por MATHEUS SILVEIRA DE SOUZA*
El carácter ideológico del Estado no tiene una existencia abstracta, sino que está presente en su propia estructura institucional
El Estado, como objeto teórico, es preocupación de politólogos, juristas, sociólogos, filósofos y otros, por lo que encontramos desde concepciones formalistas hasta nociones más instrumentales, que abordan su estructura, historicidad, origen, función e institucionalidad.
A partir del Derecho, podemos observar conceptos formalistas, que definen al Estado como un poder soberano que organiza a un pueblo presente en un determinado territorio. Esta concepción, si bien identifica elementos del Estado, crea una noción estática del ente estatal, incapaz de identificar sus movimientos y las disputas sociales que lo atraviesan.
Hay concepciones clásicas, como la de Weber, que lo cataloga como el ente que tiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza, o incluso nociones más instrumentalistas (vinculadas al economicismo) que lo caracterizan como un mero apéndice de la estructura económica, sin ningún tipo de autonomía. En el propio marxismo no hay consenso sobre la noción de Estado, aunque una de las grandes aportaciones a pensar lo político desde la perspectiva del materialismo histórico ha sido elaborada por el pensador griego afincado en Francia, Nicos Poulantzas.
Para abordar la relación entre Estado, poder político y clases sociales, Nicos Poulantzas distancia dos visiones tradicionales y muy difundidas de la entidad estatal, clasificadas como el Estado como instrumento y el Estado como sujeto.
La primera ve al Estado como un campo neutral, sin materialidad específica, que puede ser conducido como un instrumento por el grupo que lo ocupará. Así, el aparato estatal ocupado por los conservadores crearía políticas conservadoras y, cuando lo ocuparan los progresistas, se convertiría en un aparato estatal progresista. Sin embargo, sabemos que el Estado sigue siendo burgués aunque sea ocupado por individuos contra la burguesía, como ya lo había demostrado Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte.
La segunda posición ve a la entidad estatal como el mero emanador de los intereses de la burguesía, un bloque monolítico sin grietas, que producirá los mismos resultados a pesar de la lucha de clases. Esta concepción debe ser descartada para que podamos visualizar al Estado como un campo atravesado por disputas sociales, pues si bien tiene un carácter de clase, también presenta contradicciones que abren espacios de lucha política.
El Estado, como factor de cohesión de la unidad de una formación social, es una “estructura en la que se condensan las contradicciones de los distintos niveles de una formación”[i], como el nivel político y el nivel económico, que tienen relativa autonomía, aunque se influyen recíprocamente. Las contradicciones, a su vez, se refieren a los conflictos inherentes a una sociedad dividida en clases.
Aunque el propio Poulantzas retomó el tema más tarde, en la obra El estado, el poder, el socialismo, haciendo énfasis en la naturaleza del Estado, en este artículo hacemos uso de la concepción del autor presente en Poder político y clases sociales.
Uno de los conceptos desarrollados por Poulantzas para entender el Estado capitalista –considerando la escisión entre lo político y lo económico en este modo de producción– es el de autonomía relativa. La perspectiva relacional adoptada por Poulantzas no permite el uso de conceptos estáticos y formales, sino de categorías de análisis que se insertan en totalidades más amplias y sólo cobran sentido en relación con otros conceptos.
La comprensión de que las categorías de análisis permiten el manejo de diferentes niveles de abstracción es fundamental para abordar la noción de autonomía relativa del Estado. Así, se destacan tres niveles de abstracción, desde el más general y abstracto hasta el más específico y concreto.
- I) modo de producción en general, que abarca los diferentes tipos de organización económica existentes en la historia, como el feudalismo, la esclavitud y el capitalismo.
- II) modo de producción específico, como el modo de producción capitalista. Podemos ver que este nivel de abstracción ya es más concreto que el anterior.
III) formación social, que se refiere a un estado específico, determinado por un modo de producción específico. Las luchas de clases y las contradicciones que las permean materialmente sólo existen en este último nivel, que es el más concreto de todos. El Estado brasileño y sus clases y fracciones son un ejemplo de formación social específica.
Poulantzas crea una “teoría regional de la política en el modo de producción capitalista”, partiendo de la premisa de que el poder político no se diluye en el poder económico, sino que tiene una autonomía relativa en relación con él. Para Poulantzas, la autonomía relativa de las diversas instancias también existía en otros modos de producción, sin embargo, toma contornos específicos en la sociedad capitalista.
De esta forma, la autonomía relativa se presenta como una forma de no intervención del poder político en el proceso de producción, ya que éste se da con base en su propia lógica, sin necesidad de coerción militar por parte del Estado, considerando que los objetivos perseguidos dentro del producción no son estrictamente políticos. Esta no intervención, sin embargo, es sólo aparente, ya que el Estado crea las condiciones jurídicas necesarias para la reproducción del capital y le garantiza el barniz de legitimidad.
Sin embargo, el carácter relativo de esta autonomía implica al menos dos factores: I) el Estado y el poder político sufren determinaciones desde el campo económico. II) existe un límite al espacio de lucha dentro del Estado, ya que el marco jurídico-político no permite confrontar algunas bases, como la extinción de la propiedad privada de los medios de producción.
La autonomía relativa permite que el poder político se aleje del poder económico, teniendo su propio campo de acción no necesariamente condicionado por el componente económico. Para aquellos que creen que todas las disputas de clase se resuelven en el campo de la economía, basta recordar la dictadura cívico-militar brasileña, cuya política económica estaba ligada al desarrollismo -de origen típicamente progresista- mientras que sus raíces políticas estaban enraizadas en el autoritarismo.
Para ampliar nuestra comprensión de la autonomía del Estado, es importante abordar cuatro conceptos que describen la estructura jurídico-política del Estado: derecho capitalista, burocratismo, efecto de aislamiento y efecto de representación unitaria.[ii]. El derecho capitalista, en primer lugar, caracteriza a todos los individuos como libres e iguales, atribuyéndoles igualdad formal y autonomía de voluntad, es decir, todos están en igualdad de condiciones para realizar actos que sean fruto de su legítima voluntad, como por ejemplo, un contrato. que garantiza la compra y venta de su fuerza de trabajo. Según Poulantzas:
“Además, la superestructura jurídico-política del Estado capitalista está relacionada con esta estructura de relaciones de producción; esto se vuelve claro tan pronto como nos volvemos a la ley capitalista. La separación del productor directo de los medios de producción se refleja en la fijación institucionalizada de los agentes de producción como sujetos de derecho, es decir, como individuos-personas políticas. Esto es tan cierto para esa transacción particular constituida por el contrato de trabajo, la compra y venta de fuerza de trabajo, como lo es para la propiedad legal formal de los medios de producción o las relaciones político-públicas institucionalizadas.[iii]"
El burocratismo, por su parte, se refiere a la apertura formal de las instituciones para, en teoría, reclutar sujetos de todas las clases sociales, quienes pueden incorporarse a ella a través de concursos públicos o postulados a cargos electivos. Es obvio que esta apertura es sólo aparente, ya que no existen condiciones materiales similares entre individuos y clases para integrar instituciones. La jerarquización existente dentro de los órganos del Estado debe presentarse como una diferenciación de competencias funcionales, y no como una subordinación de unas materias a otras.
El efecto de aislamiento constituye un componente ideológico del Estado capitalista, que coadyuva en la reproducción del capital. El aislamiento, al caracterizar a los individuos como sujetos de derechos en una perspectiva individual, dificulta el reconocimiento de sus intereses de clase y su pertenencia a un lugar específico en el modo de producción, ocultando el antagonismo entre clases. La venta de su fuerza de trabajo a un propietario individual de los medios de producción es un mero acto de voluntad. En palabras de Poulantzas: “Este aislamiento, efecto sobredeterminado pero real, es experimentado por los agentes en el modo de competencia y conduce a la ocultación, para estos agentes, de sus relaciones como relaciones de clase”[iv].
Además, el Estado tiene un efecto de representación de la unidad, ya que se presenta como el Estado-nación o el pueblo-nación. Aquí vale la pena llamar la atención sobre un doble aspecto. Al mismo tiempo que este Estado favorece -por su estructura jurídico-política- los intereses de la clase dominante, es capaz de presentarse como un tercero en relación con las disputas económicas de clase, como un ente neutral, que no favorece cualquier clase. . Esta aparente neutralidad se visualiza presentándose como un Estado nacional-popular, representante del interés general. Así, hay un doble distanciamiento de las clases trabajadoras, creado por el efecto del aislamiento económico que transforma a todos en individuos-pueblo-sujetos políticos y también como parte de un Estado-nación. El carácter ideológico del Estado no tiene una existencia abstracta, sino que está presente en su propio marco institucional. Según Nicos Poulantzas:
“El poder institucionalizado del estado capitalista de clase presenta una unidad específica de clase, precisamente en la medida en que puede presentarse como un estado-nacional-popular, como un estado que no representa el poder de una clase o clases específicas, sino la unidad política de los agentes privados, entregada a los antagonismos económicos que el Estado se asigna la función de superar, uniendo a estos agentes en un cuerpo “popular-nacional”.[V]
Si entendemos los conceptos como categorías de análisis útiles para aprehender la realidad, se vuelve importante manejarlos para apuntar a una determinada formación social, creando una especie de teoría con un pie en la tierra, que utiliza la abstracción para revelar los movimientos concretos de la sociedad. nuestra vida material. Partiendo de la posibilidad de una teoría general de la política en el modo de producción capitalista, visualizamos que ciertas categorías abstractas ganan materialidad en la medida en que las utilizamos para analizar una formación social.
Si la acción colectiva es indispensable para incidir en la dinámica de los procesos históricos, una teoría que abarque no sólo la apariencia, sino también la esencia del Estado –y toda la complejidad que lo impregna– es crucial para garantizar mayor precisión y eficacia a las estrategias políticas.
* Matheus Silveira de Souza Máster en Derecho del Estado por la USP.
Referencias
POULANTZAS, Nicos. Poder político y clases sociales. Campinas, Editorial Unicamp, 2019.
SAES, Decio. La cuestión de la autonomía relativa del Estado en Poulantzas. Crítica marxista, 1998.
Notas
[i] POULANTZAS, Nicos. Poder político y clases sociales. Campinas, Editora de la Unicamp, 2019, pág. 46.
[ii] SAES, Decio. La cuestión de la autonomía relativa del Estado en Poulantzas. Crítica marxista, 1998.
[iii] POULANTZAS, Nicos. Poder político y clases sociales. Campinas, Editora de la Unicamp, 2019, pág. 128.
[iv] POULANTZAS, Nicos. Poder político y clases sociales. Campinas, Editora de la Unicamp, 2019, pág. 284.
[V] POULANTZAS, Nicos. Poder político y clases sociales. Campinas, Editora de la Unicamp, 2019, pág. 285.