caja de Pandora

Marco Buti, Recursos Humanos, 2021
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por LUCIANO MIGLIACCIO*

Comentario al libro de Dora y Erwin Panofsky.

caja de Pandora presenta la historia de la representación de este mito, desde la antigüedad grecorromana hasta las obras de Paul Klee y Max Beckmann, con el subsidio del análisis de una amplia gama de fuentes literarias y documentos figurativos. Representa a la vez un admirable ejemplo de aplicación de métodos iconológicos en la historia del arte, el relato de una imagen que condensa muchos aspectos contradictorios de la relación entre hombre y mujer, y el documento de vida de una pareja.

Pandora es, de hecho, el nombre que reúne, como en un solo ser, las vidas de Dora (Dorothea) y Erwin Panofsky. El nombre de su esposa, que también es historiadora del arte, en la portada del libro, aparece como una declaración mutua de amor, tras toda una vida de trabajo en común. Los dos estudiosos investigan la transmisión y transformación del mito de Pandora, un “hermoso y maligno” regalo de los dioses a los hombres, su jarrón o su caja, invención de Erasmo de Rotterdam, quizás una imagen inconsciente del sexo femenino, que contiene males (en la versión de Hesíodo), los errores (en la versión socrática), los pecados (en la versión cristiana), que se extenderían por todo el mundo. ¿O tal vez la alcancía contendría las virtudes que volverían al cielo, desdeñando el mundo de los hombres?

Dorotea, entonces, es también “Pandora”, porque el encuentro con una mujer significa el encuentro con todas las imágenes de feminidad sedimentadas en la memoria de nuestra cultura. Pero, ¿es posible hacer una historia de las imágenes? ¿Existe un orden en el nacimiento, multiplicación, combinación, deshacer y recomposición de las imágenes? Este libro demuestra que, a pesar de su apariencia confusa, el mundo de las imágenes es un mundo ordenado y que es posible hacer historia del arte como historia de las imágenes.

Aby Warburg y su círculo de Hamburgo, del que se formaron Panofsky y su esposa, demostraron con paciente investigación filológica que la cultura artística del Occidente moderno vive de la herencia de imágenes recibidas del pasado como repertorio léxico de una lengua: un proceso histórico de “larga duración” por la que en la cultura occidental la historia de las formas constituye su propia memoria, en un triple movimiento de producción, transmisión y transformación de modelos antiguos. La imagen es un signo, la atribución de un significado a la misma es un proceso cultural y social.

El camino de la imagen, tal como lo presenta Panofsky, es tortuoso, azaroso, lleno de ambigüedades, giros, desvíos repentinos: ciertamente no tiene lógica, ni dirección, ni finalidad. Pero tal vez sea posible descubrir un orden en él. El artista es un hombre que participa de la cultura de su tiempo. La cultura figurativa siempre construye con materiales del pasado, adaptándolos al presente, a partir de experiencias muchas veces remotas, a veces borradas. Los datos mnemotécnicos suelen estar cortados, indefinidos, incluso erróneos, pero en el orden de la cultura, el error mismo produce significado.

Ambos historiadores saben que no pueden permitirse el lujo de trabajar con materiales seleccionados de valor artístico establecido para estudiar el proceso creativo. Reúnen la mayor cantidad posible de documentos relacionados directa o indirectamente con el tema que determinaron estudiar. Como los geógrafos que estudian una corriente de agua, buscan encontrar su fuente, dibujar su camino, comprender su comportamiento. Puede ocurrir que el tema aparezca en alguna obra maestra famosa, más a menudo su presencia o su transformación está documentada por imágenes destinadas al consumo comercial o con fines utilitarios como ilustraciones de libros, estampas populares, monedas, trajes, etc.

La imagen gastada, consumida, replicada cientos de veces y deformada por el descuido con el que se adapta a las más variadas situaciones, suele ser mucho más elocuente, para los historiadores de la imagen, que la versión erudita, fijada con una estructura formal precisa. A veces asociado o combinado con nuevos contenidos por confusiones o asonancias con otras imágenes del repertorio de la memoria colectiva, es el documento de una cultura, un signo al que es posible atribuir, como a las palabras, varios significados.

Para quien ya conoce los ensayos teóricos de Panofsky, o para quien quiere acercarse a los métodos de la iconología, la lectura de este fluido y ameno escrito en traducción al portugués es una experiencia verdaderamente gratificante. La presencia de apéndices sobre las fuentes y obras analizadas y un útil índice ayudan a ofrecer al lector una guía para orientarse en la inmensa erudición movilizada por los autores.

* Luciano Migliaccio Profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP.

Publicado originalmente en Revista de reseñas no. 3, julio de 2009.

referencia


Dora y Erwin Panofsky. La caja de Pandora: las transformaciones de un símbolo mítico. Traducción: Vera Pereira. São Paulo, Companhia das Letras, 252 páginas.

 

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