La nimiedad de un billón de dólares

Imagen: Aidan Roof
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por TARCÍSIO PERES*

En una era en la que los algoritmos gobiernan el destino de los mercados, los billones que una vez parecían cataclísmicos se reducen a meros trucos ilusionistas.

1.

24 de octubre de 1929. El incesante timbre de los teléfonos se mezclaba con los gritos angustiosos de los corredores de bolsa. Manos temblorosas y ojos inquietos se desplazaban de las hojas de citas a los rostros pálidos que los rodeaban, mientras gotas de sudor se acumulaban en las frentes de quienes, sólo un día antes, habían estado brindando con whisky frío en los elegantes salones del Waldorf. El suelo estaba cubierto de papeles arrugados: reliquias de acuerdos fallidos, promesas rotas antes de que pudieran siquiera sellarse.

Un hombre que vestía un frac gris, que momentos antes había estado riendo despreocupadamente en un rincón de la habitación, ahora se aferraba desesperadamente al mostrador de corretaje, respirando con dificultad y con el corazón acelerado. “¡Vende todo!” gritó, con voz ronca y temblorosa. Al otro lado del cristal, el operador se limitó a menear la cabeza: ya no había compradores. Las acciones se desplomaron, cayendo en la marquesina en números rojos que se extendían por la pantalla.

Afuera, una multitud de curiosos se reunió en la esquina de Broad Street, mirando los rostros que aparecían en las ventanas de las imponentes oficinas. Se rumoreaba que un hombre había saltado, pero nadie podía decirlo con seguridad. Sin embargo, alguien había presenciado el impacto: un sonido seco en la acera y un círculo de sombreros de copa rodeando un cuerpo inmóvil. Dentro de los edificios, los telegramas llegaban en cascada: Londres. París. Chicago. El derrumbe resonó en todas partes. Un secretario caminaba apresuradamente por el pasillo, con la corbata ondeando y la piel húmeda, mientras le susurraba a un colega: “National City rechaza el crédito”. Y el rumor se extendió tan rápido como la pólvora.

Esta escena, al estilo de John Dos Passos en el gran dinero o James T. Farrell, en Tachuelas Lonigan, encapsula el estado de ánimo apocalíptico de ese día seminal de la crisis de 1929, también conocido como “Jueves Negro”. Aunque la fecha ha pasado a la historia, sería el Martes Negro (29 de octubre de 1929) cuando se produjo el caída alcanzaría su punto máximo, sin dejar esperanza de una recuperación inmediata. Ajustadas a los valores actuales, las pérdidas totales de esta crisis superarían el billón de dólares en pocos días. Monto significativo: equivalente a la mitad de todos los bienes y servicios finales producidos por nuestro país en el año 1 (es decir, 2023/1 PIB).

Otras crisis, a lo largo de las décadas, también dejaron cicatrices profundas. En el "Lunes Negro”, el 19 de octubre de 1987, el mercado sufrió pérdidas de alrededor de 1,25 billones de dólares; Cuando la burbuja punto-com estalló el 14 de abril de 2000, el Nasdaq registró una caída de 1,83 billones de dólares; Durante la crisis de las hipotecas de alto riesgo, el 15 de octubre de 2008, la pérdida se acercó a los 2,74 billones de dólares; y para el 16 de marzo de 2020, en medio del pánico por el COVID-19, la caída fue de 2,3 billones de dólares. Estos episodios se encuentran entre los más graves en la historia de los mercados bursátiles de Estados Unidos.

Pero luego, el 21 de enero de 2025, el índice Nasdaq 100 sufrió un colapso repentino, con una pérdida de un billón de dólares (alrededor de 1 billones de reales) en un solo día. La mitad del PIB de Brasil se quemó en un solo día. Han pasado décadas desde la época en que los gritos y las caídas dramáticas inspiraban actos desesperados; hoy ya no escuchamos informes de almas arrojándose desde los edificios de Wall Street. Aunque las cifras siguen siendo impresionantes, lo que una vez parecía una inundación devastadora, en 6 sonó más como una crisis de “nutella” o incluso un espectáculo meticulosamente ensayado, revelando, en las sutilezas de los hechos, una realidad que desmentía cualquier escenario apocalíptico. Bienvenidos al segundo acto de la comedia de Inteligencia Artificial (IA).

2.

En el capítulo inicial de mi libro Sacar provecho de los tiburones, titulado “¿Quién gana cuando pierdes?”, exploro la idea central de que el mercado financiero funciona a través de la transferencia de recursos: cuando alguien pierde, alguien más gana. El dinero no desaparece; Circula a través de transacciones de compra y venta.

Imaginemos, por ejemplo, que hace dos años, cuando empezaron a aparecer en los principales medios de comunicación titulares como «NVIDIA impulsa la revolución de la Inteligencia Artificial con un chip sin precedentes», «Nuevo salto en Inteligencia Artificial hace subir las acciones», «Reino Unido fabrica cerveza con ayuda de inteligencia artificial», «Herramienta de Inteligencia Artificial supera previsiones y se convierte en estándar en Silicon Valley» o incluso «Asociación histórica entre grandes tecnológicas refuerza el dominio de la Inteligencia Artificial generativa», usted compró R$ 100 en acciones de NVIDIA.

Estos llamados estroboscópicos, repetidos día tras día, han ayudado a crear una atmósfera de optimismo casi imparable en torno a la tecnología, impulsando a los inversores a apresurarse a comprar participaciones en empresas vinculadas a la IA. En vísperas de la “crisis” de enero de 2025, sería posible vender sus acciones por R$ 1 millón, acumulando una valorización de diez veces el capital inicial. Esa ganancia de R$ 900 mil en un período relativamente corto sería, parafraseando a João Cabral de Mello Neto, la parte que le correspondería en ese latifundio de seis billones de dólares. No hay magia en este ejemplo: alguien perdió para llenar tu bolsillo.

A primera vista, esto podría parecer un “acuerdo con China”, ¿verdad? Ironía o no, el protagonista indirecto de la “crisis” del 21 de enero fue un software de Inteligencia Artificial llamado DeepSeek, desarrollado por una startup china. Aunque estaba en funcionamiento desde agosto de 2024, fue inmediatamente después de la investidura de Donald Trump en 2025 cuando el sistema saltó a la fama y estalló el frenesí.

Este fenómeno –una sobrevaloración extrema seguida de una caída repentina– recuerda las intensas fluctuaciones que se experimentan en las ICO (ofertas iniciales de monedas) de criptoactivos. Los lanzamientos impulsados ​​por titulares llamativos y una especulación desenfrenada hicieron que los precios de estos activos alcanzaran alturas impresionantes. Luego, una corrección drástica reveló la disparidad entre la euforia inicial y los fundamentos reales, dejando al descubierto la fragilidad de quienes se dejaron llevar por la promesa de ganancias garantizadas sin evaluar los riesgos involucrados.

La abrupta fuga de capitales de las grandes tecnológicas estadounidenses recordó el frenético ambiente de los casinos europeos retratados en El jugador, de Fiódor Dostoyevsky: con cada noticia sobre la eficacia de DeepSeek, las grandes corporaciones apostaron (o liquidaron) fortunas en cuestión de horas. En medio de tanta volatilidad, los ejecutivos pasaron de la euforia a la melancolía en una sola sesión de negociación, reproduciendo la montaña rusa emocional de los personajes del escritor ruso.

Al fin y al cabo, cuando se ve una comedia de nababs en el teatro, no es raro que el segundo acto esté marcado por la complicación de la trama, generando situaciones cada vez más inverosímiles. Sólo en el tercer acto –o incluso el cuarto o quinto, si pensamos en estructuras más épicas– la historia alcanzará su clímax y resolución, manteniendo el tono extravagante. Como Don Quijote blandiendo su lanza contra molinos de viento, Silicon Valley pareció creer, por un momento, que todo el software de inteligencia artificial chino era un dragón al que no se podía matar. La caída de un billón de dólares sacudió a los gigantes estadounidenses, pero, como el caballero de Cervantes, parecían estar luchando contra sombras infladas por su propia imaginación corporativa.

3.

En las últimas décadas, se ha descubierto que los mercados a menudo están impulsados ​​por sesgos emocionales y comportamientos impredecibles. Daniel Kahneman y Richard Thaler ganaron el Premio Nobel de Economía al resaltar esta irracionalidad latente en los agentes económicos, exponiendo el poder que los rumores, los miedos y la euforia ejercen sobre los precios.

Mientras las masas se dejan seducir por movimientos de pánico o codicia, un grupo selecto de inversores y desarrolladores de Inteligencia Artificial llevan las riendas, sacando provecho de cada vaivén del ánimo del mercado. No se levantan del casino: simplemente reordenan sus fichas, esperando que gire la siguiente ruleta. Como en Dostoievski, el atractivo de las ganancias rápidas y las tecnologías disruptivas alimenta el sueño de que “esta vez será diferente”. Apenas la situación se ha invertido a favor de China, cuando comienzan a surgir rumores de un cambio de tendencia: cientos de miles de millones se “evaporan” en cuestión de horas y cientos de miles de millones aparecen del otro lado.

En estos bailes sucesivos de subida y bajada, una advertencia resuena cada vez con más insistencia. Nassim Nicholas Taleb – matemático, filósofo y autor de obras famosas como La lógica del cisne negro e Antifrágil – se hizo conocido por estudiar la incertidumbre, los riesgos extremos y la incapacidad humana para predecir eventos inusuales. Sus observaciones advierten que los mercados siempre están expuestos a shocks aún mayores, especialmente cuando la euforia y el exceso de confianza se convierten en la norma.

Según la reciente predicción de Taleb, la caída de NVIDIA, símbolo de la fuerza y ​​el entusiasmo que rodea a la Inteligencia Artificial, representa solo el comienzo de un movimiento que podría intensificarse. En términos generales, Taleb llama la atención sobre el exceso de optimismo en los ciclos de innovación y especulación, destacando que, cuando la marea baja, descubrimos quién sabe nadar realmente.

En una época en la que los algoritmos gobiernan el destino de los mercados, los billones que una vez parecían cataclísmicos se reducen a meros trucos ilusionistas: cambio por una bala, como se dice con buen humor detrás de escena de esta comedia moderna. El colapso de un billón de dólares, que en un día borró la mitad del PIB de Brasil, no fue el presagio de un apocalipsis, sino el preludio de un espectáculo en el que lo extraordinario se vuelve banal y lo improbable se vuelve rutina. En la era de la Inteligencia Artificial, el verdadero peligro reside precisamente en la falsa sensación de control.

*Tarcísio Pérez Es profesor de ciencias en las Facultades de Tecnología del Estado de São Paulo. Autor, entre otros libros, de Beneficiarse de los tiburones: trampas del mercado de valores y cómo utilizarlas en su beneficio (Editor Novatec) [https://amzn.to/3TKlVwU]

Referencias


CERVANTES, Miguel de. Dom Quijote. Clásicos de pingüinos, 2003.

DOS PASOS, Juan. El gran dinero. Libros Signet, 1979.

DOSTOIEVSKY, Fiodor. El jugador. Martín Claret, 2019.

1900-1909, 1909 ... Studs Lonigan: una trilogía. Nueva York: Penguin Classics, 2001.

KAHNEMAN, Daniel. Pensar, rápido y lento. Farrar, Straus y Giroux, 2013.

NIETO, John Cabral de Melo. Muerte y vida severina. Río de Janeiro: Alfaguara, 2007.

TALEB, Nassim Nicolás. La lógica del cisne negro: el impacto de lo altamente improbable. Nueva York: Bestseller, 2008.

TALEB, Nassim Nicolás. Antifrágil: cosas que se benefician del caos. Río de Janeiro: Mejores Negocios, 2014.

THALER, Richard. Mal comportamiento: La creación de la economía del comportamiento. Por W. W. Norton & Company, 2016.


la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

El complejo Arcadia de la literatura brasileña
Por LUIS EUSTÁQUIO SOARES: Introducción del autor al libro recientemente publicado
Forró en la construcción de Brasil
Por FERNANDA CANAVÊZ: A pesar de todos los prejuicios, el forró fue reconocido como una manifestación cultural nacional de Brasil, en una ley sancionada por el presidente Lula en 2010.
El consenso neoliberal
Por GILBERTO MARINGONI: Hay mínimas posibilidades de que el gobierno de Lula asuma banderas claramente de izquierda en lo que resta de su mandato, después de casi 30 meses de opciones económicas neoliberales.
Gilmar Mendes y la “pejotização”
Por JORGE LUIZ SOUTO MAIOR: ¿El STF determinará efectivamente el fin del Derecho del Trabajo y, consecuentemente, de la Justicia Laboral?
¿Cambio de régimen en Occidente?
Por PERRY ANDERSON: ¿Dónde se sitúa el neoliberalismo en medio de la agitación actual? En situaciones de emergencia, se vio obligado a tomar medidas –intervencionistas, estatistas y proteccionistas– que son un anatema para su doctrina.
El capitalismo es más industrial que nunca
Por HENRIQUE AMORIM & GUILHERME HENRIQUE GUILHERME: La indicación de un capitalismo de plataforma industrial, en lugar de ser un intento de introducir un nuevo concepto o noción, pretende, en la práctica, señalar lo que se está reproduciendo, aunque sea de forma renovada.
El editorial de Estadão
Por CARLOS EDUARDO MARTINS: La principal razón del atolladero ideológico en que vivimos no es la presencia de una derecha brasileña reactiva al cambio ni el ascenso del fascismo, sino la decisión de la socialdemocracia petista de acomodarse a las estructuras de poder.
Incel – cuerpo y capitalismo virtual
Por FÁTIMA VICENTE y TALES AB´SÁBER: Conferencia de Fátima Vicente comentada por Tales Ab´Sáber
El nuevo mundo del trabajo y la organización de los trabajadores
Por FRANCISCO ALANO: Los trabajadores están llegando a su límite de tolerancia. Por eso, no es de extrañar que haya habido un gran impacto y compromiso, especialmente entre los trabajadores jóvenes, en el proyecto y la campaña para acabar con la jornada laboral de 6 x 1.
Umberto Eco – la biblioteca del mundo
Por CARLOS EDUARDO ARAÚJO: Consideraciones sobre la película dirigida por Davide Ferrario.
Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES