Por AFRANIO CATANI*
Comentarios sobre el libro Américapor Jean Baudrillard
El sociólogo y filósofo Jean Baudrillard (1929-2007) escribió más de 25 libros. Apasionado por la fotografía, desarrolló un conjunto de teorías que discuten los impactos de la comunicación y los medios en la sociedad y la cultura contemporáneas. Trabajó con la hiperrealidad -realidad construida-, la realidad virtual y los signos que la rodean. Profesor durante muchos años en la Universidad de Nanterre (París X) escribió, entre otras obras, El sistema de objetos (1965) A la sombra de las mayorías silenciosas (1978) simulación y simulación (1981), 3 volúmenes de Recuerdos geniales, el intercambio imposible (1999) la ilusión vital (2001) De un fragmento a otro (2003).
Em América (edición original, 1985) decidió, como siempre, jugar alto: es una reflexión sobre un viaje que había hecho recientemente a los Estados Unidos. Pero, no está de más señalar, no se trata de un diario lineal, ordenado cronológicamente; al contrario. El lector se encuentra ante un texto poliédrico, agradable de leer, con mucho brío y que, al mismo tiempo, requiere cierta astucia para captar las sutilezas que sus reflexiones desencadenan.
Producida ya en plena madurez, capta imágenes que van desde la sonrisa, la arquitectura, la calle, la soledad, el cuerpo y la locura del pueblo estadounidense. la idea de utopía realizada, del que se sirve Baudrillard a lo largo de todo el análisis, es fundamental para comprender la manera de caracterizar la sociedad norteamericana. Para él, Estados Unidos es una inmensa utopía realizada, donde todo (o casi todo) está disponible. “En el corazón de la riqueza y la libertad siempre está la misma pregunta: “¿Qué haces después de la orgía?”. ¿Qué hacer cuando todo está disponible, sexo, flores, estereotipos de vida o muerte? Este es el problema de Estados Unidos y, a través de él, se ha convertido en el del mundo entero (p. 27). América, comparada con Europa –y Francia en particular– “es la versión original de la modernidad; somos la versión doblada o subtitulada”, mientras América exorciza la cuestión del origen, no tiene pasado ni verdad fundante y, “por no haber conocido una acumulación primitiva del tiempo, vive en una perpetua actualidad”, vive en perpetua simulación, por no ha experimentado una acumulación lenta y secular del principio de verdad. Sin embargo, advierte, la crisis que atraviesa EE.UU. debe ser vista en términos distintos a los de los viejos países europeos: “La nuestra”, dice Baudrillard, “es la de los ideales históricos frente a su imposible realización. La suya es la de la utopía realizada, en confrontación con su duración y su permanencia” (p. 66).
En este sentido, Baudrillard señala la responsabilidad de Europa en tal proceso, ya que el surgimiento de los EE.UU. –de hecho, la colonización que sufrió– termina por anular el destino de las sociedades históricas. Al extrapolar brutalmente su esencia al extranjero, tales sociedades pierden el control de su propia evolución, que ya no se reanudará en forma de alineación progresiva: los valores de la “nueva” sociedad se vuelven, a partir de entonces, irreversibles. “Es lo que, pase lo que pase, nos separa de los estadounidenses. Nunca los alcanzaremos y nunca tendremos esta ingenuidad. No hacemos más que imitarlos, parodiarlos con 50 años de retraso, y sin éxito, por cierto. Nos falta el alma y la audacia de lo que podría llamarse el grado cero de una cultura, el poder de la falta de cultura…” (p. 67-68). Y Baudrillard se vuelve aún más cáustico cuando considera que los europeos siguen siendo utópicos nostálgicos, que el gran problema consiste en que los viejos objetivos europeos (revolución, progreso, libertad) se disiparon antes de ser alcanzados, sin haber podido materializarse. . “De ahí la melancolía. Los europeos viven en la negatividad y la contradicción, mientras que los americanos viven en la paradoja – seamos realistas, la idea de una utopía realizada es paradójica… Y el estilo de vida americano reside, para muchos, en ese humor pragmático y paradójico, “mientras que el nuestro es caracterizado (…) por la sutileza del espíritu crítico” (p. 68).
“Hay productos”, dice, “que no sufren importación-exportación”. Así, la historia y el marxismo son como los buenos vinos y la cocina: no pueden cruzar el océano, a pesar de los innumerables intentos de aclimatarlos. Y, con mucho humor, añade: “es una venganza justificada por el hecho de que los europeos nunca podremos dominar de verdad a la modernidad, que también se niega a cruzar el océano pero en sentido contrario (…) Tanto peor para nosotros, mucho peor para ellos. Si para nosotros la sociedad es una flor carnívora, para ellos la historia es una flor exógena. Su perfume no convence más que el bouquet de los vinos californianos… (p. 68-69). Pero Baudrillard lleva su razonamiento hasta las últimas consecuencias, insistiendo en el principio de que todo lo que se arrojó y distribuyó heroicamente en Europa bajo el signo de la Revolución y el Terror, se realizó al otro lado del Atlántico de una manera simple y empírica: “la utopía de la riqueza, el derecho, la libertad, el contrato social y la representación”.
De la misma manera, todo lo que los europeos soñaron bajo el signo de la anticultura y la subversión teórica, estética, política y social (May/68 fue el último ejemplo de ello) se ha realizado en América. “Aquí se realizó la utopía y se realizó la anti-utopía: la de la contra-razón, de la desterritorialización, de la indeterminación del sujeto y del lenguaje, de la neutralización de todos los valores, de la muerte y de la cultura…” Y, para dejar el El lector, aún más atónito, pregunta y responde: “Pero entonces, ¿es esta una utopía realizada, es esta una revolución exitosa? ¡Si es eso! (...) Santa Bárbara es un paraíso, Disneylandia es un paraíso, Estados Unidos es un paraíso. El paraíso es lo que es, eventualmente fúnebre, monótono y superficial. Pero es el paraíso. No hay otra…” (p. 84).
El viaje alucinatorio de Baudrillard, realizado en colaboración con Marx, Freud y Foucault, no pierde nada: analiza la manía de practicar el jogging, espolea la informática, considera la campos universitarios aislados del mundo- allí todo desaparece, la descentralización es total, la autoridad no se percibe, la arquitectura es fantástica pero, al mismo tiempo, también es imposible demostrar: “¿dónde juntarse, dónde juntarse?”. (p. 39-40)- habla de la fascinación que tienen los americanos por el artificio (todo está iluminado, la noche parece no existir), de la proliferación de sectas (que se involucran en precipitar el Reino de Dios en la Tierra) y , en cierto modo brillante, de la “Californización” de toda América a imagen de Reagan (ver el capítulo “El Fin del Poder”), donde la visión cinematográfica y eufórica marca la pauta.
América debe leerse al mismo tiempo que se ve Paris, Texas, de Wenders: el desierto está en todas partes y ayuda a los estadounidenses a aceptar su insignificancia como seres humanos que viven en el paraíso.
Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.
Este artículo es una versión ligeramente modificada de una revisión publicada en el extinto Periódico, el 09/01/1987, pág. 10
referencia
Jean Baudrillard. América. Traducción: Álvaro Cabral. Río de Janeiro: Rocco, 1986.