La relevancia del pensamiento de Karl Marx

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por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE*

El pensador alemán nos hace vislumbrar la urgencia de la ruptura histórica con el capitalismo y su esencia degradante de las fuerzas de la naturaleza y el trabajo

El artículo que sigue también forma parte de los festejos por el 205 aniversario del natalicio del autor. La capital (1867). La pregunta que nos guía, en este breve texto, es la pregunta por la actualidad de Marx para la comprensión y transformación de este capitalismo desenfrenado y sin guía de control alguno de esta segunda década del siglo XXI. Para abordar esta contemporaneidad del mayor pensador anticapitalista de la historia moderna, presentaremos una exposición en cuatro apartados.

Primero presentaremos nuestra percepción del significado histórico de la principal obra de madurez de Marx: La capital, considerando dos ejes de exposición: su papel en la comprensión de la modernidad, establecida desde la dinámica capitalista y su historicidad; y su significado como obra de establecimiento de un patrón de cientificidad para las ciencias sociales, “astronomía social”, en los términos de Desai (2003) o establecimiento de la “Historia-Continente”, en los términos de Althusser (2013).

En el segundo momento, buscamos presentar elementos de la totalidad de la dinámica de acumulación expuesta en La capital, considerando las categorías desarrolladas y su papel en las ciencias sociales y específicamente en la economía política. En la tercera sección, tratamos el desarrollo histórico del capitalismo y cómo el marxismo nos dio pistas para entender su futuro. Finalmente, en la última sección, se intenta abordar, muy brevemente, los límites críticos de este sistema: su dinámica de crisis cíclica; sus límites sociales y ambientales.

La capital como una obra clásica

Italo Calvino (2004), escritor ítalo-cubano y atento lector de literatura universal, estableció catorce caracterizaciones o definiciones explicativas como ejes motivadores para la lectura de obras clásicas. Para Calvino, un autor u obra clásica es, ante todo, aquella obra que suscita una relectura permanente, y con cada nueva lectura se redescubre al autor y se arroja nueva luz sobre cuestiones hasta entonces oscuras y, más aún, siempre se aportan nuevos conocimientos. .descubrimientos

Consideramos que podemos aplicar las catorce motivaciones establecidas por Calvino a la principal obra de madurez de Marx. Veamos algunos añadidos de Calvino: “Los clásicos son aquellos autores de los que, por lo general, se oye decir: “Estoy releyendo… y nunca estoy leyendo…”. La mayoría de los que ya se han aventurado en la lectura La capital casi obligatoriamente sienten la necesidad de releerlo, con cada lectura descubriendo cosas nuevas, digamos que este continuo redescubrimiento de cosas nuevas constituye otra definición de Italo Calvino de lo que sería una obra clásica (quinta definición).

La capital se nos aparece como una obra que “nunca terminó de decir lo que tenía que decir” (sexta definición). Cabe decir que a finales del siglo XX, Eric Hobsbawm (2011) fue abordado por la persona menos esperada: un editor de una revista de negocios, cuyos principales lectores son los capitalistas financieros de Wall Street, para hablarles de la obra de Marx. , obviamente el viejo historiador inglés estaba bastante asombrado. Las diferentes lecturas que podemos hacer de La capital va desde una percepción histórica del desarrollo del capitalismo, los matices de las formas lógicas y dialécticas del trabajo y la compleja estructura de la forma mercancía, hasta la percepción ensayística de la literatura universal.[i]

Italo Calvino, todavía nos dice, que “un clásico es una obra que provoca incesantemente una nube de discursos críticos, pero que continuamente los repele” y que una obra clásica “se configura como el equivalente del universo”, es decir, aprehende la totalidad La capital, en los últimos dos siglos ha establecido su propio universo de interpretaciones, ya sea de críticos no marxistas o antimarxistas, o de entusiastas intérpretes y comentaristas. Como nos vuelve a recordar Eric Hobsbawm (2011) en una búsqueda en Google, Marx aparece junto a Einstein y Darwin como las “grandes presencias intelectuales” de la modernidad.

La modernidad como lógica histórica definida por el surgimiento y desarrollo del capitalismo ya había sido abordada con fuerza por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista (1848), con la célebre expresión: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, para abordar la condición transformadora, creadora y destructora de la fuerza social expresada por el capital, como relación social. Sin embargo, lo que se observa en el tratamiento analítico desarrollado en su obra principal, es que la modernidad capitalista constituye una fuerza destructiva que aliena no sólo a una parte de la humanidad, sino que impone una expansión creciente que acaparará y destruirá el metabolismo mismo de la naturaleza.

Las relaciones entre los hombres en el capitalismo parecen estar mediadas por mercancías, y “las relaciones entre productores, en las que se realizan aquellas determinaciones sociales de su trabajo, toman la forma de una relación social entre los productos del trabajo”. Las relaciones sociales presentan así la forma de relaciones entre las cosas, de tal manera que la interacción que se establece entre los individuos termina siendo sancionada por el poder adquisitivo de cada uno y, en el actual régimen neoliberal, por la pérdida casi total de los derechos sociales. mecanismos de regulacion.

David Harvey (1993), como interlocutor contemporáneo de Marx, observa que la contingencia humana frente a las mercancías impone que “las condiciones de trabajo y de vida, la alegría, la ira o la frustración detrás de la producción de mercancías, los estados de ánimo de los productores, todo esto se nos oculta cuando intercambiamos un objeto (dinero) por otro (mercancía)”, de lo contrario se establece una mercantilización totalitaria en el momento actual de la sociedad capitalista mundial.

En el centro de la modernidad, como la trata Marx, está la generalización de la forma de producción mercantil, y a partir de esta época histórica se observa la mercantilización del trabajo, instaurando históricamente la mercancía fuerza de trabajo, cuyo proceso de compra y venta de sí mismo y la explotación del trabajador se convirtió en el centro de la dinámica social inaugurada con las amplias transformaciones sociales, geográficas y tecnológicas a partir del siglo XVI.

El descubrimiento realizado por Marx, basado en una lectura cuidadosa de la economía política clásica y la aplicación del método dialéctico a la realidad concreta del capitalismo inglés, respondió a la pregunta clave: ¿cómo se origina la ganancia? También respondió preguntas fundamentales sobre la acumulación de capital y la forma en que se distribuye la riqueza social.

La mercancía fuerza de trabajo tiene la particularidad de producir más valor, de tal manera que el trabajador, al intercambiar su capacidad de trabajo por una cantidad de dinero en forma de salario, vende una cantidad de tiempo de trabajo superior a la necesaria para su propio trabajo. reproducción física y social. Así, la ganancia se refiere a la parte del tiempo de trabajo que excede aquella magnitud necesaria para la reproducción del propio trabajador, de ahí que salario y ganancia sean hermanos siameses, ambos hijos del esfuerzo laboral, condición intrínseca del otro, un esfuerzo reproductivo normal, otro condición de explotación y permanencia del capitalismo.

El modo de producción capitalista evolucionó revolucionando las técnicas y la organización de la producción, su desiderátum impone la transformación permanente del proceso de trabajo y el cambio tecnológico.[ii] La división social y técnica del trabajo altamente organizada en el capitalismo congela y apalanca un proceso de crecimiento económico, acumulación y reproducción ampliada del capital, cuya integridad sistémica se fundamenta en la existencia del trabajo asalariado, inserto en la dinámica del proceso mercantil.

El acelerado desarrollo tecnológico surge como resultado de la esencia competitiva capitalista, cuyo matiz histórico más notorio es la continua y perenne creación y sustracción de inversiones y capacidades laborales. En este nivel, la capacidad destructiva-creativa se observa como una verdadera fuerza, cuya relativa autonomía frente a arreglos micro y macro institucionales, conduce al capitalismo a paroxismos periódicos de crisis.

Las transformaciones tecnológicas de los últimos dos siglos han desencadenado un aumento acelerado de la productividad laboral, “junto con una serie de eventos que han ampliado el campo de la inversión y el mercado de bienes de consumo, en un grado sin precedentes” (Dobb, 1985). Marx (2013) anticipó parte de estos movimientos, y en particular su análisis del desarrollo de la “Gran Industria” estableció una fuente fundamental de comprensión para los cambios recientes en los procesos productivos, ya que, en general, los factores de concentración y centralización del capital fueron las principales fuerzas expansivas y que desde las empresas multinacionales definieron el escenario global como la arena de disputa de las fuerzas capitalistas.

las categorias de La capital

La construcción del pensamiento marxista se dio desde una perspectiva que ahora llamaríamos multidisciplinar. Cómo trató correctamente a Jacob Gorender (2013), La capital, es esencialmente una “obra de unificación interdisciplinaria de las ciencias humanas”. En un momento como el nuestro, en el que la fragmentación disciplinar cobra un alto precio, ya sea por la mezquindad en la comprensión de la compleja realidad del capitalismo, o porque convierte a los investigadores de las ciencias sociales en meros analistas de datos, esta dimensión cobra una fuerte relevancia.

Así, el pensamiento de Marx y su capacidad para integrar la economía, la historia, la geografía, la filosofía, la sociología, la demografía y la antropología en un todo interactivo, tiene que ser revisado y establecido como un instrumento robusto para el análisis de la sociedad capitalista y una herramienta de acción transformadora sobre ella. . Eric Hobsbawm (2011) destacó que el pensamiento de Marx fue más allá de “un pensamiento 'interdisciplinario' en el sentido convencional, sino que integró todas las disciplinas” en un “ámbito universal”.

De la misma manera Louis Althusser (2013) ilustró el significado de La capital desde una percepción integral, la idea de un “continente-historia”, es decir, un “sistema de conceptos (por lo tanto, de teoría científica)” que estableció las condiciones para el desarrollo de las ciencias sociales. La referida “historia-continente” asumió un alto grado de complejidad en el desarrollo de sus categorías, sin linealidad ni simples movimientos causales en la caracterización de la sociedad ni en la comprensión de su dinámica.

Por ejemplo, la interpretación marxista de la mercancía se presenta como una envoltura de una esencia interior, el valor, y sólo en la modernidad, en el actual modo de producción capitalista, es que todo trabajo socialmente gastado tiene como único objetivo producir valor, cuya expresión exterior Se llama valor de cambio. Cabe señalar que el marxismo no reivindica el alcance o la forma científica unánime de las ciencias sociales, por el contrario, la astronomía social propuesta se enreda con el conjunto de aportes de otras epistemologías, buscando dialogar y enriquecerse con categorías que son radicales. en la interpretación de la contemporaneidad.

La construcción de categorías y la dinámica de la acumulación

En el capitalismo, la relación de capital es la de apropiación de plusvalía basada en relaciones contractuales entre el capitalista (comprador de la mercancía fuerza de trabajo) y el trabajador (vendedor de la mercancía fuerza de trabajo). Entre ellos se produce un intercambio de equivalentes en el proceso de circulación de mercancías: la fuerza de trabajo, mercancía que es propiedad exclusiva del trabajador, es comprada por el capitalista, que ofrece a cambio la forma monetaria del salario, el precio del trabajo. mercancía mano de obra trabajo. Esta aparente igualdad en la forma de tratamiento jurídico hace de la relación salarial una condición central tanto para la reproducción económica del sistema como para su configuración política.

El valor monetario de la fuerza de trabajo (salario) es equivalente al valor del capital variable (el medio de reproducción del trabajador). Este intercambio de equivalentes establece el principio de igualdad jurídica burguesa. La apariencia reside en el ocultamiento de la producción de plusvalía que tiene lugar en el proceso productivo, por tanto fuera de la esfera de la circulación. La esfera de circulación, tomada como fuente de evidencia, ya sea para el derecho burgués o para la economía política burguesa, es, según Marx (198), “el paraíso de los derechos innatos del hombre, donde sólo la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham.

Al vender la mercancía fuerza de trabajo, el trabajador no enajena la propiedad -lo que configuraría la esclavitud- sino la posesión provisional de su funcionamiento o uso en el proceso de trabajo. De esta forma, el capitalista pasa a disponer funcionalmente de la fuerza de trabajo, utilizándola en condiciones medias, normales y reglamentarias. Al funcionar en el proceso productivo, la fuerza de trabajo desarrolla un triple movimiento: (i) conserva el valor, garantizando la reproducción del capital constante; (ii) expande el valor, posibilitando la reproducción del trabajador, es decir, reproduce el valor adelantado en forma de capital variable; y (iii) expande el valor, produciendo un excedente no pagado por el capitalista al trabajador. La plusvalía, cuando se la apropia el capitalista, no se ajusta a ninguna ruptura de las reglas del intercambio de equivalentes, es decir, no es extorsión, en la medida en que es un momento del uso de la mercancía fuerza de trabajo y no un “momento ” del proceso de intercambio. Una característica importante de la dominación ideológica burguesa es que, mediante el uso de formas positivas de derechos de propiedad, oculta la explotación y enajenación de la plusvalía.

El desarrollo de las relaciones de producción capitalistas ha puesto en tela de juicio un aspecto insólito en relación con las formas económicas y sociales anteriores: la alienación total de la naturaleza y el trabajo humano. Las fuerzas de creación y destrucción desarrolladas bajo el capitalismo plantearon la posibilidad de que toda la naturaleza se convirtiera en un objeto potencial del trabajo humano, incluso si, coyunturalmente, solo una parte de ella se convierte en materia prima y material auxiliar para el proceso de producción.

Toda riqueza social en el capitalismo se descompone en tres componentes: (i) capital constante, que comprende las magnitudes monetarias de los medios de producción, capital inmovilizado en máquinas y equipos, inmovilizado en infraestructura, materias primas e insumos energéticos y otros en general; (ii) capital variable, referido a la suma de los salarios pagados en la economía y; (iii) el valor neto creado en cada nuevo ciclo reproductivo del capital y que, al realizarse en el mercado, constituye las formas de ingreso (ganancia empresarial, interés de los banqueros y capitalistas financieros, renta de la tierra e impuestos del Estado) y nuevos capital para ser reinvertido en la reproducción.

La naturaleza especulativa y expansiva intrínseca del capital lo impulsa a acelerar permanentemente la velocidad de rotación de sus ciclos de producción, acortando cada vez más los tiempos de producción y circulación. Para los capitalistas en general, es fundamental que su valor de capital se fije por el menor tiempo posible en cada ciclo reproductivo, por más inevitable que esto sea. Así, a través de diversos expedientes, como el sistema crediticio, las innovaciones tecnológicas, las acciones regulatorias del Estado, el comercio exterior, etc., se observa la aceleración rotacional del capital, reduciendo los tiempos de producción y circulación, garantizando una expansión creciente del valor y un arte que “no es un medio para un fin, sino un fin en sí mismo”, algo que el filósofo griego Aristóteles llamó “crematístico”, una forma autonomizadora que se expande y devora sus propios sustratos, es decir, la naturaleza y el trabajo humano.

Los límites del capitalismo

La economía capitalista no se desarrolla como un ciclo regular de ascenso gradual y constante, como le atribuyen los análisis económicos convencionales. Los movimientos de ascensión, recesión, estancamiento, estabilidad, etc., no son lineales, teniendo patrones más caóticos que propiamente regulares. Cabe señalar la condicionalidad entre reproducción y crisis del sistema, de tal forma que el término crisis debe entenderse como “un conjunto de fallas en las relaciones económicas y políticas de la reproducción capitalista” (SHAIKH, 2006).

Si bien Marx no desarrolló una comprensión general de la crisis como fenómeno analítico, se observa en sus textos de madurez que el capitalismo como fenómeno espacial e histórico estaría sujeto a “crisis parciales” y “crisis generales”. Las crisis parciales son característicamente cíclicas, irrumpiendo en espacios localizados o rompiendo las relaciones regulares de acumulación de capital por sector, por lo tanto, “constituyen un rasgo regular de la historia del capitalismo” (SHAIKH, 2006). Las crisis generales son menos episódicas y reflejan un “colapso generalizado” de las relaciones de reproducción capitalista, son, por tanto, fenómenos críticos, y pueden evolucionar desde crisis parciales, sólo localizadas, a depresiones económicas de gran impacto social y político.

El agotamiento de la naturaleza constituye el nodo crítico de la lógica del modelo capitalista de desarrollo. Marx (2013) ponderó que el valor de uso nunca debe ser considerado el objetivo capitalista inmediato, ni debe tomarse la ganancia de forma aislada. El objetivo capitalista es el proceso incesante de obtención de ganancias, “no tiene límite su objetivo último, que es el enriquecimiento absoluto”. Como se discutió anteriormente, la acumulación capitalista es, por lo tanto, un arte crematístico.

Siendo un fin en sí mismo, su límite parece ser el dominio completo de las fuerzas naturales, absorbiendo y haciendo valor o riqueza enajenada la totalidad de la naturaleza. En definitiva, el agotamiento total de la naturaleza y del propio planeta parece ser el fin último del arte crematístico que es el capitalismo.

La actualidad de Marx permite vislumbrar hasta qué punto la ruptura histórica con el capitalismo y su esencia degradante de las fuerzas de la naturaleza y el trabajo se sitúa como una necesidad urgente de la civilización humana.

*José Raimundo Trinidad Es profesor del Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas de la UFPA. Autor, entre otros libros, de Crítica de la economía política de la deuda pública y del sistema de crédito capitalista: un enfoque marxista (CRV).

Referencias


ATALI, Jacques. Karl Marx o el espíritu del mundo. São Paulo: Registro, 2007.

ALTHUSSER, L. Advertencia a los lectores del Libro I de El Capital. En: MARX, Carlos. La capital, Libro I. São Paulo: Boitempo, 2013.

BERMAN, Marshall. Todo lo que es sólido se derrite en el aire. São Paulo: Companhia das Letras, 1986.

CALVINO, Ítalo. ¿Por qué leer los clásicos?. São Paulo: Companhia das Letras, 2004.

DESAI, Meghnad. La venganza de Marx. São Paulo: Codex, 2003.

DOBB, MA Evolución del capitalismo. São Paulo: Nueva Cultural, 1988.

GORENDER, J. Presentación [a Capital]. En: MARX, Carlos. La capital, Libro I. São Paulo: Boitempo, 2013.

HARVEY, David. Límites de capital. São Paulo: Boitempo: 2013.

HOBSBAWM, Eric. como cambiar el mundo. São Paulo: Companhia das Letras, 2011.

LÖWY, Michael. LAS AVENTURAS DE KARL MARX CONTRA EL BARÓN DE MÜNCHHAUSEN: Marxismo y Positivismo en la Sociología del Conocimiento, São Paulo: Editora Cortez, 1994.

MARX, Carlos. La capital, Libro I. São Paulo: Boitempo, 2013.

SHAIKH, Anwar. ensayos de economia politica. Buenos Aires: RyR, 2006.

TRINDADE, JRB Energía y medio ambiente: los límites de la acumulación de capital. En: conexiones (Revista ICSA), v. 1, n.1, 2008.

CUANDO, Francisco. Carlos Marx: Biografía. São Paulo: Registro, 2001.

Notas


[i] Marx hace un uso intenso de las obras clásicas de la literatura universal, lo que dificulta la lectura de La capital un “recorrido” fantástico por lo mejor que se ha producido en la literatura, pero la utilización de los grandes novelistas universales constituye una herramienta expositiva y dinamizadora de la trama desarrollada en el propio O Capital, así la modernidad se concibe como una trama histórica en la que la clave Los personajes se despliegan dialécticamente. Vale la pena señalar citas de Shakespeare sobre la naturaleza humana; referencias a Goethe y al espíritu de la modernidad inscrito en “Fausto”, las alegorías de Alighieri y el desmoronamiento de la existencia humana, además del uso fantástico de Cervantes y las luchas infernales del Quijote. Verifique una apreciación artística de Marx y la interlocución de la construcción expositiva de La capital y su relación con la literatura: Berman (1994); cuando (2005); Atalí (2007).

[ii] Marx (198) define el trabajo como un “proceso en el que participan el hombre y la naturaleza, proceso en el que el ser humano, con su propia acción, impulsa, regula y controla su intercambio material con la naturaleza”. Los elementos componentes del proceso de trabajo son: (i) la actividad adecuada a un fin, que es el trabajo mismo; (ii) la materia sobre la que se aplica el trabajo, el objeto del trabajo; y, (iii) los medios de trabajo, los instrumentos de trabajo.


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