por MARCELO GUIMARÃES LIMA*
El boicot a la actual Bienal de La Habana se enmarca en un contexto general de ataques al Estado cubano y al pueblo cubano, ataques liderados por el Estado estadounidense auxiliado por países asociados
Digámoslo de la manera más simple y directa posible: la propuesta que articuladamente circula en las redes de boicot de la actual Bienal de La Habana se inserta, y no podía dejar de insertarse, en un contexto general de ataques al Estado cubano y a la cubana. pueblo, ataques controlados por el estado estadounidense auxiliado por países asociados y subordinados en los que prevalece la ideología y práctica neoliberal-totalitaria de nuestro presente histórico. Un presente que quiere y se afirma como antihistórico por excelencia, es decir, regresivo, imponente, incuestionable.
Y ello sin perjuicio de las críticas “bien intencionadas”, y las hay (con o sin comillas) pero que, por desgracia para ellas y por sus mejores intenciones, en determinadas situaciones no se distinguen de las expresamente maliciosas.
Siguiendo la misma lógica “universalista democrática”, probablemente habría que boicotear las bienales europeas y las exposiciones equivalentes en EE. los males y hasta los crímenes políticos de sus respectivos estados. Delitos como, por ejemplo, invasiones, guerras, genocidios, embargos comerciales, apropiación de recursos, censura implícita o explícita, criminalización de los estados e imposición unilateral de sanciones diversas contra estados y pueblos enteros, etc.
Promover la democracia en otros lugares y al mismo tiempo, como estamos presenciando hoy, socavar lo que queda de la vida democrática en los países “paradigmáticos” de la democracia liberal, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, entre otros, quizás no sea la mejor estrategia para convencer a esos quien aparentemente necesita ser convencido. Julian Assange ciertamente tendría algo que decirnos sobre la libertad de información y las acciones contra las leyes de los líderes políticos en las democracias si pudiéramos consultarlo.
Abundan ejemplos recientes y no tan recientes de arbitrariedades que hacen del derecho internacional una mera palabrería sin verdadero sentido: el inflexible e interminable embargo “universal”, es decir, impuesto universal y unilateralmente por un solo país, los Estados Unidos, contra Cuba, es un ejemplo, entre otros, varios otros ejemplos de ilegalidades y arbitrariedades ejercidas en nombre de la democracia liberal y sus “valores”. Arbitrariedad que no puede disimular, para quienes quieren ver la realidad tal cual es, la lógica o razón “inequívoca” del poder como poder, es decir, de la violencia que, para ser ejercida, puede invocar al mismo tiempo nobles ideales y , al final, prescinde de sus propias justificaciones en el ejercicio real del poder.
Cuba con su revolución demostró que la verdadera independencia, la autodeterminación nacional necesitaba un cambio de régimen sociopolítico para hacerse efectiva en América Latina. Peligrosa lección, aún vigente o incluso más vigente que nunca en nuestra era neoliberal. Las vicisitudes de la revolución cubana, el enfrentamiento directo con el poder imperial y sus aliados internos y externos, expresaron decisivamente el poder de la voluntad popular. Cuba ha demostrado que ningún Estado o régimen, por “fuerte” o imponente que sea, puede resistir un embargo generalizado, como las sanciones impuestas al pequeño país caribeño durante tantas décadas, si no cuenta con un decidido apoyo popular.
De igual manera, comprender las contradicciones del proceso revolucionario cubano, y las que existen como existen para todos y cada uno de los procesos históricos que apuntan a otro futuro para los pueblos, contradicciones en las que se mezclan factores internos y poderosas coacciones externas de la coyuntura mundial, es una tarea crucial para las luchas progresistas de nuestro tiempo.
Pero sobre todo, el futuro de Cuba y su revolución es una tarea y decisión autónoma del pueblo cubano, un pueblo que se sacrificó por construir una sociedad más igualitaria y que ciertamente no abandonará, a pesar de todas las dificultades, presiones y chantajes, el sueño y la lucha Porque, al fin y al cabo, la capitulación pura y simple, el abandono de la lucha revolucionaria es, detrás de la retórica liberal, la reivindicación habitual de los adversarios de siempre.
El pueblo cubano no pide ni necesita consejos para manejar sus asuntos. Así como son los artistas cubanos quienes deben decidir sobre las iniciativas artísticas y culturales del país en beneficio de la sociedad cubana, ciertamente no necesitan consejos ni órdenes ajenas.
*Marcelo Guimaraes Lima es artista, investigadora, escritora y docente.