La ausencia seremos

Banksy, Nola (Blanco), 2008
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por VANDERLEI TENÓRIO*

Comentario a la película dirigida por Fernando Trueba

No solo a través de series estereotipadas, groseras y comerciales como Narcos (2015-2017) o Pablo Escobar, el jefe malvado (2012), ambos de Netflix, podemos ver la materialización de la violencia que asoló a Colombia en la segunda mitad del siglo pasado.

Si analizamos específicamente a Medellín, capital del departamento de Antioquia, es inevitable evocar personajes siniestros y dudosos como el narcotraficante internacional Pablo Emilio Escobar Gaviria (1949-1993). Pablo Escobar salió de la pobreza para convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo. Fundador del cártel de Medellín, ganó miles de millones con el narcotráfico desde Colombia a Estados Unidos y Europa.

Desde esta perspectiva, tanto las buenas como las malas inmersas en este denso y terrorífico período se inhibieron de ver su historia contada en los medios de comunicación de masas como el cine o la televisión, siempre por diferentes razones.

En medio de esta convulsión político-histórico-social, un caso particular es el de Héctor Abad Gómez, médico, profesor universitario y activista de derechos humanos colombiano asesinado por paramilitares de derecha el 25 de agosto de 1987. En las décadas de 1970 y 1980, Colombia atravesaba una de sus fases más violentas, debido a la disputa territorial entre los cárteles de Cali y Medellín.

En medio de esto surgieron los grupos paramilitares, financiados por grupos de interés económico y político. En ese escenario fueron asesinados cientos de defensores de derechos humanos, profesores universitarios y sindicalistas – Aunque pasó su vida enseñando, sin preferencias partidistas, Abad Gómez terminó metiéndose en política para intentar implementar programas de salud pública.

La mañana del día en que fue asesinado, Héctor Abad Gómez se guardó en el bolsillo un papel en el que transcribió el poema "Epitafio", del poeta, crítico literario y ensayista argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). Amenazado por paramilitares, Gómez se aferró al texto, que dice: “Ya somos la ausencia que seremos”. El papel fue encontrado por el hijo, que tuvo tiempo de sentir el último calor del rostro de su padre mientras lo besaba, en la calle de Medellín donde fue ejecutado.

Su vida absolutamente singular quedó registrada en un libro escrito por su hijo Héctor Abad Faciolince, que bajo el título El olvido de lo que seremos, vendió cientos de miles de ejemplares en todo el mundo, ganándose elogios de grandes escritores de la talla de J. M Coetze, premio Nobel de Literatura en 2003.

Quince años después de la publicación del libro, la inolvidable historia de Gómez cobró vida en el cine a través del objetivo del sensible director español Fernando Trueba, en el largometraje Ausencia que seremos. Aunque su circulación se vio parcialmente afectada por la pandemia de coronavirus y sus estrictas restricciones, la película de 136 minutos cobró una nueva vida cuando se estrenó en las plataformas de streaming.

La primera pregunta que surge aquí es si el público debería haber leído primero la novela de Héctor Abad Faciolince para apreciar o comprender la película. La respuesta es negativa. La lectura de este texto no es imprescindible, ya que tanto en la estructura como en la narración escogida por el director Fernando Trueba, será fácil comprender que estamos ante la historia del profundo amor que un padre puede sentir por su hijo y viceversa. A partir de ahí, nos encontramos ante una historia universal.

Los personajes principales de esta función son dos. El primero, interpretado por Javier Cámara, es Héctor Abad Gómez, un médico cariñoso y atento, pero fundamentalmente preocupado por las necesidades de sus compañeros. Es cabeza de familia numerosa, en la que las mujeres son mayoría. El segundo es su único hijo, Abad Faciolince.

La película se estructura en dos momentos: el “presente” (en blanco y negro), en el que vemos cómo Gómez regresa a Medellín desde Italia –donde estudiaba Letras– para asistir a una ceremonia de reconocimiento a la labor docente de su padre. Curiosamente, las escenas de la década de 1980 están en blanco y negro.

El director reveló que esta fue una elección instintiva, pero que puede interpretarse como el reflejo de un clima más oscuro y denso. También destaca el contraste con el brillo cálido y colorido de las escenas de la infancia que invitan a una sensación de nostalgia nebulosa.

El segundo momento (mostrado en color) muestra la evolución de la familia Abad Faciolince, con un profesor de medicina al frente de la casa, acostumbrados a no callar ante las injusticias sociales, y a vivir en medio de una ciudad. cada vez más agitada por la violencia política y social. Esto último, obviamente, supondrá un riesgo más del que –como se puede ver en la película– todos en casa somos conscientes.

El drama también nos introduce a otros conflictos de este período de la historia colombiana, como las disputas entre liberales y conservadores, la convivencia con la comunidad judía y la modernización acelerada de Medellín en ese momento, poniendo en tela de juicio los valores tradicionales de una sociedad sumamente religiosa. sociedad. La obra cuenta la historia de una familia colombiana católica y de clase media desde el punto de vista de un niño fascinado por su padre, de quien se diferencia por su visión progresista del mundo y por ser ateo.

Sobre el actor español Javier Cámara, quizás sobran los elogios a sus múltiples papeles en éxitos cinematográficos y televisivos. Por eso vamos a comentar unas líneas sobre estos dos artistas que interpretan a Héctor Abad.

En primer lugar, el niño Nicolás Reyes Cano, que sorprende con su notable naturalidad a lo largo de todas sus escenas. Es él quien funciona como una especie de lente a través del cual el espectador conocerá las peculiaridades de su especial familia.

En una parte de la película, después de abrazar y dejar que su padre le bese el cuello, uno de sus amigos le dice:"¿Tu papá es un marica?" A lo que responde: "¿Por qué?" “Porque solo los maricones besan así”, respuesta. Después de cerrarle la boca a su amigo, negarse a usar un ridículo casco de bicicleta, esconder los libros de historia del arte que usa para 'desahogar' sus preocupaciones eróticas con imágenes de esculturas, negarse cuando lo obligan a rezar antes de irse a dormir ("porque de lo contrario no t ir al cielo") o celoso" porque su padre prefiere a su hermana Marta, que sabe bailar y cantar muy bien", el pequeño nos roba el corazón con una facilidad asombrosa y pinta todo su cuerpo lo sana y hermosa que es la infancia muchas veces.

En segundo lugar tenemos a Juan Pablo Urrego (estudiante universitario Héctor Joaquín), un actor también oriundo de Medellín y que con apenas 35 años ya nos ha visto en papeles mucho más radicales, como cuando interpretó a Popeye. en la serie basada en las memorias de Jhon Jairo Velásquez (1962-2020), el temible asesino de Pablo Escobar Gaviria. Si en esa producción de Caracol Televisión tenemos a un tipo sin escrúpulos, capaz de enfrentarse a peligrosos criminales en prisión, en La ausencia que seremos su papel es diametralmente diferente.

Aquí, Urrego es un torpe estudiante de literatura que, criado en una familia donde las mujeres siempre han sido mayoría, no puede evitar derretirse de amor filial cuando ve a su padre sonriéndole desde la distancia durante un acto de homenaje. Su rendimiento es bueno, pero no por ello menos efectivo o potente. Aunque parece consciente de los riesgos a los que se enfrenta el padre por su accionar social y las críticas al sistema, no es capaz de amenazarlo ni obligarlo a dejar lo que tanto le hace feliz. Es en esta encrucijada donde pasa sus días hasta el fatal desenlace.

La ausencia que seremos es un drama eminentemente humano. Si bien no es un cortometraje (más de 2 horas de duración), parece que esta historia bien podría haber sido una serie. Algunos momentos dan la impresión de ser breves (como el tiempo de exilio de Abad Gómez), otros tienen giros y vueltas sin mayor explicación o desarrollo (como cuando Tata es llevada al manicomio, o cuando muere una de las hijas de la familia). Pero esta no es una simple historia de ficción que pueda estirarse según las necesidades del escritor o del estudio. Esto es la vida real.

Una vida que sin duda merece ser contada.

*vanderlei tenorio es periodista y estudia geografía en la Universidad Federal de Alagoas (UFAL).

referencia


La ausencia seremos [se me olvida lo que seremos]
Colombia, 2020, 136 minutos
Dirigida por: Fernando Trueba
Guión: David Trueba
Reparto: Javier Cámara, Alda Morales, Sebastián Giraldo, Nicolás Reyes Cano, Juan Pablo Urrego.

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