por JOSÉ FABIO RODRIGUES MACIEL*
Al impedir la convivencia con los diferentes y con los diferentes, la burbuja social funciona como catalizador de un pensamiento único y autoritario.
Burbujas sociales… Las hay sencillas, de una sola capa. Otros se parecen a las cebollas y son más difíciles de romper. Pueden ser buenos, ofreciendo protección en determinados momentos de la vida, o dañinos (casi siempre), cuando limitan los pensamientos y, por su opacidad, no les permiten ver más allá de sus límites, lo que deriva en una falta de empatía con las diferentes experiencias. y la no construcción de la alteridad, limitando la capacidad de ver al otro como un individuo, dotado también de sus respectivas historias, vivencias y subjetividad.
Al impedir la convivencia con las diferencias y con aquellos que son diferentes, la burbuja funciona como catalizador de un pensamiento único y autoritario.
Al ignorar las experiencias de otras personas, la tendencia es querer imponer en las discusiones lo que creemos que es correcto, sin prestar atención al debate y al intercambio de ideas y argumentos. Esto es lo que presencié varias veces, en momentos en que avanzaba en el Congreso Nacional un proyecto medieval, cuyo objetivo era reforzar aún más la injerencia del Estado sobre el cuerpo de la mujer, equiparando el aborto realizado después de las 22 semanas de gestación con el delito de homicidio. .
Uno de los argumentos utilizados en defensa del proyecto de ley 1904/24 fue más o menos este: “a las 22 semanas el corazón del feto ya late, el riñón ya funciona, no se puede interrumpir el embarazo. Guárdelo por unas semanas más y luego colóquelo en la incubadora. Hay una cola enorme para querer adoptar”. Luego de esta discusión, una chica de clase media alta expresó enojada todo su prejuicio hacia los más pobres: “quedan embarazadas en el baile funk y luego usan el aborto como anticonceptivo…”. Y su convicción fue tal que no admitió haber escuchado ninguna posición divergente, tachando a todos de asesinos, etc.
En ningún momento valoró la situación desde el punto de vista de la salud pública, es decir, ni por un segundo pensó en las desgracias que viven miles de niños violados cada año en Brasil, la gran mayoría víctimas de quienes deberían ser sus protectores.
Ignoró la dificultad de estos niños para denunciar a sus agresores y que muchos de ellos ni siquiera saben qué es un embarazo, muchas veces descubierto en el colegio o por terceros en estado avanzado. En ningún momento defendió la celeridad en los ámbitos judicial y médico del aborto legal, cuyo retraso muchas veces hace prácticamente imposible alcanzar el derecho que hoy existe.
Tampoco fue capaz, desde su visión de consuelo y acusación, de tener empatía con las víctimas de violación, al defender un acto más de violencia que es el mantenimiento y crecimiento del resultado de la violación en su propio cuerpo, creciendo día a día. en su vientre y magnificando el horror del momento del acto criminal, en un claro acto de tortura permanente.
Al analizar los argumentos expuestos por la niña aquí mencionada, se puede ver la fragilidad y superficialidad de las justificaciones que sustentan sus opiniones, probablemente moldeadas por una visión limitada del mundo fuera de la burbuja en la que vive, que la hace defender puntos de vista. debido a su acceso restringido a otras realidades socioeconómicas y culturales.
Por ello, no entiende el daño que el cambio legislativo que defiende podría causar a una parte de la sociedad, empezando por permitir que el Estado se inmiscuya en sus órganos, seguido de la criminalización de las mujeres víctimas de violencia y también de los profesionales de la salud. .
Al fin y al cabo, modificar el Código Penal para equiparar el aborto practicado a niños víctimas de violación con el homicidio, aunque sea a partir de la semana 22 de embarazo, será terrorismo de Estado practicado por el poder legislativo brasileño, yendo en contra del papel real que se espera de tanto del Estado como de la derecha, que es apoyar a quienes han sido víctimas de violencia, y no revictimizar a mujeres y niños violados criminalizando un tema que es, ante todo, la salud pública.
Para lograr avances reales en este tema, urge la acción estatal para reducir las burbujas sociales, brindando una educación más inclusiva y promoviendo la diversidad de experiencias y pensamientos a través del diálogo intercultural, con amplio estímulo al pensamiento crítico y a la superación de opiniones que simplemente quieren. hacer prevalecer sus dogmas, incluidos los religiosos.
Debemos considerar todas las hipótesis en cuestión y combatir la violencia castigando a los criminales y acogiendo a las víctimas, y no al revés. Lamentablemente no vamos en esa dirección, sino todo lo contrario, dada la cantidad de parlamentarios que firmaron el Proyecto de Ley aquí referido y la representación popular que tienen.
*José Fabio Rodríguez Maciel Es candidato a doctorado en Estudios Comparados de Literaturas en Lengua Portuguesa en la USP. Autor, entre otros libros, de Manual de Historia del Derecho (Saraiva Jur). Elhttps://amzn.to/3xuifY2]
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