia encuentros, pero también conflictos. Los marcianos estaban allí mucho antes de que llegara la primera tripulación de la Tierra.
Vivos o muertos, materialmente sólidos o mutables y fantasmales, hablando a través de palabras o telepatía, todavía están allí, en algún lugar, en un momento que no podemos especificar. Al volverse imperceptibles para los terrícolas, escaparon de los invasores y de su mundo; casi desaparecidos, como los nombres de sus ciudades, montañas, ríos y bosques, sepultados bajo los nombres impuestos por los colonizadores. Pero todavía estarán allí después de que los últimos humanos hayan abandonado el planeta rojo.
Recordemos la profecía de Russell Means, pronunciada en 1980:
Y cuando la catástrofe pase, nosotros, los pueblos indígenas americanos, todavía estaremos aquí para habitar el hemisferio. No importa si sólo seamos un puñado de personas viviendo en lo alto de los Andes: los pueblos indígenas americanos sobrevivirán y se restablecerá la armonía. Esto es revolución.
Los marcianos han entrado en una especie de devenir imperceptible para escapar de la invasión humana, pero siguen apareciendo, aquí y allá, infiltrándose de vez en cuando en las ciudades recién renombradas, iniciando amistades como la de Muhe Ca y Tomás Gómez, o robando las identidades de humanos muertos para poder acercarse y recibir el calor y el afecto de sus familiares desaparecidos.
Son refugiados del pasado (pero ¿es realmente del pasado que vienen?), de una manera algo similar a la forma en que, hoy, aquí en la Tierra, refugiados del pasado-futuro, guerreros indígenas de diferentes etnias, niños y jóvenes activistas de varios rincones del mundo, toman las calles de muchas grandes ciudades adultas, creando grietas en su perspectiva del Antropoceno: “Dices que amas a tus hijos por encima de todo; pero están robando su futuro ante sus propios ojos”. (Greta Thunberg). “No queremos morir de nuevo” (Davi Kopenawa).
*Debora Danowski es filósofo y profesor emérito de la PUC-Río. Es coautora, con Eduardo Viveiros de Castro, de ¿Hay un mundo por venir? Ensayo sobre miedos y fines. (Editorial ISA).
referencia

Déborah Danowski. La lluvia borra todos los hechos: Ensayos de filosofía. São Paulo, ediciones n-1, 2024, 370 páginas. [https://amzn.to/4bvILA6]
El lanzamiento en São Paulo será este sábado 15 de marzo, a las 03h, en la Sala del Conservatorio de la Praça das Artes – Av. São João 14.
la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR