La apología de la dictadura

Imagen: Valeria Podés
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por CARLOS EDUARDO ARAÚJO*

A los apologistas de la dictadura cívico-militar, que han promovido manifestaciones para invocar este oscuro pasado: ¡Cuidado con lo que deseas!

“Quién sabe, dentro de algunas décadas, podremos lograr la notable hazaña de hacer que una dictadura simplemente desaparezca”. (Edson Teles y Vladimir Safatle [ 1 ]).

Thomas Hobbes dijo una vez que su madre dio a luz gemelos, a él y al miedo. En 1588, Inglaterra corría riesgo inminente de sufrir una invasión naval por parte de la llamada “Armada Invencible” de España. Esta posibilidad generó un cuasi pánico que cundió en la sociedad inglesa de la época, debido al legendario poderío de la escuadra española. Y el miedo habría sido el responsable del parto prematuro de la madre del filósofo, acompañando a Hobbes durante toda su vida, siendo perceptible en su obra principal, Leviatán.

No puedo decir que mi madre dio a luz mellizos, a mí ya la dictadura, pero apenas lo hizo. Tampoco nací prematuramente, como consecuencia del pavor inducido por la infame autocracia, ya que se desencadenó a los pocos meses de mi nacimiento. Nací en agosto de 1963 y el golpe militar se produjo unos meses después de mi advenimiento, el 1 de abril de 1964. Por lo tanto, crecí durante la dictadura militar. Mi infancia, adolescencia y entrada en la edad adulta transcurrieron bajo su talón. Cuando expiró, en marzo de 1985, yo ya tenía 22 años.

Por lo tanto, no sufrí, directa y conscientemente, sus efectos nocivos y violentos. Yo era entonces, en el período más oscuro de la dictadura, que se dio a partir del AI-5 de 1968, demasiado joven para tener conciencia política y percepción de lo que pasaba en nuestro país, en aquellos “años de plomo”. Sin embargo, en mi recuerdo más lejano de esa nefasta época sobrevivieron figuras como Ernesto Geisel, João Batista Figueiredo, Jarbas Passarinho, Golbery do Couto e Silva y Delfim Neto. Tengo el recuerdo de verlos en las noticias en los periódicos. El último presidente del régimen autoritario, lo recuerdo bien. Principalmente por sus exabruptos, su mal humor, su rudeza, la violencia verbal que emanaba de él. Fui testigo ocular y auditivo de frases como estas: “Arresto y rompo. No tengo dudas". O “Si ganara el salario mínimo, tiraría el coco”.

Participé, pero como espectador y entusiasta, del movimiento “Diretas Já”, que movilizó al país entre 1983 y 1984 y sufrió su derrota. Vi a Tancredo Neves elegido, indirectamente, por el Colegio Electoral, para verlo morir poco después, sumiendo al país en una enorme tristeza. Asistí a la convocatoria e instalación de la “Asamblea Nacional Constituyente”, el 1 de febrero de 1987. Meses antes se discutía si debía ser autónoma o congresual. Yo era partidario de la primera alternativa, en el sentido de evitar problemas relacionados con el conflicto de intereses, si la elaboraban los propios parlamentarios, elegidos para las funciones ordinarias de la vida legislativa y cuyos mandatos sobrevivieran a la Asamblea Constituyente. Ganó la tesis opuesta.

Recuerdo que asistí a un debate, realizado en el Auditorio de la Facultad de Derecho de la UFMG, cuyo tema era precisamente si la Asamblea Nacional Constituyente debe ser autónoma o congresual. Los ponentes fueron los profesores Dalmo de Abreu Dallari y José Alfredo de Oliveira Baracho.

Estudié Derecho entre 1986 y 1991. Estaba, por tanto, en el 2º período de la carrera cuando se inició el proceso constitucional que pretendía, después de 21 años bajo un régimen truculento, arbitrario, autoritario y opresivo, dotar al país de una Constitución de nuevo democrático. Mis compañeros y yo asistimos al avance del trabajo realizado en el marco de la Asamblea Nacional Constituyente, en la que nuestra profesora de Derecho Constitucional, en ese momento, la actual Ministra del STF, Cármen Lúcia Antunes Rocha, brindó asesoría jurídica.

Recuerdo claramente la sesión en la que se aprobó nuestra actual Constitución. En aquella ocasión, el entonces presidente de la Cámara de Diputados, el valeroso diputado federal Ulisses Guimarães, quien la blandió entre sus dedos, en un concurrido pleno del Congreso Nacional y lanzó estas elocuentes, enfáticas e históricas palabras:

“La persistencia de la Constitución es la supervivencia de la democracia. Cuando, después de tantos años de luchas y sacrificios, promulgamos el estatuto del hombre, la libertad y la democracia, clamamos por la imposición de su honor: odiamos la dictadura. Odio y repugnancia. Maldecimos la tiranía dondequiera que deshonra a los hombres y las naciones, especialmente en América Latina”. [dos]

Este largo introito pretende situarme frente al tema, que me propuse reflexionar, relacionado con el bolsonarismo, entendido como un movimiento antidemocrático, autoritario, populista de extrema derecha, demagógico y violento, que hoy prospera entre nosotros. . El bolsonarismo es clara e inequívocamente antagónico a los valores civilizatorios, las ideas democráticas y la convivencia plural e incluyente, que, lamentablemente, han sufrido infames interregnos, a lo largo de nuestra convulsa historia. Bajo el bolsonarismo, la democracia brasileña está en riesgo permanente.

Como en el período cívico-militar de la posdictadura, fuimos dotados de una nueva Constitución democrática, promulgada el 05 de octubre de 1988, con la recuperación, entre otros derechos suprimidos por el régimen militar, del derecho al voto directo, para Presidente de La republica. Todo parecía indicar que estábamos allanando el camino, una vez más, para la ansiada fundación de nuestra democracia, aunque, como siempre, más formal que sustancial.

Con el correr de los años y de nuevas elecciones, estábamos convencidos de que nuestra democracia se consolidaba y fortalecía, aun cuando estaba permeada por graves problemas sociales, económicos y políticos, que nunca fueron enfrentados adecuadamente. A pesar de haber atravesado la última época despótica, no hace mucho, tenía la ilusión de que ya no nos aventuraríamos en las turbias aguas del autoritarismo, ni que aventuráramos siquiera la posibilidad de un regreso a los infiernos.

Me imagino lo dramático y hasta traumático que debe ser, especialmente para quienes vivieron la dictadura brasileña, en su vida adulta, sufriendo directa o indirectamente sus afluencias, ver a una parte sustancial de la población brasileña elegir presidente, gobernadores, estatales y federales. diputados, en las elecciones de 2018, con discursos laudatorios de un período oscuro de la historia reciente de este país. Discursos plagados de un temerario sesgo fascista o protofascista.

Personas dotadas de un mínimo de espíritu democrático y de conciencia política, se escandalizan, asustan, rebelan, indignan, perplejas, ante la simple perspectiva de volver al Tártaro. Para quienes vivieron el terror, la tortura, la inquietud, la tortura, la angustia y la muerte de amigos y familiares, acaecidos en esos años, que consumieron dos décadas de su vida y la de todo un país, existe una clara percepción de todo lo que representó ese período nefasto, en términos de pérdida de libertad de expresión y derechos, violencia, muertes e imposición de una ideología autoritaria. Y, con qué consternación, ven reaparecer los fantasmas del pasado, emergiendo de sus sarcófagos putrefactos, como los muertos vivientes acechándolos de nuevo.

Como dije líneas arriba, parecía improbable o incluso inconcebible que invocáramos nuevamente espíritus malignos, los cuales parecían estar debidamente exorcizados. Pero he aquí, una extrema derecha, siempre presente, subrepticiamente, en los sótanos oscuros de la sociedad brasileña, encontró la ocasión para emerger. Y que, además de la bandera de la “vuelta a la dictadura” y la AI-5, también pasó a enarbolar las banderas del oscurantismo, el atraso, el reaccionario, el irracionalismo, el egocentrismo, el antiintelectualismo, el anticientificismo, el desprecio por las artes, la cultura, la diversidad cultural, política, religiosa, étnica y de género.

El biógrafo Ruy Castro, en un artículo publicado recientemente en Folha de São Paulo, registró el siguiente testimonio:

“Para los que pasamos 21 años de vida adulta (1964-1985) bajo la dictadura, los generales eran sujetos siniestros, con lentes oscuros, que nos dictaban cuándo, si y por quién podíamos votar, qué podíamos leer, ver, escuchar, decir y escribir y, si habláramos de instituciones, derechos y libertad, arrestarían y desbaratarían. Tenían las armas, los fondos y las plumas para imponer su autoridad. Y las bodegas, instrumentos de tortura y alguaciles para aplicarla. La mera visión de un uniforme era intimidante. Nos reducía moralmente a menores de edad, a calzones cortos, a pañales.

Hay algo incomprensible para un brasileño hoy. No entenderá cómo los militares pueden tener esa fuerza. Para él, los militares son temas que Jair Bolsonaro mete en el gobierno, despliega en las redes sociales y pronto empieza a menospreciar, menospreciar, desmoralizar y, finalmente, fulmina con la destitución. En menos de dos años ya lo ha hecho con 16 generales, cuatro brigadieres y un almirante, y sólo entre los oficiales de alto rango”. [3]

Es, como mínimo, irracional o fruto del masoquismo, inherente al inconsciente colectivo, de derecha, ver a la gente, en actos públicos, en medio de banderas, carteles y megafonía, gritar, gritar, gritar, gritar, gritar , aullar, rogar, rogar, vociferar, rogar, postular, utilizando para ello, “canciones”, consignas y bailes bizarros y grotescos, todo para pedir a los autócratas y sádicos de turno, que dicten cuándo, si y por quién se puede votar , lo que podemos leer, ver, escuchar, decir y escribir y, además de quitarnos nuestros derechos y libertades, hacernos arrestar y destruir. Ellos, con sus armas, fondos y plumas, con las que impondrían su autoridad, su autoritarismo. Cuántos de estos criminales mentales clamarían ser arrojados a los sótanos de “su” estimada dictadura, experimentando los más diversos instrumentos de tortura y alguaciles. ¿Es eso lo que quieren estos tontos? ¡Increíble!

Sin embargo, quizás la hipótesis más probable sea que esta multitud bolsonarista, en su constitución sustancial, está compuesta por sádicos y resentidos. Según Freud:

“[…] el sadismo correspondería a un componente agresivo autonomizado y exagerado de la pulsión sexual, movido por el desplazamiento al lugar preponderante. El concepto de sadismo oscila, en el lenguaje cotidiano, desde una actitud meramente activa o incluso violenta hacia el objeto sexual hasta una satisfacción condicionada exclusivamente por el sometimiento y el maltrato que se le inflige. En sentido estricto, sólo este último caso extremo merece el nombre de perversión. […] Que la crueldad y la pulsión sexual están íntimamente correlacionadas nos lo enseña, sin duda alguna, la historia de la civilización humana, pero al esclarecer esta correlación no pasamos más allá de acentuar el factor agresivo de la libido”. [4]

Nelson Werneck Sodré retrata, con amargo lirismo, lo que representó y representa hoy la despreciable dictadura cívico-militar, que se prolongó durante dos décadas, inoculando su hiel entre nosotros:

“Lo más difícil es no perdonar a la dictadura algunas de sus manifestaciones más ostensibles y hasta típicas. Lo más difícil será perdonarlo, si es posible, es decir, si las cosas van a ser así, en términos de cuentas, perdonar su infamia. Lo más triste, lo más amargo, lo más clamoroso fue, sin duda, esta infamia que, inserta en nuestras vidas, comenzó a acompañarnos, a rodearnos, a asfixiarnos. Está claro que la dictadura no inventó la infamia. Siempre ha existido. Era parte de la vida. Era inseparable de la condición humana. Pero como accidente, como circunstancia, como elemento accesorio, cuya eficacia se conocía esporádicamente, aquí y allá. Era la excepción, que confirmaba la regla, el elemento aislado, que aparecía de vez en cuando, y se marcaba, como un tizón, grabado a fuego, tiñendo figuras o episodios. La dictadura lo institucionalizó, lo sistematizó, lo oficializó. Fue una excepción; se convirtió en la regla. Fue deshonroso; se volvió glorioso.” [5]

En otro extracto de sus memorias, Nelson Werneck Sodré da una idea del ambiente de oscuridad y violencia contra la cultura y los intelectuales:

“El ambiente en el país era sombrío: la cultura pisoteada, desmoralizada, acusada de infame; los intelectuales fueron detenidos, maltratados, perseguidos; su actividad fue censurada y violada, en fin, reinó el terrorismo cultural”. [6]

Posteriormente, en el desarrollo de sus memorias, Nelson Werneck Sodré desahoga, consternado:

“Vivíamos ahora en un país triste, agonizante, con la población pasando por privaciones y en un ambiente siempre tenso. Desarrollar actividades intelectuales, en este clima, era doloroso”. [7]

No sabía que las cosas, que ya estaban mal desde abril de 1964, aún sufrirían un marcado empeoramiento con el asunto del malogrado AI-5, del 13 de diciembre de 1968.

No olvidemos que una de las sórdidas y locas banderas del bolsonarismo es la reedición del AI-5, el infame acto normativo de la dictadura cívico-militar. Quiero creer que los bolsonaristas no tienen una idea clara y realista de lo que fue esta norma draconiana. Según Nelson Werneck Sodré:

“El AI-5 corresponde así a una respuesta de las fuerzas que controlaban el poder a los intentos, todavía bastante desorganizados y por tanto débiles, de liberación. Por ese edicto, el individuo perdió todas las garantías y los derechos políticos elementales fueron sumariamente eliminados. La dictadura ahora revocó los derechos de todo el pueblo brasileño”. [8]

Y continúa Werneck Sodré:

“No había medias tintas ahora. Era necesario destruir, eliminar, arrasar todo lo que se opusiera a la dictadura, en sus propósitos y fines. Por supuesto, en primer lugar, estaba la cultura. Contra ella, entonces, se libró una guerra sin tregua: se instaló la censura en las redacciones de los periódicos, en las estaciones de radio y televisión; el teatro fue reducido por ella a la más simple expresión; el cine, prohibido enfrentarse a la realidad. Incluso la música popular no se salvó. […] En todas partes, el miedo se instaló”. [9]

Lamentablemente, la tristemente célebre dictadura cívico-militar brasileña dejó huellas imborrables en el corazón de la sociedad brasileña. Sus prácticas insidiosas de tortura, violencia, autoritarismo, racismo siguen presentes en los individuos e instituciones del presente. Como sostienen Edson Teles y Vladimir Safatle:

“Porque creemos que una dictadura se puede medir (¿por qué no?, tengamos el coraje de decir que medir una dictadura es una buena idea). No se mide a sí mismo contando los muertos que deja, sino por las marcas que deja en el presente, es decir, por lo que dejará en el futuro. En ese sentido, podemos decir con seguridad: la dictadura brasileña fue la dictadura más violenta que ha conocido el ciclo latinoamericano negro”. [10]

La sociedad brasileña careció de la oportunidad catártica de enjuiciar a la dictadura, de castigar a sus principales verdugos, de repudiar con vehemencia su execrable legado. Como esto no se llevó a cabo, dio lugar a que algunos tontos le rindieran homenaje en el presente y la vieran, retrospectivamente, con una mirada tierna y nostálgica. Ya escuché, para mi asombro, de amigos cercanos que la era de la dictadura fue buena para Brasil. ¡Es espantoso, impactante y desalentador! Aun así, me tomó por sorpresa e indignación ver a algunos de ellos confesar su voto por el sórdido y perverso candidato del PSL, Jair Bolsonaro.

Edson Teles y Vladimir Safatle exponen el tema, en una síntesis magistral, en consonancia con la infame realidad que vivimos en estos tiempos oscuros de Bolsonar:

“Cuando los estudios muestran que, contrariamente a lo que sucedió en otros países de América Latina, las prácticas de tortura en las cárceles brasileñas han aumentado en relación con los casos de tortura en la dictadura militar; cuando vemos a Brasil como el único país sudamericano donde los torturadores nunca fueron juzgados, donde no hubo justicia transicional, donde el Ejército no hizo un mea culpa de sus tendencias golpistas; cuando sistemáticamente escuchamos a oficiales en servicio activo y en las reservas hacer increíbles elogios a la dictadura militar; cuando recordamos que a 25 años del fin de la dictadura convivimos con el ocultamiento de cadáveres de quienes murieron a manos de las Fuerzas Armadas; entonces comenzamos a ver, un poco más claramente, qué significa exactamente “violencia”. Porque no hay mejor palabra que “violencia” para describir esa manera que tiene el pasado dictatorial de permanecer como un fantasma acechando y contaminando el presente”. [11]

La dictadura cívico-militar brasileña creó enemigos ficticios para amalgamar a su alrededor, además de los intereses imperialistas, aristocráticos y de las élites burguesas, de las que era vocera, una clase media conservadora, retrógrada, resentida e ignorante, resultando en un grupo de personas , empresas e instituciones terriblemente antidemocráticas. A principios de la década de 60, en plena guerra fría, esta burguesía fascista amenazó a la multitud enloquecida con el fantasma del comunismo, haciéndola responsable de todos los males que la aquejaban.

Encontré en la obra de Nelson Werneck Sodré, “Vida y muerte de la dictadura – 20 años de autoritarismo en Brasil”, una excelente e ilustrativa alegoría, que Sodré a su vez encontró en una obra del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, sobre la creación de enemigos ficticio para desviar la atención de las personas de los problemas reales que las aquejan. Werneck Sodré en la introducción de su libro nos dice que:

“Desde 1933, cuando el nazismo se afianzó en Alemania, Brecht nunca dejó de viajar, siempre con el avance nazi a su paso: de Berlín a Viena, de Viena a Copenhague, de Copenhague a Helsinki, de Helsinki a Estados Unidos. un descanso relativamente largo. En esta última etapa, no dejó de denunciar la expansión nazi, la furia macartista, con las pesquisas que hicieron salir del país a tantos personajes dignos. Para él se trataba de vivir y luchar: su arma sería el teatro. El largo exilio le proporcionó experiencias inolvidables. Sus piezas de este período serán naturalmente controvertidas. Plantean temas nuevos, a los que volverá más adelante, para mejorar. De ahí la heterogeneidad de lo que produjo durante este período. Una de esas obras marca claramente la época, por un lado, y el escenario del teatro de Brecht, por el otro. Comenzó en 1932, cuando el nazismo era solo una oscura amenaza, y terminó en 1935, con el nazismo en pleno poder. Cabezas redondas, cabezas puntiagudas representarán la cruda sátira del nazismo. No es una de las mejores obras de Brecht, naturalmente, pero sí una de las más interesantes como forma de acción política. El nazismo, financiado por Occidente, es decir, por el imperialismo, nació de la crisis económica y financiera, movilizando políticamente al capital, a la aristocracia militar ya la pequeña burguesía presa del pánico ante el ascenso de los trabajadores. La obra, reflejando la situación, será alegórica. Se encuentra en el reino imaginario de Jahoo, donde los ricos terratenientes, temiendo la revuelta de los campesinos endeudados, recurren a los servicios de un hombre providencial, Iberin. Se trata de ocultar la realidad de la crisis y sus causas materiales, sustituyéndola por un mito. El hombre providencial sabe que las personas no están acostumbradas a las abstracciones y, para desviarlas del camino, es necesario señalarles un enemigo cercano, concreto, palpable, de su área de conocimiento. Así, actuando como adoctrinador, presenta un falso antagonismo al pueblo: entre los de cabeza redonda y los de cabeza puntiaguda, acusando a estos últimos, en una propaganda basada en la repetición frenética, furiosa y sistemática, de ser los responsables de la crisis. que atraviesa el reino. Orienta, canaliza, concentra, por tanto, en las cabezas puntiagudas las frustraciones, el resentimiento profundo, el odio acumulado de una clase media empobrecida y hasta de una clase obrera devastada por el desempleo. Así, estas clases quedan desviadas de la acción reivindicativa. Brecht muestra cómo todos, sin distinción de clases, llegan a esperar de Iberin la satisfacción de todo: que sirva a propietarios y arrendatarios, jefes y empleados, dueños y empleados, vendedores y consumidores, que baje y suba precios, que emita y acabe con la inflación, que sube y baja los impuestos. Que, en definitiva, establezcan la conciliación donde reina el antagonismo y establezcan, sobre todo, el orden, es decir, que nadie se queje. Está claro que las cabezas puntiagudas pagarán un precio muy alto por todos estos milagros: son desterrados, detenidos, torturados, privados de trabajo, asesinados. El mayor milagro de este reinado de cabeza redonda es semántico: el nazismo será apodado democracia; el saqueo de los que poco tienen se llamará desarrollo; la impostura se conocerá como cultura; la verdad será la mentira y la mentira consagrada como verdad.

El largo pasaje, reproducido arriba, tomado de la introducción que Nelson Werneck Sodré escribió a su obra, publicada en 1984, describe muy claramente las estrategias que la derecha y la extrema derecha han utilizado a lo largo de nuestra historia, es decir, la creación de enemigos ficticios. , con el objetivo de desviar la atención de problemas reales y concretos, presentes en la realidad brasileña desde hace mucho tiempo.

Los problemas reales y concretos, que exigían y exigen ser enfrentados, fueron enumerados en el núcleo de las “reformas de base”, que se esbozaron a principios de los años 60, como proyecto de un país más justo e igualitario: reforma agraria, reforma, reforma bancaria, reforma política, lucha contra la desigualdad social, preservación de los intereses nacionales en detrimento de los intereses del gran capital, EE.UU. al frente. Estas supuestas reformas fueron las razones del estallido del golpe de 1964.

Y, para justificar el golpe de 1964, se exasperó el miedo al comunismo. Estratagema que ya había sido utilizada por Getúlio Vargas para diezmar el Intento Comunista, de 1935. En 2018, el bolsonarismo, aliado a la derecha tradicional, elevó a la enésima potencia un antiPTismo que había sido gestado y alimentado en años anteriores, con una campaña mediática masiva tradicional, siempre aliada con el imperialismo, el neoliberalismo y con los sectores más retrógrados y reaccionarios de la sociedad brasileña. También resucitaron el fantasma del comunismo, el coco que ha aterrorizado a la clase media brasileña durante décadas.

Como ha sucedido repetidamente a lo largo de nuestra historia, estas fuerzas siniestras, cada vez que vislumbran la posibilidad de cambios sociales y populares tomando forma en el horizonte de la sociedad brasileña, se organizan para desbaratar y aniquilar cualquier posibilidad en ese sentido.

Hoy ocupa el poder, abominable idólatra de la infame dictadura cívico-militar, la cual es, a lo largo de los años, reiteradamente alabada, celebrada y honrada por él. Los más abyectos y notorios torturadores y asesinos merecieron, por parte del execrable jefe del poder ejecutivo, de ese período nefasto de la historia brasileña reciente, como el ejemplo del entonces coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra. Bolsonaro cometió un delito al elogiarlo públicamente en una sesión de la Cámara de Diputados que resultó en el juicio político arbitrario a la entonces presidenta Dilma Rousseff, de triste y vergonzoso recuerdo. Debería haber sido castigado ejemplarmente por un acto tan deplorable en su momento. no lo fue Lo que le ha llevado a recaer, en reiteradas ocasiones, con su discurso delictivo.

Recientemente, demostrando que no hay límites para sus ridículos actos, perpetrados hasta el agotamiento, en una “entrevista” con su hijo Eduardo Bolsonaro, volvió a suavizar las barbaridades cometidas por la dictadura y enalteció la memoria de su vil verdugo, el notorio torturador Carlos Alberto Brilhante Ustra. Este hecho fue reportado en el diario Folha de São Paulo, publicado el 20 de diciembre, del que se extrae lo siguiente: “En una entrevista en el canal de YouTube de su hijo Eduardo, el presidente Jair Bolsonaro afirmó que el centro de represión de la dictadura en São Paulo trató a los presos políticos con “toda dignidad”[13].

Y también dijo: “No, no era un preso político. Los terroristas fueron tratados con dignidad en DOI-Codi, incluidas las prisioneras embarazadas. Estos son hechos, historias reales”.

En la misma “entrevista” menciona al torturador Brilhante Ustra, a quien llama héroe.

Como es bien sabido, Bolsonaro y su séquito de locos y tontos tienen un total desprecio por la verdad, por los hechos, por la historia. El engaño, el fraude, el engaño, la burla, la farsa, el engaño, la tergiversación, el engaño, el engaño, la astucia y la mendicidad son materia constitutiva para él y los suyos, siendo elemento esencial de sus existencias mediocres.

El “Informe de la Comisión Nacional de la Verdad” enumeró 434 personas muertas o desaparecidas por la dictadura. En el DOI-Codi de São Paulo, mencionado por Bolsonaro, entre otros casos, el periodista Vladimir Herzog fue brutalmente torturado y asesinado en 1975.

El citado DOI-Codi de São Paulo era conocido, entre otros nombres, como “A Casa da Vovó”. Al periodista Marcelo Godoy le debemos un trabajo singular, de rescate histórico-documental, de uno de los momentos más oscuros y violentos de nuestra historia reciente, todavía vívidamente presente. Su trabajo en los sótanos del DOI-Codi consumió más de una década de su vida, en lecturas, investigaciones, entrevistas.

Como describe Godoy:

“UN SÍMBOLO DEL ARBITRIO y los crímenes de un régimen, el Destacamento de Operaciones de Información (DOI) recibió un nombre en clave por parte de sus miembros. La llamaban la Casa de la Abuela. Allí, militares y policías trabajaron codo con codo durante los años que muchos de ellos ahora consideran memorables. Los oficiales se transformaron en 'médicos' y los delegados en 'capitanes'. Había otros códigos en ese lugar: 'médico general', 'clientes', 'pacientes', 'coqueteos', 'perros' y, según de qué lado, terroristas. Cientos de agentes lo frecuentaban y algunos incluso le dieron otro apodo: 'Açougue'. Creada en São Paulo, su modelo se extendió por todo el país. En la ciudad de São Paulo, ocupó un terreno entre la Rua Tutoia y la Rua Tomás Carvalhal, en el barrio de Paraíso. Primero se conoció como Operación Bandeirante, el Oban; más tarde, decidieron bautizarlo con las siglas que lo hicieron famoso: DOI. Aún hoy, muchos de los que trabajaron allí prefieren llamarla Casa da Vovó, porque, como explicó uno de sus agentes, 'ahí se estaba bien'. La antinomia es evidente. Más aún cuando estos hombres y mujeres decidieron contar lo que sabían sobre la muerte de 66 personas, de las cuales 39 fueron torturadas luego de la detención y otras 27 luego de recibir disparos graves durante la detención en lo que se calificó como emboscadas o tiroteos”. [14]

El héroe de Bolsonaro se encargó de organizar y comandar el DOI-Codi en su fase más violenta y cruel, con abundancia de tortura y muerte.

Como dirá Godoy:

“La funcionalidad de la tortura es la explicación y justificación más recurrente que dan los agentes para su uso. Aceptada como necesaria incluso por quienes no trabajaban para el DOI, la tortura marcó al régimen. Para cumplir su misión, los agentes no podían razonar en términos morales, sino desde el punto de vista de la eficiencia. Es como dijo el presidente Ernesto Geisel: 'Creo que la tortura en ciertos casos se vuelve necesaria para obtener confesiones'”. [15]

La Arquidiócesis de São Paulo realizó un exhaustivo relevamiento de las torturas a las que fueron sometidos los presos políticos durante la dictadura cívico-militar. El documento, publicado en 1985, se denominó “Projeto Brasil Nunca Mais”. Al frente de tan importante y valiente empresa estuvieron el religioso Dom Paulo Evaristo Arns, el rabino Henry Sobel y el pastor presbiteriano Jaime Wright. La encuesta coordinada por ellos resultó en varios tomos y volúmenes. [dieciséis]

Se escuchó a cientos de personas que vivieron el horror de la tortura, la cual se ejerció de las más variadas y perversas formas, que en los documentos se clasifican en “Tipos de Tortura”. Veamos algunos con fines ilustrativos:

1 - Restricciones morales y psicológicas – Genéricas – probadas y consumadas (amenaza – amenaza con violación sexual – amenaza con sacar las bolas – amenaza con la familia – amenaza con torturar a los hermanos – amenaza con enterrar el hormiguero – amenaza con cortar una extremidad – amenaza con matar al niño – amenaza con cortar los dedos – amenaza con matar a la familia – amenaza jugar en un avión – amenaza con cucarachas – amenaza con perros – amenaza con serpientes – amenaza con enterrar vivo – amenaza con caimán – amenaza con cortar la oreja – amenaza con rata – amenaza con lastimar los ojos – etc.

2 - Restricciones físicas - Genéricas - probadas y consumadas (azotes – bofetada – bastón – porra – látigo – látigo – patadas – Corredor polaco – codazos – golpes en la cabeza – golpes en el trasero – empujones – golpes de judo – puñetazos en la rueda de karate – tirones – palizas – bofetadas – teléfono – puñetazos – maltrato físico – etc.

3 - Restricciones físicas: específicas y consumadas (atar el pene para evitar orinar –inserción de palo eléctrico en el ano –introducción de mango de escoba en el ano –introducción de acceso de cigarrillo en el ano –introducción de cucaracha en el ano –pelado de órganos genitales con una aguja –colgamiento de los testículos -inserción del estilete en el pene -testículos amarrada – testículos aplastados – clavar un mango de madera en la vagina – violación de una mujer en prisión – violencia sexual con mujeres – violencia sexual con una esposa en prisión – violencia en los genitales – etc. [17]

Hay muchos otros “tipos de tortura” enumerados en los libros del “Projeto Brasil Nunca Mais”: tortura con instrumentos perforantes, contundentes, cortantes y quemantes, tortura con dispositivos mecánicos y eléctricos, etc.

No seguiré detallando toda esta macabra ingeniería de tortura practicada en los sótanos de la dictadura, con conocimiento de los generales presidentes, como lo atestiguan documentos hoy conocidos. Creo que la lista anterior es más que suficiente para que nos demos cuenta de que la dignidad de los presos políticos fue, a diferencia de lo que pretende el indecible genocidio, ultrajada, de manera vil, cobarde y cotidiana, en los sótanos de la dictadura.

Según una interpretación histórica dada, la dictadura recién habría comenzado a utilizar su habitual truculencia a partir de la emisión de AI-5, del 13 de diciembre de 1968, que es contestada por una variada gama de historiadores, con base en testimonios y abundantes pruebas documentales. . La dictadura mostró sus dientes de plomo desde el primer día de su infeliz existencia.

En este sentido, las historiadoras Maria Celina D'Araújo y Mariana Joffily nos informan:

“En los días posteriores al golpe, siguieron una serie de detenciones y arrestos. Los gobernadores de Sergipe y Pernambuco fueron separados de sus funciones. En Recife, durante una manifestación contra la detención del gobernador Miguel Arraes, dos estudiantes fueron asesinados a tiros. Fueron detenidos dirigentes de entidades del movimiento social como la Comandancia General de Trabajadores (CGT), las Ligas Campesinas, Acción Popular (AP) y varios sindicatos. La sede de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), en Río de Janeiro, fue invadida por tropas e incendiada el día del golpe. La Universidad de São Paulo (USP) fue tomada por los militares; el de Minas Gerais, sometido a intervención; el de Brasilia sufrió severas interferencias en su programa. Varios detenidos fueron llevados a lugares como el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, o barcos de la Marina, que se convirtieron en cárceles improvisadas, como el Custodio de Mello y el Raúl Soares. Las estimaciones de la embajada de EE. UU. totalizaron 50 arrestos unas semanas después de la declaración de Goulart. Sin identificar fuentes, Alves menciona una encuesta que señala la detención de 18 personas en todo el territorio nacional en los primeros meses del nuevo régimen. La represión avanzó frente a una sociedad acorralada, sorprendida o aliviada. Los sentimientos estaban mezclados”. [XNUMX]

Qué les puedo decir a los apologistas de la dictadura cívico-militar, que han promovido manifestaciones para invocar este oscuro pasado: ¡Cuidado con lo que deseas!

*Carlos Eduardo Araujo Magíster en Teoría del Derecho de la PUC-MG.

 

Notas


[1] Edson Teles y Vladimir Safatle. Lo que queda de la dictadura. Boytime, 2010.

[2] Discurso completo del Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Dr. Ulises Guimarães. La Cámara es Historia, 2020. Disponible en: https://www.camara.leg.br/radio/programas/277285-integra-do-discurso-presidente-da-assembleia-nacional-constituinte-dr-ulysses-guimaraes-10-23/.

[3]Ruy Castro. Folha de São Paulo, 12 / 11 / 2020.

[4] Sigmund Freud. Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad. Obras completas de Sigmund Freud, vol. VII, 1905. Editorial Imago, 1996.

[5] Nelson Werneck Sodré. La Ira de Calibán - Memorias del Golpe del 64. Bertrand Brasil, 1994.

[6] Nelson Werneck Sodré. La Ira de Calibán - Memorias del Golpe del 64. Bertrand Brasil, 1994.

[7] Nelson Werneck Sodré. La Ira de Calibán - Memorias del Golpe del 64. Bertrand Brasil, 1994.

[8] Nelson Werneck Sodré. La Ira de Calibán - Memorias del Golpe del 64. Bertrand Brasil, 1994.

[9] Nelson Werneck Sodré. La Ira de Calibán - Memorias del Golpe del 64. Bertrand Brasil, 1994.

[10] Edson Teles y Vladimir Safatle. Lo que queda de la dictadura. Boytime, 2010.

[11] Edson Teles y Vladimir Safatle. Lo que queda de la dictadura. Boytime, 2010.

[12] Nelson Werneck Sodré. Vida y muerte de la dictadura – 20 años de autoritarismo en Brasil. Voces, 1984.

[ 13 ] Folha de São Paulo, 20 de diciembre de 2020.

[14]Marcelo Godoy. La casa de la abuela: una biografía del DOI-Codi (1969-1991), Centro de Secuestros, Torturas y Muerte de la Dictadura Militar. Alameda, 2014.

[15]Marcelo Godoy. La casa de la abuela: una biografía del DOI-Codi (1969-1991), Centro de Secuestros, Torturas y Muerte de la Dictadura Militar. Alameda, 2014.

[ 16 ] Proyecto Brasil Nunca Más. Archidiócesis de São Paulo, 1985. Tomo V, vol. Yo, La Tortura.

[ 17 ] Proyecto Brasil Nunca Más. Archidiócesis de São Paulo, 1985. Tomo V, vol. Yo, La Tortura.

[18] María Celina D'Araújo y Mariana Joffily. Brasil republicano. Tomo 4. La época del régimen autoritario: dictadura militar y redemocratización. Cuarta República (1964-1985) / organización Jorge Ferreira, Lucilia de Almeida NevesDelgado. – 1ª ed. – Río de Janeiro: Civilización Brasileña, 2019.

 

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