por LUIS FELIPE MIGUEL*
Violenta y corrupta, la policía es singularmente incompetente para llevar a cabo las tareas a las que estaría destinada.
El gobierno de São Paulo reconoció 8 muertos, aunque se habla de 10, 12 o incluso 19. Familiares de las víctimas señalan signos de tortura y ejecución. Pero Tarcísio de Freitas ya lo anticipó: “no hubo exceso”. También afirmó que estaba “extremadamente satisfecho con la actuación policial”.
Rota emprendió la operación en venganza por la muerte de un soldado. La prensa informó que la policía había amenazado con matar al menos a 60 residentes como represalia.
Es modus operandi da Rota – en 2015, llevó a cabo una masacre con 23 muertos para vengar la muerte de un PM y un guardia civil municipal. Pero este tipo de acciones es asunto de mafias, no de policías.
Por justa que sea la indignación por la pérdida de un colega, la policía existe para proteger al público e identificar y arrestar a los delincuentes, no para promover el derramamiento de sangre.
Incluso si los “sospechosos” fueran todos realmente sospechosos, la violencia policial no estaría justificada. Pero, como todo el mundo sabe, ni siquiera son eso.
Durante más de 50 años, Rota ha sido sinónimo de truculencia. Sus víctimas se cuentan por miles. Pero su diferencia con relación al estándar medio de la policía brasileña está en la cantidad, no en la calidad.
(El otro día vi un video humorístico, no recuerdo la fuente, en el que dos extranjeros se sometían a un quiz para saber cuánto sabían de Brasil. Una de las preguntas era “¿Cuál es la pandilla más violenta de Brasil?”. ¿Ciudades brasileñas?” La respuesta correcta es “Policía militar.” Humorístico, pero lamentablemente exacto.)
Para la extrema derecha, la violencia policial es un valor a preservar. La masacre en Guarujá no alcanza: la bancada bala quiere carta blanca para matar. Piden quitar las cámaras de los uniformes.
Violenta y corrupta, la policía es singularmente incompetente para llevar a cabo las tareas a las que está destinada. En un círculo vicioso particularmente perverso, el fracaso de la seguridad pública alimenta discursos favorables a la violencia policial. La misma población que corre el riesgo de ser asesinada por la policía es llevada a aplaudir sus excesos.
El cínico discurso de Tarcísio de Freitas no es desconsiderado. Sabe a qué público está complaciendo cuando avala la masacre de Guarujá.
*Luis Felipe Miguel Es profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la UnB. Autor, entre otros libros, de Democracia en la periferia capitalista: impasses en Brasil (auténtico).
Publicado originalmente en las redes sociales del autor.
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